Su sonrisa inconfundible, su frescura y unas piernas interminables enfundadas en botas bucaneras conquistaron a una audiencia ávida de comedias románticas. Corría 1990 y Julia Roberts iniciaba un ascenso meteórico cinematográfico, en el rol de una prostituta, en Pretty Woman (Mujer Bonita) en una historia de amor más parecida a un cuento de hadas que otra cosa, junto a Richard Gere, en la piel de millonario, que sí, consumía prostitución, pero en esos tiempos nadie cuestionaba el guión. Ese año, la película que terminaba con final feliz, se convirtió en una de las favoritas, pero no fue la más taquillera del año. Demi Moore y Patrick Swayze habían arrasado con Ghost. Otra historia de amor que trascendía lo terrenal.
Julia Roberts no solo supo ganarse un lugar en Hollywood, sino también convertirse en una de las actrices más admiradas y mejor pagas del mundo. Sus películas más celebradas, que todavía suelen aparecer en la programaciones de televisión porque nadie se cansa de verlas, fueron principalmente comedias románticas: Mujer Bonita, Novia fugitiva, Notting Hill y La boda de mi mejor amigo, son clásicos absolutos, imperecederos, títulos por los que pronto se ganó el apodo de “La novia de América”. Por un largo tiempo, la norteamericana puso una pausa a la comedia. Pero no porque no le guste, o por no quedar encasillada, que de hecho no lo estaba porque abarcó varios géneros, incluido el suspenso. Dejó la comedia, porque simplemente los guiones no estaban a la altura de sus expectativas.
Hoy Julia Roberts cumple 55 años y quien quiera verla en su regreso a una comedia, el género que mejor le sienta, todavía está tiempo de verla en el cine. Volvió de la mano de George Clooney, en Viaje al paraíso. Se trata de una pareja divorciada que viaja a Bali para evitar que su hija, que está muy enamorada, cometa el mismo error que ellos 25 años atrás: casarse. Ya no rompe la taquilla como antes, pero al público siempre le da gusto verla.
En una última entrevista que le dio a The New York Times Magazine dijo que “a veces el público malinterpreta la cantidad de tiempo que pasó sin hacer comedia romántica como si yo no quisiera hacerla”. Y aclaró el asunto: “Si hubiera leído algo que pensara que tenía el nivel de escritura de Notting Hill o el nivel de diversión loca de La boda de mi mejor amigo lo habría hecho. Simplemente, no existían”.
La buena elección de guiones contribuyó a una carrera llena de aciertos.
Su infancia e inicios
Julia Fiona Roberts nació el 28 de octubre de 1967 en Atlanta, en el estado de Georgia, en el seno de una familia que vivía al día. Su padre Walter Grady Roberts, era un vendedor de aspiradoras y su madre Betty Lou Bredemus, secretaria de una iglesia. Ambos tenían vocación actoral y un taller de teatro en funcionamiento. Se trataba de la Asociación de Actores y escritores de Atlanta, la primera organización teatral de ese estado de carácter interracial. Por ese motivo, se ganaron el reconocimiento de Martin Luther King y su esposa, quienes enviaban a esas clase a su hija Yolanda, Cuando nació Julia, ellos se hicieron cargo de los gastos del hospital.
A pesar de las pasiones que los unían, el matrimonio terminó en divorcio cuando Julia tenía cinco años. Ella es la menor de tres hermanos. Eric (1956) y Lisa (1965) quienes también siguieron la tradición familiar y se dedicaron a la actuación. Lo que la madre de Julia llamaba “la enfermedad de la familia”.
En 1972, cuando sus padres se divorciaron, los hermanos también quedaron separados. Eric optó por vivir con su padre mientras que Lisa y Julia se mudaron con su madre a Smyrna, en el mismo Estado, donde ese mismo año se casaría con Michael Motes. Un matrimonio que terminó muy mal una década después, con acusaciones de maltrato por parte de su madre, que dijo que ese casamiento había sido “el mayor error de su vida”. Fruto de esa relación, en 1976 nació su medio hermana Nancy Motes, quien se cree que murió de sobredosis en 2014.
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La infancia de la actriz no fue precisamente color de rosa. A la violencia que denunció su madre, en la casa donde ella vivía, se sumó una pérdida terrible para la pequeña Julia. Tenía tan solo 9 años y su papá, a quien quería tanto y mantenía un vínculo estrecho, moría de un cáncer de laringe.
Julia iba a la Griffin Middle School y finalizó sus estudios en la Campbell High School, donde también aprendió música. Ejecutaba un clarinete en la banda escolar. Su primera vocación era ser veterinaria, aunque a la hora de elegir se inclinó por el periodismo. “La enfermedad de la familia” surtió efecto para que la actuación terminara dominando sus aspiraciones. Además, su hermano Eric, había probado suerte en la actuación y había logrado entrar a ese mundo reservado para pocos.
Así que con su hermana Lisa se mudaron a Nueva York, para iniciar su impresionante carrera de actriz.
Primero logró un papel en la película Firehouse, donde ni apareció en los créditos. En su búsqueda laboral, y con lo contactos de su hermano, fue tentada para ser modelo. La Agencia Click se había fijado en su altura de 1.78 mts., sus largas piernas y sus 52 kilos, y la quiso para su staff. Pero Julia rechazó la oferta. Sus sueños eran mayores.
Después de haber participado de Mistyc Pizza (1988), su hermano le consiguió trabajo en la película que él protagonizaba, Blood Red (1989), un drama que no tuvo mayor repercusión, pero ganó experiencia en su camino directo al estrellato, repentino, inmediato. Lo de la novia de América fue un flechazo.
La siguiente película, anterior a Pretty Woman, fue Magnolias de acero, al lado de las consagradas actrices Shirley MacLaine y Sally Field. Por ese papel Julia fue nominada al Oscar y recibió un Globo de Oro como mejor actriz de reparto. Nada mal para empezar. Si por Mystic Pizza recibió 50 mil dólares, en ese filme su paga se vio duplicada. Por Mujer Bonita cobró 300 mil dólares. Poco en relación a lo que continúa.
Llegó a su primer millón de dólares con la película de suspenso Durmiendo con el enemigo (1991). Ese mismo año, en Capitán Garfio, negoció un poco más y obtuvo 7 millones. En La boda de mi mejor amigo (1997), trepó a los 12. En Notting Hill (1999), el taquillazo junto a Hugh Grant, se aseguró unos 15 millones. Al año siguiente, con su destacada labor interpretativa en Erin Brockovich, su cachet alcanzó los 20 millones, convirtiéndose en la actriz mejor paga de la historia. Y con esa película, además de elogios y una recaudación de 256 millones de dólares, recibió un Oscar como mejor actriz, un Globo de Oro, el Bafta, y el Premio del Sindicato de actores a la mejor actriz protagonista.
A la par de sus resonantes éxitos, su vida amorosa se desarrollaba como una continuidad de relaciones fallidas. Hubo una historia en particular que intentó ocultar para mantener su vida privada alejada de los flashes, pero fue lo suficientemente escandalosa para que se filtrara. Fue el triángulo amoroso con Kiefer Sutherland, a quien había conocido durante el rodaje Línea Mortal y el actor Jason Patrick.
En 1991 la actriz de Pretty Woman tenía todo listo para casarse con otra estrella, Kiefer Sutherland. La fecha de la boda había sido marcada para el 14 de junio. La actriz que casi 10 años después fue la protagonista de Novia fugitiva, en ese momento canceló todo días antes de la boda y se fue de viaje a Irlanda, con uno de los mejores amigos de Kiefer, también actor. El casamiento quedó en el olvido, la nueva pareja Roberts-Patrick duró un suspiro y los amigos con el paso del tiempo lograron dejar esa historia atrás y recuperaron el vínculo. “Amigos hasta el final”, dijo Sutherland en un podcast a Patrick, sin una pizca de rencor.
La belleza y la fama le garantizaron a Julia un romance detrás del otro, pero de ninguna manera lograba disfrutar de una estabilidad. Salió con Daniel Day-Lewis, Liam Neeson. Se la relacionó con Matthew Perry, por mencionar algunos. En 1993 se casó con un cantante de música country, Lyle Lovett. La boda se hizo una iglesia luterana en Indiana, mientras él realizaba una gira. No llegaron a cumplir los dos años de casados y llegó el fin de la historia de amor. A los tres años, cuando ganó el Oscar, asistió a la ceremonia acompañada por Benjamin Bratt, actor de Ley y orden. A los tres años anunciaron su ruptura. Ella lo calificó como un “amable y tierno final”. Estaba acostumbrada a los finales.
En 2002 volvió a dar el sí. Esta vez en una relación que perduró y rompió la mala racha. El marido, Danny Moder es un camarógrafo que conoció en el rodaje de El Mexicano. Con él tuvo tres hijos, que le cambiaron la vida. Puso su carrera en pausa para ocuparse de sus hijos que hoy ya son adolescentes. Los mellizos Hazel Patricia y Phinnaeus Walter nacieron en noviembre de 2004. Años después, llegó Henry. Su matrimonio lleva más de 20 años y se los ve enamorados según las pocas imágenes que circulan. Viven en Malibú, California, alejados de las cámaras.
Hoy la actriz norteamericana revela que lo que más la gratifica es su papel de madre y esposa: “Si hablamos de valores, la familia es lo único que importa. La fama es una brisa pasajera. Lo importante es tener una piedra de toque que te recuerde quién eres”.
A juzgar por las fotos, su sonrisa lo dice todo.
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