“La mayoría de mis compañeros buscaban la guía del profesor. Yo no era de esos. Era muy independiente, no interactuaba con los demás, pero la mayoría de la gente lo que quiere es que le digan lo que tiene que hacer”, contó alguna vez Steve Wozniak, “Woz”, y su relato –muy parecido al de otros estudiantes- carecería de originalidad sino fuera por los resultados de esa rebeldía intelectual que lo llevó a revolucionar el mundo de las computadoras, al punto de hacerlo accesible a cualquier común mortal.
La notebook en la que se escriben estas líneas es nieta, biznieta o quizás chozna de aquella primera computadora personal que diseñó –o tal vez haya que decir “inventó”– en 1976 y que pasó a la historia como la Apple I.
Cuando se habla de Apple, el nombre de Steve Wozniak –que, nacido en San José California, el 11 de agosto de 1950, y hoy cumple 72 años– aparece inevitablemente asociado, y tal vez un poco oscurecido, por el de otro Steve -Jobs-, su socio en aquella y muchas otras aventuras. Los dos Steve que cambiaron para siempre el uso de las computadoras.
Wozniak se encargaba de diseñar y construir el dispositivo -el Apple I lo hizo con sus propias manos- y Jobs de venderlo y de desarrollar el futuro de la sociedad. Fabricaron 200 unidades que se vendían por 666,66 dólares. Hace diez años, una de las últimas que quedaba en funcionamiento se vendió en un remate por 374.500 dólares. Se había transformado en una pieza codiciada por los coleccionistas.
Socios de un emprendimiento tecnológico y de un negocio revolucionarios, Wozniak y Jobs aparecen como las dos caras de esa moneda. Jobs continuó y potenció a aquella sociedad nacida a mediados de los ‘70, siempre se mantuvo a la cabeza y dirigió sus destinos; Wozniak se alejó sin irse nunca del todo para llevar una vida de luces y sombras muchos de cuyos aspectos son poco conocidos, incluido un accidente de aviación al que sobrevivió milagrosamente, pero le hizo perder la memoria, al punto de no recordar siquiera quién era.
Las “cajas azules”
Steve Wozniak nació y se crio en San José, California Su padre, Jerry Wozniak, era ingeniero de Lockheed Corporation. Se graduó de Homestead High School en 1968, en Cupertino, California. Cuando terminó la escuela, se inscribió en la Universidad de Colorado para estudiar computación.
Recuerda que las calculadoras y las grandes computadoras lo fascinaban. “Quería tener mi propia computadora. Mi padre me dijo que salían tanto como una casa. ‘Entonces yo viviré en un departamentito’, le respondí”, recordó en 2015, cuando dio una conferencia en la Argentina.
Su paso por la Universidad de Colorado duró poco: le echaron en 1969, cuando cursaba primer año, por piratear el sistema informático de la universidad y enviar mensajes de broma. Tuvo suerte y lo aceptaron en la Universidad de Berkeley, California. Esa mudanza sería decisiva.
En junio de 1971, como un proyecto autodidacta, Wozniak diseñó y construyó su primera computadora con su amigo Bill Fernández. Con útiles microprocesadores, pantallas y teclados, y usando una tarjeta perforada y sólo 20 chips donados por un conocido, lo llamaron “Cream Soda” en honor a una bebida que les gustaba. “Cream Soda” tuvo una vida efímera: se incendió cuando en una demostración un periodista pisó un cable y produjo un cortocircuito.
Consiguió trabajo en Hewlett-Packard, dejó la universidad, y dedicó cada rato libre a crear sus “propios inventos”. Fue por entonces que Fernández le presentó a Steve Jobs. Los dos contarían que fue una suerte de amor a primera vista. Decidieron trabajar juntos: lo de Wozniak era inventar y construir; lo de Jobs eran el marketing y la venta. Se potenciaron mutuamente.
Su primer emprendimiento fue una “caja azul”, un artilugio que permitía hacer llamadas de larga distancia sin costo. Uno de los Steve construyó 200; el otro las vendió a 150 dólares cada una. Con esos 30.000 dólares dieron el primer gran paso. “Sin las cajas azules no hubiera existido Apple”, dijo más de una vez Wozniak.
La leyenda del garaje
Cuenta la leyenda que la primera Apple I fue construida por los dos socios en un garaje. Wozniak se ha ocupado de desmentirlo más de una vez.
“Nunca diseñamos nuevos productos en el garaje. No diseñamos nada, ni negocios. Es una historia inventada. Steve Jobs creó su parte del negocio en su habitación. El garaje éramos nosotros, teníamos que utilizar lo que fuese posible para poder hacer dinero, aunque reconozco que la historia de dos chicos trabajando en un garaje suena mucho mejor que la verdad”, contó una vez.
Y luego, en varias de sus conferencias y entrevistas, se explayó sobre el asunto, dejando también en claro cómo era la división del trabajo entre ellos.
“Steve Jobs no sabía nada de computadoras. No entendía a la tecnología de entonces. Tampoco es cierto lo que dicen las películas sobre que había un garaje donde discutíamos cómo hacer las computadoras. ¡Todo salió de mi mente! Yo hacía la parte tecnológica y Steve se encerraba en su cuarto a hablar por teléfono para hacer las ventas. El famoso garaje de la casa de los padres de Jobs -hoy prácticamente un lugar de peregrinación para fanáticos de Apple en Silicon Valley- se usó un par de veces por año. Trabajábamos cada uno en su casa, mayormente”, explicó.
Lo cierto es que dentro o fuera del garaje, según se prefiera el mito o la verdadera historia, en 1976 nació la empresa Apple y su primer producto, la computadora Apple I. Sobre el nombre y el logo de Apple existen varios mitos, que dicen que fue elegido en honor al físico Alan Turing, a la homosexualidad –hecho por el que Turing fue reducido al ostracismo- o a los Beatles. La verdad es otra: lo inventó el creativo Rob Janoff cuando los dos Steve le contaron que el nombre de su empresa era un homenaje a Isaac Newton y su manzana.
Después de la Apple I llegó la segunda versión, Apple II y con ella el despegue de la compañía, que para 1980 ya era una marca reconocida y exitosa. Jobs y Wozniak se convirtieron en millonarios en un solo año. En 1981, la participación de Wozniak en la compañía era de 116 millones de dólares.
Tenían empleados, oficina de marketing, una gran diversidad de productos y acciones en la bolsa. El éxito les había sonreído, pero Steve Wozniak empezó a sentirse incómodo.
El accidente y la amnesia
Su vida personal también tenía sus sombras. Se separó de su primera mujer, Alice Robertson, y comenzó una relación con su secretaria, Candice Clark. También empezó a hacer un curso de piloto. Volar, decía, lo ayudaba a pensar.
Pero volar casi le cuesta la vida y le hizo perder la memoria. El 7 de febrero de 1981, con solo 50 horas de vuelo en su haber, se subió a un Beechcraft Bonanza A36TC turboalimentado, monomotor, de seis asientos, en el Aeropuerto de Scotts Valley, California. Lo acompañaban su novia Candice, el hermano de ella, Jack y su novia, Janet Valleau.
El avión se paró mientras ascendía, luego rebotó por la pista, rompió dos vallas y se estrelló contra un terraplén. Wozniak sufrió graves lesiones en la cara y la cabeza, incluida la pérdida de un diente, y también sufrió durante las siguientes cinco semanas de amnesia anterógrada, la incapacidad de crear nuevos recuerdos. No recordaba el accidente y no recordaba su nombre mientras estaba en el hospital, o las cosas que hizo durante un tiempo después de ser dado de alta.
El informe de investigación de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte citó el despegue prematuro y la inexperiencia del piloto como causas probables del accidente.
Más tarde diría que los juegos de computadora Apple II fueron los que lo ayudaron a recuperar la memoria.
Pero tampoco Apple le daba muchas satisfacciones. El ascenso de la compañía lo alejó de lo que más le gustaba, ocuparse de todo.
La necesidad de irse
El accidente y el fracaso de la tercera versión de la computadora Apple marcaron un giro fuerte en su vida.
La Apple III, contrariamente a sus predecesoras, fue un fracaso comercial y debió ser sacada del mercado. “Tenía un ciento por ciento de fallas de hardware”, diría después Wozniak, que adjudicó el fracaso a que el sistema fue diseñado por el departamento de marketing de Apple, donde reinaba Jobs, a diferencia de los anteriores proyectos impulsados por el departamento de ingeniería, que era su lugar en el mundo.
“Yo pude hacer todo el diseño de un ordenador, pero poco después empezó una industria que empleaba para cada ordenador enormes equipos de personas. Tenía que relacionarme con un montón de gente y llegaron los managers. ¡Teníamos que preparar informes de cuarenta páginas para describir cada uno de los componentes de un ordenador! Yo me dije: ‘Soy un inventor y mi lugar es un laboratorio no el departamento de marketing’. Esa era la libertad”, contaría.
Eso acentuó sus diferencias con el otro Steve, sus caminos, que hasta entonces se había potenciado mutuamente en beneficio de la compañía, empezaron a bifurcarse.
“Con Jobs éramos muy parecidos en muchas cosas, sobre todo en cómo divertirnos. Compartimos mucho hasta que llegó Apple II. Fue con lo que ganamos dinero pero, una vez que lo tuvimos, la personalidad de Jobs cambió. Hablaba con todo el mundo de la empresa y se metía en cada detalle. Fue un error. Yo me seguía ocupando de la ingeniería, trabajaba con los módems. Mi ética personal es más elevada que la ética de los negocios. Nos separamos, aunque seguimos siendo amigos”, relató.
El accidente también fue determinante. “Salir del semi-coma había sido como activar un interruptor de reinicio en el cerebro de Woz. Era como si en su cuerpo de treinta años hubiera recuperado la mente que tenía a los dieciocho antes de que comenzara toda la locura informática. Y cuando eso sucedió, Woz descubrió que quería comenzar de nuevo”, dice un artículo de la revista especializada Infinite Loop.
Steve Wozniak se alejó de Apple en 1985, vendió buena parte de sus acciones y fundó su propia compañía CL 9. A pesar de eso y de decir que “la compañía ha ido por el camino equivocado durante los últimos cinco años”, no se desvinculó totalmente. Siguió figurando en la lista de empleados y la representó en presentaciones y conferencias.
Woz después de Jobs
Cuando se fue de Apple, Wozniak había vuelto a la universidad. Como su nombre ya era una leyenda en el mundo de la informática, se inscribió Rocky Racoon Clark –utilizando el apellido de su segunda esposa– y asistió a clases como un alumno más, sin que lo reconocieran.
También, en los años siguientes, se dedicó a dar clases de computación a alumnos de quinto a noveno año en una escuela y creó programas de capacitación en computación para maestros. Ayudó a fundar la Electronic Frontier Foundation y proporcionó los fondos iniciales de la organización.
“Siempre supe que la educación es el cimiento del progreso. Yo, de chico, quería ser ingeniero y también maestro. Pero creo que el aprendizaje formal no genera creatividad. Los chicos deberían seguir, desde muy pequeños, una línea de aprendizaje que tuviera que ver con sus intereses. Con los temas que realmente los motivan. Hoy eso no se puede hacer porque la estructura escolar requiere un maestro para treinta chicos o más. ¿Pero si tuviéramos un profesor para cada alumno? Quizá en el futuro las computadoras puedan ayudarnos en esto, y que cada alumno pueda seguir durante toda su formación una línea de conocimiento ligada a sus intereses”, dijo en la conferencia que dio en la Argentina en 2015.
Siguió también creando compañías de tecnología informática, siempre con un objetivo explícito: “Ayudar a la gente común a encontrar las cosas cotidianas mucho más fácilmente”.
En octubre de 2017 fundó Woz U, un servicio de tecnología educativa en línea para estudiantes y empleados independientes.
Adiós al amigo
Hacía mucho que los caminos de los dos Steve se habían bifurcado cuando Jobs murió el 5 de octubre de 2011. A pesar de las diferencias y el distanciamiento, Woz quedó consternado por la noticia.
“Es como cuando murió John Lennon, o JFK… no pienso en nadie más, quizá Martin Luther King. Queda un gran agujero en uno, es muy duro recordar y reflexionar y tocar todos esos sentimientos, lo que significa”, dijo en su primera declaración pública.
Y luego recordó: “Al comienzo, la chispa era tomar la tecnología del momento y convertirla en la tecnología de mañana, estábamos en eso y Steve siempre me empujaba: ‘¿Podés hacer esto? ¿podés hacer aquello?’, más allá de lo que el ingeniero sabía hacer, pero él lograba que el ingeniero dijese: ‘Sí, puedo, puedo’, y finalmente se hacía. Todo el mundo sabe lo que él ha hecho: él ha superado por muy lejos todos los objetivos que se había fijado. Me siento orgulloso de haber compartido parte de ese camino”, concluyó.
A los 72 años, Steve Wozniak, Woz, todavía continúa en su camino creativo. Su nombre seguirá siempre indisolublemente asociado a otros que se escuchan o se leen y se usan todos los días: Mackintosh, Apple, GPS, iPad y tantos más.
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