El lujoso Learjet estaba con todos sus pasajeros a bordo y a punto de despegar desde un pequeño aeropuerto de Charlotte, en Carolina del Norte, el 27 de octubre de 1985 cuando el piloto debió apagar los motores porque el avión quedó rodeado de autos de los que bajaron agentes del FBI fuertemente armados.
De haber llegado dos minutos más tarde, el avión hubiera partido hacia Bermudas y Bhagwan Shree Rajneesh, conocido mundialmente como Osho, habría escapado de las manos de la justicia estadounidense, que hacía tiempo lo tenía en la mira.
Venía viajando en auto desde Oregon con un grupo de discípulos - conocidos como neosanniasins -, algunos de los más cercanos, y se disponía a salir del país porque sabía que sus horas en libertad estaban contadas.
Luego de una larga investigación, cuatro días antes un jurado federal había emitido treinta y cinco cargos contra él y esos discípulos por conspiración de evadir las leyes de inmigración. Los abogados de Osho sabían que esas primeras acusaciones abrirían las puertas a otras mucho más graves, entre ellas la temible de bioterrorismo. Por eso, el gurú tenía que irse.
Hasta entonces, casi todo el mundo conocía una sola de las caras del maestro espiritual nacido en Bophal, India, en 1931. Era el rostro que él mismo y un eficaz aparato de marketing habían querido mostrar: la del gurú de la libertad sexual, best seller en el mercado de los libros new age, capaz de criticar a Mahatma Gandhi por su “exaltación de la pobreza” y de decir que la vida espiritual no debía estar peleada con el dinero, como lo demostraban sus posesiones terrenales, entre ellas una flota de 93 Rolls Royce.
En cambio, casi nada se sabía de lo que podría llamarse su prontuario delictivo: lavado de dinero, engaño a las autoridades migratorias, sometimiento de personas dentro de sus ashram - tanto en la India como en Estados Unidos - armado de una suerte de ejército privado para aislar sus territorios, presiones a vecinos de un tranquilo pueblo de Oregon para que se desprendieran de sus tierras e, incluso, de un ataque bacteriológico utilizando salmonella.
A partir de la detención, ese aspecto oscuro de su vida – que años después reflejaría de manera lograda el documental Wild Wild Country, dirigido por Maclain y Chapman Way – salió a la luz, a la vez que empezó a tejere una leyenda nunca comprobada sobre su muerte, cinco años más tarde.
Un chico polemista
Osho nació con el nombre de Chandra Mohan Jain y fue el primero de once hermanos, hijos de un comerciante de telas de la India. Cuando ya había construido su personaje espiritual contaría que esos años fueron determinantes en su vida, porque lo dejaron crecer con libertad.
En la escuela secundaria se destacó como muy buen estudiante, pero también como un polemista feroz, que debatía tanto con sus compañeros como con sus maestros. Eso le costó que lo echaran de varios colegios, hasta que el último de ellos, el Jainista, en Jabalpur, le permitió dar exámenes libres sin tener que asistir a las clases.
Estudió filosofía en la Universidad de Sagar y en 1958 comenzó a enseñar la materia en la Universidad de Jabalpur, donde fue promovido a catedrático dos años después.
Al mismo tiempo, comenzó a viajar por todo el país bajo el nombre de “Acharia Rajnísh”, dando conferencias críticas acerca del socialismo y Gandhi. Sus argumentos sobre Gandhi se basaban principalmente en una crítica hacia la romantización de la pobreza como modo de vida que llevaba hacia la pureza del alma. También criticó a las religiones ortodoxas de la India a las que calificaba de “muertas”, llenas de rituales vacíos, que oprimían a sus seguidores con los miedos de ser condenados.
De ahí a crear su propia filosofía espiritual había un solo paso.
El “gurú del sexo”
Así se largó a dirigir encuentros de meditación, que duraban entre 3 y 10 días, donde además daba unas charlas para elevarse “del sexo a la superconciencia”, donde proponía una aceptación más libre de la sexualidad. La prensa india empezó a llamarlo el “gurú del sexo”.
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También planteaba que la religión era un arte para disfrutar de la vida y el sexo una herramienta para hacerlo, lo que unía a fuertes críticas a las religiones convencionales, a las que acusaba de proponer vidas miserables a sus feligreses.
Enseñaba su propia técnica de meditación, a la que llamó “Meditación Dinámica”, una práctica en cinco fases que llevaban a liberar los sentimientos en oposición al silencio y la quietud que proponían otras formas de meditación
El 26 de septiembre de 1970 inició su primer grupo de discípulos o “neo-sanniasins” en esta técnica de meditación y cuatro después fundó su primera casa de meditación, o ashram, en Pune.
Allí, además de la “Meditación Dinámica” empezó a desarrollar prácticas de sexo libre ente los asistentes y también otros tratamientos – los llamó terapias – que requerían el uso de la violencia, como contracara del silencio y la quietud. Llegó a haber heridos entre los participantes, ya que no se trataba de simular violencia sino de ejercerla sobre los demás, incluso con palos.
Mientras tanto, el dinero de los discípulos entraba a raudales en el ashram de Pune, donde Osho seguía planteando que la elevación espiritual que permitía alcanzar la felicidad no era opuesta al dinero, sino todo lo contrario. Se calculaba que unas 30.000 personas por año iban al ashram a recibir las enseñanzas de maestro y las agradecían dejando su óbolo.
Así llegó a finales de la década de los ‘70, cuando las autoridades indias empezaron a vigilarlo. La investigación comenzó por el uso de la violencia en las sesiones terapéuticas, pero pronto se descubrió que en el ashram también se comercializaban drogas.
Era hora de buscar nuevos destinos y Osho puso la mira en los Estados Unidos.
Destino: Oregon
El 13 de junio de 1981, Swami Prem Chinmaya, el marido de la asistente principal de Osho, Ma Anad Sheela compró por 5.75 millones de dólares un rancho con un terreno de 260 kilómetros cuadrados, ubicado entre los condados de Wasco y Jefferson, en Oregon. Lo llamaron “Rancho Rajnísh”.
Osho llegó el 29 de agosto, luego de entrar a los Estados Unidos con una visa de turista y se instaló allí. Para entonces, había cientos de discípulos que habían llegado de diferentes lugares del planeta.
Allí, en lugar de dar sus encendidas conferencias y conducir las terapias, el maestro se guardó a silencio, una verdadera mudez que duraría tres años. Mientras tanto, bajo las órdenes de Sheela, los discípulos trabajaron como mano de obra prácticamente esclava para construir las enormes instalaciones del ashram. Había máquinas de todo tipo, la inversión era multimillonaria.
Sheela dirigía prácticamente todo. De tanto en tanto, Osho se comunicaba con sus seguidores mediante un video. Vivía recluido en su refugio dentro del rancho y cuando salía – muy pocas veces – solamente sonreía y saludaba.
El silencio de Osho creó conflictos dentro del propio ashram, donde había descontentos por el accionar del grupo dirigente que obedecía a Sheela, que fungía como representante del maestro, aunque Osho nunca dijo que lo era.
Para solucionar el conflicto, Sheela creó su propio ejército privado. La excusa fue la relación cada vez más tirante cono los vecinos del pueblo vecino, que rechazaban la creciente influencia del ashram, pero los hombres armados que respondían a la asistente del maestro también controlaban el trabajo de los discípulos, e incluso les impedían salir de los límites del rancho.
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Trampas y bioterrorismo
Las versiones son contradictorias. Sheela dijo que fue idea del maestro Osho, el gurú diría después que jamás había conversado el tema con ella. La cuestión fue que para 1982 surgió dentro del ashram el proyecto de transformar el campamento en una ciudad, a la que se llamaría Rajnishpuram, incorporando dentro de ella al pueblo más cercano, The Dalles.
Los habitantes de The Dalles, con las costumbres conservadoras de los Estados Unidos profundos y dedicados fundamentalmente a la agricultura y la ganadería en pequeñas parcelas, ya veían con malos ojos la llegada de esa suerte de hippies que se habían instalado en el antiguo “Rancho del Lodo”, como se llamaba antiguamente a los terrenos del ashram, y cuando se les propuso la idea se opusieron de manera casi unánime.
Sheela no se amilanó e hizo traer a personas sin techo de distintas ciudades del estado con la promesa de darles viviendas. La idea era que votaran a favor de un candidato del ashram en las siguientes elecciones municipales para que, desde la alcaldía, impusiera la creación de la nueva ciudad.
La movida salió mal y los indigentes terminaron deambulando por The Dalles sin que nadie se ocupara de ellos hasta que las autoridades de Oregon los “repatriaron” a sus lugares de origen.
Para entonces, la situación dentro del ashram había empeorado. La mayoría de los discípulos no estaba de acuerdo con los planes de expansión, simplemente querían meditar. Tampoco querían seguir trabajando como bestias sin recibir nada a cambio. Cuando lo plantearon en una asamblea, la respuesta de Sheela fue incrementar las fuerzas de su ejército privado.
Ella – o quizás Osho – tenía un nuevo plan. Si los habitantes de The Dalles no aceptaban la creación de la nueva ciudad por las buenas, deberían hacerlo por las malas, y esas malas podían incluir la evacuación forzada o la muerte.
A fines de 1983, un grupo del entorno de Sheela contaminó con salmonella la red de agua potable de The Dalles. Se desató una crisis sanitaria: la mayoría de los habitantes del pueblo se enfermó, aunque no se produjeron muertes.
Fue el primer caso confirmado de terrorismo químico o biológico perpetrado en los Estados Unidos.
Órdenes de detención
Después del atentado, Osho decidió salir de su mutismo para decir que él no tenía nada que ver ni con la contaminación del pueblo, ni con el ejército privado dentro del ashram ni de otros delitos que ya estaban siendo investigados por el FBI. Que esas habían sido decisiones y acciones de Sheela.
Para entonces, la que había sido su asistente principal y discípula preferida estaba en Europa, acompañada por su entorno.
Durante los meses que siguieron, los abogados de Osho intentaron primero detener las investigaciones y luego evitar la detención del “gurú del sexo”, pero sus recursos legales se fueron agotando.
El 23 de octubre de 1985, una corte federal emitió la orden de detención de Osho por 35 cargos. El menos grave pero más eficaz era que había entrado a los Estados Unidos con visa de turista y cuatro años después permanecía ilegalmente en el país.
Osho y un grupo de discípulos elegidos huyeron del ashram esa misma noche, mientras se armaba un operativo para sacarlo del país. Casi lo logra: como se dijo al principio de esta nota, el 27 de octubre el FBI logró detener el avión privado en el que pretendía huir cuando ya tenía los motores encendidos para despegar.
En su poder tenía 58.000 dólares en efectivo y joyas por valor de más de un millón.
El “maestro” fue separado de sus discípulos y pasó siete días detenido en la ciudad de Charlotte, desde donde lo enviaron a Oklahoma. Allí, el gurú fue retenido, incomunicado y forzado a registrarse bajo el seudónimo de David Washington en la cárcel, supuestamente para su protección.
“Creo que intentaban matarme. Si alguien mataba a un preso llamado David Washington a nadie le importaría. Matar a Osho, en cambio, habría sido un escándalo”, dijo después.
Existen versiones, nunca comprobadas, que sostienen que cuando estuvo preso lo inocularon con una sustancia que empeoraría su diabetes y lo mataría lentamente.
Diez días después, comenzó el juicio en Portland. Sus abogados lograron un acuerdo por el cual se declaró culpable de dos de los 35 delitos que se le imputaban, los más fáciles de probar y con penas más leves.
Se le concedió una sentencia suspendida de diez años, cinco años de libertad condicional y una multa de 400 mil dólares por costos de sanciones y procesamientos, además de la obligación de salir de los Estados Unidos y no regresar durante al menos cinco años sin el permiso del fiscal general.
La aventura norteamericana de Osho había terminado.
Un paria millonario e itinerante
El problema era que ningún país lo quería. Las autoridades indias se negaron en un principio a recibirlo, por lo cual Osho emprendió una suerte de gira mundial buscando donde recalar y ser aceptado.
Casi lo logra en Uruguay, donde estuvo dos semanas y pretendió comprar una casa el Punta del Este para que el gobierno le otorgara la residencia.
Estaba a punto de lograrlo cuando una llamada desde Washington al presidente Julio María Sanguinetti frenó todo. Le dieron una opción sencilla: si le la residencia al gurú, la deuda de seis millones de dólares que Uruguay tenía con Estados Unidos debía ser pagada inmediatamente y no se autorizarían más préstamos.
Finalmente, las autoridades indias permitieron que volviera a Pune, en el antiguo “ashram”. Su salud estaba ya muy deteriorada por la diabetes.
Murió allí el 19 de enero de 1990. Algunos de sus discípulos sostienen que fue porque hubo visitantes al “ashram” que le tiraron malas energías; otros siguieron hablando de una droga desconocida que le inyectaron en la cárcel de Oklahoma.
En su tumba hay un epitafio que reza: “Osho Nunca Nació, Nunca Murió, Solo Visitó este Planeta Tierra entre el 11 de diciembre de 1931 y el 19 de enero de 1990″.
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