Natasha Anne Ryan tenía 14 años el 31 de agosto de 1998 cuando le dio un beso a su madre, le dijo “Te amo” y se bajó del asiento trasero de su auto en la puerta del colegio a las 8.15 de la mañana.
Esa tarde ya no volvió a casa. Simplemente desapareció.
La cadena de espanto y desencuentros que desató su ausencia fue de película. Nacida en RockHampton, Australia, en 1984, Natasha protagonizó este insólito caso policial que relataremos y mantuvo en vilo a su país durante años.
Una violación y el asesino ideal
El primer sospechoso para la policía fue su gran amigo, de ascendencia maorí, Maioha Tokotaua, quien tenía 15 años. ¿Por qué? Era la última persona que había estado con ella antes de que se esfumara.
Cuando se conocieron los jóvenes enseguida encontraron puntos en común. Los dos tenían vidas que no les gustaban y empezaron a experimentar con drogas. Se hicieron íntimos amigos.
Una semana antes de la desaparición de Natasha, Maioha fue víctima de un abuso horrible. Estaban juntos en un lugar donde solían consumir drogas. Había allí dos hombres grandes que él conocía de vista. Uno de ellos resultaría ser, lo sabrían un año después, el asesino y violador serial: Leonard Fraser. Esa noche el joven fue drogado contra su voluntad por Fraser y, luego, violado por el otro hombre. Maioha contó: “Recuerdo estar tirado en el piso, sintiendo una aguja en mi brazo, sintiéndome pesado y como inmerso en una niebla”.
Natasha estaba en el lugar, pero no pudo ayudarlo, quedó en shock.
Siete días después, sin haber denunciado a la policía por vergüenza, el destruido Maioha ahora era señalado por la desaparición de su mejor amiga. Pusieron a él y a su familia bajo seguimiento 24 horas. Maioha lloraba todas las noches por lo que le estaba pasando.
En un momento de la investigación, aún sin haber conseguido pistas, la policía decidió detenerlo: “Me arrestaron durante mi clase de inglés, delante de mis compañeros. Mi maestra lloraba y mi consejero escolar vino corriendo para intentar evitarlo”. Si bien, ante la ausencia de pruebas, debieron dejarlo en libertad, aquel arresto fue lo mismo que colgarle un cartel de “asesino” al cuello: “No podía caminar por la calle ni ir al colegio porque la gente me miraba… seguramente pensaban que había asesinado a mi mejor amiga”, dijo.
Su padre Alister, que era entrenador de rugby, se hartó de la persecución y decidió mudar a la familia de ciudad.
Todo siguió igual en el caso hasta el 22 de abril de 1999. Ese día la pequeña Keyra Steinhart, de 9 años, vestida con su uniforme verde, caminaba hacía su colegio primario en North Rockhampton cuando se le perdió el rastro. Esta vez actuaron rápido y la policía descubrió que había sido Leonard Fraser quien la estaba acechando, la había golpeado en la cabeza e introducido en su baúl. Luego de abusar de ella se había deshecho de su cuerpo. Fraser fue atrapado y la terrible noticia empezó a hacer pensar que a Natasha podría haberle pasado algo similar en manos de este hombre.
En mayo de 1999 Leonard Fraser fue acusado por el secuestro, violación y muerte de Kayra. El acusado indicó dónde estaba el cuerpo. Caso cerrado.
Los detectives dejaron de mirar al joven maorí y se concentraron en Fraser.
En la cárcel el convicto subió la apuesta y confesó a otros presos que, en realidad, había asesinado a muchas más mujeres. Dio nombres y condujo a los detectives hasta dónde había dejado los cadáveres: Beverly Leggo (36), Sylvia Benedetti (19) y Julie Turner (39). El sospechoso daba con el perfil, había actuado repetidamente en el área y se le adjudicaban varios crímenes más. Empezaron a pensar seriamente que Natasha era una de sus víctimas. El psicópata Fraser era capaz de todo, pero el preso que había asumido otros delitos, negaba saber algo de Natasha.
La policía planeó otra estrategia. Con la ayuda de su compañero de celda consiguieron una “confesión”. Lo que al principio había negado, ahora su mente enferma lo fabuló: Fraser terminó diciendo que había encontrado a Natasha Ryan en un cine, que la había atraído hasta su auto, que la había atacado dejándola inconsciente para luego matarla y abandonar su cuerpo cerca de un lago, en los alrededores de un aeropuerto. Dio un detalle más: la había enterrado debajo de un árbol de Mango.
La policía creyó haber hecho un buen trabajo, pero fracasaron en la búsqueda de los restos de Natasha bajo el árbol.
De todas formas, el crimen le fue endilgado a Fraser y fue a juicio también por este asesinato. Todos los casos cerrados, pensaron.
Jennifer Ryan era la primera en creer que su hija tenía que estar muerta: si estuviera viva no hubiera permitido que ella sufriera tanto.
Ingenuidad de madre.
Antes de partir
Los padres de Natasha, Jennifer y Robert Ryan, estaban separados desde hacía tiempo. Robert se había mudado al sur y se había vuelto a casar con Debbie. Natasha había sido parte del cortejo en la ceremonia y se había mostrado muy sonriente. Pero en su vida cotidiana, con su madre Jennifer y su hermano menor de 6 años Jason, lo menos que hacía Natasha era sonreír. Era una chica conflictuada, difícil. Se escapaba, mentía, fumaba marihuana, consumía drogas y había intentado cortarse las muñecas varias veces.
Una vez, poco tiempo antes de esfumarse, le había dicho a su consejero escolar que estaba embarazada. Así estaban las cosas cuando se fugó por primera vez el 12 de julio luego de decir que llevaría al perro de la familia a pasear. La aventura duró poco porque, dos días después, la encontraron. La policía la halló en el Rockhampton Music Bowl y supieron que había estado en un hotel con su novio de 22 años, Scott Black.
Pasado el mal rato, la vida familiar continuó unas semanas más.
El 31 de agosto a las 8.15 de la mañana Jennifer Ryan dejó a su hija en el colegio vestida con su uniforme y con una mochila. La observó de excelente humor… No sabía que no la volvería a ver por muchos años.
Cuando ocurrió esta segunda desaparición, al primer lugar al que acudió la policía fue a la casa de Scott Black. El novio aseguró que esta vez no sabía nada de ella. Los detectives revisaron la casa y le creyeron.
Tres años después, en mayo del 2001, cuando Natasha hubiese cumplido 17 años, sus familiares finalmente aceptaron la idea de que estaba muerta y llevaron a cabo un funeral en la capilla del Crematorio de Bundaberg, en Queensland. Robert Ryan y setenta amigos y parientes participaron del servicio memorial. Se pasó un video donde se la veía en el casamiento de su padre. Robert habló de ella y contó que la joven había sido capaz de perderse un festejo de Navidad para pasarlo visitando enfermos y carenciados. Se lamentó: “Podría irme a la tumba sin saber nunca qué le pasó a mi bella hija”.
Una chica en el armario
En 2003, cuando Natasha desde su escondite escuchó que Fraser iba a ser finalmente juzgado por su asesinato pensó que era un mal chiste. Podría ser un complot para hacerla aparecer y quitarle su nueva vida. Pero el asunto iba en serio, comenzó a temer terminar ella misma en la cárcel.
Tres semanas antes de que empezara el juicio, se cree que fue ella misma quien llamó a la Línea de ayuda para niños usando el pseudónimo de Sally. Dijo que se había escapado para vivir con su novio y que ahora había un hombre que iba a ser juzgado por asesinarla…
El mismo consejero que atendió el teléfono, el 2 de abril decidió hacer una llamada anónima a la policía a quienes les relató el mensaje que le había pasado esa tal Sally. El oficial de turno de la policía intentó rastrear la llamada, pero fracasó y se olvidó del asunto.
Pero llegó otra llamada donde, en forma anónima, una persona dio más precisiones: dijo que Natasha Ryan estaba viva y dio un teléfono. La policía siguió el rastro de la línea hasta la avenida Mills.
Habían pasado casi 5 años desde que Natasha se había evaporado cuando, la noche previa al juicio de su asesino, el jueves 10 de abril de 2003, la policía allanó una casa North Rockhampton. Fueron habitación por habitación, revisando todo. Al abrir un armario, en uno de los dormitorios, se llevaron la sorpresa de sus vidas: allí dentro estaba acurrucada Natasha Ryan.
La joven, ya tenía 19 años, estaba pálida, pero en perfecto estado de salud. No tuvo más remedio que revelar la verdad: había estado escondida durante todo ese tiempo.
Contó que había estado viviendo siempre con su novio, Scott Black y que había ignorado deliberadamente todos los pedidos de sus padres por su aparición.
A pesar de las masivas búsquedas que desató consiguió mantenerse oculta. Con su pareja compartió primero una casa en Athena St, en Yeppoon, Queensland, pero hacía unos seis meses habían regresado a la zona de Rockhampton porque a Scott, quien era repartidor de productos lácteos, lo habían trasladado por su trabajo. Desde entonces, estaban instalados allí, en esa casa de madera y ladrillo en el número 346 de la avenida Mills. A solo dos kilómetros de la casa de su madre Jennifer.
Pero, ¿cómo había podido esquivar a las miles de personas que la buscaban? Básicamente porque no salía nunca de su casa, no se juntaba con nadie y si salía lo hacía de noche. Cada vez que entraba alguien que no fuera Scott a la propiedad, ella se escondía en ese placard. Durante el día, tomaba el recaudo de cerrar las cortinas. Había salido un total de seis veces de su casa. Relató que alguna para ir a la playa de noche para disfrutar del mar, otra para hacer paddle boarding sobre las pequeñas olas de Yeppoon.
El resto del tiempo lo pasó cocinando, cosiendo, leyendo, estudiando alemán por Internet y haciendo gimnasia con aparatos que tenían instalados en la casa. Si mandaban cosas al lavar jamás iba mandaba prendas de ella. Cuando aparecían los familiares de Scott ella se escondía por horas en el ropero.
Para los sorprendidos vecinos de Scott… él era un hombre muy tranquilo que vivía solo.
Sorpresa en el juicio: ¡Está viva!
Al día siguiente, el viernes 11 de abril de 2003, antes de comenzar el juicio a Leonard Fraser, en Brisbane, quien estaba acusado de su muerte y de cinco asesinatos más, llegó la sorpresa.
El padre de Natasha, Robert Ryan, estaba sentado entre los presentes mirando la cara del asesino cuando el fiscal Paul Rutledge se acercó con un teléfono y le pidió que salieran un segundo de la sala. Le dijo que hablara con la mujer que estaba del otro lado de la línea que decía ser su hija Natasha. Le tenía que preguntar algo que solo ella pudiera saber para confirmar la identidad. Robert, para quien su hija llevaba muerta cuatro años y ocho meses, estaba petrificado.
Tomó el teléfono y a la mujer que decía ser Natasha le preguntó cuál era el sobrenombre con que él la llamaba cuando era muy chica. La voz en el teléfono susurró: “Te quiero papá, me decías Grasshopper (saltamontes)”.
Robert Ryan casi se desmaya. Su adorada Natasha estaba viva.
Poco después, el fiscal Paul Ruttledge se paró y dio la impactante noticia ante la corte: se desistía de los cargos presentados en nombre de la familia Ryan contra el asesino serial Leonard Fraser. Agregó: “Estoy muy contento de informarles que Leonard John Fraser no es el responsable de la muerte de Natasha Anne Ryan. Natasha está viva”.
Robert Ryan reveló que “cuando me encontré con ella, no dije casi nada”, porque de alguna manera era como ver un fantasma. “Ella estaba muy bella, muy pálida y muy confusa y asustada. Pero estaba viva, eso significaba para mí más que nada en el mundo”, sostuvo.
Apenas se supo la noticia el manager del programa 60 minutos voló para hacerle un ofrecimiento a Natasha Ryan de 120 mil dólares para obtener la exclusiva (dicen que se cerró finalmente más del doble de esa cifra).
La revelación de que estaba con vida no solo provocó alegría, también una tormenta de rabia. Hubo serios cuestionamientos a la policía por no haber podido hallarla antes y hacia la supuesta víctima por lucrar con su historia. Además, la aparición de Natasha con vida ponía en un brete a todos los casos donde se presumía un homicidio, pero no se había hallado el cuerpo.
Natasha fue obligada a asistir a su propio juicio por asesinato el miércoles 30 de abril de 2003. Tenía que responder muchas preguntas. Ante todos reconoció que nunca había estado secuestrada.
Las consecuencias de mentir
Natasha y Black tuvieron que enfrentar cargos criminales. Con sus embustes habían hecho no solo sufrir a su familia sino también dilapidar fortunas a la policía para buscarla.
En esta etapa cambiaron de vida. Natasha empezó a reintegrarse a la sociedad y comenzó a estudiar enfermería. Cuando terminó, consiguió trabajo en una clínica. También tuvo que reparar la relación con sus dolidos familiares.
En el año 2005 la Corte del Distrito de Rockhampton sentenció a Black a tres años por perjurio, dos en suspenso, luego de que se declarara culpable. Cada vez que le habían preguntado por ella había mentido. Cumplió un año de cárcel y debió pagar 16.740 dólares. Natasha dijo sentirse muy mal por haber causado tanto daño a su pareja: “Fue mi decisión huir -le dijo al medio New Idea-. Él me protegía y era amoroso. La que debía ser castigada era yo”.
Visitó a su novio cada vez que pudo en la cárcel. Incluso iba con Dave Black, padre de Scott, a verlo.
En 2006 Natasha fue hallada culpable por generar una onerosa investigación policial para ser buscada.
Su búsqueda le costó al estado entre 250 mil y 400 mil dólares.
El fiscal, primero, exigió que ella contribuyera con 120 mil, pero la magistrada Annette Hennessy sostuvo que Natasha no tenía medios para semejante desembolso. Al final, debió pagar 3 mil dólares de multa y otros 16 mil por los gastos generados.
Sin embargo, Natasha consiguió sacar mucho más rédito de su delito que lo que gastaron las autoridades.
Desde el principio, fueron muchos los medios que apostaron por exclusivas y pagaron fortunas. Convertida en celebridad, protagonizó su propio documental para el programa australiano 60 Minutos: paseó como una consumada actriz entre las locaciones donde actuó cómo había sido su vida escondida desde 1998. Hasta posó para fotos dentro del famoso ropero donde se había cobijado.
Esto generó polémicas a lo largo del país: la conducta poco ética de la joven espantó a sus compatriotas. A los australianos no les parecía bien que cobrara para contar su historia luego de haber hecho gastar tanto dinero a los contribuyentes. Incluso, su padre Robert Ryan dijo que la idea de vender la historia “era atroz”.
Pero ya vimos que Natasha no escuchaba mucho a sus padres.
En el año 2006 se pudo comprobar que, al menos, Natasha Ryan había recibido unos 120 mil dólares por entrevistas. En septiembre de 2008, Natasha con 24 años y Scott con 31, concretaron lo que tanto querían: casarse. Amigos y familiares ya habían perdonado a la pareja y disfrutaron del festejo. Pero, ¿saben qué? Natasha también hizo dinero en esta oportunidad y vendió la exclusiva al medio Woman‘s Day por 200 mil dólares. Durante la ceremonia hubo muchísima seguridad: los invitados fueron escaneados rigurosamente y estuvo prohibido sacar fotos. Había que cuidar los billetes que entrarían a sus arcas.
En la compleja cabeza de Natasha
Natasha le confesó a la policía que ella se había seguido escondiendo porque “la mentira se había vuelto demasiado grande”. Cada día que pasaba era peor. Pero lo cierto es que, cuando fue descubierta, no se mostró nada contenta. El portavoz policial reveló que ella les había dejado “bien claro que no quería ser hallada y que no quería venir con nosotros ese día”.
Qué hay en la cabeza de Natasha es un enigma que desvela a los psicólogos. Ella nunca expresó el motivo concreto, si es que hubo uno, por el que se fue. ¿Qué problemas podría haber tenido?
Lo cierto es que al huir delegó en Scott sus necesidades físicas y emocionales. “Él era quien le llevaba la comida, quien le proveía la casa donde esconderse. Cuanto mayor tiempo pasaba, más dependía Natasha de él para no tener que enfrentar las consecuencias de su escape”, resumió el psicólogo Bob Montgomery.
Ella, en una de las entrevistas, reconoció que en esa época en que se fugó “no quería ir al colegio, no quería estar en casa, no deseaba estar en esa vida (...) Me sentía enojada con todos y con todo”. En resumen dijo que su vida en aislamiento “no estuvo nada mal… Teníamos nuestra pequeña casa. Éramos felices”.
Pero, quizá, la explicación más convincente sobre lo que habría determinado su huida haya sido la que elaboró su amigo Maioha luego de saber sobre su reaparición: “Cuando ella desapareció una semana después del ataque que sufrí, sentí que era mi culpa. Ella estaba ahí. Sentí que ella se había ido por lo que me había pasado”. Pero Natasha también se rehusó a hablar con él del tema.
La chica que volvió de la muerte saliendo de un ropero en medio del juicio por su propio asesinato, facturó mucho vendiendo su aventura. Pero desde el año 2011 se alejó del polémico negocio de las entrevistas exclusivas. Tuvo 3 hijos (dos varones y una mujer), se mudaron de ciudad y ella continúa trabajando como enfermera en el área de radiología. También juega al mami-fútbol con otras madres del colegio. Eso sí: usa el nombre de Tash Black para intentar evitar el ojo del público sobre ellos. Pero no siempre lo logra. Cada tanto una cámara la descubre, le sale al paso y perturba su nueva vida.
El guionista de una película de ciencia ficción no podría haberlo hecho mejor.
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