Hannah Wilson, de 22 años, estaba por cumplir su sueño. Había estudiado duro durante cuatro años y casi sin reprobar un solo examen estaba por recibirse de psicóloga.
El sueño de toda su familia que la acompañó ese tiempo estaba por cumplirse. Hannah había viajado desde su pequeño pueblo del medio oeste a Bloomington, Indiana.
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Bloomington es una ciudad que se mueve al ritmo de su alta población de estudiantes. Es una localidad pequeña, unos 80 mil habitantes que viven en suburbios todos cortados con la misma tijera. Casas amplias de techo a dos aguas con un aro de básquet al costado del garaje y varios autos estacionados en la puerta de cada vivienda.
El sueño truncado de ser universitaria
En el centro predominan los bares y merenderos para los universitarios que son mayoría y se mueven con mucha tranquilidad por las calles. Casi como los dueños de la ciudad. Hasta aquí había llegado Wilson para cumplir su sueño de ser psicóloga, con ahorros juntados en el tradicional fondo universitario familiar.
Pero todo terminó para Hannah el 24 de abril de 2015. La chica había salido con sus amigos de la fraternidad a festejar que se acercaba el fin del curso y el momento de la graduación para muchos de ellos.
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Era un fin de semana especial para toda la comunidad universitaria de Indiana, conocido como “Little 500 Races”. Para esa fecha, los grupos de amigas y amigos colman los bares cercanos a las facultades. Es el momento en el que se baila, se canta y se bebe hasta el amanecer. Hannah esperaba este año con mayor ansiedad la festividad, porque era su último año en la universidad. Ya estaba a punto de recibirse. Aún no sabía que viviría las últimas horas de su vida.
Hannah se preparaba para la noche de festejo frente al espejo del baño de su cuarto en la residencia universitaria. Seguro pensaba en la noche de festejo, las charlas con amigas y los años pasados en la universidad. También sabía lo que le deparaba el futuro cercano. Ya había calificado para un trabajo y se había anotado en los estudios de posgrado. Lo único que lamentaba era que debía alquilarse un departamento fuera de la universidad, en la ciudad.
Pero la chica nunca llegaría a cumplir sus sueños. La noche ideal de la primavera estadounidense, sería la última de su vida. ¿Cuál habrán sido sus últimos pensamientos?
Cómo fue la noche del femicidio
La noche de su asesinato, Hannah se reunió con su grupo de amigos más cercano. Primero bebieron algunas copas en el bar de un hotel y luego se dirigieron a un local que quedaba en el suburbio de la ciudad llamado Kilroy’s Sports Bar.
En la puerta del Kilroy’s los amigos de Hannah se dieron cuenta de que era mejor que la chica vuelva a su habitación de la residencia universitaria. Hannah primero se negó, pero luego aceptó el consejo de sus acompañantes.
Wilson subió a un taxi, abrió toda la ventanilla y con una parte de su cabeza afuera dejó que le pegara el viento de la primavera de Indiana.
El taxista la llevó hasta la entrada de la universidad, según declararía ante el interrogatorio policial. Ese chofer fue la última persona, además de su asesino, que vio con vida a Hannah.
En tanto, el celular de Wilson fue abierto por los peritos y revelaron que la chica realizó una llamada a la 1 de la madrugada a un amigo, pero no pudieron hablar porque su interlocutor estaba en un bar con música demasiado alta. Hannah cortó y no se supo nada más de ella hasta el hallazgo de su cuerpo en un bosque.
En tanto, un estudiante vecino vio que Hannah llegaba a su cuarto alrededor de la 1 de la madrugada. Sin embargo por la mañana, la chica ya no estaba allí. Su bolso y su celular estaban arriba de la cama intactos. Y todo estaba ordenado, o al menos con el desorden clásico de una chica que vive sola en una residencia universitaria de Estados Unidos.
Conmoción en la Universidad de Indiana
Por la mañana, las amigas de Hannah se iban despertando de la resaca de la noche y empezaban a enterarse de la noticia, sin entender demasiado. Se cruzaban mensajes y mensajes en los constestadores preguntando si alguien la había visto o había tenido algún mensaje. Nadie. Todos habían tenido el último contacto con Wilson cuando la dejaron en ese taxi rumbo a su habitación universitaria.
Una vez que recopilaron la información del entorno de Hannah, la policía se puso a buscarla como desaparecida. Unos pocos días después, los restos de la estudiante ya casi recibida fueron encontrados en un bosque del condado vecino a Indiana.
El primer informe de la autopsia indicó que Hannah recibió una brutal golpiza en la cabeza y murió por “un traumatismo de cráneo contundente”. Sin embargo, estudios posteriores citados por el diario de Indiana, IndyStar, relataron que la chica tenía signos de haberse defendido de un ataque sexual, por lo que el asesino la golpeó con un objeto contundente, una piedra quizás, en la cabeza.
El cuerpo de Hannah fue hallado en un bosque de difícil acceso. Estaba vestida con la misma ropa de la noche en la que había salido a festejar su próxima graduación. La noche que pensaba como perfecta y terminó en el final abrupto de su vida.
El perfil del único acusado
A los pies de los restos de Wilson había un teléfono celular que permitía a los investigadores concentrarse en un sospechoso. Ese era Daniel Messel. Un hombre que tenía 50 años y vecino de Bloomington. Era soltero, empleado de una imprenta y vivía con su padre en un tráiler en un descampado en las afueras de la ciudad.
Apenas identificado el celular, los oficiales se dirigieron a la casa de Messel. Allí, la policía halló ropa con sangre. Unos días después determinarían que esas manchas más algunos pelos hallados en el auto del acusado eran de su víctima: Hannah Wilson.
Messel fue esposado de inmediato y mientras era conducido hacia la patrulla, clamaba por su inocencia. Durante el juicio, el hombre siguió jurando que no tuvo nada que ver con el crimen de Hannah. Sin embargo, las pruebas eran muy claras y fue condenado a 80 años de prisión.
Messel nunca declaró en el juicio. Sólo pronunció las palabras “I am not guilty” (no soy culpable). Su abogada argumenta que Messel y Wilson se cruzaron esa noche, pero su defendido no la mató.
Igual, el tribunal lo condenó por la suma de pruebas. Pero a la Justicia le quedaron varias preguntas por resolver. No se sabe cómo y por qué Messel se encontró con Hannah. Tampoco qué sucedió después de que ella entró a su habitación.
La chica tenía una familia que quedó devastada frente a la situación. Su mamá siempre creyó que su hija no había sido la primera víctima de Messel.
Tanto fue así, que años después, el condenado fue acusado de intento de violación de otra estudiante de la Universidad de Indiana en 2012 después de que se descubriera que el ADN de sus uñas coincidía con el de Messel.
La hermana de Hannah recorre sus pasos
Unos meses después del crimen, la hermana de Hannah, Haley Wilson, empezó a transitar los mismos pasillos de la universidad para estudiar también psicología.
Cada paso que da Haley en la ciudad de Indiana le recuerda a su hermana muerta. Desde los bares que ahora frecuenta con sus amigas de la fraternidad hasta los claustros en los que estudia los mismos contenidos que Hannah unos años atrás.
Las sensaciones de la chica van de un lado al otro. Algunos días está con buen ánimo. Estudia y hasta se ríe de las bromas de sus amigas. Pero otros días ve a Hannah en todos lados: en la zona de los casilleros o hasta el buffet de la universidad donde come con sus compañeros.
En su habitación de la residencia universitaria, Haley tiene una foto junto a su hermana, junto a un recipiente con las cenizas de Hannah.
Todo el tiempo, la joven Haley rememora el viaje de su pueblo hasta la Universidad de Indiana. Su cara contra la ventanilla y los postes de luz que pasaban a alta velocidad ante sus ojos. Después la charla con los policías y la noticia que conmovió a toda la familia.
Haley recuerda que el día de su muerte le había enviado un mensaje por Facebook a Hannah que nunca tuvo respuesta. En ese momento, la chica pensó que su hermana se había acostado muy tarde y que todavía estaba durmiendo.
Así, con Hannah en su cabeza a cada paso. La familia Wilson intenta sobreponerse y convivir con el dolor de la pérdida de una hija o una hermana. Pese a que el asesino fue condenado, todavía quedan muchos hilos sueltos en el caso. Cómo salió Hannah de la residencia sin ser vista. ¿Hubo una tercera persona que la víctima conocía? ¿Por qué salió de su habitación sin el celular?
Todas dudas que Hannah no puede responder y que su asesino condenado se niega a confesar. Solo repite todo el tiempo que es inocente, pese a las manchas de la sangre de la chica en sus ropas, a los pelos de la víctima en el baúl de su auto y el celular olvidado a los pies del cuerpo de Wilson.
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