A mediados de los ‘90 Leader, un pequeño pueblo perteneciente al municipio rural de Happyland, cerca de la frontera entre Saskatchewan y Alberta, en Canadá, tenía menos de ochocientos habitantes cuyas rutinas rara vez sufrían algún cambio y donde las noticias más importantes eran los nacimientos o decesos por muerte natural de los miembros de la comunidad.
A la entrada del pueblo, el mensaje de bienvenida para los escasos visitantes o los camioneros de paso estaba en un viejo árbol seco cuyas ramas superiores sostenían la talla colorida de un pájaro carpintero que señalaba con su pico un cartel sobre el cual descansaba una lechuza. “Welcome to Leader”, rezaba inevitablemente el cartel.
La mañana invernal del 21 de febrero de 1995 la calma de Leader se vio sacudida por un fenómeno nunca visto por sus pobladores.
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Sin previo aviso, comenzaron a llegar algunos autos cuyos tripulantes se identificaron como fotógrafos y periodistas en el ayuntamiento rural y en el café de la calle principal. Más tarde llegó, incluso, la camioneta de una cadena de televisión.
Llegaron como caídos del cielo, pero en realidad – como les dijeron a los parroquianos del café y al comisario – estaban esperando algo que bajaría del cielo. Porque las coordenadas de Leader eran el lugar previsto para el descenso del globo aerostático de un aventurero millonario llamado Steve Fossett.
Los pobladores de Leader no sabían quién era ese tal Fossett, pero la llegada de un globo con un aventurero millonarios sería todo un acontecimiento y nadie se lo quiso perder. No sabía tampoco que el navegante solitario del globo era un hombre cuya meta en la vida era batir récords.
En ese caso se trataba de convertirse en la primera persona en hacer un vuelo en globo a través del Océano Pacífico. Había elegido al pueblo de Leader para llegar no sólo por su ubicación geográfica, sino porque su nombre (“líder”, en español) lo representaba.
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Los vecinos de Leader tampoco podían imaginar que Fossett moriría 12 años después tratando de batir uno más que los 89 que ya había logrado, ya fuera nadando, navegando o volando en globo o en avión.
Fue una muerte que, además, estuvo rodeada de misterio, porque su cuerpo demoró un año en ser recuperado, y se lo encontró por casualidad.
El niño aventurero
James Stephen “Steve” Fossett nació en Jackson, Tennessee, el 22 de abril de 1944, pero creció en la cálida California, donde a los 9 años se incorporó a los Boy Scouts y poco después escaló su primera montaña, la de San Jacinto.
Fue el primer paso de una vida dedicada a desafiarse: “Cuando tenía 12 años escalé mi primera montaña, y seguí adelante, emprendiendo proyectos más diversos y grandiosos”, contó años después en una entrevista.
Desde entonces le gustaban los desafíos solitarios. Nunca integró un equipo de fútbol ni de hockey, sentía que los deportes colectivos no eran para él.
A la edad de 13 años, el pequeño Fossett obtuvo el rango más alto de Eagle Scout de los Boy Scouts. Fue miembro de Honor de Vigilia de la Orden de la Flecha, la sociedad de honor de los Boy Scouts, donde se desempeñó como jefe de la logia.
Después, siempre en la vena de buscar desafíos, trabajó como guardabosques en Philmont Scout Ranch en Nuevo México durante el verano de 1961.
Multimillonario en la bolsa
Dinero no le faltaba, era hijo de un ingeniero eléctrico que tenía una fábrica de jabón, pero la industria no era lo suyo, prefirió jugar en la bolsa como una aventura más.
Combinaba las dos cosas. Mientras compraba y vendía acciones y estudiaba Economía en la Universidad de Stanford, cruzó nadando el canal del Golden Gate, en San Francisco. Años después hizo lo mismo en el Canal de la Mancha.
Como operador de bolsa hizo fortuna. Más de una vez dijo que, para un aventurero, el riesgo de las inversiones bursátiles era totalmente compatible con el riesgo controlado de sus hazañas deportivas. Dos maneras diferentes de superar límites.
Pero entre los dos juegos, el del dinero y el del deporte, terminó eligiendo uno cuando se cansó del otro. Apenas cumplió 45 años dejó el mundo de las finanzas y decidió dedicar todo su tiempo a algo que ya venía haciendo: batir récords, como el de vuelo en globo transpacífico a cuyo final habían asistido los sorprendidos pobladores de Leader el 21 de febrero de 1995.
En cuanto al dinero, ya tenía más que suficiente para que se reprodujera solo. No había necesidad de pensar en él.
Para entonces ya estaba casado con Peggy, su novia de toda la vida, con quien no tuvo hijos.
El hombre récord
A lo largo de su vida, Steve Fossett logró 89 récords, algunos de los cuales todavía hoy no han sido superados.
El más importante de todos data de 2006, cuando a bordo de un avión experimental de ala fija bautizado como “Virgin Atlantic GlobalFlyer”, voló alrededor del planeta durante 3 días, 4 horas y 45 minutos. Recorrió una distancia total de 42.4679 kilómetros sin ninguna escala.
Cuatro antes había dado otra vuelta al mundo por el aire, esa vez en globo, en solitario y sin escalas, en un vuelo que duró casi dos semanas. Era su sexto intento, después de fracasar en los cinco anteriores. Partió de Northam, Australia, el 19 de junio de 2002 y regresó el 2 de julio de ese mismo año.
Cuando aterrizó había pasado más de 12 días en una cabina de 2,15 metros de largo, 1,65 metros de ancho y 1,65 metros de alto, alimentándose con raciones de tipo militar y ayudándose de oxígeno almacenado en botellas para respirar.
No son sus únicas vueltas al mundo. En 2004 circunnavegó el planeta a bordo de su velero Cheyenne.
En sus intentos, rompió tres de los siete récords mundiales absolutos para aviones de ala fija reconocidos por la Fédération Aéronautique Internationale, todos en su Virgin Atlantic GlobalFlyer. En 2002, recibió la Medalla de Oro del Royal Aero Club del Reino Unido y fue incluido en el Salón de la Fama de la Aviación Nacional en 2007.
También lo nombraron miembro de la Royal Geographical Society y del Explorers Club.
Para 2007, parecía que a Steve Fossett no le faltaba romper ningún récord. Pero él no pensaba lo mismo. Quiso ir por más. Tenía 63 años y estaba en perfecto estado de salud, no tenía motivos para parar.
La desaparición
Había volado, navegado y nadado, pero le faltaba batir alguna marca en tierra firme. Se propuso romper el récord de velocidad sobre tierra con un vehículo propulsado por un motor que alcanzara cerca de los 1.300 kilómetros por hora.
No sólo necesitaba un “auto” – si se lo puede llamar así – capaz de alcanzar la velocidad sino un lugar para poder hacerlo. Después de mucho pensarlo, pensó que el sitio ideal era algún lago seco donde poder construir la pista para hacerlo correr. Y, fiel a su personalidad, se propuso encontrarlo él mismo.
El de septiembre 3 de septiembre de 2007 despegó en una avioneta desde su rancho Conrad Hilton para recorrer desde las alturas el Gran Desierto de Cuenca, entre Nevada y California. Jugador en soledad siempre, ni siquiera se ocupó de informar su plan de vuelo a las autoridades aéreas.
Desde que despegó no mantuvo ninguna comunicación radial. Desapareció sin dejar rastros y sin dar ninguna señal de auxilio.
Lo empezaron a buscar el día siguiente, pero los intentos de rescate por aire y por tierra se hicieron casi a ciegas, porque al no dar un plan de vuelo, nadie sabía hacía dónde se había dirigido con su avioneta.
Lo buscaron durante casi un mes y después abandonaron la búsqueda. En octubre de 2007, se llegó a la conclusión de que había sufrido un accidente con el avión en un sitio imposible de determinar.
En febrero de 2008, después de una presentación judicial de su mujer, un juez del Estado de Illinois declaró que Steve Fossett estaba legalmente muerto. Poco antes, la propia Peggy había anunciado que no tenía “más planes para búsquedas adicionales” de su marido desaparecido.
El avión y los huesos
En octubre de 2008, 13 meses después de la desaparición de Fossett, una pareja de excursionistas que caminaba por Mammoth Lakes, una zona desértica entre California y Nevada, encontraron por casualidad ropa y algunos otros objetos.
Uno de ellos era una remera que después Peggy reconoció como perteneciente a su marido pero sin estar segura de si la llevaba puesta cuando se subió a la avioneta. Otro de los objetos encontrados no dejó dudas: era una tarjeta de identificación con el nombre de Fossett.
Las autoridades de California ordenaron reabrir la búsqueda por aire y tierra y poco después, uno de los equipos terrestres encontró restos de la avioneta Bellanca 8KCAB monomotor en la que había despegado Fossett a tres mil metros de altura, en una zona montañosa.
Las pericias establecieron que la avioneta chocó de forma frontal contra la ladera de la montaña. “El avión fue hacia arriba unos treinta metros, tratando de superarla, pero chocó y se desintegró. El daño fue tan severo que dudo que alguien hubiera podido sobrevivir”, informó a los periodistas el sheriff John Anderson, del condado de Madera, que coordinaba los equipos de búsqueda.
Lo llamativo fue que no se encontró ningún cuerpo entre los restos del avión, lo que dio esperanzas de que Fossett hubiera escapado vivo del accidente. “Estoy esperanzada de que esta búsqueda localizará los restos de mi marido”, dijo entonces Peggy Fossett, la viuda del multimillonario.
La declaración dejaba en claro que ella no tenía esperanzas de encontrarlo vivo, sino que buscaba su cadáver.
Pasaron varios meses sin novedades, hasta que se encontraron unos pocos huesos a varios kilómetros de donde había caído el avión. Las pruebas de ADN demostraron que los restos pertenecía a Fossett.
Pero, ¿cómo habían llegado hasta ahí? La hipótesis de los investigadores fue que el cuerpo del aventurero había sido despedazado por animales salvajes que esparcieron sus partes en una amplia zona alrededor del avión.
Steve Fossett había muerto en su ley: corriendo riesgos para superar otro récord. Poco antes de desaparecer, un periodista de la CNN le preguntó cómo imaginaba su futuro.
“Me imagino que hasta los 80 años y cuando esté en una silla de ruedas, seguiré intentando quebrar algunas marcas. Probablemente maneje un avión a control remoto para dar la vuelta al mundo. Pienso establecer y romper récords de forma indefinida”, respondió.
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