Fue la primera egresada trans del Pellegrini, hoy es “trabajadora sexual en los papeles”

La historia de Leandra Levine llegó a los medios de todo el país hace 5 años, mientras estudiaba Medicina en la UBA: era la primera alumna transgénero en recibir su diploma en el prestigioso colegio. Hoy, sin embargo, tiene una vida muy diferente. ¿Por qué elige cobrar a cambio de sexo? ¿Por qué quiso que quedara asentado en un documento legal?

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Leandra Levine, egresada trans Del Pellegrini y escort - Entrevista

Era diciembre de 2017 y la historia paseó por los medios de todo el país: por primera vez, una alumna trans egresaba del prestigioso colegio secundario Carlos Pellegrini, que depende de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Del otro lado del atril, Leandra, lookeada con un vestido violeta elegante y escotado, escuchaba los aplausos, daba su discurso, plantaba una bandera.

Lo que siguió fue un raid de entrevistas e incluso tapas de revistas (fue portada de Marie Claire, del suplemento Soy, de la revista Viva), y, en la mayoría, Leandra Atenea Levine Hidalgo, entonces de 19 años, contó que acababa de terminar el CBC para comenzar a estudiar Medicina, su “carrera soñada”. En una nota fue incluso más específica: “Nos veremos nuevamente cuando sea la primera cirujana plástica trans”, escribió.

Las tapas de Soy, el suplemento de Página 12, y de la revista Viva, de Clarín
Las tapas de Soy, el suplemento de Página 12, y de la revista Viva, de Clarín

Para ese entonces, Leandra ya había dejado su trabajo en una importante cadena de comidas rápidas - “donde me había sentido muy degradada”- y, cuando recibió el diploma, hacía un año que había arrancado con el “trabajo sexual”, dice ella, que está del lado de quienes sostienen que cobrar por sexo también es trabajo. Esa parte de la historia, sin embargo, no llegó a las entrevistas.

Pasaron cinco años de aquellos tiempos de fama y Leandra ya no es estudiante de Medicina: es escort vip o trabajadora sexual, y no es un secreto. De hecho, en su Instagram se presenta como “Tu chica con pito favorita”. Lo suyo son los encuentros presenciales -sin pantallas, nada de Only Fans- y no es un secreto, tampoco, porque decidió dejarlo registrado en sus papeles legales.

Junto a Lucas, su marido (Foto gentileza Sebastián Freire)
Junto a Lucas, su marido (Foto gentileza Sebastián Freire)

En febrero Leandra, ahora de 24 años, se casó con Lucas, un hombre de 50 con un pasado en la gerencia de restaurantes de alta gama. Y en el ítem “profesión” del certificado de matrimonio expedido por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires decidieron no mentir.

“Pusimos ‘trabajadores sexuales’”, cuenta ella en los estudios de Infobae. “Somos el primer matrimonio en Argentina que se dedica oficialmente al trabajo sexual”.

Paso a paso

“Fue todo en este último año”, le contó Leandra en 2017 a Infobae cuando habló de su transición de género. Todavía no había cambiado su nombre en su DNI pero ya se había hecho algunas cirugías estéticas y había empezado un tratamiento con hormonas “para lograr lo que hubiese sido si no hubiese atravesado una pubertad masculina”, piensa ahora.

A diferencia de lo que suele pasar en muchas familias, sus padres -actores, hoy jubilados- la habían acompañado amorosamente en el proceso. “Siempre se preocuparon por mí de una forma positiva”, recuerda. Pero Leandra recién había empezado la transición, tenía una imagen más bien andrógina y, fuera de casa en cambio, el mundo sí que era hostil.

El día de la graduación
El día de la graduación

“Cuando no entrás en los estándares de feminidad de una mujer la gente se ríe mucho de vos, los hombres tiran comentarios en voz alta entre amigos”, describe. “Capaz que sienten atracción hacia la figura de la mujer trans pero nunca lo van a admitir entre ellos porque tienen mucho miedo de ser gays. Entonces lo más común es proyectar y claro, el odio mejor tirárselo a la trava que va caminando”.

Todavía se veía como varón aunque estaba atravesando “todos esos conflictos de género”, cuando empezó a trabajar en el local de hamburguesas. “Tenía 16 años. Tuve que hacer tareas muy degradantes”, sostiene. “Me refiero a limpiar mierda de las paredes de los baños, por ejemplo. Este tipo de cosas después me hicieron dar cuenta de que el trabajo sexual no es degradante para mí, degradante es otra cosa”.

A los 18, cuando ya estaba cursando el CBC, Leandra deseó, como cualquiera, enamorarse.

Durante el viaje a Europa
Durante el viaje a Europa

“Empecé a tener citas, porque hasta entonces no había tenido ningún novio. Y ahí me enfrenté con la cruda realidad: siendo una chica trans que recién empezaba a transicionar me trataban de una manera horrible. O sea, te desean pero te ocultan. Te quieren, te quieren ver todo el tiempo, se enamoran pero nadie quiere la responsabilidad de lo que significa salir con una chica trans”.

Dice que la decepción fue profunda. “Darte cuenta de que no podés salir normalmente con hombres la mayoría de las veces porque van a tener vergüenza, van a querer ocultarte... Así que, en definitiva, cobrar es reivindicar todo el odio y el lugar de ocultamiento en el que nos pusieron siempre”.

“Cobrar”, es cobrar a cambio de sexo, algo que arrancó también a los 18. “Cuando estás cobrando estás haciéndote valer”, asegura. “Cuando ponemos una tarifa mágicamente empiezan a apreciarte y a reconocer tu valor. Es horrible pero a la vez a mí me resultó muy empoderante”.

Sostiene que cobrar es una forma de reivindicarse
Sostiene que cobrar es una forma de reivindicarse

Le decisión de cobrar, sigue, le permitió resolver dos cosas a la vez: tener ingresos, “porque nadie me contrataba luciendo como lucía en ese entonces”, y tener vida sexual, mucha, “porque siempre fui una persona de una libido muy alta”.

Al año siguiente, cuando pocos sabían esta parte de la historia, llegó la fama, la ovación en la ceremonia de egreso, el video viral de Leandra rapada y con el vestido violeta levantado, como un trofeo de guerra, el diploma enrollado.

“En esa época yo tenía muchas esperanzas. Entonces me permití soñar en grande. Yo estaba estudiando Medicina y le dije al mundo que iba a ser cirujana, no es que lo dije en mi entorno y después dejé. Hice notas al respecto y ahora parezco como si fuera un ejemplo en contra: ‘Ah, bueno, al final caí en el mismo lugar de todas las trans’, pero en realidad no es así”.

Dejó Medicina cuando estaba cursando el primer año
Dejó Medicina cuando estaba cursando el primer año

¿Qué pasó? “Pasó que la vida me fue llevando por otros caminos”, cuenta. “Yo estaba estudiando Medicina hasta que me surgió la oportunidad de viajar a Croacia a hacer una obra de teatro sobre trabajo sexual”.

La joven quedó fascinada con su rol de actriz y prostituta al mismo tiempo y sus días en la UBA quedaron eclipsados por sus días en el Teatro Nacional de Croacia.

Excelente

Leandra volvió a sentarse con sus padres, que se habían sacado fotos con ella el día del diploma, felices. El paradigma de “m’hijo el dotor” había quedado en pausa porque ahora Leandra iba a contarles lo del “trabajo sexual”.

Cuando fue tapa de la revista Marie Claire
Cuando fue tapa de la revista Marie Claire

“Tengo mucha suerte, porque ellos no solo me acompañaron en mi transición sino en entender de qué se trata el trabajo sexual. Obviamente no fue instantáneo, tuvieron sus miedos. Miedo a que me hagan daño, a que me pase algo, a que se aprovechen de mí, a que me pasen alguna enfermedad, lo normal. Pero cuando vieron que yo me cuido, que soy muy astuta, que no dejo que se aprovechen de mí...se calmaron. Ellos siempre vieron mi fortaleza”.

Así que aquello que antes Leandra guardaba ahora es algo que muestra con orgullo. “No tengo vergüenza en decir que cambié de rumbo temporalmente para hacerme de una estabilidad económica que nunca tuve en mi vida”, asegura. Y no es sólo la plata: “A mí me encanta mi trabajo. Yo soy excelente trabajadora sexual”.

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“¿Por qué? Porque sé que no sólo se trata de buen sexo, hay que saber entrar en la mente de los clientes, entender qué les pasa, cuáles son sus conflictos, ayudarlos a aceptarse”.

"Hay que saber entrar en la mente de los clientes", sostiene
"Hay que saber entrar en la mente de los clientes", sostiene

Apenas llegan, cuenta, “trato de sacarles el molde que tienen de la pornografía, de cómo creen que es estar con una chica trans. Y los hago sentir escuchados: hay muchos traumas, hay mucho abuso sexual masculino del que no se habla”.

No atiende de noche -“la hora de los vicios, donde aparece la gente más turbia”- sino de día: “El mediodía es mi momento de mayor trabajo, ahí es cuando todos los piratas se escapan del trabajo supuestamente para almorzar”, se ríe.

Cobra en pesos, “pero tomo el equivalente al blue”. Esto es, asegura, entre 3.000 y 8.000 dólares al mes, o sea, entre 900.000 y casi 2.500.000 de pesos mensuales.

En una sesión de fotos para la revista Marie (Foto gentileza Natasha Ygel)
En una sesión de fotos para la revista Marie (Foto gentileza Natasha Ygel)

“Cuando veo cómo se retiran los caballeros que me visitan me resulta muy gratificante. Hombres que llegan con mucha ansiedad y no se esperaban irse de mi casa con tanta paz interior, con tanta resolución, viendo que alguien los entiende, los escucha. Es tan gratificante que para mí es una tarea social, lo mismo que la Medicina. Yo siempre pensé con esa perspectiva: cómo puedo ayudar al mundo”.

No le gusta el sexo a través de pantallas. “Para mí no hay nada más efectivo que mirar a los ojos”, dice. Y atiende en el departamento en el que vive con su marido, “la forma de saber que alguien está velando por mi seguridad”.

Sí, quiero

Junto a Lucas, su marido, el día en que se casaron
Junto a Lucas, su marido, el día en que se casaron

Leandra y Lucas se pusieron en pareja hace casi tres años y en febrero se casaron.

“Mi marido había hecho películas porno en secreto y luego siguió dedicándose a la administración de empresas, era gerente de restaurantes. La gastronomía es muy explotadora, más a ese nivel tan alto, y con los años se fue cansando, le fue quemando el cerebro. Cuando lo conocí estaba triste”, sigue.

“Yo le hice dar cuenta de que si había hecho porno, había sido trabajador sexual y que eso era algo que no tenía por qué ocultar, si a.. él le gustaba.”.

“¿Lo conociste como cliente?”, es la pregunta que muchos le hacen, y la respuesta es no: lo conoció por una aplicación de citas y en la primera cita ella le dejó en claro a qué se dedicaba. “¿Atienden juntos?”, es la otra. “A veces sí, especialmente a parejas swingers, otras no, cada uno con lo suyo”.

"Practicamos el amor libre", cuenta
"Practicamos el amor libre", cuenta

Y fue en febrero, antes de casarse, que tuvieron la charla que terminó plasmada en los papeles:

“Esto de estar siempre viviendo de incógnito, en una suerte de doble vida, manejando las cosas para que sólo se vea la cara bonita…”, toma carrera. “Así que dijimos ‘¿qué vamos a hacer? ¿le vamos a mentir al Estado? Porque en ese momento solo estábamos viviendo de nuestros ingresos del trabajo sexual, ¿qué ibamos a poner?”.

Y fue con esa premisa que llenaron el certificado de matrimonio y en el ítem “profesión” pusieron eso: “Trabajadores sexuales”.

La entrevista termina, Leandra se saca el micrófono, se acomoda el vestido para irse. No habló de posiciones, de morbos, de pedidos sexuales extraños sino de emociones, de ansiedades, de la mente de los clientes, y eso da una pista.

¿Piensa en retomar los estudios en la UBA? Tal vez, pero más que en las aulas de Medicina, piensa en las de Psicología.

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