Después de sufrir dos aneurismas en 2011 y 2013, la estrella de Game of Thrones, Emilia Clarke fue capaz de contar lo que le había ocurrido. A pesar de los faltantes de su masa cerebral dijo que sorprendentemente podía hablar. Aunque hubo un momento en que se quiso morir. No recordaba cómo se llamaba y balbuceaba palabras sin ningún sentido.
Contó lo sucedido en una nota muy conmovedora escrita en primera persona, en The New Yorker, donde decía que justo en el momento en que todos sus sueños de la infancia se estaban cumpliendo, casi pierde la cabeza y la vida. Era marzo de 2019 y por primera vez revelaba en detalle al mundo lo que había sufrido.
Estaba en su gran momento. Acariciando el cielo. Había terminado de grabar la primera temporada de la popular GOT, la entonces nueva serie de HBO, una adaptación de las novelas A song of Ice and Fire, de George R. Martin. La actriz reveló que cuando la convocaron casi ni tenía experiencia profesional. En su currículum abundaban otro tipos de empleos como barista, mesera, telefonista de call center. De manera que en un corto lapso de tiempo se convirtió en una cara conocida en todo el mundo, en la poderosa princesa Daenerys Targaryen, de larga melena de un rubio platinado, ojos color púrpura y túnica. La “madre de dragones”, un personaje que fue creciendo a lo largo de los 62 episodios en los que participa como una de las figuras centrales.
Tenía 23 años, falta de experiencia y toda la atención del mundo encima. De manera que sintió demasiado estrés. Más que estrés. Terror. Tenía que demostrar su valía a los creadores de la ficción David Benioff y D.B Weiss que habían confiado en ella en para ese rol tan destacado. “Me sentí de muchas maneras expuesta. En el primer episodio, aparecí desnuda y en las conferencias de prensa siempre me hacen la misma pregunta, con algunas variaciones: ‘Interpretas a una mujer fuerte, y sin embargo, te sacás la ropa. ¿Por qué?’ Entonces, en su mente se respondía: “¿A cuántos hombres tengo que matar para probarme?”
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La joven inglesa decidió combatir el estrés haciendo ejercicio con un entrenador. El 11 de febrero de 2011 se encontraba en el gimnasio de Crouch End cuando empezó a sentirse mal. Un dolor de cabeza se hacía más agudo. Y era tanta la fatiga repentina que se puso las zapatillas con mucho esfuerzo. Para iniciar el entrenamiento, hizo una fuerza que no era normal.
“Sentí como si una banda elástica me apretara el cerebro. Intenté ignorar el dolor, pero no pude. Le dije a mi entrenador que tenía que tomar un descanso”, relató. Ya en el vestuario, al que llegó casi arrastrándose, “el dolor me ataladraba la cabeza cada vez más. Sabía lo que estaba sucediendo: mi cerebro estaba dañado”.
Tiene el recuerdo fiel de un momento devastador, para alguien joven y fuerte, que gozaba de plena salud. Movió los dedos de las manos y de los pies y para mantener su mente activa, empezó a repetir líneas del guión de GOT que estaba estudiando. Después escuchó el sonido de una ambulancia, recuerda haber vomitado, veía borroso. Así llegó a la sala de emergencias del Hospital Whittington, donde fue operada justo a tiempo.
Los segundos contaban. Había tenido un aneurisma, una ruptura arterial. Y después supo que un tercio de las personas que lo padecen, mueren inmediatamente o tiempo después. Y que si quería vivir, y evitar secuelas debía operarse con urgencia para sellar el aneurisma, porque existía un riesgo muy alto de una segunda hemorragia, que suele ser mortal.
La duración de la operación fue de tres horas. Pero todavía no había llegado lo peor. Se despertó con un tubo en la garganta, naúseas y tenía el campo de visión restringido. Tras superar los días más riesgosos, una enfermera le propuso un ejercicio cognitivo y le preguntó cómo se llamaba. “Mi nombre completo es Emilia Isobel Euphemia Rose Clarke, pero no podía recordarlo. Palabras sin sentido salieron de mi boca y entré en pánico”, cuenta la actriz, que jamás había sentido tanto miedo, de ver que su carrera y su vida se iban por la borda. “Necesitaba recordar mis partes de un guión, pero ahora ni siquiera podía recordar mi nombre”.
Como consecuencia del trauma cerebral que había padecido empezó a sufrir afasia. De su boca salían palabras incoherentes. Si no podría volver a comunicarse, hacer uso del lenguaje, que significaba su vida entera, nada tendría sentido. Por eso le pidió a los médicos “que la dejaran morir”. Tenía la lucidez suficiente para darse cuenta de lo que le estaba pasando.
Volvio a la terapia intensiva y a la semana, superó la afasia. Recordó su nombre y pudo volver a poner en palabras sus pensamientos. Al cabo de un mes, salió del hospital, sabiendo que había dado una batalla terrible y milagrosamente ya se preparaba para volver al set de Game of Thrones. Sin embargo, no se habia quedado tranquila del todo. Estaba bajo estricta vigilancia porque tenía otro pequeño aneurisma en el otro lado de su cerebro y que podría detonar en cualquier momento. Y por otra parte, continuaba sintiéndose débil, con fatiga y le habían indicado morfina para los dolores. Ya no era la misma. Durante la segunda temporada de la serie, aunque no se haya notado, la inglesa hizo un esfuerzo descomunal para responder en el set. Fueron batallas en lo cotidiano, pero el show debe continuar, se dijo.
En 2013, mientras estaba en Nueva York haciendo una obra en Broadway, Holly Golightly, llegó el momento de la segunda operación. Después de un scan cerebral, que lo hacía donde se encontrase, el médico le dijo que había que actuar. Al salir de la operación, despertó gritando de dolor. Había una hemorragia y hubo que volver a operarla si quería seguir con vida. Y volvió a lograrlo. Salió de la intervención con piezas de titanio en el cráneo, una cicatriz que el cruza el cuero cabelludo hasta la oreja y milagrosamente habilidades cognitivas continuaban intactas. Ninguna secuela.
“La recuperación fue aún más dolorosa de lo que había sido después de la primera cirugía. Parecía que había pasado por una guerra más espantosa que cualquiera que haya experimentado Daenerys”, comparó la estrella de GOT. Este segundo evento, la dejó hecha pedazos. Estaba convencida que no iba a vivir mucho.
Hoy Emilia Clarke festeja sus 36 años, en Londres, su ciudad de nacimiento. No faltó en una sola temporada de GOT y vio el final de la serie que marcó su vida. Luego, filmó varias películas, de toda clase de géneros, desde ciencia ficción hasta comedias románticas y tiene muchos proyectos por delante.
Después de estas experiencias traumáticas, Clarke decidió fundar una organización benéfica, llamada Same You. Su fin es ofrecer tratamiento a las personas que se recuperan de lesiones cerebrales. Hoy continúa infinitamente agradecida a su familia, que no se movió de su lado minuto a minuto. Y no hay día que no se acuerde de su padre, que murió de cáncer en 2016. “Nunca podré agradecerle lo suficiente por tomarme de la mano hasta el final”, expresó.
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