Hoy la niña actriz y cantante que se formó en la solidez de los musicales de Broadway y se hizo famosa como la Rachel Berry de Glee cumple 36 años, y eso nos hace a todos un poco más viejos, pero hace una semana que los medios de espectáculos hablan de ella por otra cosa. Desde septiembre Lea Michele reemplazará a la actriz Beanie Feldstein en Funny Girl, la remake de la comedia que consagró a Barbra Streisand en los sesenta junto a Omar Sharif.
Para cualquiera que haya seguido la carrera de la chica de ascendencia ítalo-sefaradí nacida el 29 de agosto de 1986 en un hogar humilde del Bronx –cuyo temprano éxito le permitió a la familia mudarse primero a New Jersey y luego a un coqueto departamento en Manhattan–, es bastante obvio que de alguna manera siempre se estuvo preparando para el papel. Jugó a hacer en la serie creada por Ryan Murphy, Brad Falchuk y Ian Brennan varios de los temas originales del musical de Streisand y, según The daily beast, su performance de Don’t rain after my parade en los Premios Tonny de 2010 superó incluso a su ídola. Fanny Brice es para todos el personaje de su vida, un rol que la estaba esperando desde siempre, casi hecho para ella, y que será, como para Streisand, su consagración definitiva.
El viernes la producción del show compartió fotos del ensayo en el que le festejaron por adelantado el cumpleaños. A ella se la ve exultante, consciente del momento trascendental por el que atraviesa una historia que hasta acá no fue fácil. Viene de un alud de críticas por sus comentarios interpretados como racistas y transfóbicos durante las movilizaciones de Black Lives Matter en 2020. Comenzó con un inocente tweet de apoyo: “George Floyd no merecía esto. Este no fue un hecho aislado y debe terminar”. Pero despertó la ira de sus antiguos compañeros de elenco que la trataron de hipócrita; aseguraban que había tenido actitudes de diva, especialmente contra sus compañeros afroamericanos y gays.
Por entonces, tuvo que pedir disculpas, justo ella, que siempre había generado la compasión de sus pares y sus fans. “Aunque no me acuerdo de haber dicho nada de esto en particular, nunca juzgué a otros por su contexto ni el color de su piel, pero ese no es el punto. Lo que importa es que claramente actúe de un modo que hirió a otros. Y estoy muy apenada. Pido disculpas, sé que esta experiencia me volverá mejor”, escribió en un posteo de Instagram.
También volvió al candelero en julio de ese año con la desaparición de Naya Rivera, otra ex colega en el set de Glee con la que siempre había mantenido una relación tirante. Rivera la acusó en su momento de lograr que le recortaran la letra en la última temporada de la serie sólo por celos profesionales. Se esperaba que Michele dijera algo en medio de la tragedia, y hubo una fiebre de insultos en las redes que la obligaron a cerrar temporalmente sus cuentas. Sabía que nada de lo que dijera iba a caer bien, pero terminó por hacer una historia para recordarla. Tal vez fue una táctica para ablandar a los fanáticos, pero compartió a la vez un posteo en memoria del chico Glee que marcó el inicio de las tragedias que sobrevuelan hace años al cast: Cory Monteith, que murió de sobredosis cuando era su novio.
Este regreso marca también su vuelta a las tablas después de ser madre por primera vez junto a su marido, el empresario textil Zandy Reich, tras una dura batalla. Michele padece síndrome de ovario poliquístico, y su deseo de ser madre sólo se concretó después de someterse a intensos y desgastantes tratamientos de felicidad. Lo contó después de la llegada de Ever Leo, el 20 de agosto de 2020.
Los comienzos de Lea Michele
Tenía 8 años cuando audicionó –y sorprendió al público– para hacer de la Cosette niña en el clásico Los Miserables, uno de los tanques de Broadway. Cuando le preguntaron su nombre durante el casting, la chiquita se presentó apenas con su nombre de pila Lea Michele. A los jefes de casting les hizo gracia y les gustó: desde entonces y para siempre figuraría en todos los créditos sin el apellido Sarfati. Era también una manera de librarse del bullying que había sufrido desde muy temprano en el colegio. “Me decían so-fatty o so.farty (”tan gordita” o “tan pedorra”)”, le confesó a Jay Leno en The Tonight Show en 2011, en pleno boom de Glee.
Pero las burlas (y la vida de estudiante tradicional) terminaron pronto: en 1997, con once años, comenzó a educarse en su casa bajo la modalidad de homeschooling para poder instalarse en Toronto, donde brilló en el musical Ragtime. Cuando comenzó la facultad, dejó de audicionar un tiempo para concentrarse en su formación. Pasó tres años tomando clases en la tradicional escuela de artes performáticas Stagedoor Manor, en los Catskills. Así se integró a la compañía Our Time cabaret, con la que recorrió pequeños teatros locales con obras como The Who’s Tommy.
El salto llegó con Spring Awakening, un musical del off –reversionado por Steven Sater y Duncan Sheik– sobre el descubrimiento de un grupo de adolescentes que resultó multipremiado. Volvería a actuar a las órdenes de Sater y Sheik para su siguiente pieza, Nero, en 2008. Pero su papel de Wendla Bergmann en Spring Awakening fue clave para lo que vendría en su vida. Ryan Murphy la vio en un especial en el Lincoln Center caracterizada con la joven que moría por un aborto clandestino y escribió el personaje de Rachel Berry pensando en ella.
“Cuando leí el guión ya era fan de Ryan Murphy y fue muy emocionante sentir que me daba esa oportunidad –contó sobre el protagónico por el que ganaría el Satellite Award a Mejor Actriz en una serie televisada y sería nominada a los Golden Globes y los Emmy entre otro premios–. Inmediatamente me puse a buscar la manera de lograr el papel. Llamaba a mi agente todos los días y le preguntaba ‘¿Cuándo hago la audición para Glee? ¡Asegurate de que no perdamos este proyecto!’ Como actriz y cantante sentía que era una oportunidad de oro poder ser parte de un show que estaba hecho a la medida de mi carrera. Hice sólo una prueba. Después supe que Ryan había escrito el rol para mí. Si lo hubiera sabido antes, tal vez habría pasado menos nervios”. La cita es de una nota con Backstage en 2009 de la que también participó Cory Monteith. Para entonces el romance entre la pareja central de la historia era la comidilla de los tabloides.
El impacto de la muerte de Cory
Hicieron pública su relación en 2012, pero llevaban juntos mucho más tiempo. Él lo contó en el show de Ellen DeGeneres, y ella sintió que tocaba el cielo con las manos: “Es una de mis memorias favoritas. Me acuerdo que llegó y me dijo ‘Hoy hablé de vos en el show de Ellen’, y que yo estaba feliz”, le confió ella a la presentadora en su programa, años más tarde.
A la vista del mundo, entre ese par que cantaba y bailaba Don’t stop believin’ con histrionismo y una pasión que traspasaba la pantalla, sólo podía haber felicidad. Era imposible no creer en ellos. “Nadie me conoce mejor que Cory,” le dijo Lea a Marie Claire en enero de 2013. “Nadie sabe como él lo que es haber pasado por todo esto (la fama, los fans, el interés repentino de los medios y hordas de paparazzi a cada paso para alguien que hasta entonces había tenido una vida relativamente ordinaria). Sentís que te conocés tan profundamente te permite saltar más alto, querer ir más allá. Cory me hace sentir que puedo hacer cualquier cosa. Por primera vez en mi vida me siento realmente feliz y asentada. Me siento la chica más feliz del mundo”.
Faltaban sólo seis meses para que la burbuja de amor estallara de la peor manera. Cory fue encontrado muerto en una suite de un hotel de Vancouver el 13 de julio de ese año. Tenía apenas 31 años y había sido víctima de una mezcla tóxica de alcohol y heroína. Llevaba años luchando contra sus consumos problemáticos y los había hecho públicos para concientizar a los fanáticos. También por eso su muerte resultó un shock para todos: hacía sólo tres meses que había salido de rehabilitación.
Ese día Lea se enteró por las redes. Desesperada llamó a la madre de su novio, que se enteró a su vez por ella: “¿Es verdad? ¿Es verdad lo que están diciendo de Cory?”, gritaba desconsolada la actriz al teléfono. Lo que siguió fueron meses de vivir “como anestesiada”.
Recién un año después pudo hablar de Monteith en una entrevista con Glamour. Antes había dicho a Elle: “Hay tantas cosas tan personales de todo este viaje que la gente no está ni estará invitada a conocer”, se protegió. Pero ante Glamour y en su autobiografía –Brunette Ambition– se abrió desde el corazón: tenían planes para su futuro, hablaban de todo, estaban comprometidos aquel julio dramático. “Hablábamos de hijos y de cómo nos íbamos a ver cuando fuéramos viejitos, quién de los dos sería gordo o si íbamos a hacer cosas para mantenernos en forma. Hablábamos de los lugares a los que queríamos ir juntos y de todo lo que teníamos por hacer. Estábamos hechos. Éramos eso, éramos la gran cosa, éramos todo.”
Dijo que estaba agradecida: “Cuando estás en ese momento de una relación con alguien, hablás de todo. Siento que a mí me tocó la mejor parte de Cory”. También diría después que nunca dejó de sentirlo presente en su vida: “Siento que me está mirando. Cada vez que salgo a correr siento que él me empuja para que lo haga más rápido, más fuerte”. Jamás, ni siquiera cuando volvió a enamorarse de quien hoy es el padre de su hijo, dejó de recordarlo en cada aniversario. También lo lleva en la piel: se hizo tres tatuajes en su honor, uno con el número 5 que llevaba en la camiseta el personaje de Cory en Glee, otro con su nombre de ficción, Finn. Pero el primero de todos se lo hizo en medio de la profunda depresión que atravesó después de perderlo. Son las últimas palabras que le dijo Monteith: “If you say so” (“Si vos lo decís”).
En las horas posteriores a la muerte de su novio, la casa de Michele en Brentwood se llenó de paparazzi. Sobrepasada, recurrió a su amiga Kate Hudson, a quien había conocido durante una participación especial de la estrella de Almost famous en Glee. “La llamé y le dije: ‘No sé a dónde ir, mi casa está llena de periodistas’. Ella no dudó: ‘Venís y te quedás en mi casa”. Nadie supo dónde estaba yo y es algo que nunca voy a poder terminar de agradecerle”.
Su nuevo amor
A Zandy Reich lo conoció en 2017. Ella ya había vuelto a brillar como Hester en Scream Girls, otra creación de Ryan Murphy, y dice que necesitó de la aprobación de su mentor para avanzar en su relación con el empresario, presidente de la marca de ropa AYR. “Cuando Ryan dio su bendición, entonces supe que iba en serio”, bromeó en una entrevista.
Aunque el chiste llegó lejos. La ceremonia de su casamiento para 200 invitados en un exclusivo resort de Napa, en California, en marzo de 2019, fue celebrada por el propio Murphy. “Nuestros mejores días van a ser los que logremos hacer juntos por el resto de nuestras vidas. No puedo estar más feliz ni agradecida”.
Algunos de esos días no fueron fáciles. “Tuve un camino muy duro hasta quedar embarazada”, confío tras anunciar que serían padres, en 2020. Tanto, que habían perdido las esperanzas: “Mi marido y yo habíamos bajado los brazos. Empecé a sentir de verdad que tal vez no estaba hecha para esto, pero era mi mayor miedo, porque yo deseaba ser madre”.
Nadie en el estudio donde grabó el especial de salud online junto a DeGeneres Well, well well with Lea Michele, ni la banda que la acompañó en sus shows y en el proceso creativo de su tercer disco, ni el elenco de la película Same time, Next Christmas sabía de los varios intentos fallidos, las pérdidas de embarazos y las decepciones. Por esos meses ella y Reich decidieron dejar de intentarlo. Pero en diciembre de 2019, a poco de presentar Christmas in the City con una serie de recitales en The Concert Hall, en la Ney York Society for Thical Culture, la actriz recibió la sorpresa que ya no esperaba: estaba embarazada. “Fueron las 72 horas más felices de toda mi vida”, diría.
De cualquier manera, tampoco fue un embarazo tranquilo y plácido. Sufrió pérdidas justo antes de un show y tuvo que ser medicada y hacer reposo absoluto durante todo el primer trimestre. “Cuando finalmente anuncié que estaba embarazada, no sabía si realmente iba a durar o lo iba a perder. Fue lo peor que me pasó”, contó a Celebrity News. Ever Leo nació en agosto de 2020 en medio del escándalo por los supuestos maltratos a sus antiguos compañeros de Glee. Y aunque pidió perdón porque era joven y estaba en un remolino de fama y paparazzi y pudo herirlos en el camino “sin proponérselo”, la verdad es que a la chica Glee ya no le importaba ni siquiera el peor de los peligros modernos, ser cancelada. Era feliz, tenía a su hijo.
Su regreso a Broadway, después del hiato para disfrutar de la crianza del bebé, que acaba de cumplir dos años, es una celebración en todos los sentidos. Es casi una parábola de Ryan Murphy: la de alguien que, pese a todo, nunca dejó de creer.
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