Escapaban para no morir ahogadas y la muerte apareció igual, aunque de una forma impensada

Soledad se había refugiado con su familia en la casa de una amiga, hasta que entendió que el agua también iba a taparlas ahí. “Nos tenemos que ir”, advirtió, y salieron de noche, con el agua turbia hasta el pecho. Mañana se cumplen 10 años de la inundación en La Plata en la que murieron, al menos, 89 personas. Esta es la historia de una mujer a la que no querían incluir en la lista de fallecidos

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Soledad con Dominga, su mamá
Soledad con Dominga, su mamá

Eran las cinco de la tarde cuando empezó a llover; Soledad recién había terminado de teñirle el pelo a su mamá. Las dos se asomaron por la ventana del comedor y miraron hacia la calle. No había mucho de qué preocuparse, o eso creyeron: ellas estaban adentro y aquello, afuera, no parecía más que una lluvia tremenda.

Soledad entonces buscó el esmalte -“un marroncito que le gustaba a ella”-, lo agitó y empezó a pintarle las uñas de una mano. Dominga, su mamá, tenía 72 años y trabajaba cuidando a una anciana que vivía justo enfrente.

“Pero la lluvia no paraba. Así que cuando mi mamá vio que la calle se estaba inundando, me dijo ‘esperá que voy a ver a la señora, después me terminás de pintar’”, cuenta Soledad Meneses a Infobae. Pero ese “después” no transcurrió en el comedor de casa.

Dominga Araujo durante en las pocas fotos que no perdieron bajo el agua
Dominga Araujo durante en las pocas fotos que no perdieron bajo el agua

Soledad volvió a reparar en las manos de su mamá a la madrugada, mientras la mujer yacía inconsciente y empapada en la camilla del hospital. Tenía las uñas de una mano pintadas, las de la otra, no.

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Mañana se cumplen 10 años de la inundación en La Plata que dejó, por lo menos, 89 personas muertas. La casa en la que Soledad vivía con su mamá y el resto de la familia quedó sumergida en 1,95 metros de agua negra. Pero Dominga Araujo no murió ahogada, como la mayoría de los fallecidos. De hecho encontró la muerte así, tratando de no morir ahogada.

La inundación

“Me acuerdo como si hubiera pasado ayer, no me lo voy a poder olvidar nunca”, sabe Soledad, que en aquel entonces tenía 31 años, estudiaba magisterio y trabajaba de niñera.

La inundación provocó al menos 89 muertes (NA)
La inundación provocó al menos 89 muertes (NA)

Hacía dos horas que no paraba de llover cuando decidió cruzar a ver si su mamá y la anciana estaban bien. “Cuando crucé la calle el agua ya me llegaba a la cadera”, recuerda. El agua estaba empezando a colarse en la casa de la anciana así que llamaron al hijo y le pidieron que por favor fuera a buscarla.

“Cuando volví a casa vi que también estaba entrando agua. Yo estaba con mi hija, que en ese momento tenía 10 años y mi hermana, que tenía una nena de 4 y una bebé de dos meses”. Fue entonces que decidieron refugiarse en la casa de una amiga que vivía a la vuelta.

“La correntada que había era terrible, ya eran las ocho y media de la noche, no se veía nada. El agua chocaba en las esquinas, se hacía un remolino y te llevaba. Así que fuimos contando los escalones, el bebé a upa, la nena a caballito, la otra de la mano”, sigue.

Dominga, su marido y una de sus nietas
Dominga, su marido y una de sus nietas

“El agua nos llegaba al pecho, a mi hija, al cuello. Íbamos agarradas de las rejas de las casas. Fue en ese momento que se me soltó y se la llevó la corriente”, dice, cierra los ojos y hace “no” con la cabeza.

La nena, que iba a quinto grado, quedó a la deriva durante unos 100 metros hasta que logró agarrarse de una reja. Los vecinos la ayudaron a volver. Ya desesperadas, entraron a la casa de esa amiga, se suponía que estaban a salvo.

“Pero mi mamá nos empezó a llamar para decirnos que el agua seguía subiendo, y que el hijo de la anciana todavía no había llegado”. El hermano de Soledad decidió ir a buscarla y salió de nuevo a luchar, literalmente, contra la corriente. Llegó: el hijo de la anciana, en la misma lucha, acababa de entrar.

Muchos de los fallecidos fueron ancianos que no quisieron dejar sus casas (NA)
Muchos de los fallecidos fueron ancianos que no quisieron dejar sus casas (NA)

“Mi mamá ya casi no hacía pie así que mi hermano la sacó a upa”. La que siguió fue una escena silenciosa, un plano secuencia en el que Dominga, en la noche cerrada y rendida sobre los brazos de su hijo, vio cómo había quedado su casa.

“Era la casa en la que había nacido mi papá, ella había vivido ahí con él durante los 55 años que estuvieron juntos, porque lo había conocido a los 17. Ahí habían construido un hogar, ahí nos habían criado a nosotros”.

En familia en la casa que compartían
En familia en la casa que compartían

El marido de Dominga había muerto tres años antes. “Y yo creo que ella se dio cuenta de que había perdido todo: la casa, los recuerdos de él, todo”. Como había una estación de servicio muy cerca, el agua estaba mezclada con combustible. “La casa quedó hundida en 1,95 metros de agua negra, todavía está la marca”.

A salvo, ¿a salvo?

Cuando Dominga llegó en los brazos de su hijo, en la casa de la amiga que les estaba dando refugio ya no había luz y apenas salía agua de las canillas. Tenía hipotermia, así que la secaron, la bañaron y le dieron café caliente.

“Al principio el agua nos llegaba a los tobillos así que estábamos arriba de banquitos. Pero a eso de las 11 de la noche, cuando llegó mi mamá, ya nos llegaba a la cadera”, recuerda. “Yo dije ‘va a seguir subiendo, estamos con todas las criaturas, nos tenemos que ir’”.

Era bastante claro: si no se iban, se iban a ahogar.

Hubo que rescatar a los que vivían solos (DyN)
Hubo que rescatar a los que vivían solos (DyN)

Le pidieron socorro a otra amiga, le preguntaron si podían pasar la noche en su casa. Y quedaron en encontrarse entre dos calles altas, 11 y 521, donde asumieron que habría menos agua.

“Salimos todas juntas. Yo empecé a caminar y les dije ‘el agua está fría, nos va a llegar al pecho, hay que tener mucho cuidado’. Caminamos despacio y llegamos a la esquina, mi hermana levantaba al bebé”. Habían logrado moverse por la vereda, agarrada de las rejas, tratando de no tocar ningún poste de luz: ahora tenían que soltarse y cruzar la calle por la correntada.

Pero Dominga se desplomó ahí mismo, en el medio de la calle. Y la corriente se la llevó.

La sonrisa de Dominga
La sonrisa de Dominga

“Los vecinos escucharon los gritos y salieron a tratar de agarrarla. Cuando lograron frenarla ella estaba semi inconsciente, les dijo que le dolía la cabeza y que quería dormir”.

Los vecinos pensaron que se había golpeado con algo, “porque al agua no te la imagines como un río transparente: venían bolsas de basura, ramas, autos. De todo, y en la oscuridad”.

Dominga dijo esas dos cosas y perdió la conciencia, por eso empezaron a hacerle RCP (reanimación cardiopulmonar). Pero no lograron hacerla reaccionar así que, en vez de buscar refugio, corrieron con ella desvanecida al hospital.

Se refugiaron donde pudieron (NA)
Se refugiaron donde pudieron (NA)

De esa noche Soledad tiene varias imágenes mentales guardadas, diapositivas. Su mamá acostada y empapada, los ojos cerrados, las uñas de una mano pintadas de marroncito, las de la otra mano, no. Los ancianos sentados solos, perdidos, con los documentos en bolsitas de nylon. Y su pie, porque estaba descalza, que tenía un tajo de punta a punta, por el que brotaba una sangre también torrencial.

Dominga Araujo había tenido un ACV hemorrágico, el pronóstico era muy malo. Pero eso lo supieron varios días después, porque necesitaban hacerle una tomografía para confirmarlo y, cuando la trasladaron al San Juan de Dios se enteraron de que el tomógrafo, que estaba en un sótano, había quedado bajo el agua.

Dominga murió el 11 de abril, nueve días después de la inundación. Había vagado por 5 hospitales, murió en Ensenada.

La mujer tenía 72 años y todavía trabajaba
La mujer tenía 72 años y todavía trabajaba

Mientras algunos políticos buscaban la forma de eludir responsabilidades en los medios -el riesgo que ya se sabía que existía, las obras que no se habían hecho- hubo un enorme esfuerzo para que los muertos fueran los menos posibles.

“Mi mamá no estaba en la lista, así que fui a hacer la denuncia. Y me dijeron ‘¿pero se ahogó?’, así con una frialdad…yo respondí ‘no se ahogó, pero pasó esto, esto y esto’. Y me dijeron ‘entonces no se murió por la inundación, tal vez tenía una enfermedad de base”.

Soledad sabía que su mamá no tenía ninguna enfermedad de base. “Cinco meses antes le habían hecho una tomografía en la cabeza porque se había tropezado en la calle. No tenía nada”. Fue con ese estudio que pudo demostrar que lo que había pasado había pasado ahí: por la inundación, en la inundación, por lo que no se había hecho para evitar la inundación.

La familia quedó rota tras la muerte impensada
La familia quedó rota tras la muerte impensada

Nadie en la familia recibió el subsidio que sí recibieron otras. “Yo igual no quería plata, la plata no me iba a devolver a mi mamá. Yo tenía bronca por las obras que no se habían hecho, después supe que ya se sabía que La Plata corría un riesgo hídrico importante”, se despide.

Un año después del desastre, un fallo judicial reconoció que había 22 muertes más que las reconocidas por el gobierno provincial: una de esas personas era Dominga Araujo, que así pasó a formar parte de la lista.

Dominga rodeada de alguno de sus nueve hijos
Dominga rodeada de alguno de sus nueve hijos

“Yo quería que apareciera ahí, que todos vieran la injusticia, la crueldad de lo que habían hecho. Que aunque no había muerto esa noche, esa noche dejó de ser la que había sido. El agua le había robado todo, incluso la vida”.

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