Auschwitz, la fábrica de muerte nazi: cámaras de gas, cuerpos desollados e inyecciones de pus para experimentos

El 4 de mayo de 1940 se colocó la piedra fundamental del complejo de campos de concentración, trabajo y exterminio más cruel que impulsó el Tercer Reich. La primera prueba letal con gas en 1941. El robo de las pertenencias de los judíos que hacían prisioneros. El siniestro método de selección, que enviaba al trabajo o a la muerte inmediata

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Civiles alemanes son obligados a ver los cuerpos de prisioneros judíos asesinados luego de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Esto se replicó para que vieran que los horrores que se narraban eran verdad (Photo by © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)
Civiles alemanes son obligados a ver los cuerpos de prisioneros judíos asesinados luego de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. Esto se replicó para que vieran que los horrores que se narraban eran verdad (Photo by © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)

Fue una gran fábrica de muerte. Una industria aceitada y pujante que sólo fabricó cadáveres y cenizas. Por allí pasaron, ni siquiera son cifras oficiales, más de un millón y medio de personas: un millón, la mayoría judíos, murieron en Auschwitz, que ese es el nombre de la vergüenza y del espanto. Allí funcionaron a pleno las cámaras de gas que podían matar en pocos minutos a tres mil personas y, en medio del caos, la mugre, el hambre, la peste y las ejecuciones, una eficiencia de relojería que le hizo afirmar a Raúl Hilberg, un austríaco nacionalizado estadounidense y brillante historiador del Holocausto: “Los centros de exterminio funcionaban rápido. El recién llegado descendía del tren por la mañana; por la tarde su cadáver ya había sido quemado y sus ropas empaquetadas, almacenadas y enviadas a Alemania”.

Alemania instaló los primeros campos de concentración en los años 30 del siglo pasado, cuando el ascenso al poder de Adolf Hitler y del nazismo derivó en la persecución y encarcelamiento de opositores, intelectuales, comunistas y los primeros judíos alemanes que no aceptaban la política de aislamiento social, político y económico con los que el régimen intentaba convencerlos para que emigraran. A partir del estallido de la Segunda Guerra Mundial, el enfrentamiento hizo el resto: los campos de concentración desbordaron la Alemania de Hitler y se extendieron hacia el Este, en especial hacia Polonia, que era el objetivo territorial del Tercer Reich.

La entrada al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en Polonia (B/W photograph)
La entrada al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau en Polonia (B/W photograph)

Hubo tres Auschwitz en distintos momentos del apogeo nazi: Auschwitz I, Auschwitz II-Birkenau, que es el campo de la muerte conocido como Auschwitz a secas, y Auschwitz III Monowitz, dedicado al trabajo esclavo, vinculado con la industria alemana y en especial a la empresa IG Farben, un conglomerado de compañías fundado en 1925 que incluía a BASF, Bayer, Agfa-Gevaert, Hoechst, Chemische Fabrik Griesheim-Elektron y Chemische Fabrik vorm. Algunas de ellas, fabricantes del pesticida Zyklon B que sería usado por las SS en las cámaras de gas de Auschwitz.

Pero esto no era Auschwitz. Auschwitz era esto:

“En Viena vi que cargaban gente para una de aquellas evacuaciones masivas. Los metían a centenares en camiones en los que, por lo general, cabía sólo un par de vacas. Mientras, los molían a palos. Me acerqué a un joven SS y le pregunté si los golpes eran necesarios. Se echó a reír y me dijo que sólo eran basura. ¿Por qué les pegaban? No tengo nada en absoluto contra las cámaras de gas. Llega un momento en que eliminar a ciertos elementos es beneficioso para la raza. El exterminio es el exterminio. Pero no hay por qué torturar previamente a las víctimas (…)”

Prisioneros son enviados a trabajar en Auschwitz, guiados por los Sonderkommandos (Photo by Culture Club/Getty Images)
Prisioneros son enviados a trabajar en Auschwitz, guiados por los Sonderkommandos (Photo by Culture Club/Getty Images)

El testimonio pertenece a Eugen Horak, funcionario, era intérprete, del grupo IV del RSHA (Oficina Central de Seguridad del Reich) a cargo de la cuestión judía, que dirigía Adolf Eichmann. La grabación, tomada de una conversación con Ernst von Gottstein, director del equipo técnico de la Organización Todt, vinculada al ministerio de Defensa del Reich, fue hecha el 10 de diciembre de 1945 en el subcentro 1 del cuartel general del BAOR (British Army of the Rhine), cuando los dos nazis eran prisioneros de los aliados.

La primera piedra de Auschwitz se alzó el 4 de mayo de 1940, hace ochenta y tres años. Con el Reich lanzado a pleno a la ocupación de Europa, las SS que dirigía Heinrich Himmler buscaron un sitio para inaugurar un nuevo campo de concentración, uno más de los muchos que ya funcionaban en Alemania. La idea era someter a la población judía de Europa del Este y de los territorios conquistados por Hitler. Encontraron un campo en la Polonia ocupada desde septiembre de 1939 en Oswieçim, al sureste de Katowice, una ciudad que había sido parte del imperio austro-húngaro y a la que, cuando la incorporaron al Reich, los nazis devolvieron su antiguo nombre alemán: Auschwitz.

Mujeres judías con niños, algunas luciendo la estrella de David amarilla para ser reconocidas, en el campo de concentración de Auschwitz en 1943, antes de ser seleccionadas: muchas eran enviadas directamente a ser gaseadas, otras a trabajar y algunas eran víctimas de los experimentos de Josef Mengele (Photo by Hulton Archive/Getty Images)
Mujeres judías con niños, algunas luciendo la estrella de David amarilla para ser reconocidas, en el campo de concentración de Auschwitz en 1943, antes de ser seleccionadas: muchas eran enviadas directamente a ser gaseadas, otras a trabajar y algunas eran víctimas de los experimentos de Josef Mengele (Photo by Hulton Archive/Getty Images)

Allí hallaron unos edificios de ladrillos y unos barracones de madera que habían sido asentamiento temporal de trabajadores en camino a Alemania, y que luego, había servido como centro de adiestramiento del ejército polaco. La zona no era la ideal: las aguas del subsuelo eran malas, confluían dos ríos, Sola y Vístula, lo que hacía que esos campos se inundaran con facilidad. Las SS sólo hallaron dos ventajas: gran parte de las construcciones que necesitaban para albergar prisioneros ya estaban hechas, y había una línea férrea, un nudo ferroviario con playa de maniobras, que sería de mucha utilidad. Auschwitz empezó a funcionar de manera oficial el 14 de junio de 1940 con la llegada del primer transporte masivo de presos polacos, en su mayoría acusados de oponerse al régimen nazi, incluidos algunos soldados y estudiantes. En realidad, el primitivo Auschwitz ya tenía habitantes. Las SS habían trasladado allí desde la prisión de Sachsenhausen a treinta criminales alemanes para que sirvieran como guardias, “kapos” de los futuros prisioneros. Así se alzó Auschwitz I. Pero eso no era Auschwitz.

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Una vista de las barracas del campo de concentraciónd de Auschwitz-Birkenau. Dos alambrados de púa rodeaban al lugar, para que quienes intentaran escapar fueran fácilmente baleados desde las torres de la guardia (Photo by © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)
Una vista de las barracas del campo de concentraciónd de Auschwitz-Birkenau. Dos alambrados de púa rodeaban al lugar, para que quienes intentaran escapar fueran fácilmente baleados desde las torres de la guardia (Photo by © Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)

“Para que la masacre fuese más eficiente, las SS de Auschwitz pronto trasladaron las cámaras de gas a la morgue del crematorio. Estaba fuera del campo, lo que significaba que habría menos testigos no deseados entre los prisioneros regulares. La morgue tenía capacidad para cientos de víctimas y disponía de un sistema de ventilación efectivo, lo que facilitó su transformación en cámara de gas. Se protegieron las puertas y se hicieron unos agujeros en el techo para poder introducir el Zyklon B desde la azotea. Luego, los cadáveres serían incinerados en los hornos crematorios adyacentes. Las SS de Auschwitz habían dado con el prototipo de factoría de la muerte”.

Esto era Auschwitz, como revela Nikolaus Wachsmann en “KL - Una historia de los campos de concentración nazis”. Se hizo cargo de la dirección del campo Rudolf Hoss, que en 1947 sería colgado por los polacos frente a los crematorios del campo y por sus crímenes de guerra. Hoss era un experto en matar prisioneros. Llegó a Auschwitz desde el campo de Dachau y con la decisión de expandirlo. A los seis meses de su apertura, a fines de 1940, Auschwitz albergaba ya a siete mil novecientos prisioneros, y la cifra iba en aumento.

Prisioneras judías caminan por el campo de concentración de Auschwitz. Están desabrigadas, las raparon y se percibe que sienten mucho frío en pleno invierno. La crueldad nazi no tuvo límites
Prisioneras judías caminan por el campo de concentración de Auschwitz. Están desabrigadas, las raparon y se percibe que sienten mucho frío en pleno invierno. La crueldad nazi no tuvo límites

A mayor cantidad de prisioneros, mayor amplitud del campo. En 1941 los nazis construyeron Auschwitz-Birkenau, a tres kilómetros de Auschwitz I. Eran instalaciones más sofisticadas y con un único fin. Medía dos kilómetros y medio por dos kilómetros y nació para industrializar la muerte. Allí fueron a parar los primeros miles de prisioneros de guerra polacos y soviéticos, que eran eliminados de inmediato, lo mismo que los primeros civiles judíos de los territorios ocupados, deportados de sus ciudades y países de origen. Las instalaciones desbordaron de seres humanos luego de la Conferencia de Wannsee de enero de 1942, cuando la jerarquía nazi decidió que la “solución final al problema judío”, era eliminar a toda la población judía de Europa, calculada en once millones de personas.

El nuevo campo ampliado estaba dividido en secciones, todas cercadas por alambres de púas electrificados y llegó a albergar a más de cien mil prisioneros. Junto a los judíos europeos, también alemanes, destinados a las cámaras de gas y a los hornos crematorios, llegaron a Auschwitz a miembros de la resistencia de los países ocupados, intelectuales y opositores a Hitler, comunistas, prisioneros de guerra soviéticos, presos comunes o de guerra, homosexuales, o aquellos a los que los nazis, con criterio amplísimo, calificaban como “elementos antisociales”. Esto era Auschwitz:

Rudolf Hoss, el director del campo de concentración. En 1947 fue colgado por los polacos frente a los crematorios de Auschwitz
Rudolf Hoss, el director del campo de concentración. En 1947 fue colgado por los polacos frente a los crematorios de Auschwitz

“La primera prueba letal –cuenta Wachsmann que toma el testimonio de un ex oficial SS– llegó a mediados de septiembre de 1941, cuando las SS gaseó a novecientos prisioneros de guerra soviéticos en el crematorio de Auschwitz. A medida que llegaban, los SS les mandaban desnudarse y los obligaban a entrar en el edifico de la morgue, supuestamente para desinfectarlos. Entonces sellaban las puertas y echaban las bolas de gas. El comandante Hoss volvió a observarlo: ‘Después de introducir las bolas algunos gritaron “¡Gas!”, a lo que siguieron unos potentes alaridos y empujones hacia las puertas, Pero estas aguantaron la presión’. Incinerar todos los cuerpos, añadió, llevó varios días. (…) Hoss prefería más el gas que los fusilamientos porque para las SS resultaba menos estresante. ‘Aquello me dejaba tranquilo porque todos nos podíamos ahorrar los baños de sangre’. Hoss también argumentaba que el gas era más “amable” con las víctimas, pasando por alto la terrible agonía de todos aquellos que yacían apilados en la cámara de gas”.

Cuando el método se hizo rutina, las SS calculaban veinticinco minutos entre que echaban las pastillas de gas venenoso a las cámaras llenas de gente y cesara todo tipo de movimiento en su interior. En algunos casos, por ejemplo en las cámaras de los crematorios IV y V existían un par de mirillas que permitían certificar si en el interior había o no movimiento. Después se abrían las puertas, se ventilaba el ambiente y se extraían los cuerpos para una revisión final: se arrancaban los dientes de oro, anillos, aros u otros objetos de valor y se inspeccionaban los orificios corporales en busca de joyas. Luego los llamados “Sonderkomandos”, prisioneros judíos que trabajaban en las cámaras de gas y en los hornos, se encargaban de cremar los cadáveres. Una chimenea expulsaba gases y olores, pero no todos. Un ejemplo del funcionamiento de aquella máquina de matar: en marzo de 1944, cuando y a la guerra había dejado de favorecer a los nazis y el Ejército Rojo había iniciado su carrera hacia Berlín, los nazis invadieron Hungría. Entre mayo y julio fueron deportados cuatrocientos treinta y ocho mil judíos húngaros. Casi todos fueron asesinados en las cámaras de gas y cremados. En ocasiones, los hornos no daban abasto y muchos cadáveres fueron quemados al aire libre por los Sonderkomandos que, de tanto en tanto, eran ejecutados y reemplazados por otros.

Mujeres en las barracas de Auschwitz en enero de 1945. La fotografía fue tomada por un camarógrafo ruso pocos minutos después de la liberación del campo de concentración (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Mujeres en las barracas de Auschwitz en enero de 1945. La fotografía fue tomada por un camarógrafo ruso pocos minutos después de la liberación del campo de concentración (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)

Además, Auschwitz ultrajaba a los asesinados. Los despojaba de todos, pertenencias, ropas, zapatos, pelo que era enviado en bolsas a Alemania, sombreros, valijas, dientes de oro, aros, anillos y piel. También les arrancaba las pieles a sus víctimas porque había quienes, en la alta jerarquía del campo o del Reich, gustaba forrar libros, armar una pantalla para una lámpara, o una billetera, acaso un monedero con piel humana. En enero de 1946, en Núremberg, Franz Blaha, un médico checo que había estado en Dachau y en Auschwitz y había sido liberado, firmó una declaración jurada sobre cómo había sido su vida en los campos desde 1941, en los que trabajó siempre en los depósitos de cadáveres en los que, durante la guerra, hizo más de siete mil autopsias:

“Desollar a los presos muertos era una práctica corriente. Se me indicó que lo hiciera varias veces (…) La piel se trataba químicamente y se ponía a secar al sol. Luego se cortaba, según la utilidad que le fueran a dar: para sillas de montar, polainas, guantes, pantuflas o bolsos de señora. Los hombres de las SS valoraban especialmente la piel tatuada. Pera eso se usaba a rusos, polacos y a otros prisioneros, pero estaba prohibido desollar a los alemanes. La piel tenía que proceder de prisioneros sanos y libres de defectos. A veces no había suficientes cadáveres y Rascher (Sigmund Rascher, cercano colaborador de Himmler) nos decía: “Muy bien, recibirán esos cadáveres”. Al día siguiente nos llegaban veinte o treinta muertos jóvenes. Les habían disparado en la nuca o golpeado en la cabeza para que la piel quedara intacta”.

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Soldados rusos inspeccionan una pila de ropa que los nazis les quitaban a los judíos el 28 de enero de 1945, al día siguiente de la liberación de los últimos 7 mil prisioneros del campo de concentración de Auschwitz  (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Soldados rusos inspeccionan una pila de ropa que los nazis les quitaban a los judíos el 28 de enero de 1945, al día siguiente de la liberación de los últimos 7 mil prisioneros del campo de concentración de Auschwitz (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)

Eso fue Auschwitz. El campo lucía un cartel a la entrada, que era lo primero que veían los deportados que, en su mayoría, iban a morir casi de inmediato: “El trabajo los hará libres”. En el gran andén ante el que se detenían los trenes, bajaban quienes siguieran vivos después de días de transporte hacinados en vagones sin ver la luz del sol. Aturdidos, debilitados, enfermos, agotados, eran inspeccionados por uno o dos SS, se suponía que eran o debían ser médicos, que con un gesto con la mano, una inclinación de cabeza, separaban a aquella multitud en dos filas: a la izquierda se destinaba a los bebés, a los niños, a las embarazadas, a los ancianos, a los discapacitados y a los enfermos y a los mayores de cincuenta años: iban de inmediato a las cámaras de gas. A la derecha enviaban a quienes consideraban aptos para trabajar.

El 2 de abril de 1946, durante el juicio de Núremberg, le preguntaron a Hoss a cuál clase de inspección eran sometidos los deportados que llegaban por miles a Auschwitz.

El Crematorio III del campo de concentración de Auschwitz. Un elevador llevaba los cuerpos desde las cámaras de gas para ser incinerados (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)
El Crematorio III del campo de concentración de Auschwitz. Un elevador llevaba los cuerpos desde las cámaras de gas para ser incinerados (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)

-Cuando llegaba un tren con dos mil personas, las dos mil desfilaban por delante de dos médicos y éstos se limitaban a señalarlos con la cabeza: este para el trabajo, este para la “instalación”.

-¿Qué clase de inspección era esa?– preguntó el juez– ¿Era suficiente?

-Sí, los médicos decían que era suficiente.

-¿Eran médicos de primera?

-No todos. Había muchos médicos por ahí.

-Tenían que ser unos superdotados: daban una ojeada a unos individuos vestidos y decían: “Este es bueno, este es malo…”

-Sí, así se hacía.

-¿Ha pasado usted alguna revisión médica por razones militares?

-Sí.

-¿Y el médico le echaba un vistazo y le decía que estaba bien?

-No.

-¿En qué consistía la revisión?

-Me desvestía y el médico me inspeccionaba detenidamente, el corazón, los pulmones y otros órganos.

-¿Nunca se le ocurrió pensar que las personas que ustedes elegían para trabajar en sus fábricas e industrias de guerra debían ser especímenes humanos perfectos, físicamente fuertes y personas sanas?

-Se elegía sólo a los que a simple vista parecían fuertes y sanos.

Un grupo de niños sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau miran a las tropas soviéticas el día de la liberación, 27 de enero de 1945 (Photo by Alexander Vorontsov/Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Un grupo de niños sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau miran a las tropas soviéticas el día de la liberación, 27 de enero de 1945 (Photo by Alexander Vorontsov/Galerie Bilderwelt/Getty Images)

Así era Auschwitz. Quienes no morían en las cámaras de gas y de inmediato, podían morir, y morían, con el correr de las semanas por la peste, el hambre, los castigos, las ejecuciones arbitrarias, se suicidaban muchos lanzándose a las alambradas electrificadas, o morían en los experimentos médicos.

En el terrible “Bloque 11″ del campo funcionaba una “prisión dentro de la prisión”. Era el sitio de castigo donde se aplicaban las torturas más terribles, se dejaba a los prisioneros morir de hambre, se los encerraba en jaulas muy pequeñas, o eran sometidos a ensayos médicos a cargo del doctor Joseph Mengele, obsesionado por manipular la genética humana y “fabricar” gemelos para darle a Hitler más soldados, o por modificar mediante inyecciones y tintes el color de los ojos de un ser humano para acercarlo al “azul ario”. Durante el juicio de Núremberg se reveló que uno de los tantos experimentos terribles practicados en Auschwitz consistió en implantar flemones en seres humanos. Uno de los secuaces de Mengele, el doctor Heinrich Schutz lo llevó adelante: “Se inyectó pus de personas enfermas a cuarenta sujetos sanos; a veinte por vía intramuscular y a otros veinte por vía endovenosa. Se prohibió tratarlos durante tres días al cabo de los cuales aparecieron inflamaciones serias y en muchos casos septicemia, Los dos grupos se dividieron en subgrupos de diez, A la mitad se le dio tratamiento químico con píldoras especiales y líquidos cada diez minutos durante veinticuatro horas. A los demás los trataron con sulfonamida y cirugía. En algunos casos, se amputaron todos los miembros. Mis autopsias –dijo el médico interrogado– pusieron al descubierto que además del tratamiento químico había sido perjudicial y que incluso había perforado la pared del estómago de quienes lo habían recibido. Para estos experimentos se utilizaban sacerdotes polacos, checos y holandeses. El dolor era intenso en estos experimentos. Casi todas las seiscientas u ochocientas personas que se usaron acabaron por morir. Los supervivientes quedaron inválidos y al final fueron ejecutados”.

Sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz salen sonrientes luego de la liberación. Sobre ellos, el cínico pórtico que rezaba Arbeit macht frei (El trabajo los hará libres)
Sobrevivientes del campo de concentración de Auschwitz salen sonrientes luego de la liberación. Sobre ellos, el cínico pórtico que rezaba Arbeit macht frei (El trabajo los hará libres)

Esto era Auschwitz. El 17 de julio de 1942, el jefe de las SS, Heinrich Himmler visitó el enorme complejo. Fue una inspección de dos días, con los ojos puestos en Auschwitz-Monowitz y la producción de IGFarben. Pero también visitó Auschwitz-Birkenau. Según Rudolf Hoss. Himmler vio con todo detalle el asesinato masivo de un transporte de judíos recién legado: “No pronunció una sola palabra sobre el proceso de exterminio. Se limitó a observar en silencio”.

Hace unos años, el museo del Holocausto de New York lucía a su entrada una leyenda: “Pasó no hace mucho y no tan lejos”. Ni la advertencia del museo ni estos testimonios del pasado, sobre todos las tan reveladoras transcripciones del juicio de Núremberg, debieran ser olvidadas o sepultadas. Una de las mayores autoridades en la investigación del Holocausto, el escritor francés Florent Brayard, elaboró una teoría que expuso en su imperdible “Auschwitz: Investigación sobre un complot nazi”. En ella se pregunta hasta qué punto el conocimiento del asesinato de los judíos europeos estaba extendido en la élite del nazismo. Afirma, por ejemplo, que el poderoso ministro de Propaganda del Reich, Joseph Goebbels, se enteró de lo que implicaba la “solución final” recién en 1943.

Dos niños en el centro médico de Auschwitz en Febrero de 1945, días después de la liberación del campo  (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Dos niños en el centro médico de Auschwitz en Febrero de 1945, días después de la liberación del campo (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)

Afirma Brayard: “La “solución final” de la cuestión judía, ese asesinato sistemático del conjunto de judíos europeos, fue concebida en el más absoluto de los secretos, o al menos en el mayor secreto posible”. Y agrega que desde Núremberg, “la historiografía siempre ha supuesto que el aparato del estado, en sus instancias más elevadas, había sido informado de que la “solución final” conllevaría al asesinato inmediato y sistemático de los judíos”.

Queda por investigar cuánto de todo sabían los jerarcas nazis y si, en verdad, el no saberlo todo exime de responsabilidad a quienes sabían lo suficiente. Cuando al general Heinz Guderian le preguntaron en noviembre de 1945 sobre los horrores desatados por la Wehrmacht y las SS en el frente oriental, contestó: “No tengo noticia de que las Fuerzas Armadas cometieran ningún acto criminal”. O era una brutal desinformación o una brutal hipocresía. Las órdenes de Hitler, secretas y acaso nunca escritas, se repetían de boca en boca.

Otro grupo de sobrevivientes sale del campo de concentración de Auschtwitz luego de la liberación (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)
Otro grupo de sobrevivientes sale del campo de concentración de Auschtwitz luego de la liberación (Photo by Galerie Bilderwelt/Getty Images)

En Núremberg, el 15 de noviembre de 1945, uno de los ayudantes de Eichmann en la instrumentación de la “solución final”, Dieter Wisliceny, fue interrogado por el teniente coronel americano Smith Brookhart y por el finés Sender Jaari. Wisliceny, el mismo que diría que Eichmann le había confesado que marcharía feliz a su tumba porque sobre su conciencia había cinco millones de judíos asesinados, reveló una charla que mantuvo con su jefe en julio o agosto de 1942. “Tras mucho tira y afloja, Eichmann dijo que Himmler había ordenado el exterminio de todos los judíos”. Wisliceny dijo haber dudado y exigió ver la orden de Himmler, que Eichmann por fin le mostró: “El contenido de la orden era aproximadamente así. No puedo decir que lo repito textualmente porque estoy bajo juramento, pero era más o menos como sigue. El Führer ha decidido que la disposición final del problema judío comience inmediatamente. Con la expresión en clave “disposición final” se quería decir el exterminio biológico de los judíos. Himmler había puesto un obstáculo a la orden por la que se excluía, por el momento, a los judíos sanos que pudieran trabajar”.

Cuando los interrogadores de Wisliceny quisieron saber si se trataba de un documento oficial y de acción inmediata, el ahora ex ayudante de Eichmann dijo: “Sí, un documento urgente. Me impresionó mucho ese documento que le daba carta blanca para obrar como estimara oportuno y sobre el que Eichmann me hizo un comentario. Creo que dije entonces: ‘Quiera Dios que nuestros enemigos no hagan nunca lo mismo con el pueblo alemán”.

Brookhart y Jaari quisieron saber qué había dicho Eichmann. Y Wisliceny dijo: “Que no me pusiera sentimental, que era una orden del Führer. Comprendí que significaba condenar a muerte a millones de personas.”

También eso era Auschwitz.

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