Corría marzo de 1979 y faltaban siete años para que el mundo entero se espantara con la letal explosión de la planta atómica de Chernobyl y más de treinta para que un tsunami inundara la central nuclear de Fukushima y pusiera a Japón en alerta máxima por la contaminación radioactiva que provocó.
La magnitud de estos desastres –cuyas consecuencias llegan hasta hoy– dejó casi en el olvido el accidente nuclear ocurrido el 28 de marzo de 1979 en una isla de menos de cinco kilómetros cuadrados que obligó a evacuar a cerca de cien mil personas y sigue siendo el episodio de este tipo más grave ocurrido en los Estados Unidos, que puso a todo el país al borde del pánico.
Según la Organización Internacional para la Energía Atómica, fue un incidente de nivel 5 –en una escala de 7-, el tercero hasta entonces en magnitud en la historia de los desastres nucleares, detrás de los de Kysshtym, en la Unión Soviética, y Windscale, en Gran Bretaña, los dos ocurridos en 1957.
La película anticipatoria
Sucedió cuando en todo el país las centrales atómicas eran tema casi obligado de debate. No porque los expertos en la materia advirtieran públicamente algún peligro ni debido a las protestas de los grupos opuestos a la instalación de plantas nucleares, sino por el estreno, apenas 12 días antes, de una película que conmocionó: “El síndrome de China”.
Dirigida por James Bridges y protagonizada por Jack Lemmon, Jane Fonda y Michael Douglas, la película cuenta la historia de una periodista televisiva y un camarógrafo que descubren fallas y encubrimientos en la seguridad de un reactor nuclear.
El título apuntaba a denunciar la posible magnitud de un desastre nuclear de ese tipo. Si un reactor se fundía en los Estados Unidos, podría atravesar la Tierra y llegar hasta las antípodas, provocando una catástrofe mundial.
Como sucedería en Three Mile Island, un accidente en la planta –donde el periodista y el camarógrafo estaban para hacer una nota de rutina– desata una carrera contra el tiempo para frenar la explosión.
En esa lucha, el jefe de la planta, encarnado por Jack Lemmon, descubre que la compañía encubrió por razones económicas que las soldaduras del reactor nuclear no están seguras. Para ello falsificaron las radiografías de las soldaduras. Los dos periodistas se comprometen a sacar la conspiración a la luz.
Todo termina con una explosión.
Menos de dos semanas después del estreno, la ficción de la película se haría realidad en la isla, con consecuencias graves pero menos catastróficas.
Te puede interesar: Los sobrevivientes del día que la tierra tembló, un tsunami se tragó todo y un desastre nuclear amenazó ser otro Chernobyl
Un Alcatraz atómico
Vista desde el cielo, Three Mile Island es apenas un lunar sobre las aguas del río Susquehanna cerca de Harrisburg, Pensilvania, en el noreste de los Estados Unidos.
Rodeada de aguas, se la consideraba por razones de seguridad en un muy buen lugar para instalar una planta nuclear. Hubo quien la comparó con la legendaria cárcel de Alcatraz, también montada en una isla de la que ningún preso podía fugarse.
Pero la radiación, cuando se desata, no necesita de ninguna balsa o bote para salvar las aguas y llegar a tierra firme y lograr la libertad. Simplemente se expande ignorando los obstáculos en una ola casi invisible pero mortal.
El 28 de marzo, a las 4 de la mañana, una serie de fallas encadenadas en la Central Nuclear que funcionaba en la isla terminó con la explosión de uno de los dos reactores de la planta y produjo una fuga que expuso a más de dos de millones de personas a los efectos de la radiación.
Las autoridades estadounidenses intentaron desde un primer momento minimizar las consecuencias del desastre. La Comisión Reguladora Nuclear (CRN) informó que no hubo muertos y que la dosis promedio de exposición a la radiación fue menor a la generada por una radiografía de tórax.
Los informes oficiales sostienen que durante los años que siguieron al accidente no hubo aumento en los casos de cáncer y otras enfermedades relacionadas con la radiación, un dato que fue desmentido por organizaciones no gubernamentales y agrupaciones de vecinos de la región.
Más allá de esa polémica, lo cierto es que el accidente cambió para siempre la carrera por la energía nuclear en los Estados Unidos y también en el resto del planeta. “La confianza pública en la energía nuclear disminuyó drásticamente tras el accidente de Three Mile Island.
“Fue una de las principales causas del declive de la construcción de plantas nucleares durante los años ochenta y noventa”, sostiene un informe de la Asociación Nuclear Mundial.
En números concretos: solo en los Estados Unidos fueron cancelados 39 proyectos de centrales nucleares que estaban autorizados o en marcha.
“El accidente cambió permanentemente tanto a la industria nuclear como a la Comisión Reguladora Nuclear (de los Estados Unidos). El temor y la desconfianza del público aumentaron, las regulaciones y la supervisión se volvieron más amplias y fuertes, y el manejo de las plantas se analizó con más cuidado”, explicó la propia CRN meses después del accidente.
Crónica de un desastre
La planta nuclear de Three Mile Island fue construida en 1968 y comenzó a funcionar con un solo reactor, el TMI-1 en 1974. A fines de 1978 empezó a operar el segundo reactor, TMI-2, el mismo que fallaría pocos meses después, con lo que la central alcanzó el 97% de su potencia.
En la madrugada del 28 de marzo del año siguiente las bombas primarias de alimentación de uno de los circuitos secundarios de la central dejaron de funcionar a causa de una avería mecánica o eléctrica que impidió retirar el calor del sistema primario en los generadores de vapor.
En otras palabras, fallaron las bombas de agua refrigerante y el reactor se recalentó, lo que provocó el apagón automático de la turbina y del propio reactor.
A eso se le sumó una falla humana: los operadores no se enteraron de lo que estaba pasando porque los engañó una válvula de seguridad atascada. Recién con el cambio de turno, dos horas después, los nuevos operarios detectaron el peligro.
De ahí en más fue una carrera contra el tiempo para volver a enfriar el reactor, cubriéndolo nuevamente con agua, antes de que explotara. Los esfuerzos fueron inútiles: a las 10 de la noche, 18 horas después de la primera falla, gran parte del núcleo se había derretido o vaporizado y el reactor explotó.
El resultado fue que entre 2,5 y 15 millones de curios (un metal radioactivo sólido) contaminaron la atmósfera con su gas.
“Una combinación de mal funcionamiento del equipo, problemas relacionados con el diseño y errores de los trabajadores llevaron a la fusión parcial de TMI-2 y a las muy pequeñas emisiones de radiactividad fuera del sitio”, resumió el informe de la Comisión Reguladora Nuclear de los Estados Unidos.
Te puede interesar: El desastre de Chernobyl: el descarnado relato de los sobrevivientes, el científico que no soportó la verdad y el encubrimiento
Las consecuencias
La evacuación de los pobladores de las ciudades cercanas se hizo tarde y mal. En un principio, los directivos de la empresa que operaba la planta y las propias autoridades sanitarias estadounidenses minimizaron el peligro de la radiación.
No hay estudios oficiales creíbles sobre las consecuencias que tuvo a lo largo del tiempo la ola radioactiva sobre la población que estuvo expuesta.
El accidente provocó el cierre total de la planta y la limpieza llevó años y costó millones de dólares. La Unidad TMI-1 volvió a funcionar en 1985, pero el reactor TMI-2, que en teoría podía resistir el impacto de un avión, nunca volvió a operar.
Con un solo reactor, la central nuclear de Three Mile Island siguió funcionando otros cuarenta años. En mayo de 2017, la compañía que la administraba, Exelon Generation, anunció que la cerraría en un futuro cercano por el alto costo de producción y la “falta de acción estatal para subsidiar la energía limpia”. La empresa tenía licencia para operar hasta 2034, pero si lo hacía sería a pura pérdida.
El 20 de septiembre de 2019 –más de cuarenta años después de la explosión-, la planta produjo su último kilovatio.
Sin embargo, ése no fue el fin de la historia. Deberán realizarse tareas de limpieza de material radioactivo durante décadas, con un costo de más de 1.200 millones de dólares. Exelon Generation estima que el último rastro de material radioactivo desaparecerá recién en 2078.
La producción de energía atómica ha dejado de ser negocio en los Estados Unidos. No solo por los riesgos, sino fundamentalmente por la rentabilidad.
Hoy, la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania ha vuelto a poner a la energía atómica como una alternativa frente a los problemas de suministro de petróleo y de gas que son consecuencia del conflicto.
A 44 años del desastre de Three Mile Island el debate está nuevamente abierto.
Seguir leyendo: