La tragedia del joven que se inmoló como una pira humana para protestar contra la invasión soviética a Checoslovaquia

Jan Palach, un estudiante de Filosofía de 21 años, murió el 19 de enero de 1969 en la Clínica de Quemaduras de Praga, tres días después de rociar su cuerpo con nafta y prenderse fuego en la plaza central de la capital checoslovaca. La lucha por los derechos que habían obtenido durante la Primavera de Praga y la cinta que grabó una psiquiatra cuando el chico agonizaba

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Jan Palach y la imagen de la miniserie de 2013 "Burning Bush" en que se recuerda la muerte del joven estudiante cuando se inmoló en la plaza central de Praga para protestar contra la invasión soviética a Checoslovaquia (Getty Images y HBO)
Jan Palach y la imagen de la miniserie de 2013 "Burning Bush" en que se recuerda la muerte del joven estudiante cuando se inmoló en la plaza central de Praga para protestar contra la invasión soviética a Checoslovaquia (Getty Images y HBO)

“Quise expresar mi desacuerdo con lo que ocurre aquí y despertar a las personas, abrirles los ojos, sí. Lo hablé con un grupo de amigos, así fue, sí”. Las palabras del estudiante Jan Palach, agonizante en una cama de la Clínica de Quemaduras de Praga, quedaron registradas para siempre en la cinta del grabador de la psiquiatra Zdeňka Kmuníčková, aunque demorarían dos décadas en tomar estado público.

No fueron las últimas palabras del joven de 21 años que llevaba tres días peleando contra la muerte con el 85 por ciento del cuerpo quemado, pero sí su última declaración política. Poco después dejó de respirar, cuando terminaba la tarde del 19 de enero de 1969.

A pesar de la férrea censura de prensa, el acto de Palach, un promisorio estudiante de Filosofía de la Universidad de Carolina, en Praga, había conmocionado a una Checoslovaquia que venía de vivir su breve primavera de un socialismo con rostro humano y que no se acostumbraba a la amenazante presencia de las tropas rusas y de otros países del Pacto de Varsovia en su territorio.

Contra esa presencia, y el clima de opresión constante, se había prendido fuego Palach hacía tres días, aunque las autoridades checoslovacas dijeran en el comunicado oficial que “el motivo de este acto se investiga”, sin dar otra precisión.

El reloj visible desde la Plaza Wenceslao, en el centro de Praga, marcaba las 3 de la tarde del 16 de enero cuando Jan Palach entró en el paseo, se bañó con la nafta que llevaba en un bidón y se transformó en una antorcha humana.

A esa hora, la plaza estaba llena de gente. Los testigos lo vieron correr envuelto en llamas desde la fuente que estaba junto al Museo Nacional hacia la Casa de Alimentos, en la esquina de enfrente. En el trayecto pasó cerca de la caseta del cambiavías de los tranvías que por entonces atravesaban la plaza. El operario de turno, un hombre de apellido Spirel, lo vio venir, estupefacto, pero no tardó en reaccionar: se sacó el grueso abrigo que lo protegía del frío invernal, interceptó la carrera del joven prendido fuego y lo envolvió para sofocar las llamas.

Jan Palach tenía 21 años y era estudiante de Filosofía (Central Press/Getty Images)
Jan Palach tenía 21 años y era estudiante de Filosofía (Central Press/Getty Images)

Poco después llegó una ambulancia que lo llevó al hospital más cercano, frente a la plaza Karlovo náměstí. Allí, aunque estaba muy grave, no quisieron recibirlo porque no tenían lugar. Entonces la ambulancia siguió su carrera hasta la Clínica de Quemaduras, en la calle Legerova, donde lo internaron.

La carrera de una antorcha humana a lo largo de una de las plazas más concurridas de Praga era un hecho imposible de ocultar.

Horas después, la Radiodifusión Checoslovaca dio la noticia mediante un frío comunicado oficial: “La Administración Municipal de la Seguridad Pública en Praga informa que alrededor de las 3 de la tarde de hoy, en la Plaza Venceslao sufrió serias quemaduras J.P. de 21 años, estudiante de la Facultad de Filosofía. Se roció con un líquido inflamable, le prendió fuego a su ropa y se produjo serias quemaduras. El motivo de este acto se investiga”.

Al día siguiente, la noticia estuvo en los diarios de casi todo el mundo. Después de una primavera sofocada brutalmente, el frío invierno de Praga se había prendido fuego.

La Primavera de Praga

Aunque el gobierno checoslovaco tratara de ocultarla, Jan Palach se había inmolado como manera dramática y fatal de protestar contra la presencia de las tropas del Pacto de Varsovia en el país, invadido el 21 de agosto del año anterior para acabar con las reformas democráticas del gobierno encabezado por Alexander Dubček.

La experiencia reformista había durado apenas siete meses y medio, desde la elección de Dubček como primer secretario del Partido Comunista de Checoslovaquia, el 5 de enero de 1968, hasta la entrada de las tropas soviéticas, el 28 de agosto siguiente.

En el mundo, esa breve experiencia de un socialismo con rostro humano se conoció como “La Primavera de Praga”.

Las reformas de la Primavera de Praga fueron un fuerte intento de Dubček para otorgar derechos adicionales a los ciudadanos de Checoslovaquia mediante la descentralización parcial de la economía y la democratización de la vida pública.

La Primavera de Praga fue aplastada por el peso de los tanques y de los 650.000 soldados del Pacto de Varsovia que ocuparon Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968
La Primavera de Praga fue aplastada por el peso de los tanques y de los 650.000 soldados del Pacto de Varsovia que ocuparon Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968

Las medidas más importantes fueron la flexibilización de la censura en los medios de comunicación y el derecho a la libertad de expresión y de desplazamiento de los ciudadanos.

Además, después de un debate nacional sobre la transformación del país en una federación de tres repúblicas -Bohemia, Moravia-Silesia y Eslovaquia-, Dubček llegó a la decisión de dividirá Checoslovaquia en dos: la República Socialista Checa y la República Socialista Eslovaca.

Estas reformas, sobre todo la descentralización de la autoridad administrativa, no fueron bien vistas por Moscú. El Kremlin primero intentó revertirlas mediante negociaciones y, al no lograrlo por la resistencia del Partido Comunista Checoslovaco en el gobierno, se decidió por la invasión.

Las reformas que dejó la Primavera de Praga no fueron bien vistas por Moscú. El Kremlin primero intentó revertirlas mediante negociaciones y, al no lograrlo por la resistencia del Partido Comunista Checoslovaco en el gobierno, se decidió por la invasión (Bettmann Archive)
Las reformas que dejó la Primavera de Praga no fueron bien vistas por Moscú. El Kremlin primero intentó revertirlas mediante negociaciones y, al no lograrlo por la resistencia del Partido Comunista Checoslovaco en el gobierno, se decidió por la invasión (Bettmann Archive)

La Primavera de Praga fue aplastada por el peso de los tanques y de los 650.000 soldados del Pacto de Varsovia que ocuparon Checoslovaquia el 21 de agosto de 1968.

El reemplazante de Dubček como primer secretario del Partido Comunista y presidente de la República, Gustáv Husák, revirtió casi todas las reformas.

La población checoslovaca intentó resistir de manera pacífica, aunque también ensayó pequeños actos de sabotaje. Los estudiantes y profesores de la Universidad de Carolina, en Praga, se constituyeron en uno de los focos de esa resistencia.

Jan Palach, estudiante de Filosofía de 21 años, estaba entre ellos.

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La desilusión de Jan

Hasta el 16 de enero de 1969, Jan Palach era un joven casi desconocido fuera del ámbito universitario. Provenía de la localidad de Všetaty, al norte de Praga, hijo de una familia humilde. Según testimonios posteriores de sus amigos, leía mucho y se interesaba por la literatura y la política.

Cuando cursaba la secundaria, tuvo una experiencia que lo marcó. En unas vacaciones viajó a la Unión Soviética para hacer trabajos voluntarios, pero la vida que vio allí, con normas más restrictivas para la población que las de su país, lo desilusionó.

Por eso, cuando las tropas del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia no dudó en sumarse a la resistencia para defender las reformas de la Primavera de Praga, que había acompañado con entusiasmo.

En noviembre de 1968, la policía checoslovaca reprimió brutalmente a los estudiantes que participaban de una huelga en la Universidad de Carolina. Palach, que estaba entre los huelguistas, se convenció de que ese tipo de resistencia sería siempre aplastada con facilidad y no llevaría a ningún lado.

La gente marchó a la Plaza Wenceslao de Praga, donde Jan Palach de inmoló a lo bonzo, para recordarlo en el aniversario de su muerte en 2019 (REUTERS)
La gente marchó a la Plaza Wenceslao de Praga, donde Jan Palach de inmoló a lo bonzo, para recordarlo en el aniversario de su muerte en 2019 (REUTERS)

Kristína Vlachová, directora del documental El legado de Jan Palach reconstruyó así ese viraje:

“A esta intervención brutal Jan Palach reaccionó con un llamamiento escrito, dirigido al entonces líder estudiantil Luboš Holeček. Palach insistía en que los estudiantes deberían ocupar la Radiodifusión Checa, que debería ser declarada una huelga general, anulada la censura y prohibida la revista Zprávy (Noticias), una revista fiel a los ocupantes soviéticos. Palach estaba convencido de la necesidad de todo esto, pero no recibió respuesta alguna a su carta. Y esto, al parecer fue fundamental para él, por lo que decidió cometer el acto suicida, para despertar al pueblo de este país de la letargia”, explicó en una entrevista en la radio estatal checa.

Dos meses después de enviar esa carta que no obtuvo respuesta, Jan Palach se prendió fuego en la Plaza Wenceslao, en el corazón mismo de Praga.

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Un funeral multitudinario

Pese a la censura a la difusión de los motivos que había llevado a Palach a inmolarse, el funeral fue multitudinario. El cajón con los restos del joven fue cargado a pulso y decenas de miles de personas lo acompañaron hasta el cementerio por las calles de Praga.

Para entonces ya había trascendido parte del contenido de la carta que el estudiante había dejado antes de inmolarse. En su último párrafo decía que él era “la antorcha número uno”.

Ese mensaje, aunque por razones bien diferentes, preocupó tanto a los funcionarios del gobierno pro-moscovita de Checoslovaquia como a quienes participaban de la resistencia pacífica a la invasión.

Pese a la censura a la difusión de los motivos que había llevado a Palach a inmolarse, el funeral fue multitudinario. El cajón con los restos del joven fue cargado a pulso y decenas de miles de personas lo acompañaron hasta el cementerio por las calles de Praga (Bettmann Archive)
Pese a la censura a la difusión de los motivos que había llevado a Palach a inmolarse, el funeral fue multitudinario. El cajón con los restos del joven fue cargado a pulso y decenas de miles de personas lo acompañaron hasta el cementerio por las calles de Praga (Bettmann Archive)

Profesores universitarios, políticos y artistas hicieron llamamientos a los jóvenes para que desistieran de imitar la acción de Palach.

El poeta, Jaroslav Seifert, que años más tarde obtendría el Premio Nobel de Literatura, dio a conocer una carta abierta en la que decía: “A ustedes, muchachos, que llegaron a la decisión de morir. Tienen derecho a hacer con sus vidas lo que quieran. Pero si no desean que nos sacrifiquemos todos, no se sacrifiquen ustedes”.

El escritor Václav Havel, que dos décadas más tarde sería el primer presidente de Checoslovaquia tras el derrumbe de la Unión Soviética, increpó públicamente a las autoridades del Partido Comunista. “Señor Bilak, señor Indra, señor Kolder, señor Nový y todos los demás. Entiendan que sus posturas y opiniones le son totalmente ajenas a la mayoría del pueblo. Entiéndanlo y renuncien de forma voluntaria a sus cargos políticos. Quizás precisamente ustedes tienen ahora la posibilidad de prevenir otras tragedias. A lo mejor sus hijos estudian. A lo mejor están entre los que han sido sorteados, a lo mejor les toca ahora precisamente a ellos”, les exigió.

La madre de Jan Palach llora sobre el féretro de su hijo durante el funeral (Votava/brandstaetter images via Getty Images)
La madre de Jan Palach llora sobre el féretro de su hijo durante el funeral (Votava/brandstaetter images via Getty Images)

De acuerdo con historiadores de esa etapa, en los meses siguientes a la inmolación de Palach, hubo 29 intentos de suicidio de jóvenes estudiantes checoslovacos, siete de los cuales resultaron fatales.

Uno de esos casos fue el de Jan Zajic, que también se prendió fuego en la Plaza Wenceslao el 25 de febrero de 1969, menos de cuarenta días después de la muerte de Palach.

Su suicidio tuvo mucho menos repercusión por el rápido manto de silencio que extendieron sobre él las autoridades checoslovacas.

Velas en el memorial de Jan Palach y Jan Zajic, los jóvenes que rociaron sus cuerpos y se prendieron fuego para protestar contra la censura y represión de la Unión Soviética (Sean Gallup/Newsmakers)
Velas en el memorial de Jan Palach y Jan Zajic, los jóvenes que rociaron sus cuerpos y se prendieron fuego para protestar contra la censura y represión de la Unión Soviética (Sean Gallup/Newsmakers)

“Se conocen muy bien los motivos de la autoinmolación de otro estudiante, Jan Zajíc, quien en una carta de despedida escribió que seguía el ejemplo de Jan Palach y quien se quemó a lo bonzo también en la Plaza Venceslao en Praga, pero en otro lugar, el 25 de febrero de 1969. Pero su acto pasó casi inadvertido, ya que la normalización impulsada por el régimen ya había avanzado. Mientras que Jan Palach fue calificado de héroe, en el caso de Jan Zajíc no hubo nada de eso. Su cuerpo tuvo que ser trasladado a Moravia del Norte, de dónde provenía, y se trató de silenciar todo. Eso fue lo peor. Fue un duro golpe para toda la nación, pero sobre todo para el estudiantado”, señala la cineasta Kristína Vlachová.

La tumba y la memoria

En agosto de 1973 la tumba de Jan Palach en el Cementerio de Praga apareció rodeada de vallas que impedían acercarse. Meses después, la policía desenterró sus restos y los incineró sin autorización de su familia. La madre del joven estudiante se enteró cuando le golpearon la puerta de su casa y le entregaron la urna.

En 2013, la cadena HBO le encargó a la laureada realizadora Agniezka Holland la realización de la miniserie Burning Bush (Zarza Ardiente) sobre la historia del estudiante checoslovaco. Siete años después, la cadena rescató el material para llevarlo a su plataforma de streaming (HBO)
En 2013, la cadena HBO le encargó a la laureada realizadora Agniezka Holland la realización de la miniserie Burning Bush (Zarza Ardiente) sobre la historia del estudiante checoslovaco. Siete años después, la cadena rescató el material para llevarlo a su plataforma de streaming (HBO)

La inmolación de Jan Palach volvió a los primeros planos del interés mundial cuando, en 2013, la cadena HBO le encargó a la laureada realizadora Agniezka Holland la realización de la miniserie Burning Bush (Zarza Ardiente) sobre la historia del estudiante checoslovaco.

Holland no dudó en aceptar. Ella misma, de joven, había vivido en carne propia los hechos de la Primavera de Praga y la represión soviética luego de la ocupación. “Checoslovaquia era un país muy, muy triste. Nadie creía que nada fuese a cambiar, así que lo aceptaban. En la calle y el trabajo apoyaban al régimen, pero al llegar a casa solo bebían cerveza y lo maldecían en voz baja. Era una sociedad con las esperanzas rotas, desintegrada, resignada, asustada...”, recordó en una entrevista realizada cuando se estrenó la miniserie.

Un conjunto de dos monumentos recuerda en Praga la inmolación de Palach y el dolor de su madre. Se trata de la “Casa de la Madre” y la “Casa del Hijo”, del artista norteamericano de origen checo John Hejduk (Wikimedia Commons)
Un conjunto de dos monumentos recuerda en Praga la inmolación de Palach y el dolor de su madre. Se trata de la “Casa de la Madre” y la “Casa del Hijo”, del artista norteamericano de origen checo John Hejduk (Wikimedia Commons)

Desde 2016, un conjunto de dos monumentos recuerda en Praga la inmolación de Palach y el dolor de su madre. Se trata de la “Casa de la Madre” y la “Casa del Hijo”, del artista norteamericano de origen checo John Hejduk.

Son dos instalaciones metálicas en forma de cubo de las que emergen unas púas que evocan las llamas con las que Jan Palach se incineró el 16 de enero de 1969 para protestar contra la invasión soviética a su patria.

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