Las dos rendiciones de la Alemania nazi, el descontento de Stalin y una bandera de Francia hecha de apuro

El 7 de mayo de 1945, el jefe del ejército alemán, Alfred Jodl, firmó la capitulación militar incondicional ante las tropas aliadas en Reims, Francia. Cuando todo parecía terminado, Stalin desconoció el acto y exigió una nueva firma, que debía realizarse en Berlín al día siguiente, en el cuartel general que los soviéticos habían instalado en la derrotada capital del Reich

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El jefe del mando de
El jefe del mando de operaciones de las Wehrmacht, Alfred Jodl, firma la rendición incondicional de la Alemania nazi el 7 de mayo en Reims, Francia. A su izquierda está el almirante Von Friedeburg y a su derecha el mayor Wilhelm Oxenius (U.S. Army/Library of Congress Collection via REUTERS)

Para los primeros meses de 1945, los tiempos del “Reich de los mil años” se contaban apenas en días. El suicidio de Adolf Hitler en el búnker de Berlín el 30 de abril fue la señal definitiva de que todo estaba perdido para la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, aunque antes de pegarse un tiro en la cabeza, el otrora todopoderoso Führer nombró como su sucesor al almirante Karl Dönitz, un nazi fanático, con el mandato de continuar la guerra.

Se trataba de una orden imposible de cumplir, con el Ejército Rojo en las calles de Berlín y el cerco aliado asfixiando a las tropas alemanas dondequiera que todavía resistían.

Lo único que Dönitz podía intentar era ganar tiempo negociando con los Aliados para “salvar” de caer en manos del “enemigo comunista” al mayor número posible de soldados y civiles alemanes.

Una de sus propuestas sonaba delirante: rendirse ante los aliados occidentales, es decir Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia, pero que le permitieran seguir combatiendo contra los rusos para evitar el avance comunista en Europa.

De izquierda a derecha, el
De izquierda a derecha, el general soviético Ivan Susloparov, el general británico Frederick E Morgan, el teniente general norteamericano Walter Bedell Smith, el capitán de navío norteamericano Harry C Butcher, el general norteamericano Dwight Eisenhower, el mariscal de la Royal Air Force Arthur Tedder en la celebración luego de la firma de la rendición alemana en Reims, Francia, el 7 de mayo de 1945 (Photo by US Army Signal Corps/Interim Archives/Getty Images)

Con esa idea en la cabeza, el 1° de mayo, el almirante dirigió un mensaje a la nación instando a la resistencia. “Proseguiré la lucha contra los bolcheviques todo el tiempo que sea necesario hasta lograr que las tropas combatientes y los centenares de miles de familias de las zonas alemanas orientales sean salvadas de la esclavitud o la destrucción. Contra los ingleses y los americanos proseguiré la lucha en tanto y en cuanto obstaculicen la ejecución del combate contra los bolcheviques”, dijo.

Con el objetivo de lograr que los Aliados occidentales le avalaran el plan, envió a Reims, Francia, a Alfred Jodl, jefe del mando de operaciones de las Wehrmacht, a negociar con el general Dwight D. Eisenhower, comandante de las tropas aliadas.

Alfred Jodl firma el documento
Alfred Jodl firma el documento de la rendición incondicional de Alemania nazi ante el general Eisenhowe en Reims (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

La respuesta de Eisenhower fue terminante: la única opción que tenían los alemanes era firmar un acta de rendición sin condiciones.

Dönitz recibió la mala noticia la noche del 6 al 7 de mayo, en un telegrama enviado por Jodl: “El general Eisenhower exige que firmemos hoy mismo. De lo contrario, se cerrarán los frentes aliados contra cualesquiera personas que intenten pasarse y quedarán interrumpidas todas las negociaciones. No veo más salidas que el caos o la firma”.

Lo único que el jefe de la Wehrmacht había logrado arrancarle al general norteamericano eran dos días más para que el alto del fuego entrara en vigor. Con eso les daban una oportunidad a soldados y civiles alemanes para huir del frente Este y no caer en manos de las tropas soviéticas.

Dönitz aceptó y le ordenó a Jodl firmar la capitulación incondicional en Reims.

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De espaldas, los comandantes alemanes
De espaldas, los comandantes alemanes que firmaron la rendición en Reims (Photo by © CORBIS/Corbis via Getty Images)

El día de la firma

El acto de rendición alemana – con la firma del acta de capitulación incondicional – se celebró al día siguiente, con la presencia de representantes de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética.

Las fotos tomadas en Reims el lunes 7 de mayo de 1945 muestran a un sonriente Eisenhower haciendo la V de la victoria con los bolígrafos que se utilizaron para firmar el acta. Los relojes marcaban con precisión la hora: las 14.41, hora local.

El texto del “Acta de rendición militar” dejaba en claro que la capitulación alemana era incondicional. Decía:

1. Nosotros los que firmamos, actuando con autorización del Alto Comando Alemán, por este documento rendimos incondicionalmente todas las fuerzas de tierra, mar y aire al Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y simultáneamente al Alto Mando Soviético que en esta fecha están bajo control alemán.

Un oficial sostiene la segunda
Un oficial sostiene la segunda página de la rendición incondicional que firmó Alemania al finalizar la Segunda Guerra Mundial en Reims, Francia, el 7 de mayo de 1945 (U.S. Army/Library of Congress Collection via REUTERS)

2. El Alto Mando Alemán inmediatamente cursará órdenes para cesar operaciones activas a las 23.01 horas. Hora Europea Central del 8 de Mayo a todas las autoridades militares alemanas navales y aéreas y a permanecer en las posiciones ocupadas en ese momento. Ningún avión ni barco deberán ser barrenados, ni cualquier daño hecho a su casco, maquinaria o equipo.

3. El Alto Mando Alemán, inmediatamente ordenará al comandante adecuado, y se asegurará que se cumplan las órdenes posteriores dictadas por el Comandante Supremo, Fuerza Expedicionaria Aliada y por el Alto Mando Soviético.

4. Este instrumento de rendición es independiente de, sin prejuicio de, y será reemplazado por, cualquier otro instrumento de rendición impuesto por, o a nombre de las Potencias Aliadas y aplicables a Alemania y a las fuerzas armadas alemanas en conjunto.

5. En el caso de que el Alto Mando Alemán o cualquiera de sus fuerzas bajo su control fallaran en actuar de acuerdo con esta Acta de Rendición, el Comandante Supremo, las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y el Alto Mando Soviético tomaran acciones punitivas o cualquier acción que consideren apropiadas.

Firmado en Reims a las 02.41 del 7 de Mayo de 1945.

Parecía todo terminado cuando entró en escena Stalin y exigió que los alemanes se rindieran otra vez, por respeto a la Unión Soviética.

El mensaje a las fuerzas
El mensaje a las fuerzas aliadas desde Reims por parte del general Dwight Eisenhower anunciando el final de la guerra: "La misión de esta fuerza aliada se completó a las 0241 hora local, el 7 de mayo de 1945 (REUTERS)

Las exigencias de Stalin

La rendición alemana en Reims desató la furia de Iosif Stalin y no demoró en hacer saber a los Aliados occidentales que la Unión Soviética exigía tres condiciones para terminar con la guerra.

Sostenía que, como la Unión Soviética era la potencia que más soldados y civiles había sacrificado en el conflicto la rendición alemana debía ser aceptada por su comandante militar más importante y no por el general Ivan Susloparov, de menor jerarquía, que había firmado el acta en Reims.

También exigió que la firma se realizara en Berlín, la ciudad que había sido capital del Reich, y no en una ciudad francesa. La jugada propagandística estaba clara: Berlín había sido tomada por el Ejército Rojo y no por las tropas occidentales.

“Es lógico y comprensible. La primera firma, en Reims el 7 de mayo, fue confusa y precipitada. De hecho, el representante soviético, el general Susloparov , ni siquiera disponía del permiso de Moscú para firmar la rendición, e incluso en las horas siguientes los alemanes siguieron combatiendo a los rusos en algunas zonas del frente. De haber quedado así, hubiera sido un final bastante indigno al tremendo esfuerzo de guerra soviético. Así que es normal que Stalin exigiese una ceremonia en Berlín más acorde con la trascendencia del momento histórico”, sostiene el historiador español Jesús Hernández, autor de “Eso no estaba en mi libro de la Segunda Guerra Mundial”.

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El general Wilhelm Keitel firma
El general Wilhelm Keitel firma la rendición ante oficiales del Ejército Rojo en Berlín. Ante las presiones de Stalin, los aliados decidieron que una nueva ceremonia de rendición tuviera lugar en la capital del Tercer Reich, que los soviéticos habían capturado

Por último, Stalin cuestionó que por los alemanes hubiera firmado Jodl, que a su criterio no era el oficial de mayor rango de Alemania, cuando debió haberse rendido el mariscal de campo Wilhelm Keitel, comandante supremo de las fuerzas alemanas.

Para fundamentar esta objeción, agitó el fantasma de la rendición alemana en la Primera Guerra Mundial, en 1918, cuando fue firmada por el secretario de Estado de la flamante república alemana, Matthias Erzberg, sin el aval del ejército, que se sintió traicionado. Esa firma poco autorizada, sostenía Stalin, había sido el germen del ascenso del nazismo al poder y de la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos y Gran Bretaña aceptaron las exigencias soviéticas y pidieron a los periodistas que habían cubierto el acto de rendición que no enviaran la información ni las fotografías a sus medios. Ya era tarde, una agencia noticiosa había publicado la noticia de la capitulación.

Así, la “primera” rendición alemana, pública pero fallida, dio lugar a la segunda y definitiva capitulación.

El jefe de la Fuerza
El jefe de la Fuerza Aérea británica Arthur Tedder, el mariscal soviético Georgy K Zhukov, y el general norteamericano Carl A Spaatz brindan por la rendición incondicional de la Alemania nazi en Berlín (Photo by PhotoQuest/Getty Images)

La “segunda” rendición

Había que actuar rápido y se programó la capitulación para el día siguiente, en el cuartel general ruso de Karlshorst, un suburbio de Berlín, donde el máximo jefe de las tropas soviéticas, el mariscal Georgy Zhukov, oficiaría de anfitrión.

La reunión abundó en desprecios y dificultades. La primera de ellas se produjo cuando llegó el representante francés, se sorprendió de no encontrar la bandera de su país flameando junto a las de Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética. Se negó a participar del acto hasta que no se la colgara, para lo cual se tuvo que confeccionar una de urgencia, porque no había ninguna a mano en Berlín.

El siguiente obstáculo lo planteó el mariscal alemán Keitel, que cuestionó la presencia de un representante francés. A su criterio, Francia se había rendido ante Alemania en 1941 y de ninguna manera se la podía considerar una potencia vencedora de la guerra. Fue una protesta inútil.

Después de eso, Keitel quiso añadir una cláusula al acta de rendición. Pretendía un período de gracia de 12 horas para asegurarse que los soldados alemanes recibieran las órdenes de alto el fuego y así evitar que fueran sancionados – o, incluso, fusilados - por seguir luchando después de la rendición.

El mariscal británico Bernard L.
El mariscal británico Bernard L. Montgomery saluda en la Puerta de Brandenburgo en mayo de 1945 luego de la rendición alemana. Allí estaban también los militares soviéticos Georgi K. Zhukov y Konstantin K. Rokossovsky (Photo by Express/Express/Getty Images)

Zhukov se negó a agregar la cláusula al texto pero le prometió verbalmente a Keitel que no habría castigos para quienes no hubieses recibido la orden.

Entre una y otra cosa transcurrieron toda la tarde y las primeras horas de la noche del 8 de mayo. Cuando se firmó el acta ya era la madrugada del 9 de mayo. La segunda y definitiva rendición alemana se había consumado.

Para los alemanes de los primeros años de la posguerra, el 8 de mayo de 1945, resultó una fecha contradictoria.

El primer presidente de Alemania Occidental, el liberal Theodor Heuss, la definió así: “Es la paradoja más trágica y dudosa de la historia alemana… fuimos derrotados y liberados a la vez”.

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