Megan McAllister no podía creer tener tanta suerte. El más inteligente y el más buenmozo de los residentes médicos voluntarios de emergencias, Philip Markoff, la miraba de reojo, una y otra vez. Ese mismo día, un poco más tarde, él se acercó para conversar. Dos años menor que ella, Philip era la promesa de la clase. Insistente y bello, con el flequillo dorado desaliñado sobre su frente y una tierna mueca infantil, no demoró en seducir a la joven de la alta sociedad norteamericana que seguía su misma vocación: la medicina. De espalda ancha, con su metro ochenta y tres y su cuerpo musculoso, el príncipe de ojos azules, se arrimó con su guardapolvo blanco desabrochado y fue encantador.
La novela rosa había comenzado ese día de sol en la sala de urgencias, pero provocaría una secuela que ingresaría al género true crime: un policial norteamericano de los más negros y taquilleros. Aunque para esa mutación argumental faltaban unos cuatro años. Vamos a la historia.
De dónde venía él
Philip Markoff nació el 12 de febrero de 1986 en Sherrill, Nueva York, Estados Unidos, y fue el segundo hijo de la pareja formada por Susan Haynes y Richard Markoff, un odontólogo procedente de la ciudad de Siracusa. Lo precedió por un par de años, Jonathan Markoff.
Cuando sus padres se divorciaron no fue una tragedia familiar. Su padre volvió a Siracusa y se llevó a Jonathan, el mayor. Él se quedó con su madre quien se volvió a casar con el banquero Gary Carroll, con quien tuvo una hija más en 1991. Philip vivía una cómoda vida de clase media y, según los vecinos que lo conocieron en esa etapa, era un chico dulce que demostraba gran voracidad intelectual.
Años después, la madre de Philip volvió a divorciarse y la hija mujer quedó viviendo con su padre. Pero a pesar de estos vaivenes emocionales parentales, la vida familiar para Philip fue relativamente tranquila. Terminó el secundario en 2004 con excelentes calificaciones. En el colegio era miembro de la Sociedad Nacional de Honor, del Club de Historia y era parte del team escolar en bowling y golf.
Philip había crecido y se había convertido en un joven serio, respetuoso, de excelentes modales y con gran sentido del humor. Nada presagiaba tormenta. Sentía una vocación marcada: quería ser médico. Por ello ingresó a la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, donde empezó a estudiar biología para luego poder seguir con medicina. Fue estando allí, como voluntario en el área de emergencias del Centro Médico de Albany, que conoció en el 2005, cuando solo tenía 20 años, a la mujer de su vida. La rubia y atractiva Megan McAllister (22), provenía de una familia tradicional de Nueva Jersey. Ella era, también para él, una candidata ideal. Se enamoraron. Parecían encarnar la pareja ideal.
En 2007, Philip terminó de estudiar en Albany con la puntuación máxima, summa cum laude. Rápidamente aplicó para varias escuelas de medicina para continuar su carrera. Su mente brillante le abrió las puertas de varias universidades y él escogió la selecta Escuela de Medicina de la Universidad de Boston.
Philip y Megan no querían que las residencias médicas los separaran. De hecho, Megan no aceptó la que le había tocado porque la llevaría lejos de Philip por mucho tiempo. Por ello, optó por instalarse junto a él en un departamento en el número 8 de Highpoint Circle, en Quincy, un suburbio de Boston. Mientras, seguía buscando estudiar cerca y algún trabajo para ayudar a la economía de pareja. Por esos meses, un problema de columna la llevó al quirófano e interrumpió su desarrollo personal por un largo tiempo. Antes de que Philip empezara a cursar su segundo año de la universidad decidieron no esperar más y el 17 de mayo de 2008 se comprometieron.
Poco después del compromiso pusieron fecha para su boda al año siguiente, en pleno verano: 14 de agosto de 2009.
Su espalda no permitía esfuerzos y Megan no conseguía trabajos part time. Se dedicó entonces a organizar la ceremonia de matrimonio. Durante los primeros meses del 2009 escribieron el guión del cuento de hadas que iban a protagonizar: la recepción sería en un lugar sobre la playa; tocaría la conocida banda B-Street Band y compraron el vestido de novia, signé Vera Wang. Los vestidos del cortejo fueron encargados y en su lista de casamiento escogieron poner un set de valijas que costaba 1.600 dólares con las que esperaban viajar con frecuencia. Eso sí: eran conscientes que después del casamiento la luna de miel sería breve. Ella había aceptado, al fin, una residencia médica en el Caribe que comenzaría a principios de septiembre y que se prolongaría por catorce meses. Estaría un tiempo separados, pero pasarían las vacaciones juntos y se visitarían cada fin de semana largo.
La otra cara del bello Philip
Hubo algunos indicios del descarrilamiento de Philip, pero la ingenuidad de Megan y la habilidad de él hicieron que esos detalles molestos fueran sorteados con facilidad. Estaba, sobre todo, el tema de los malos manejos económicos de él y algunos excesos en el juego… en blackjack y póker. Él le hablaba de su estrés, le pedía perdón y le prometía más y más amor. Megan solo veía sus esfuerzos, cómo estudiaba y lo inteligente que era. Llegaría mucho más lejos que ella y de hecho las mejores universidades lo habían aceptado enseguida. Confiaba en su príncipe perfecto. Lo demás, eran tonterías de juventud.
El lado B de la película romántica que Megan se había hecho, no podría jamás haberlo sospechado. Detrás del flequillo soleado, de los románticos ojos traslúcidos, se escondía una mente profundamente perturbada. Sin señales visibles ni alarmas chillando, el témpano mortal en que se había convertido el amado Philip rasgaba la superficie con su filo hacía un destino inexorable.
Philip sabía manipular a su futura mujer y escondía con éxito a Mr Hyde con sus inconfesables deseos sexuales y sus violentas fechorías económicas. Las ausencias frecuentes de Megan por sus citas médicas por su espalda en Nueva Jersey y la organización de la boda sumadas a las guardias frecuentes que le tocaban a él en el hospital, le otorgaban la coartada ideal. Tenía horas y horas para satisfacer su imaginación antes de volver a los brazos de Megan.
Sin embargo, todo se precipitó el mismo año en el que se iban a casar. Philip vivía sobregirado económicamente, de préstamo en préstamo. Había llegado a deber unos 250 mil dólares. En ese momento acumulaba una deuda de 130 mil. Megan, si bien sabía que vivían de créditos universitarios, no conocía la exorbitante suma del déficit acumulado.
El 10 de abril de 2009, la bailarina y acompañante erótica Trisha Leffler de 29 años, fue hallada atada y amordazada en un cuarto del hotel Westin Copley Place de la ciudad de Boston. Había sido asaltada y humillada a punta de pistola. Relató a la policía que la había contactado un joven por el famoso sitio Craigslist con el que había concertado una cita. Cuando abrió la puerta de la habitación Trisha quedó impactada: su cliente era un joven atlético y muy atractivo. Lo hizo pasar, pero apenas entró él la apuntó con un arma. Llevaba guantes de látex negros.
La hizo tirarse en el piso y la ató para robarle. Como los guantes le molestaban, para borrar su llamada telefónica del móvil de Trisha, se los quitó. Luego, cortó los cables de teléfono de la habitación y la cinta adhesiva con la que cubrió la boca de Trisha. Le robó todo lo que tenía: 800 dólares en efectivo y sus tarjetas de crédito. Sus huellas quedaron perfectamente estampadas en varios lados. No se preocupó por cubrir su rostro y, aunque no intentó abusar de ella, huyó llevándose como souvenir la ropa interior de su víctima. Todo había durado solamente 15 minutos. Lo suficiente para que las cámaras del hotel lo filmaran… Pero como en el sitio de citas no habían usado sus nombres reales no pudieron identificar al atacante.
Un nuevo ataque
El 13 de abril Andy (ese era el nombre falso de Philip en la web) se contactó para una cita de masajes especiales con Morgan (el nombre también ficticio en el sitio Craigslist para Julissa Brisman) a las 16.37. Él le propuso una cita para esa noche o para el día siguiente. Finalmente, el encuentro se cerró con otro mensaje de las 19.03: “Hey Morgan: 10pm mañana es mejor para mí. Gracias, Andy”.
El destino había dado cita: 14 de abril en el piso 20 del hotel Copley Marriott, también en Boston. Philip llegó al hotel a las 21.41 (lo dirán las cámaras de seguridad) y llevaba con él un teléfono móvil descartable para no ser rastreado. Estaba ansioso.
Subió a la habitación y pretendió repetir la operación, someter y robar, pero se encontró con que ella se resistió. Las cosas se desviaron. Furioso la golpeó repetidamente con la culata del arma en la cabeza y le disparó tres veces con su pistola 9 mm semiautomática.
La manager de los servicios que ofrecía Julissa, Mary Beth Simons, no recibió el mensaje habitual de ella diciendo que había terminado su servicio. Le escribió a las 23 horas preguntándole cómo había estado todo. No hubo respuesta. Se quedó dormida y como a las 5.30 Julissa seguía sin contestar volvió a escribirle. Silencio. Alarmada Mary Beth llamó al personal de seguridad del hotel Marriot a las 7.10. La policía ya estaba allí desde hacía horas. Una huésped del hotel había escuchado gritos la noche anterior y había salido al hall donde observó a una mujer tirada en la puerta del cuarto de al lado. Era Julissa que estaba en un charco de sangre y tenía un precinto plástico en una de sus muñecas. La seguridad llamó al 911 y la joven fue trasladada al Centro Médico de Boston. No lo van creer… ¡era el mismo hospital donde hacía su residencia Philip Markoff para convertirse en médico! Pero el homicida tuvo suerte una vez más y Julissa fue declarada muerta minutos después de llegar.
La autopsia demostró que tenía varias fracturas de cráneo y un tiro en el estómago, otro en el pecho y un tercero directo al corazón. Presentaba, además, heridas defensivas en sus muñecas y moretones en el cuerpo. A rasguño limpio la víctima también había recolectado suficiente ADN del asesino bajo sus uñas.
La policía agudizó sus sentidos. Dos mujeres habían sido atacadas en cuatro días en la misma zona de una manera similar. La cámara del hotel mostraba a las 22.06 a un hombre joven rubio, con gorra negra, caminando por el pasillo y subiendo al ascensor. Era muy parecido a las otras imágenes que tenían del atacante de la primera mujer.
Dos días más tarde, el 16 de abril, ocurrió un tercer hecho. Esta vez el agresor se alejó unos 65 kilómetros de la zona de hoteles de Boston que se encontraba en alerta máxima y bajo la estricta mirada de las autoridades. Eligió Rhode Island y, por el mismo sitio Craigslist, se contactó con la bailarina exótica Cynthia Melton. Contrató sus servicios para las 23 horas también desde un teléfono descartable. El lugar escogido para la cita fue el hotel Holiday Inn Express de Warwick.
Mismo procedimiento: una vez adentro sacó el arma, le exigió que se tirara boca abajo en el suelo y la ató con precintos. Esta vez le puso en la boca una pelota de goma -de las que se suelen usar en el sexo sadomasoquista- que ató con unas tiras a su nuca. Philip temblaba mientras buscaba dinero y sus tarjetas por el cuarto y le repetía que no la mataría, que solo quería el dinero.
Pero el marido de Cynthia, Keith Melton, estaba muy atento del otro lado de la pared de la habitación y escuchó un sonido sospechoso. Preocupado, decidió ir a tocar la puerta. El atacante abrió y le apuntó con el arma. Keith dio unos pasos hacia atrás, se tropezó y cayó al suelo. Philip aprovechó el mal paso y huyó por la escalera más cercana. Cynthia había tenido suerte.
Los investigadores ya no tenían dudas de que el sujeto que buscaban era el mismo de los otros dos casos. Si bien no había agredido sexualmente a todas sus víctimas, creían que su accionar se estaba intensificando de una manera peligrosa. Cada vez era más osado.
Rastrearon las imágenes de las cámaras de seguridad, la actividad de celulares en la zona y buscaron el IP de la computadora desde donde se habían concertado las citas. Consiguieron varias imágenes de cámaras de los lugares donde había atacado: el sujeto llevaba campera de cuero oscura, zapatos negros, gorra…
Cuando compararon el dueño de la dirección IP de donde habían salido los mensajes con las imágenes CCTV encontraron que había un gran parecido.
La dirección de IP que daba la computadora era en 8 Highpoint Circle, Quincy, en el área de Boston. El único tema era que esa dirección estaba asociada a un router inalámbrico por lo que cualquiera que estuviera en el departamento podría haber usado esa conexión para hacer las citas… ¿había sido el inquilino del departamento o podía ser otra persona?
El interrogatorio de Megan
El brillante alumno de medicina, como criminal y homicida no había resultado nada inteligente ni se había ocupado de borrar sus rastros. En su descarrilamiento que sucedía a máxima velocidad había dejado huellas por todos lados.
El 20 de abril de 2009, mientras iban en el auto con Megan a divertirse un rato al Casino de Foxwoods de Connecticut, la policía lo detuvo en la autopista Interestatal 95, en Walpole. Philip creyó que lo paraban por exceso de velocidad, pero le dijeron que en realidad querían hablar con él. Megan sostenía que todo era un disparate, que seguro que estaban equivocados, fuera cual fuera el tema que quisieran conversar con su prometido. Además, Philip no tenía ningún registro de haber tenido algún problema con las autoridades en su vida. Ficha limpia.
Megan fue interrogada ese mismo día, en una sala separada, a las 15.03 horas. La entrevistaron los detectives Daniel Duff y Robert Merner.
Detectives: ¿Vive con su novio?
Megan: Prometido. Sí, vivo con él.
-O sea usted vive en el edificio de departamentos
-Sí, pero suelo ir a casa una vez al mes para visitar al médico o para la organización de nuestro casamiento. El matrimonio será en Nueva Jersey. Así que paso mitad de tiempo allí y mitad aquí.
-¿Está trabajando en este momento?
-No. Empiezo la residencia en septiembre.
-¿Cuántos años tiene?
-25. Estaré yendo a una residencia en septiembre en el Caribe.
-Okey. ¿Trabajó previamente?
-No desde mi operación de espalda que fue en 2007. Llevo un año y medio buscando trabajo en Boston, pero no he encontrado nada. Solo puedo hacer trabajos part time por mis problemas de columna. Antes de eso trabajé en un hospital en Nueva Jersey (...)
-¿Quién habitó primero el departamento en Quincy, ¿usted o él?
-Él se mudo primero. Sacó un crédito para pagarlo.
-¿Vive o vivió alguien más con ustedes?
-No. Nunca. (...)
-¿Cuánto pagan de alquiler?
-1400 dólares.
-Y el resto de las cuentas… cable, electricidad…
-No tengo idea… créditos y algo de ahorros míos. Y eso es todo. (...) Yo no manejo eso, no lo sé.
-¿Y qué pasa con los vehículos?
-Él tiene uno y yo tengo una Trailblazer del 2002 que está muerta ahora, sin batería (...)
-El auto de él es…
-Un Toyota Corolla, creo que del 2002, plateado. (...)
-¿Cuántas computadoras tienen?
-Tenemos dos laptops. Ahora, él acaba de comprar una de otro estudiante porque la de él estaba rota… ahora tenemos dos y una rota
-¿Cuándo compró la última?
-Unos días atrás… no sé bien porque no estuve en las últimas semanas en casa. Me contó cuando volví. (...)
-¿Cuándo volvió a casa?
-Mmmmm… el 18…(habla del mes de abril de 2009) cerca de las 18 horas (...)
-¿Qué juega habitualmente en el casino?
-Yo no juego a nada, lo miró a él… Él juega blackjack un par de horas y después vamos a comer, eso es básicamente la salida. (...) No tenemos mucho dinero así que no juega mucho dinero, es poco.
-Cuando usted no está en su casa ¿hablan por teléfono?
-Sí, varias veces al día. (...)
-¿Cuánto tiempo llevan las finanzas así, viviendo de préstamos?
-Desde que empezó la escuela médica…. ustedes saben que mientras se hace la residencia no se puede tener un empleo
Detectives (sacan cuentas): Deben gastar entre 1500 y 2000 dólares como mínimo por mes, básicamente. ¿Los préstamos estudiantiles cubren todo eso?
-Mmmmmmmm… bueno, como dije, yo tenía algo de ahorros (...)
-¿Usted dijo que buscaba trabajo en el sitio Craigslist?
-Sí, pero no lo hago desde diciembre porque me concentré en entrar en alguna residencia médica. Antes de diciembre buscaba para hacer de babysitter y cosas así… es como un lugar de avisos clasificados (...)
-¿Alguien vivió o vive con él en algún momento en el departamento?
-No. Solo yo y él, pasamos las 24 horas juntos cuando yo estoy. (...)
-Nadie vive con su novio…
-No. Nunca tenemos amigos de visita, nunca. Desde que nos mudamos a Boston no tenemos grupos de amigos para salir. El tiene unos amigos del hospital que ve cada tanto. Eso es todo.
-¿Viene su familia a visitarlos seguido?
-No. Su madre ha venido una o dos veces. Su padre un par de veces y mis padres una vez. (...)
-¿Cuál es la nueva computadora que compró?
-Una Dell Inspiron… no creo que sea tan buena…
-¿Cuál era la vieja?
- …. No lo recuerdo… me olvidé… no era una HP, no era una Mac… no lo sé
-¿Esa computadora rota está todavía en su casa?
-No lo sé, no sé qué hizo con ella. (....)
-Estamos investigando alguna actividad de una computadora en su casa desde la que se pidieron servicios online de masajes.
-¿Masajes online?
-Alguien que accedió desde su casa (...)
-¿Cómo sabe que es desde nuestro departamento que…?
-(....) Tener una computadora es como tener un teléfono. Tiene un número asignado… ¿sabe de computadoras?
-No realmente.
-Hay una cosa llamada dirección de protocolo de Internet. Eso es la IP. Es como su teléfono. Y cada persona que tiene una cuenta tiene un número de identificación. Es su dirección de IP (...) alguien accedió desde su departamento desde su IP al Craigslist. (...) Le voy a mostrar una foto.
-Ese es Phil…
-¿Y esta? (le pone delante una de las imágenes del agresor que tienen de las cámaras de seguridad)
-Ese podría ser Phil, pero no sé, parece más gordo que Phil… No son sus zapatos.
-¿Y la campera de cuero? ¿Phil tiene una?
-Sí. (...) pero esos zapatos negros no parecen suyos. El usa el 99 por ciento del tiempo zapatillas New Balance.
(Los detectives le explican que las fotos que le están mostrando son de un sujeto en un hotel de Boston y ella recuerda que hubo un caso hace poco que leyó en los medios. Le siguen explicando que ese sujeto es quien concertó la cita desde su IP)
Megan: ¿Qué tienen que ver los masajes con el tipo que mata mujeres?
Detectives: Bueno no han habido mujeres muertas, solo una persona asesinada.
-¿Y era una masajista dijeron?
-No, nosotros no dijimos eso. Nosotros preguntamos. (...) Coincidentemente, ese día en las cámaras, se ve a alguien parecido a Phil.
-Puede haber un millón de tipos yendo…
-Philip le comentó estar teniendo problemas cuando los detuvieron en la ruta. ¿Le dijo algo?
-No. Él tenía un susto de muerte. Decía: Oh mi Dios, oh mi Dios, que está pasando… (...)
-¿Sabe dónde está su campera de cuero?
-En casa o en su auto…
-¿Ha visto a Philip usando gorras?
-Tiene varias, pero nunca las usa. A mí no me gustan, así que le digo que no las use… Creo que en el último año no se las puso. (...)
-¿Y lo ha visto alguna vez con un arma?
-No. Nunca
-Si hubiera un arma en su casa, ¿usted lo sabría?
-Lo sabría.
-¿Suele revisar sus zapatos y el resto de sus cosas?
-Sí… Bueno, me refiero a que él es muy abierto con todo no le importa si yo miro el departamento para ver cómo está todo
-¿Y con el auto?
- …qué? Cuando me buscó en la estación de tren puse mis cosas en el baúl y hoy cuando salimos también puse nuestro equipaje… (...)
-¿Usted ama a Phil?
-Sí.
-¿Lo querría proteger si hizo algo malo? ¿Mentiría por él?
-No mentiría por él si hubiera hecho algo así, no, no lo haría.
-¿Algo como qué?
-Algo como lo que me están diciendo… que está por ahí matando gente.
-No hemos dicho eso de ninguna manera.
-No sé qué le pasó a la masajista… ¿me pueden decir qué le pasó?
- …en uno de los casos fue robada, en otro asesinada.
-Que no suele enojarse (...)
-¿Usted tiene razones para temerle?
-No, no, pero estoy… ustedes me están preocupando.
La entrevista terminó a las 16.41
Lo que oculto de mí
Mientras Megan y Philip Markoff eran interrogados por separado, otro grupo de detectives tomó la delantera. Incautó el auto y allanó el departamento del barrio de Quincy, dónde vivía la pareja.
Los agentes hallaron, escondido, de todo. Precintos plásticos iguales a los de las escenas de los crímenes, cinta adhesiva para amordazar, dinero cash y teléfonos descartables. Además, encontraron ocultas, debajo del colchón de la cama que compartía la pareja, varias bombachas, cuatro pares de medias largas y portaligas de las víctimas (algunas estaban enrolladas dentro de medias), una laptop y un disco rígido que contenía conversaciones con sus víctimas del sitio Craigslist. En ese disco estaban registradas también sus búsquedas para relacionarse con travestis en un sitio BDSM (de sexo sadomasoquista). Allí expresaba anónimamente sus deseos de usar una correa al cuello y de vestirse como mujer. A uno de sus contactos le escribió: “Soy un estudiante de posgrado de 22 años, buena constitución física, ojos azules… déjame saber qué más quieres de mí”. No fue todo. También hallaron el arma asesina dentro una copia ahuecada del clásico libro de medicina Anatomía de Gray. Era una Springfield Armory XD9 semiautomática que Philip había comprado bajo otro nombre: Andrew Miller.
La policía empezó a pensar que Philip Markoff era un ludópata, un organizador de larguísimas veladas de póker, muy endeudado y que para conseguir dinero había ejecutado un plan para asaltar a prostitutas y masajistas. De hecho, las autoridades pudieron comprobar que en los últimos cuatro meses y medio Philip había ido al casino 19 veces y que la noche posterior al asesinato de Julissa Brisman, la había pasado despierto jugando y había ganado 5300 dólares.
El 21 de abril, al día siguiente de su detención, Philip Markoff, se declaró inocente de todas las acusaciones. Nadie de su familia estuvo presente ese día. La bomba había estallado y no sabían cómo proceder.
Cuando trascendieron en los medios las fantasías eróticas de Philip que incluían sadomasoquismo y sexo con travestis, Megan quedó desolada. No daba crédito en lo que se había convertido su vida. Su abogado reconoció que ella estaba siendo sometida a un estrés impresionante y que se quedaría en Nueva Jersey con sus padres todo lo que pudiera.
A pesar de los malos tragos, durante las primeras semanas, Megan ejerció una defensa acérrima de su futuro marido. Dijo que su prometido era “bello por fuera y por dentro (...) Para mí y mi familia él es una persona empática y amorosa y para los ojos de la Justicia y la Constitución él es inocente hasta que se pruebe su culpabilidad más allá de toda duda razonable”.
No quería ver, pero ya vería.
Numerosos intentos para morir
Philip preso no era Philip. Tres días después de su arresto hizo el primer intento para quitarse la vida. Armó un lazo con los cordones de sus botas y los ató de las barras de su celda. Alcanzaron a rescatarlo. Fue puesto bajo vigilancia y visto por un psiquiatra.
Su hermano Jonathan Markoff fue con su mujer a visitarlo en la cárcel. Trascendió que ese día su hermano mayor le habría dicho que se olvidara de él y que Philip le habría respondido que se mudara bien lejos, a California, porque saldrían a la luz muchas más cosas. Su madre estaba devastada, no entendía qué había pasado con su brillante hijo.
Una de las compañeras de clase de Philip, Tiffany Montgomery, con quien compartió locker, reveló sin embargo que él parecía tener un costado oscuro y que era capaz de pasar mucho tiempo en la computadora: “Nunca sabías bien qué pasaba en su cabeza.(...) A veces parecía cansado y deprimido”. Dijo que también bebía mucho y que a él le costaba comprender el lenguaje corporal y no parecía darse cuenta cuando coqueteaba con una chica si era o no correspondido. Puso, por ejemplo, un episodio con una compañera a la que él había besado por la fuerza a pesar de sus reiteradas negativas.
El 29 de abril Megan fue a la cárcel a visitarlo. Llegó con su madre y vestida íntegramente de negro. Le dijo entre lágrimas que tendrían que cancelar la boda. La visita duró 25 minutos. Pero el compromiso entre ellos y la fe de ella en su inocencia, todavía estaban en pie.
La noche del 30 de abril, Philip lo intentó de nuevo: con el filo de una cuchara quiso abrirse las venas, pero no lo consiguió y se despertó otra vez atrapado en su nueva vida.
El primero de mayo la boda fue cancelada.
El 11 de junio Megan volvió a visitarlo. Esta vez fue distinto. Le pidió que le dijera toda la verdad. Philip negó todo una vez más, pero las pruebas eran apabullantes y ella ya no le creía. Megan le dijo que habían terminado, que no quería volverlo a ver “por un largo período de tiempo, o quizá nunca más”.
Final sin amor
Megan se sentía destruida, abochornada, no podía creer no haberse dado cuenta de que convivía con un psicópata. Las fichas le fueron cayendo de a poco. Intentó seguir estudiando y continuar con su vida.
Un año y un día después del casamiento soñado que habían planeado, el domingo 15 de agosto de 2010, Philip consiguió lo que antes había intentado sin resultado. En la cárcel de Boston, donde esperaba ser juzgado en el 2011, logró dejar de respirar.
Montó, primero, un escenario con fotos de Megan y él juntos por toda la celda. Luego, fabricó una especie de bisturí rústico con un pedazo de metal que quitó de la instalación eléctrica. Con él se cortó las venas de las muñecas y escribió en la pared, con su propia sangre, “Megan y Pocket” (así se llamaban cariñosamente). Después siguió castigando su cuerpo con otros terribles actos que no vale describir. Terminó por colocarse una bolsa de plástico en la cabeza, se tapó con la manta de pies a cabeza y esperó morir.
Fue encontrado minutos antes de las 10.30 de la mañana. Tenía solo 24 años.
Repercusiones con rating
Que el asesino, el malo de la película, sea alguien que parezca destinado a triunfar es un reaseguro para el rating. Los productores televisivos y de cine y los escritores no tuvieron que pensarlo mucho.
En el mismo 2009 salió publicado el libro de Paul La Rosa y María Cramer: Siete días de furia. Al año siguiente fue el turno del libro de Michele McPhee, Cita con la muerte, la vida secreta del asesino de Craigslist.
El 3 de enero de 2011 se estrenó en televisión con mucho éxito El asesino de Craigslist (hoy en el repertorio de Netflix). A esto se sumaron varios documentales y episodios del género policial.
Por otro lado, el sitio Craigslist quitó la sección de servicios eróticos de sus contenidos de manera total en 2018. Philip Markoff no había sido el único que había usado las citas online para atacar a las acompañantes sexuales. De hecho, en 2016, se estimó que se había utilizado el sitio para contactar a víctimas en no menos de cien asesinatos.
¿Y qué fue de Megan? Solo se sabe que se graduó en el Rush Medical Center y hoy es médica emergentóloga en el Hospital Edward de Naperville, en el estado de Illinois. No quiere que se hable de ella y no ha trascendido nada de su vida personal.
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