Han pasado, mientras escribo esta nota, 37 días del cuádruple crimen que tiene a la ciudad de Moscow, en Idaho, Estados Unidos, paralizada por el terror. Cuatro jóvenes de la Universidad de Idaho (Kaylee Goncalves, 21; Madison Mogen, 21; Xana Kernodle, 20 y Ethan Chapin, 20) fueron asesinados de una forma brutal dentro de la casa que compartían a una cuadra del campus estudiantil.
Tres fuerzas policiales investigan sin resultados evidentes, mientras los habitantes se desesperan y los alumnos huyen a sus estados de origen ante la falta de detenidos o sospechosos en una ciudad donde, desde hace siete años, no ocurría un solo homicidio. Todos creen que el asesino anda mezclado entre ellos y que hasta podría estar simulando temor.
Vamos a la madrugada sangrienta del domingo 13 de noviembre pasado.
Y… no fue una noche más
La vivienda del número 1122 de la calle King es de madera gris, tiene 213 metros cuadrados cubiertos y consta de tres plantas con seis habitaciones distribuidas dos por piso. Por las ventanas, algunos medios, han podido espiar los restos de la vida que han quedado atrapados en el tiempo: un vaso de plástico con pajita a medio beber; bowls con cereales; una notebook abierta y encendida; una bolsa de pochoclo; una planta que pelea por subsistir sin riego; un cucharón negro para pasta; dos cuchillos; una pila de vasos de cartón rojo; una bolsa de papas fritas casi vacía; luces navideñas que parpadean ajenas al drama y un irónico cartel de neón blanco sobre una pared de hojas verdes artificiales donde se puede leer: Good Vibes (buena vibra).
Esta casa que supo estar llena de música y risas hoy se encuentra precintada con una cinta amarilla y en silencio absoluto. La guirnalda navideña que adorna su puerta principal se ha transformado en una mueca siniestra del destino.
Cuando las cinco estudiantes eligieron alquilar esta casona pensaron en la comodidad de estar a un paso de las aulas donde estudiaban. Imaginaron sol, alegría y fiestas con amigos y compañeros nuevos.
Lo otro, lo siniestro que tuvo lugar entre esas paredes, no podrían jamás haberlo imaginado. Ni en la peor pesadilla.
Dylan Mortensen y Bethany Funke, las sobrevivientes en este policial, compartían la planta inferior o primera planta. Xana Kernodle estaba la del medio o segunda planta y, aunque su novio vivía a dos cuadras, solía quedarse a dormir. Kaylee Goncalves y Madison Mogen, amigas inseparables desde la primaria, ocupaban el último piso o la llamada tercera planta.
El fin de semana del viernes 11 y sábado 12 de noviembre de 2022 cada una de ellas armó su programa.
Dylan y Bethany estuvieron fuera y llegaron de regreso a la casa en la madrugada del domingo 13, por separado, cerca de la una de la mañana. Ethan y Xana, la pareja estaba saliendo desde el mes de marzo, arribaron un poco más tarde, luego de haber asistido a una fiesta de la fraternidad universitaria Sigma Chi a la que él pertenecía. Terminada la celebración solo tenían que caminar cinco minutos por un atajo hasta la calle King, pero estuvieron varias horas en un destino hasta hoy desconocido. Finalmente, Ethan acompañó a su novia hasta la casa a dónde llegaron a la 1.45. Era tarde y Ethan decidió quedarse a dormir. La suerte estaba echada también para él.
Por su parte, las amigas Madison y Kaylee, habían concurrido a un bar en el centro de la ciudad llamado Corner Club. Estuvieron con amigos y se las vio felices. Se retiraron del lugar alrededor de la 1.30 y once minutos más tarde fueron captadas por las cámaras de video callejeras en un área de food trucks. Querían comprar algo para comer. Pidieron pasta carbonara en el Grub Truck y esperaron unos diez minutos a que les entregaran su pedido. En las imágenes se ve que se cruzaron en la vereda con otros estudiantes y charlaron. En un momento se observa que Madison discute con un chico de buzo blanco y le hace un gesto de fuck you. Luego, en otra grabación recuperada, se escucha a Kaylee preguntándole qué le había dicho a Adam y a Madison que responde: “Le dije de todo”.
¿Quién es Adam? ¿Es el joven de buzo blanco?
Un conocido las terminó llevando hasta la calle King y, a la 1. 56 del domingo, la cámara del vecino las muestra entrando.
Ya estaban todos en casa, pero no a salvo. La muerte acechaba.
La mirada de los vivos
Fue bien entrada la mañana del domingo que Dylan y Bethany, las compañeras de la planta inferior, llamaron a otros amigos suyos para que fueran hasta la casa porque había pasado algo y precisaban ayuda. Pero tengan paciencia, porque a esta parte del rompecabezas le faltan piezas cruciales para poder armarlo y ver la foto completa.
Lo cierto es que un amigo convocado para ayudarlas se comunicó al 911 a las 11.58. usando el celular de una de ellas. Habrían dicho que había una chica desmayada.
Cuando la policía llegó encontró a vecinos y estudiantes reunidos en el jardín. Algunos lloraban. Los agentes encontraron la puerta de entrada sin llave y descubrieron que ninguna otra puerta o ventana estaba forzada o rota. Adentro había un mar de sangre. En la segunda planta, hallaron a dos víctimas (Ethan Chapin y Xana Kernodle). Hicieron un tramo de escalera más y, en la tercera, se toparon con dos nuevos cadáveres (Kaylee Goncalves y Madison Mogen). Supuestamente los cuatro habían sido acuchillados hasta morir mientras dormían en sus camas.
Esa es, con sus más y sus menos, la historia “oficial”.
Pero nada cierra.
¿Qué vieron realmente Dylan y Bettany para llamar a sus amigos? ¿Por qué habrían dicho que había alguien desmayado en la casa? Los que ingresaron, ¿subieron a los pisos superiores y vieron los cuerpos?, ¿se dieron cuenta de que estaban contaminando la escena de un horrible crimen? No se sabe. En realidad, por la magnitud de los asesinatos según se dijo después por las redes, la casa estaba ensopada de rojo. Imposible no darse cuenta. De hecho, en una foto de la casa sacada por un medio norteamericano se vería sangre chorreando por una pared externa.
La policía habló poco con la prensa y se negó a entregar información a las familias. El contenido de aquel llamado al 911 nunca fue divulgado y de esas primeras horas no trascendió casi nada más. Solo hay esbozos inconexos y rumores soterrados.
Irónicamente, Kaylee Gonzalez había posteado en su cuenta de Instagram, horas antes de morir junto a sus amigos, lo feliz que era en este momento de su vida. A las 20.57 del 12 de noviembre, subió a la red social una foto de las cinco jóvenes juntas y escribió: “una chica con suerte por estar rodeada de esta gente todos los días”.
Solo horas después tres de ellas y el novio de una dejaron de respirar cosidos por salvajes puñaladas. Resulta inevitable que un posteo ingenuo, luego de cuatro muertes violentas, cobre especial significado. Es lo que suele pasar con la mirada de los vivos.
¿Un ataque relámpago?
Se cree que cuando comenzó la masacre, todos dormían. El o los asesinos, habrían entrado por las puertas corredizas de vidrio de la cocina ubicada en la segunda planta a la altura de la calle, al igual que el living, y se habría/n dirigido directamente a la habitación en la que descansaban Xana y Ethan y, luego, habrían ido a la tercera planta donde estaban Madison y Kaylee.
Entre las 2.26 y las 2.52, los registros telefónicos recogidos por los investigadores, demostraron que se habían hecho siete llamadas sin respuesta desde el celular Kaylee a su ex novio Jack DuCouer. Y, otras tres más, también a Jack, desde el móvil de Madison.
Él dormía y nunca atendió. Jack se negó a hablar de los llamados recibidos con los medios y la familia de su ex novia lo apoya ciento por ciento: “Sabemos que no tuvo nada que ver”, aseguran los Goncalves.
Pero, ¿a qué se debían esos llamados? No hay respuesta cierta, aunque no cuesta mucho imaginar un escenario donde quizá el atacante ya estuviera dentro de la casa agrediendo a Xana y Ethan, en el piso inferior, mientras Kaylee y Madison oían aterradas lo que pasaba bajo sus pies. ¿Sería ese el motivo de los llamados insistentes?
La única certeza que tenemos es que, si bien cada una tenía su propio dormitorio, las encontraron asesinadas juntas y en la cama del cuarto de Madison. La cama de Kaylee quedó tendida. ¿Estaban allí porque se habían asustado? ¿Fue en ese momento que empezaron a llamar a Jack una y otra vez?
Es algo que todavía se encuentra en el terreno de las suposiciones.
Lo que la policía cree es que los asesinatos de las dos amigas en el último piso habrían sido los últimos y que sucedieron entre las 3 y las 4 de la mañana.
Curioso, pero no imposible, mientras esta escena demoníaca se desarrollaba en las dos plantas superiores, Dylan Mortensen y Bethany Funke, dormían sin sobresaltos. No fueron atacadas y solo se percataron de algo raro al despertarse. ¿Casualidad, destino, suerte o, simplemente, no eran el objetivo del asesino en su raid mortal? O, ¿podrían estar mintiendo y saber algo que no dicen?
Las sospechas circulan entre los internautas y hay quienes aseguran que, estadísticamente, es casi imposible que ellas no escucharan algún ruido. Sobre todo, después de que trascendió que algunas de las víctimas habrían luchado por su vida.
El orden en que ocurrieron las ejecuciones también se discute en las redes. Para algunos podría ser que si Kaylee hubiera sido, en efecto, el objetivo principal del crimen, la hubiesen atacado a ella y a su amiga primero despertando a la pareja del piso del medio. Y, al bajar por la escalera, los asesinos podrían haberse cruzado con la pareja que intentó defenderse y murió bajo las cuchilladas. Hipótesis posibles.
Otra discusión es si el homicida conocía o no la casa. Si no hubiera estado nunca, ese podría ser el motivo por el cual al entrar por la cocina que está en la segunda planta, no se hubiera percatado de que hacia abajo estaba la planta inferior donde dormían Dylan y Bethany. Ese detalle podría haberlas salvado.
Sin embargo hay un rumor más: que una de las dos sobrevivientes no estaba en la planta inferior sino que se encontraba en la otra habitación en el mismo piso que Xana y Ethan, pero bajo llave.
Después de las primeras entrevistas se pudo saber que un vecino de los estudiantes “creía” haber escuchado gritos esa noche. Ningún dato más.
Un hilván de incertidumbres y dichos incomprobables es lo que une esta historia hasta el momento.
Sigamos. Quiénes eran Madison, Kaylee, Kala y Ethan
Maddie, así le decían a Madison Mogen, estudiaba marketing. Tenía una familia enorme y un novio, Jake Schriger, quien vivía casi en frente de la casa de la calle King. Él contó que ella estaba muy excitada con la idea de graduarse el próximo año y que soñaba con explorar el mundo: “No hay palabras con las que yo pudiera describirla para explicar qué maravillosa y qué buena persona era”.
Kaylee Goncalves era de la ciudad de Rathdrum, en el estado de Idaho, y estaba por graduarse en marketing este mes de diciembre. En junio de 2023 se iba a mudar a Austin, Texas, con una amiga llamada Jordyn Quesnell. Ya tenía un ofrecimiento laboral en una empresa y fantaseaba con recorrer el país. La hermana menor de la víctima, Alivea Goncalves, reveló que su hermana muerta todavía compartía un perro llamado Murphy con su ex Jack DeCoeur, con quien había estado de novia durante cinco años. Para Alivea ellos estaban por retomar su relación.
Xana Kernodle había nacido en Idaho, pero había crecido en Arizona. Según su padre Jeffrey Kernodle, era una joven con una fuerza de voluntad increíble y muy independiente. Según él mismo destacó su hija había peleado con su atacante: no había muerto durmiendo en su cama. Ethan Chapin, era el novio de Xana. Había nacido en Conway, en el estado de Washington. Era uno de tres: los trillizos Chapin. Los hermanos estudiaban juntos en la Universidad de Idaho. Ethan, buen deportista y jugador de básquet, había pasado parte del sábado 12 de noviembre con sus hermanos en la fiesta de la fraternidad. Esto lo contó su propia madre, Stacy Chapin.
Kaylee y Madison habían ido juntas al colegio desde sexto grado. El padre de Kaylee, Steve Goncalves, le dijo a una multitud que se congregó para la vigilia por las víctimas: “Ellas fueron juntas al colegio, empezaron juntas la facultad, vinieron aquí juntas…Se mudaron al mismo departamento juntas y, al final, murieron juntas, en el mismo cuarto, en la misma cama”.
Ben Mogen, padre de Madison, sostuvo conmovido que ella era su única hija y que los dos eran muy compañeros. Madison constituía su gran orgullo y, como amaban la música, solían ir a conciertos y recitales.
Son cuatro familias devastadas que siguen sin comprender qué fue lo que pasó y les arruinó el futuro. Demandan respuestas que no llegan.
Especulaciones y redes
La red de rumores se multiplica con rapidez en las redes donde todos brindan datos de manera extraoficial. El punto de discusión que surgió fue el siguiente: la policía había dicho que las víctimas habían muerto en sus camas, algo que los trascendidos y algunos familiares desmienten. Alguien reveló que el cuerpo de Ethan no estaba en su cama sino en un pasillo, que su novia Xana tampoco estaba en su cama y que la sangre era tanta que habría chorreado desde los pisos superiores por los paneles de madera que conforman las paredes. La familia de Kaylee hizo saber que se había enterado de que ella tenía heridas defensivas en sus dos manos.
De ser cierto todo esto, el despertar de las vecinas de la planta baja no habría sido tan ingenuo como se creyó en un primer momento.
Cuatro muertes en silencio total, parece una tarea difícil de lograr. ¿Cómo nadie gritó o intentó escapar? ¿Qué motivó semejante matanza? ¿Fue dirigida a alguien en particular o fue un acto al azar y podría repetirse?
Conocer el móvil sería clave para saber si el filoso puñal pende o no sobre la cabeza de todos.
De hecho, es sabido que un vecino vio, a las 8.30 de esa mañana, la puerta principal de la casa que da a la calle King abierta de par en par. ¿Habría entrado o salido el asesino por allí y no por la cocina?
Los chismes impiadosos apuntaron, en un momento, al vecino más cercano, Jeremy Regan, un estudiante de leyes de tercer año. El joven había dado entrevistas y otros lo empezaron a señalar con desconfianza. Decían que estaba muy molesto por los ruidos de las fiestas de sus vecinas; que, cuando hablaba, no parpadeaba y que llevaba una venda negra en su mano izquierda… ¿estaba herido? Furioso, el 30 de noviembre, Jeremy salió a desmentirlos. Negó ser el asesino, pero reconoció que podía resultar, por su forma de relacionarse socialmente, una persona extraña. Las acusaciones, dijo, lo habían hecho sentir inseguro y que por eso ahora andaba armado. Agregó que está dispuesto a dar sus huellas digitales y su ADN cuando la policía se lo requiera.
Unir fuerzas
Los detectives apuntaron primero a “un crimen pasional”. Se aferraron a comentarios de Kaylee Goncalves quien habría dicho que alguien la había acosado un tiempo atrás. Los policías aseguraron que el múltiple homicidio parecía estar dirigido a una persona en especial, pero declinaron dar más precisiones. Al comienzo afirmaron que “no había una amenaza inminente para la comunidad”, pero con el pasar de los días tuvieron que abrir el juego. El jefe departamental, James Fry, debió desdecirse y, durante una conferencia de prensa, comentó: “No podemos afirmar que no haya riesgos”.
Como la fuerza policial de la ciudad cuenta solo con 4 detectives y 24 agentes para patrullaje, el estado de Idaho aportó 20 investigadores más, 15 policías, servicios forenses y peritos en celulares y escenas de crimen. El FBI se sumó a la pesquisa con 22 investigadores, 20 agentes y 2 expertos en conducta. En total, las tres fuerzas, sumaron más de 130 especialistas que están abocados a resolver los cuatro homicidios cuanto antes. Una línea para aportar pistas fue creada por los estudiantes para ayudar en la investigación. Hasta el 5 de diciembre se habían reportado indicios en 2645 mails, 2770 llamadas telefónicas y 1084 contactos por distintos medios digitales. Hoy la policía cuenta con 113 piezas de evidencia, unas 4 mil fotos y ya han realizado 150 entrevistas, además de haber escaneado la vivienda en varias oportunidades.
Las autopsias de las víctimas se realizaron el 17 de noviembre. Del informe se dijo bastante poco. Solo se reveló que habían sido apuñaladas múltiples veces y que tenían heridas fatales en el pecho y en la parte superior del cuerpo. No habían sido abusadas sexualmente, ni atadas, ni amordazadas. Por esto último, se piensa que podría haber más de un atacante. ¿El arma? No ha sido encontrada, pero creen que es un cuchillo especial de hoja muy larga o varios similares. Y sostienen que ese tipo de hoja fija suele desafilarse con rapidez y requiere mucha fuerza para seguir usándola por lo que, progresivamente, podría llevar a provocar un patrón que vaya de heridas más grandes a otras más pequeñas. Esto podría haber vuelto el crimen una tarea muy personal y cercana con cada nueva víctima.
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La perito forense encargada de las autopsias llamó a los padres de Kaylee y les preguntó si querían saber sobre sus heridas. Ellos dijeron que sí, quieren la verdad por dura que sea. Era el cadáver con puñaladas más severas y podría ser el objetivo principal del asesino. Eso creen algunos.
El misterioso auto blanco
Los equipos de detectives siguen revisando horas y horas de videos de la zona durante ese fin de semana trágico. El 5 de diciembre se supo algo más sobre el presunto acosador de Kaylee. Identificaron a dos hombres y los interrogaron sobre lo ocurrido en un negocio de cigarrillos donde uno de ellos la habría seguido cuando ella salió del lugar para dirigirse hacia su auto. Pero en el video se ve que el hombre vuelve a entrar al edificio y no tiene más contacto con ella. Los oficiales encontraron a esos sujetos señalados quienes admitieron el hecho, pero nada más. La policía no halló ninguna conexión que hiciera pensar que pudieran estar involucrados en los crímenes. Sin embargo, el joven dueño de una tienda en la que entraron las chicas a cobijarse por un acosador, declaró que ellas mismas le habían contado que, desde que Kaylee se sentía perseguida por alguien en la calle, iban juntas a todos lados. Se cuidaban mucho.
La agente del FBI retirada Mary Ellen O’Toole, en una entrevista con CBS News, sostuvo que para ella el asesino tendría que haber dejado muchísima evidencia física en la escena porque era muy probable que se hubiera cortado al agredir a sus víctimas. Dijo, también, que creía que no se había deshecho del arma y que por eso no la habían hallado. Son solo convicciones de una experta que no trabaja en el caso.
El 8 de diciembre hubo otra novedad surgida de los videos: un auto sedán blanco, un Hyundai Elantra modelo entre 2011 y 2013, había sido captado circulando cerca de la casa y alrededor del campus universitario, esa madrugada. Dentro del vehículo, había al menos un ocupante. Por estos días, la policía de Moscow y el FBI lo buscan con denuedo. El video lo aportó un joven que trabaja en una estación de servicio quien quiso colaborar y se dedicó a mirar horas de grabación hasta que hizo el hallazgo: un misterioso auto blanco pasando por la estación de servicio Exxon Mobil a las 3.45 de la mañana.
La policía se defiende del estupor generalizado por la falta de avances: “Estamos progresando continuamente”, dijo Aaron Snell el vocero de las autoridades policiales, “pero, como es una investigación criminal en marcha, no siempre podemos brindar información”.
En alerta rojo
Hasta el momento no hay nadie arrestado, ni ningún sospechoso señalado. Los detectives parecen haber descartado a varios. Entre los que vienen sorteando las acusaciones están: el estudiante de buzo blanco y capucha que hablaba en el food truck con Madison; la persona que llevó a ambas amigas hasta su casa; las dos jóvenes que dormían en el escenario en el momento de los asesinatos; el novio de toda la vida de Kaylee, Jack Du Coeur; los compañeros que fueron hasta allí para llamar al 911 y los supuestos acosadores.
Las autoridades no lo confirman, pero tampoco lo niegan: podría haber más un asesino. Y buscan, entre los comercios locales, a quién pueda haber comprado un puñal del estilo del que tienen identificado. En estos días también corrió el rumor de que, en un audio policial por otro incidente no relacionado cerca del lugar del crimen, quedó grabado un grito a las 3.12 de la madrugada. ¿Imaginación o prueba de algo? Nadie aclara nada.
¿Tantas muertes y tan poca evidencia? Parece mentira. Y lo que más asusta a los habitantes es que el jefe de policía siga confesando que poco tienen, por ahora, para resolver el caso: “No puedo decir si la persona está aquí, no puedo confirmar de qué comunidad es”. Eso sí: los agentes le pidieron a la población evitar propagar rumores. Como, por ejemplo, los que hablan de extrañas muertes de animales. Uno se refiere a un caso ocurrido en el mes de octubre: una pareja mayor (Pam y Jim Colbert), que vivía a solo cuatro kilómetros de las jóvenes, salió a pasear y, al volver, encontró a su perro despellejado y fileteado, como si estuviese preparado para ser engullido. Mientras muchos especulan con la existencia de algún grupo satánico que realice rituales sangrientos, los investigadores sostienen que este asunto no tiene nada que ver con el cuádruple asesinato. ¿Será realmente así?, se preguntan los estudiantes asustados.
La otrora tranquila Moscow tiene unos 26 mil habitantes, entre los que están los 11 mil estudiantes de la universidad. El foro de Reddit MoscowMurders ya cuenta con 78 mil miembros. Arde Moscow.
Desatado el infierno el gobernador republicano del estado, Brad Little, ordenó una partida de fondos de un millón de dólares para asistir a la investigación en marcha. En estos días se supo, pese al férreo silencio policial, que las manos de las víctimas fueron preservadas para proteger toda evidencia de ADN que pueda ser vital para resolver este caso. Y todos hablan en voz baja de un ítem que habría sido hallado en el exterior de la casa el 28 de noviembre, muchos días después de los homicidios: un guante. ¿Por qué la policía no lo vio antes? ¿Alguien lo dejó posteriormente? ¿A quién pertenece?
Kristy Goncalvez, madre de Kaylee, reveló que están pensando en ofrecer una recompensa para conseguir que los que puedan saber algo, hablen. Y se muestran enojados con las autoridades por la falta de información. Steve Goncalves sostiene que las enormes heridas abiertas en las víctimas son una obra sádica de un hombre con fuerza: “Es un arma brutal. Suena como un arma profesional que no se rompe… y no eran simples heridas, eran cuchilladas largas”.
Por todo esto, los Goncalves están pensando en tomar acciones legales contra la policía, dicen que podría volver a pasar: “... son unos cobardes porque hay chicas caminando por la calle que merecen saberlo”. Kristi Goncalves aseguró que, por esta falta de información, su familia ha sido “abandonada en la oscuridad” y que teme que el caso no se resuelva nunca. Está convencida de que quien cometió esta matanza “lo pensó bien, fue metódico, rápido y silencioso”.
La policía se defiende ante estas acusaciones y asegura que el caso no se enfriará, dicen que están revisando miles de horas de video y 22 mil autos Hyundai Elantra entre 2011 y 2013. El capitán Lanier confirma: “tenemos mucha información que estamos específicamente manteniendo en reserva. Más que un arresto, queremos una condena”.
El silencio podría ser una estrategia, pero también podría ser el resultado de la sumatoria de errores de los primeros oficiales sin experiencia en crímenes.
El 30 de diciembre serán los funerales de las víctimas.
Hasta el 13 de noviembre pasado los habitantes de Moscow se sentían seguros a toda hora. Las mujeres caminaban solas de noche por cualquier sitio, las bicicletas quedaban tiradas en el pasto, los chicos jugaban en la vereda y las puertas de las casas estaban abiertas. Era una comunidad segura, alegre y feliz.
Pero desde aquella fría mañana de domingo el miedo empezó a abrirse paso entre ellos. Los profesores faltan a sus clases, muchos de los alumnos volvieron a sus estados natales a esperar que esto se resuelva y la universidad adelantó las vacaciones previas a la Navidad. Los que se quedaron andan aterrados, ansiosos, angustiados. Van en alerta, caminan en grupos y toman todo tipo de precauciones. Muchos llevan aerosoles con gas pimienta en el bolsillo y otros han comprado armas. La vida nocturna también cambió y los cafés y bares cierran temprano para que los trabajadores puedan volver a sus casas antes de que oscurezca. No en vano las autoridades han recomendado a los habitantes del lugar que se mantengan vigilantes, que no vayan nunca solos y que se estén conectados con sus familias. Saben que hay un feroz asesino deambulando entre ellos. O varios.
Un suave manto de nieve callada cubre hoy la casa gris que se yergue como ausente entre el paisaje.
Todo ha cambiado en Moscow. Quién sabe hasta cuándo.
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