Pudo haber sucedido así: el político rígido y en ascenso discute con su sobrina. Tienen una relación extraña, obsesiva, rozando (o adentrándose en) el incesto. Ella quiere ir a Viena, detrás de un amor juvenil. Él la quiere retener a su lado, seguir controlándola. Hay gritos, algún empujón. Él le pega un cachetazo. Ella por primera vez devuelve la agresión. Él saca su arma y le dispara. La chica cae. Un charco de sangre oscura y espesa se forma a su alrededor. Él tira la pistola al suelo y sale del departamento. Debe seguir con su gira política. Alguien se ocupara del tema.
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También pudo haber pasado de esta manera: la discusión es similar, mismos motivos, mismos términos. Él se va. Pega un portazo. Ella se encierra en su cuarto. Comienza a escribir una carta. Posiblemente a su amor en Viena. Cuando va por la segunda línea escucha que la puerta vuelve a abrirse. El miedo la atraviesa. Cree que su tío volvió para continuar con la pelea, que ahora puede lastimarla: sabe que cuando se enfurece no tiene límites. La chica de 23 años se sorprende cuando en la puerta ve a un hombre joven, de traje, en la puerta de su dormitorio. Piensa, en un ramalazo, que es apuesto. Pero el hombre no le da tiempo a nada. Le dispara en el pecho y sale sin apuro del departamento.
Existe, también, una tercera posibilidad: el inicio y el resultado son iguales. Discusión doméstica (ya veremos que se trata de un eufemismo porque se hace difícil determinar si se trató de una pelea de pareja o familiar). Portazo. Y la joven que se queda sola y desesperada. Toma el arma de su tío y termina con su sufrimiento pegándose un tiro que perforó un pulmón.
El suicidio de la sobrina de Hitler
El 18 de septiembre de 1931, Geli Raubal fue encontrada muerta en el departamento de Munich en el que vivía. Tenía 23 años. Era hija de una media hermana de Adolf Hitler, un político que se encontraba en pleno ascenso. Geli vivía con él. La vivienda en la que la hallaron pertenecía a Hitler. La policía llegó a la escena con bastante celeridad. Algún vecino avisó de la detonación. La misma velocidad tuvo para cerrar la investigación. Se concluyó, pocas horas después, que se había tratado de un suicidio.
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Al día siguiente la noticia salió en los diarios. Y los rumores se esparcieron por todas partes. Las versiones corrieron. Hubo ingenuas, maliciosas, absolutamente inventadas, meras especulaciones y algunas verdades que no todos creyeron.
La relación entre Hitler y Angela María Raubal, Geli, su sobrina, siempre estuvo cubierta de dudas, misterio y de sospechas de incesto. Una relación sin paridad, con 19 años de diferencia, en la que la obsesión era un integrante permanente y con un componente sexual del nunca se pudo determinar su verdadero alcance. Lo único que se sabe con certeza es que la chica murió muy joven. Y por un disparo que perforó su pulmón izquierdo.
Geli Raubal era hija de Angela Hitler, hermana por parte de padre de Adolf Hitler. La mujer trabajaba de amas de llaves en Viena. Se quedó viuda joven con varios hijos a cargo; la menor, Geli, tenía dos años. Cuando la carrera política de su hermano comenzó a ascender, éste la llevó a Múnich y la contrató como ama de llaves. Luego la trasladó al Berghof, su casa en los Alpes.
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Geli, la preferida de Hitler
Hitler siempre había demostrado predilección por Geli. Cuando cumplió 16 años, la llevó a vivir con él. Según decía públicamente, cuidaba a su sobrina y quería brindarle una buena educación. Ella comenzó a estudiar medicina, pero pronto dejó para dedicarse al canto y la actuación. Hitler, su tío, le contrató los mejores maestros de toda Alemania. Alguien, tiempo después, dijo que la chica cantaba mal y que no tenía el menor talento escénico.
Hitler la llevaba a los actos públicos, iban al teatro y se los veía todas las noches comer juntos en los mejores restaurantes de la ciudad. Quienes los vieron moverse juntos afirman que a él se lo veía feliz en su compañía. Que el desparpajo de la joven lo divertía y lo avergonzaba al mismo tiempo.
Ella tenía una personalidad expansiva, el pelo largo, una sonrisa amplia y los ojos vivaces. Se vestía con audacia (con una audacia mayor a la de las mujeres de su época) y a los 16 años estaba deslumbrada por ese señor con poder que le brindaba atención, protección y le daba un sustento.
La chica al cumplir los veinte años mantuvo un romance con Emile Maurice, chofer de su tío. Cuando se enteró, Hitler echó al hombre y a ella le acotó los movimientos. Pasó a controlar cada uno de sus actividades y a prohibirle salir sola de la casa. Años después se encontraron cartas escritas por la joven después de la ruptura forzada en la que le decía a Emile que había que esperar, que en dos años todo sería diferente. Hitler le había prometido que cuando fuera más grande, podría hacer su vida. El fotógrafo personal de Hitler, Heinrich Hoffmann, declaró -muchos años después- que Hitler le había dicho que estaba enamorado de ella, y que pese a sus promesas de mantenerse soltero, hasta podría haberse casado con su sobrina y que era tanto el amor que sentía que se sentía obligado a velar por el futuro de Geli. Eso significaba que impediría cualquier relación que él considerara inadecuada o a destiempo. Ese era su excusa para alejar de ella los pretendientes que podían acercársele. “Lo que ella considera esclavitud, es tan solo prudencia, evitar que caiga en las garras de cualquier desaprensivo”, le habría Hitler a un amigo por esos años.
En esos años, Geli tuvo otros romances breves. Todos a espaldas de su tío que con la excusa de protegerla y de alejarla de quienes podían hacerle mal, la celaba y volcaba toda su obsesión sobre ella.
En otras cartas, dirigidas a su madre y a amigas, Geli Raubal habla con admiración del Tío Alf. Cuenta como la lleva a cenar, cuáles eran sus actividades favoritas y sobre las personalidades relevantes que frecuentan.
¿Cuál era la verdadera relación entre Hitler y su sobrina? Nadie puede aseverar con certeza que era de contenido sexual, que fueran, de manera efectiva, pareja. Lo que parece innegable a la mayoría de historiadores y biógrafos que se acercaron al tema es que Hitler, 19 años mayor que ella, desarrolló una obsesión enfermiza hacia Geli. De opresión y control. Era al mismo tiempo: tío, amante (al menos platónico), proveedor y captor.
Uno de los exnovios de Geli sostuvo que ella no era demasiado brillante ni refinada. No se sabe si lo movió el despecho, la necesidad de despegarse del nazismo o un análisis desapasionado de su relación pasada. Lo cierto es que las mujeres con las que se relacionó Hitler eran de una clase inferior a la suya, no demostraban demasiadas inquietudes, eran muchas más jóvenes y las volvía dependientes de él, económica y socialmente.
La relación de Hitler con las mujeres siempre fue oscura. Se dijo que era un perverso, también que era impotente. Los que lo conocieron por esos años, afirman que Geli fue la única mujer a la que amó. Y que Eva Braun era una relación sin pasión, que él soportaba para no estar solo.
La muerte de la chica fue rápidamente caratulada como suicidio. La policía no investigó más. Una denuncia posterior obligó a reabrir el caso meses después. Pero la causa la tomó un juez que, otra vez, en horas la volvió a cerrar. Ese magistrado se convertiría en el primer ministro de justicia del Tercer Reich. A nadie le pareció extraño que ella no hubiera brindado indicios de la decisión a tomar, ni que hubiera dejado una carta a medio escribir dirigido a un hombre hablándole del futuro, y tampoco resultaron sospechosas las características de la relación o las conductas recurrentes de su tío hacia ella.
Hitler estaba en pleno ascenso al poder. Así que un asunto personal como este fue materia de discusiones y casi nadie participó del tema ascéticamente. Estuvieron los que, decididos a tapar todo, hablaron de desequilibrio, ingratitud y suicidio inexplicable. Y los que afirmaron que se trataba de una relación incestuosa y que Hitler la sometía a prácticas aberrantes y que Geli no soportó más.
Se habló de coprofilia, lluvias doradas y relaciones violentas y sin consentimiento. Alguna amiga de Geli contó que ella le había confesado las vejaciones a las que su tío la sometía. Pero eso fue varias décadas después, tras la caída del nazismo.
Después de que se encontrara muerta a Geli, Hitler sufrió una depresión profunda y varios de sus allegados temieron que se quitara la vida. Ese estado le duró unos pocos días. Hay quienes afirman que ese episodio, la muerte de Geli Raubal, tuvo como consecuencia que perdiera los últimos vestigios de humanidad que poseía y que se terminara de convertir en ese ser criminal que terminó siendo como líder nazi. Esa teoría no pareciera tener mayor sustento.
El monstruo siempre estuvo ahí.
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