Ocurrió al mismo tiempo en decenas de ciudades de Japón y al principio costó relacionar los hechos. La tarde del 16 de diciembre de 1997, los hospitales recibieron una verdadera oleada de niños que presentaban los mismos síntomas: ardor en los ojos, náuseas, espasmos y ataques de epilepsia. Después se sabría que sumaban más de 700.
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Los padres o familiares que los llevaban estaban desconcertados. No entendían qué les había pasado, porque todo había ocurrido de repente, sin aviso. Uno por uno, en Tokio y en Osaka, en Nagoya y en Saporo, los adultos desesperados contaban casi lo mismo: el chico o la chica estaba tranquilamente mirando la tele cuando empezó a tener convulsiones, ataques y vómitos.
Aquí y allá, los médicos que recibían los casos no demoraron en notar que en todos los casos los chicos estaban frente al televisor mirando la misma serie, el mayor éxito de animé de Japón: Pokémon, transmitida por la cadena de televisión TV Tokio.
El argumento de Pokémon
Todo el mundo sabía de qué se trataba. Inspirada en un videojuego, la serie contaba las aventuras de Ash, un chico de diez años que ama el mundo de los Pokémones (abreviatura de Pocket Monsters, o monstruos de bolsillo), unas criaturas que tienen distintos poderes, a las que colecciona.
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La primera criatura que consigue Ash es un Pikachu, un animalito pequeño y amarillo, cuyo poder es la electricidad. A partir de allí, con sus amigos, luchan capítulo tras capítulo para conseguir la mayor cantidad de Pokémones posible, entrenarlos y hacerlos evolucionar.
La tarde del 16 de diciembre de 1997 se transmitía el episodio 38, “Electric Soldier Porygon” (Soldado eléctrico Porygon), donde en un momento determinado Pikachu protagoniza una explosión que produce un estallido de luces.
Los médicos de guardia y los clínicos que atendieron a los primeros chicos estaban desconcertados por la coincidencia. Un dibujo animado, como cualquier producción cultural, puede alienar, influir ideológica, política o psicológicamente a quienes lo consumen, pero de ahí desatar una epidemia de convulsiones inexplicables había un gran paso.
Un éxito extraordinario
Por entonces la serie Pokémon era una novedad y había logrado un éxito impresionante. Estaba basada en la saga de videojuegos de Pokémon también creada por Satoshi Tajiri, desarrollada por Game Freak y distribuida por Nintendo, que lanzada en el mercado japonés el 27 de febrero de 1996.
La enorme popularidad del videojuego hizo ver a su creador la veta de la serie televisiva, que produjo como animé en los estudios de animación OLM. El primer capítulo se emitió el 1° de abril de 1997 y para diciembre de ese año había millones de personas, una enorme mayoría de ellas niños, que la seguían episodio tras episodio.
La serie tiene un gran número de personajes que, en su mayoría, se distinguen por ser entrenadores Pokémon o especies de Pokémon, que pueden ser propiedad de los entrenadores o permanecer en estado salvaje y son factibles de ser cazados.
El protagonista es un joven entrenador Pokémon de diez años llamado Ash Ketchum, que decide comenzar su aventura para llegar a convertirse un día en un gran Maestro de Pokémon. Para ello recorre distintas regiones, captura la mayor cantidad posible de pokémones y trata de conseguir las medallas necesarias para participar en la Liga Pokémon, ganarla y así estar un paso más cerca de convertirse en Maestro Pokémon.
Para ello cuenta con la ayuda de Pikachu, su primer pokémon, que obtuvo de manos del Profesor Oak. En su recorrido conocerá y hará nuevos amigos, como Brock o Misty, que lo acompañarán y ayudarán para conseguir alcanzar su sueño.
Esa era la historia que los chicos estaban siguiendo cuando tuvieron los ataques.
Noticieros irresponsables
Algunos adultos que estaban cerca del televisor cuando los chicos empezaron a tener los ataques dijeron que en ese momento en la pantalla se veía una explosión. Tal vez la clave estuviera allí.
Pocas horas después de la aparición de los casos, las autoridades sanitarias de Japón sabían que se trataba de una verdadera epidemia, pero no causada por un virus o una bacteria sino por un dibujito animado.
La información, con muchos de sus pormenores, llegó también a los canales de televisión a través de los movileros que habían enviado a los hospitales para cubrir el extraño caso.
La noticia era realmente impactante y esa noche la mayoría de los noticieros no tuvo mejor idea para darle más potencia a la información que reproducir el fragmento del episodio donde está la famosa explosión.
A nadie se le ocurrió que eso podía multiplicar los casos. Así se produjo una segunda oleada de ataques. Si a la tarde los hospitales japoneses habían notificado a las autoridades sanitarias 687 casos, para las diez de la noche superaban ampliamente los 700, provocados por la nueva transmisión.
Para entonces, Hiroshi Uramoto, portavoz de TV Tokio, la emisora de Pokémon, había anunciado que la cadena no emitiría más el programa hasta que no se efectuara estudio que permitiera establecer qué había pasado.
El primer ministro de Japón, Ryutar Hashimoto, anunció esa misma noche que se realizaría una investigación a fondo supervisada por el Estado.
La noticia corrió como un reguero de pólvora y causó una caída de 1,5% en las acciones de Nintendo -propietaria de los videojuegos Pokémon - en las Bolsas de Osaka y Tokio.
Epilepsia fotosensible
La investigación determinó días después que las víctimas de los ataques sufrían de epilepsia fotosensitiva, un tipo en el cual las convulsiones son provocadas por estímulos visuales. Es una forma poco común de epilepsia, que padecen 3 de cada cien personas afectadas por la enfermedad y principalmente los menores de 18 años
Quienes la sufren -muchos sin saberlo- experimentan una alteración de la actividad eléctrica normal del cerebro, que causa ataques si se exponen a una rápida secuencia de luces intermitentes.
Los ataques varían en intensidad, y van de convulsiones que duran pocos segundos a un estado similar al trance a la pérdida de conciencia. Tanto las luces naturales como las artificiales pueden causar ataques. Algunos patrones, como las rayas o los cuadros, también pueden detonarlos.
También se determinó que los ataques fueron producto de la escena de la explosión, que alternaba potentes luces rojas y azules, y proyectó 54 planos en apenas cinco segundos. En esos cinco segundos se desataron todas las convulsiones.
Tiempo después, la revista científica Science Daily publicó un estudio del caso en el que explicó con más detalle que “los cambios rápidos de luz/oscuridad y los patrones alternados de imágenes con alto contraste hacen que las células nerviosas en el cerebro disparen impulsos eléctricos con más rapidez de lo habitual”.
Pokémon no se detuvo
De inmediato, el episodio fue retirado y no se lo volvió a emitir, aunque hoy en la web se lo puede encontrar, pero a una velocidad más lenta que impide que la secuencia de luces pueda provocar ataques de epilepsia.
Para Tokio TV fue un golpe frente a la opinión pública que también le causó fuertes perjuicios económicos. El capítulo 38 ya había sido doblado al inglés, al francés y al español para ser emitido en los Estados Unidos y en muchos países europeos.
No pudo ser. La Comisión Federal de Comunicaciones de los Estados Unidos y las agencias correspondientes de diferentes naciones de Europa prohibieron la emisión del capítulo por la alta frecuencia de cambio de colores.
Sin embargo, la serie se siguió produciendo, y a lo largo de los años, en sus diferentes sagas y versiones, ya superó las veinte temporadas.
Eso sí, para prevenir a los espectadores, durante mucho tiempo, al principio de cada capítulo, se podía leer esta frase subtitulada: “Cuando mires animé en la televisión, la habitación no tiene que estar oscura y no te acerques mucho al televisor”.
Mejor prevenir que curar.
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