La fría noche del 14 al 15 de abril de 1912 en su viaje inaugural del puerto de Southampton, Reino Unido, a Nueva York, el Titanic se hundía en las aguas heladas del Atlántico tras impactar de costado con un enorme iceberg.
Tras el accidente, se conocieron múltiples relatos de los que realizaron el viaje. Hasta una de las historias de amor llegó al cine y se convirtió en un éxito de taquilla mundial. Pero también el panadero borracho que deambulaba por las cubiertas o la orquesta que tocó hasta el final. Por el naufragio del Titanic murieron 1.514 personas de las 2.223 pasajeros. No había botes salvavidas para todos los pasajeros.
El viaje fatal del Titanic
Lady Duff Gordon era una diseñadora famosa de la época y se había embarcado en el Titanic en su viaje inaugural junto a su esposo, sir Cosmo Duff Gordon.
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Por razones de negocios, la pareja viajaba a América. Compraron unos pasajes de primera clase del Titanic. El 10 de abril de 1912 embarcaron en el Buque de los Sueños, junto a la doncella de Lucy, Laura Francatelli. Sir Cosmo ocupó la cabina A-16 y Lucile, su eposa, la A-20. Firmaron en el buque como los Morgan para así evitar a la prensa. La diseñadora era acosada por la prensa del momento.
A las 23:40 horas del 14 de abril, el Titanic chocó con un iceberg. Lucy sintió la colisión y gente corriendo por el pasillo. Lo describió así: “Fue como si alguien hubiera arañado con un dedo gigante todo el lateral del barco”.
Tras el choque con el iceberg, el barco ya estaba condenado a hundirse pese a que los pasajeros aún no lo sabían. Desoyendo la regla de “mujeres y niños primero”, sir Cosmo Duff Gordon embarcó en uno de los primeros botes salvavidas.
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Posteriormente, fue acusado de sobornar a uno de los marineros para salvarse y de no haber salvado a ninguna de las personas que estaban en el agua, a pesar de que en el bote había espacio para 40 personas y sólo iban 12 (entre ellos, lord y lady Duff y la secretaria de esta).
Aunque fue declarado inocente en el juicio que se llevó a cabo posteriormente, tras una exhaustiva investigación e interrogatorio de otros supervivientes, los Duff Gordon perdieron el juicio de la opinión pública y su reputación quedó muy tocada.
Tres años después del hundimiento del Titanic, Lucile reservó un pasaje para viajar a bordo del RSM Lusitania. Según la prensa de la época, a última hora canceló el viaje por encontrarse enferma. El barco fue hundido por un torpedo alemán, pero Lady Duff escapó de otro naufragio histórico.
El día después del Titanic
La noche en la que el Carpathia, el buque que los rescató de las heladas aguas del Atlántico, llegó a Nueva York, Sir Cosmo Duff Gordon y su mujer Lucile cenaron con varios amigos, entre ellos Abraham Merritt, editor del periódico New York American. Durante aquella cena Lady Duff Gordon contó algunos detalles de lo sucedido la fatídica noche. Aproximadamente media hora después de que Merritt se marchara llamó a Lucile por teléfono.
La historia se filtró en la prensa de Estados Unidos a la mañana siguiente con el testimonio en primera persona de Lady Duff Gordon.
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Muchos años después, en 1932, Lucile escribió su biografía llamada Discretions and Indiscretions (Discreciones e Indiscreciones). El texto contiene tres capítulos sobre el hundimiento del Titanic. Allí, la mujer narra que ella despertó a Sir Cosmo tras la colisión, que después de más de una investigación él averiguó que tenían que vestirse y subir a la cubierta de botes e incluso que el bote 1 estaba a menos de 200 metros del barco cuando se hundió.
“En el momento en el que tocamos el agua los hombres empezaron a remar. Después de que el Titanic se hundiera no escuché ningún llanto. Antes de que se hundiera había lamentos terribles. Pero mi impresión fue que, tras el hundimiento, había un silencio absoluto”.
A los 12 ocupantes del bote 1 se los acusó de no volver (estaban a menos de 200 metros) para ayudar a las personas que flotaban en las frías aguas del Atlántico. Otros sobrevivientes afirmaron haber oído los gritos de auxilio. El bombero jefe Charles Hendrickson dijo que él sugirió volver atrás, pero los pasajeros, en especial Sir Cosmo, Lady Lucile y su secretaria Laura Francatelli, objetaron que podrían hundirse si lo hacían.
También habló el timonel a cargo del bote de la polémica: “Volver atrás en ese momento no era seguro en ningún caso. No en ese momento, no tan pronto como el barco había desaparecido. Sólo iba por los gritos. Podías oírlos; podías oírlos bastante bien. Pero en el momento pensé, usando mi propia prudencia, que no era seguro de ninguna manera haber vuelto al barco cuando había desaparecido. Determiné por mi propio deseo, al ser el responsable de la situación, volver cuando la mayoría del peligro se hubiera acabado. Usé mi prudencia. No tenía miedo a nada, sólo tenía miedo de poner en peligro las vidas de las personas que tenía en el bote. Teníamos sitio, decían, para otros ocho u otra docena más en el bote, pero tenía miedo de que nos hundieran. De que la gente nos hundiera al intentar subir”.
En tanto, el marido de Lucile dio su propio testimonio sobre la noche del naufragio. “En el momento en el que el Titanic se hundió todo se paró. Había un silencio de muerte. Entonces escuchamos llantos, hasta que los hombres empezaron a remar de nuevo, que fue muy pronto, casi inmediatamente. No sé en qué dirección remaban, pero creo que empezaron a alejarse inmediatamente”.
Los relatos del escándalo
Los relatos indican que unos 30 minutos después del hundimiento del Titanic, , Sir Cosmo le ofreció 5 libras a cada miembro de la tripulación de su bote, para que puedan sobrevivir hasta conseguir un nuevo trabajo. Los marineros estaban comentando que lo habían perdido todo con el barco. Ya no cobrarían sueldo tras el hundimiento.
Todos los hombres supervivientes del naufragio tuvieron que dar muchas explicaciones a la sociedad de la época. Sin embargo, los ocupantes del bote 1 parecían estar destinados a un juicio particular, ya que sólo llevaba 12 personas a bordo (un cuarto de su capacidad total).
Como los Duff Gordon viajaron desde Nueva York a Europa a bordo del Lusitania, la prensa europea ya conocía su historia.. En la estación, los canillitas ofrecían los diarios al grito de “¡lean sobre el cobarde del Titanic!” o “Barón y esposa reman lejos del hundimiento” y “Sir Cosmo Duff Gordon sano y salvo mientras mujeres se hunden en el Titanic”.
Lucy declaró que la cara de su marido mostraba una expresión afligida. Cuando llegaron a casa encontraron una montaña de cartas, algunas con ánimos de parte de algunos amigos y otras cargadas de odio.
A pesar de su interrogatorio en la prensa, los Duff Gordons fueron absueltos por la investigación del Comisionado Británico de Naufragios, que solo encontró que se podrían haber salvado más pasajeros si el bote salvavidas hubiera dado la vuelta.
Tras su regreso a tierra fue apodado por la población como “el cobarde del Titanic” por ignorar la política de “las mujeres y los niños primero” y ofrecer dinero para salvarse. Sin embargo, increíblemente, la justicia se puso de su lado y el Consejo Británico de Comercio le liberó de todos los cargos reconociendo que el pago realizado fue en realidad una donación de caridad. Tan popular se hizo su soborno para escapar del incidente que el propio James Cameron no dudó en incluir a este personaje entre el reparto de su taquillera película Titanic (1997).
la vida de la diseñadora del Titanic
Antes del naufragio del Titanic, Lucile ya era reconocida en los círculos de la moda de la época y no como simplemente una proveedora de ropa hiperfemenina desde sus inicios en 1893. La mujer creó la primera colaboración de diseñador con una carrera de dos temporadas para Sears, Roebuck & Co.
También fue una de las primeras diseñadoras en organizar desfiles, lanzar un perfume de marca y emitir cupones en revistas como una forma de atraer clientes a su puñado de boutiques internacionales.
Lady Duff-Gordon construyó el nombre de Lucile dentro de la moda llamando la atención con movidas mediáticas del momento. Fue la primera diseñadora en utilizar la cultura de las celebridades como método para atraer el reconocimiento público.
Pero también la infancia de Lucile estuvo signada por un naufragio del que también sobrevivió. En 1875, después de visitar a unos familiares que vivían en Inglaterra, Lucy y Elinor, su hermana, regresaban a la isla de Jersey, y su barco encalló. Las chicas, que tenían 12 y 11 años, salieron sanas y salvas. En ese momento, la diseñadora ni se le pasaba por la cabeza que 37 años después le tocará vivir la odisea del hundimiento del Titanic.
En esos casi cuarenta años que pasaron, Lucy se convertirá en la primera diseñadora británica conocida internacionalmente con su marca, Lucile, de la que abrió sucursales en Nueva York (1910), París (1911) y Chicago (1915).
Primero se casaría, en 1884, con James S. Wallace, con quien tuvo una hija, Esme. El matrimonio no sobrevivió a las infidelidades de Wallace, que además era alcohólico.
Tras su separación y un proceso legal que duró varios años, en 1895 obtuvo el divorcio. El final de su primer matrimonio dejó a Lucy sin ingresos. Para mantenerse a sí misma y a su hija, después de la separación, comenzó a trabajar como modista desde su casa. En 1893, abrió su primera tienda, Maison Lucile, en el corazón del West End, un elegante barrio londinense. En 1897, se trasladó a un local más grande en Westminster.
En 1900, Lucy Sutherland Wallace se casó con Sir Cosmo Duff Gordon, un aristócrata y terrateniente escocés, campeón de esgrima y heredero de una bodega de Jerez, fundada en Cádiz por su tío, James Duff. Había nacido Madame Lucile.
En 1904 la tienda se mudó a 23 Hanover Square, de donde ya no se movería durante dos décadas. Empiezan sus años más activos: crea innovadores estilos, como las faldas con aberturas y los escotes bajos y en pico.
Lucile también introdujo corsés menos restrictivos, que fue sustituyendo por la lencería dos piezas. Y creó la llamada bata de té: un vestido fabricado en un tejido más ligero, que las mujeres podían llevar sin corsé y ponerse sin ayuda de sus doncellas.
Fue una de las pioneras de las relaciones públicas y de las primeras en utilizar modelos profesionales (y llamarlas maniquíes), a las que enseñaba personalmente a desfilar sobre un escenario, con cortinajes, iluminación y música de una orquesta, como un espectáculo teatral. Pero toda su reputación quedó manchada por el incidente del Titanic, en el cual nunca quedó claro las condiciones en la que subió junto a su marido al bote salvavidas 1 y por qué su esposo le dio 5 libras al marinero que lo alejó del desastre del barco más famoso del mundo.
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