Esa tranquila noche de domingo nada anticipó en la casa de la familia Miller lo que se venía. Después de comer, se dijeron buenas noches y, mientras los padres -Mark y Marie- se fueron a su habitación, Helen (19) y Claire (14) se prepararon para descansar en sus respectivos cuartos. Pero Claire no se durmió enseguida. Su mente estaba especialmente atareada repasando el plan. A la una de la mañana salió silenciosamente de su cuarto empuñando un cuchillo que había tomado antes de la cocina. Desactivó la alarma de la vivienda y se introdujo, con el mismo sigilo, en el cuarto de su hermana mayor Helen quien padecía parálisis cerebral. Le puso una almohada sobre la cara y la sujetó con fuerza. Mientras la sostenía con una mano, con la otra la apuñaló siete veces: dos en el pecho, dos en la cara y el mentón y tres en el cuello. En la última, dejó el cuchillo hundido en el cuerpo.
A la 1.08 llamó al 911 y le dijo histérica al operador que había asesinado a su hermana. Cinco minutos después llegaron los policías a la calle Clayton, en Manheim, Pensilvania. Claire los esperaba descalza en la puerta.
-Apuñalé a mi hermana, les repitió.
Los agentes dudaron, pero al mirar la ropa que tenía puesta la chica que estaba parada frente a ellos se pusieron en alerta. El pijama azul de la pre adolescente tenía estampado un gato en la remera y estaba salpicado de rojo. La nieve que rodeaba sus pies desnudos sobre el piso del porche también estaba teñida de bordó. Claire se había limpiado allí sus manos ensangrentadas. La menor les anunció nerviosa que Helen estaba en su cama y ellos la siguieron dentro de la casa. Al entrar al cuarto, uno de ellos tomó coraje: levantó la almohada que tapaba el rostro de Helen. Tenía un cuchillo clavado en el cuello y la cama estaba empapada de sangre.
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Mark y Mary estaban durmiendo plácidamente cuando el alboroto los despertó. Se levantaron ya con la policía dentro de su casa y, entonces, vieron la horripilante escena: su hija discapacitada había sido acuchillada hasta morir.
Mientras esperaban a la ambulancia, los policías intentaron hacerle resucitación cardiopulmonar. No funcionó. Helen dormía para siempre.
A las 4.13 de la madrugada fue declarada muerta y Claire Miller detenida y puesta bajo custodia. La ley estatal de Pensilvania permitía juzgarla como adulta.
Era la madrugada del lunes 22 de febrero de 2021.
A la sombra de una silla de ruedas
Claire Miller nació en 2007 en Lancaster, Pensilvania, Estados Unidos, en una clásica familia bien avenida con padres que deseaban ser padres y que se ocupaban con esmero de sus hijas. Mark y Marie estaban felices con su nacimiento. Su hija mayor, Helen, de cinco años, había nacido con parálisis cerebral y los primeros años habían resultado complicados y desalentadores. Ahora había llegado otra bebé a sus vidas: Claire. Era totalmente sana y venía para alegrar la vida familiar.
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Helen no podría llevar nunca una existencia de una adolescente normal, pasaba mucho tiempo en su silla de ruedas. Sus padres estaban comprometidos con sus terapias y hacían todo lo posible para darle todas herramientas que le permitieran mejorar su condición.
Las dos hijas Miller concurrieron a instituciones privadas. De lunes a viernes Helen iba a un colegio especial en Filadelfia y Claire, al terminar la primaria, comenzó su secundaria en el colegio Lancaster.
Al comienzo las cosas se le daban bien a Claire. Era la “presidente” de su clase y, entre 550 alumnos, había ganado el premio dedicado a los estudiantes respetuosos y honestos. Si bien, el gusto por el animé de su hija menor a Mark le resultaba un poco excéntrico, no había mucho más que eso para destacar. Por lo menos así fue al principio. Constituían una familia de clase media, normal y corriente.
La preadolescencia de Claire sería fatal. Poco a poco el camino fue torciéndose. Ella empezó a obsesionarse con las redes sociales: se encerraba en su cuarto y pasaba horas y horas en TikTok. Muchos de sus videos la mostraban moviendo los labios al compás de canciones y bailando en su habitación. En otros, aparecía su padre poniendo caras graciosas, tocando la guitarra o bromeando frente a la cámara de su hija.
Al mismo tiempo, Claire empezó a volverse muy exigente. A veces, esa necesidad de hacer todo ya, la ponía de pésimo humor. Como, por ejemplo, cuando sus padres la llamaban para la cena y ella no había terminado la tarea. Claire se fastidiaba en exceso. No podía esperar a terminar algo, todo debía ser ahora. Su padre, que era todo lo contrario, no la entendía: “yo soy un procrastinador”, reconocía Mark sorprendido a su mujer cuando hablaban del tema.
Marie, sin embargo, veía actitudes en Claire que le parecían empáticas. Una vez estaba llevando a varias compañeras en el auto y hablaban de una difícil prueba de matemática. Una contó que se había sacado una baja nota, una D. Claire dijo, entonces, que ella había obtenido una C. Marie sabía que era mentira, que Claire había tenido una A. Ese simple hecho, dijo, le mostró el costado solidario de su hija que no quería avergonzar a su amiga.
Pero lo cierto es que Claire vivía entre dos mundos. El que los demás creían ver y el que ella experimentaba en secreto. Sentía que su hermana mayor Helen de 19 años estaba atrapada en una silla de ruedas y tenía vergüenza porque notaba que sus amigas se incomodaban en su presencia.
Al terminar la secundaria, Helen se dedicó a la pintura y a la escultura y obtuvo un premio por su trabajo con acuarelas. Su esfuerzo había valido la pena, sus padres estaban muy contentos con los logros.
Claire quería a su hermana, o eso al menos era lo que todos pensaban. Le cantaba, le leía y hasta le daba de comer en la boca para ayudar a sus padres. Por las noches, rezaban los cuatro juntos. La plegaria terminaba siempre diciendo: “... y gracias por el canto de los pájaros”. Eran momentos para atesorar.
Voces en la cabeza y alucinaciones
Los problemas en el colegio no demoraron en aparecer. Por su forma de vestirse y de manejarse algunos compañeros comenzaron a hacerle bullying. A los 13 años empezó con la lucha sobre su identidad sexual. Le dijo a su padre que creía que se sentía un varón. Para colmo empezó a provocarse cortes en los brazos.
Sus padres se preocuparon y tomaron cartas en el asunto. Su madre concertó citas con los médicos, su pediatra y en el colegio. Empezaron terapia familiar. Después de un tiempo, el consejero les dijo que Claire estaba mejorando notablemente. Luego, vino la pandemia de Covid-19 y las citas presenciales se terminaron.
Claire tenía alucinaciones, pero sus padres no sabían cuán serias eran. Una vez Mark la escuchó hablando por teléfono dentro de su cuarto. Cuando le preguntó qué hacía, ella respondió que nada. Luego vio el teléfono de Claire en la cocina. Algo no andaba bien en la cabeza de la joven, pero ellos minimizaron los síntomas y soñaban con la mejora.
Las dos caras de Claire
El día que Claire mató a Helen no esperó mucho para decírselo a sus amigos. Les escribió en un mensaje de texto: “Sorry chicos, maté a mi hermana”. Tenía el vicio de dejar por escrito casi todo lo que pensaba.
En un mensaje de texto anterior a una amiga le había descripto sus sentimientos: “Odio como la trata la gente y que ella vaya a pasar su vida en un asilo que la tengan que atender. Nunca se va a enamorar de nadie. Nunca tendrá hijos aún si quisiera. Muchos de mis amigos están incómodos cuando estamos con ella”. No mentía y parecía consustanciada con la verdad. Pero Claire tenía dos caras. Una muy oscura que casi nadie intuía. Ella deseaba con desesperación obtener atención. Esto también quedó fielmente reflejado en sus mensajes de texto. Como ejemplo van dos de ellos:
-”Soy como Batman. Todo lo que siento es rabia. Tengo problemas para confiar en la gente. Batman y yo podríamos salir por ahí”.
-”No puedo mirar a la gente, quiero lastimarlos mucho. A veces tengo miedo de estar sola con las personas porque no quiero lastimarlas. No soy malvada, solo estoy enferma”.
Luego del crimen y con el avance de la investigación y los testimonios de sus amigos se pudo saber más de los pensamientos que habitaban su mente perturbada.
Claire había empezado a experimentar la necesidad de lastimar animales, incluido a su querido pez llamado Captain America. En los meses anteriores al asesinato, le refirió a una de sus íntimas amigas que, con frecuencia, tenía pensamientos sobre matar gente o suicidarse.
En uno de los tantos videos que posteó en las redes sociales se la ve hablando frente al espejo sobre matar a alguien y se puede observar una lágrima que cae de un ojo. Claire se jacta: “¡Demonios! ¡Qué buena actriz sería!”.
Entre sus ideas macabras había dos que le martillaban el cerebro: tener un hotel para poder “torturar a los huéspedes” y ahogar gente en una pileta “con algo que tape la superficie”.
Cosa seria lo que se estaba gestando, lástima que todos habían abandonado la terapia.
Otros mensajes de texto que emergieron en el juicio decían así:
-”Traté de matar a mi pez anoche. A propósito. Lo intenté todo el tiempo. Captain America es una víctima. Es lo que quiero… no sé cuánto tiempo más podré detenerme…”.
-”No estoy asustada pensando en que voy a lastimar a otros o a mí misma, pero me asusta que algún día pueda hacerlo. Mi padre solo dice: ``Para de mirar películas de terror”.
Claire luchaba contra sus demonios ante la ignorancia absoluta de sus padres. A otra amiga le dijo que amaba a sus progenitores, pero que tenía una relación compleja con ellos por el tema de su identidad de género.
Cinco minutos de fama
Fanática del género de horror su película preferida era Halloween, un filme de 1978 donde un asesino serial llamado Michael Myers acuchilla fatalmente a su hermana mayor. Claire luego de asesinar a Helen se sinceró: “Yo fui la Michael Myers de mi hermana”.
Al terminar el interrogatorio policial luego de su detención, los policías le llevaron una hamburguesa. Muy campante les mandó: “Si hubiera sabido que me darían comida de McDonalds hubiese matado a alguien antes”. No era humor negro, era su mente enfermiza.
Aunque su cuenta de TikTok fue dada de baja bastante rápido, sus seguidores llegaron a capturar algunos de los videos. Lo que se veía allí era difícil de digerir. Por ejemplo, unos guantes de látex y una jirafa de plush cubierta de sangre.
El asesinato de Helen, aunque parezca increíble, le dio a Claire lo que quería: sus cinco minutos de fama. Apenas ocurrido el crimen su cuenta sumó 11.000 seguidores y llegó a alcanzar los 32.000 y su posteo final tuvo millones de vistas antes de que TikTok removiera su cuenta. Lo cierto es que, de todas formas, se puede acceder a ellos con relativa facilidad porque fueron viralizados.
Los padres de Claire se aferran a la única hija que les queda. Batallaron para que Claire pudiera tener tratamiento mental y salir en libertad. Para ello presentaron testimonios médicos que sostuvieron que podría ser rehabilitada. Mark explicó: “No quisiera perder a mis dos hijas” y Marie agregó “Yo sé que Claire no quiso hacerlo… perdimos a Helen y no quiero perderla a ella también”. Hablan de perder, no pueden mencionar la palabra homicidio. De acuerdo a la psiquiatra Susan Rushing, que evaluó a Claire para su defensa dijo que ella le había reconocido: “Hay un varón y una chica en mí…”. La voz femenina le decía que no era buena y le pedía que bebiera su propia sangre y se lastimara. La masculina, por el contrario, era amable. Pero ambas voces peleaban siempre. Tanto Rushing como la doctora Aneela Khan dijeron que el diagnóstico era desorden depresivo, ansiedad y psicosis activa sumados a su disforia de género.
Verdad y consecuencia
Esa noche que terminó en muerte, Claire había preparado su lonchera y sus útiles para ir al colegio al día siguiente. También había encendido su computadora, porque solo de esa manera lograba no pensar en cosas malvadas. Concentrarse en la pantalla la distraía de sus retorcidos pensamientos.
Según la defensa del abogado de los Miller, el crimen no fue planeado, pero cuando Claire esa noche se metió en su cama escuchó las voces que la impulsaron a matar a Helen. Tomó el cuchillo con el que alguna vez se había cortado ella misma y fue hasta al cuarto de su hermana donde mató “a la alucinación que estaba padeciendo”.
La acusación no pensó lo mismo: sostuvieron que ella sí lo había planeado y que representaba un gran peligro para muchos. Consideraron a sus padres también como víctimas. La fiscal Amy Muller dijo que Claire sabía perfectamente qué víctima estaba buscando, que no podría haberlo hecho con su padre porque habría peleado para defenderse: “Helen pasó los últimos instantes de su vida en las manos de alguien a quien amaba, pero ella era incapaz de defenderse (...) Es imposible saber si cualquier ser humano que esté con ella corre o no peligro”. Además, contó que en el año que lleva presa Claire no logró ser estabilizada psíquicamente y que sus abogados no entregaron ninguna prueba de que algún centro juvenil de tratamiento la hubiera aceptado.
El 18 de julio de 2022 se supo finalmente que Claire sería juzgada como adulta. La decisión final la tomó el juez David Workman, en su alegato sostuvo que la víctima era una persona indefensa, incapaz de moverse sin ayuda. Los fiscales se mostraron convencidos de que, de otra manera, hay muchas chances de reincidencia por parte de la acusada.
Claire, que hoy tiene 16 años, podría recibir 25 años de condena. Pero también es cierto que si es juzgada por asesinato en tercer grado podría estar muy poco tiempo tras los barrotes. El juicio está programado para marzo de 2023. Ella espera ese momento en un centro de detención juvenil en Muncy, Pensilvania.
La familia feliz, que colapsó de la peor manera una madrugada de lunes del año 2021 bajo la feroz espada de la enfermedad mental, ya no tiene chances de volver a serlo. Porque esa noche, Mark y Marie, perdieron a sus dos hijas. No solo la muerte es muerte. Aunque a ellos les duela verlo, la querida Claire que ellos creían estar educando para un futuro promisorio, también ha muerto.
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