Nunca se sabrá bien cómo sucedió. El tiempo sólo agrega sombras, sospechas, teorías conspirativas. Incertidumbre. Alguien muy famosa y deseada (acaso más que nadie) y una muerte temprana.
La noticia de la muerte de Marilyn Monroe produjo una lógica conmoción. Pero, para muchos, no se trató de una sorpresa. Hacía meses que la actriz no estaba bien. De todas maneras la versión oficial está repleta de silencios y contradicciones que agigantan las preguntas. Ese día, en especial esa noche de hace sesenta años, será siempre terreno de la leyenda, de la duda, de lo incierto.
La autopsia determinó que se trató de una sobredosis de barbitúricos. Pero el paso del tiempo sólo multiplicó sombras. ¿Fue un suicidio? ¿Una sobredosis accidental? ¿O se trató de un asesinato? Si la mataron ¿quién fue el autor material? ¿Y el intelectual? ¿Las causas? Las teorías conspirativas se acumulan, se contradicen entre sí y muy pocas veces se complementan. Los años sólo hicieron hacer crecer esta narrativa y potenciaron las lagunas de la conclusión veloz a la que llegaron las autoridades. John Fitzgerald Kennedy, Robert Kennedy, Jimmy Hoffa, agentes del comunismo, activistas anticomunistas, la CIA, el FBI. En esta historia fueron muchos los señalados y sospechados. Tal vez nunca se sepa con certeza qué fue lo que sucedió con Marilyn. El misterio sobre su final, como el tamaño de su leyenda, sólo tiende a crecer.
La historia oficial: el suicidio
Empecemos con la versión que quedó cristalizada por actuaciones policiales, informes periciales y decisiones judiciales. Es la que se repite en los recuentos biográficos oficiales.
Marilyn hacía tiempo que tenía problemas. Depresión, abuso de medicación, alcohol, conductas erráticas, incumplimientos laborales varios. La tarde del 4 de agosto de 1962 fue visitada por su psiquiatra, recibió unos masajes y la mujer que trabajaba en su casa, a pedido del médico, se quedó a dormir con ella, para cuidarla. Al llegar la noche Marilyn se encerró en su cuarto. Recibió algunas llamadas e hizo otras.
Una de esas conversaciones fue con Peter Lawford, actor que integraba dos de los clanes más importantes de ese tiempo. Era miembro de la familia presidencial, cuñado de JFK (estaba casado con Pat Kennedy) e integraba el Rat Pack, el grupo de artistas nucleado alrededor de Frank Sinatra. Esa noche Lawford daba una fiesta y quería contar con la presencia de Marilyn. Hablaron poco. Marilyn tenía la voz pastosa, estaba inconexa, se despidió de él con solemnidad saludándolo y mandando saludos para su esposa y para “el Señor Presidente” (esta formalidad puede que sea un agregado posterior de Lawford para cuidar a su cuñado, para tapar una de sus aventuras extramatrimoniales). El actor, al no escucharla bien, llamó preocupado a varios de sus contactos para que se ocuparan de Marilyn. La cadena de llamados llegó hasta el agente de Monroe que por fin pudo dar con el psiquiatra. La mujer que la cuidaba fue avisada y dijo que veía luz por debajo de la puerta. Le pidieron que tratara de ingresar al dormitorio. La puerta estaba cerrada con llave. Salió, rodeó la casa y miró por la ventana. Según dijo, la vio tirada en la cama, desnuda, boca abajo, con una mano en el teléfono. No se movía.
El psiquiatra, al arribar, rompió el vidrio de esa ventana e ingresó en la habitación. Cuando la tocó se dio cuenta que no había nada que hacer. Estaba helada. Hacía varias horas que Marilyn Monroe estaba muerta.
Algunos de estos hechos se pueden comprobar fácilmente. Otros están cubiertas por sombras, ocurrieron más difusamente o no pueden ser probados fehacientemente.
Esta narración fue la que cristalizó la investigación oficial. Pero con el correr de los años, y el asesinato de los hermanos John y Robert Kennedy cada vez más gente se animó a desafiar esta narrativa. Fueron muchos los testigos que hablaron de los amoríos de Marilyn con ambos Kennedy. Aparecieron testimonios que pusieron en tela de juicio algunos de los episodios de esa noche del 4 de agosto de 1962. Tanto que los derrumbaron. Veinte años después, en 1962, un fiscal debió reabrir la causa ante la presión popular y de los medios. Habían pasado dos décadas y las teorías y versiones seguían aumentando. El fiscal trabajó unos meses y cerró definitivamente el caso. Concluyó, sin aportar ninguna novedad, que se había tratado de un suicidio o de una sobredosis accidental.
La segunda hipótesis: sobredosis accidental
Es una variación, leve, de la anterior. Marilyn estaba sobrepasada por su fama, por los amores frustrados, por el fracaso de sus matrimonios. La habían despedido de su última película, el seguro que debía pagar el estudio cada vez que la contrataba era mayor. Su conducta había sido errática y las apariciones públicas se espaciaron. Sus viejos problemas habían hecho eclosión. Por eso la habían sometido a un tratamiento psiquiátrico y por eso el profesional médico esa jornada solicitó que alguien se quedara a acompañarla. Su malestar era tal que tomó varias pastillas para dormir pero al no hacerle efecto aumentó la dosis, ya desesperada. Lo que esta versión igual que la anterior sigue sin explicar es la diferencia de horarios brindada por los testigos y las consignadas en los expedientes; tampoco el llamado de Peter Lawford y sus motivaciones; y principalmente el motivo por el cual ella tenía tanta cantidad de barbitúricos a mano si el psiquiatra había pedido que la vigilaran y que no fuera dejada sola ya que era una paciente de riesgo. ¿Fue negligencia? ¿Fue tan sólo descuido indolente?
Tercera posibilidad: el asesinato.
Algunos testimonios ponen en crisis las conclusiones judiciales. La esposa del agente de Marilyn contó que ella y su marido estaban, esa noche, viendo un concierto de Henry Mancini y su orquesta. Pero no pudieron terminar la velada como habían imaginado. Tras escuchar al creador del tema de La Pantera Rosa, alguien los esperaba a la salida de la sala, habló con su marido y éste debió salir corriendo. El concierto no puede haber terminado después de las 11 de la noche. De ser cierto este relato, se cae la versión de la mujer que cuidaba a la actriz alertó al psiquiatra en medio de la madrugada. Y explicaría por qué el cuerpo estaba frío y con rigor mortis cuando llegó la policía. Los que creen en la investigación oficial dicen que el llamado que recibió el representante fue el final de la cadena iniciada por la preocupación de Peter Lawford.
Algún investigador privado contó que un par de ambulancieros testimoniaron que antes de la medianoche del 4 de agosto recibieron un llamado solicitando su presencia con urgencia en el domicilio de Monroe. Que Marilyn, moribunda, fue subida a una ambulancia para dirigirse al hospital pero que su vida se apagó en el trayecto. Así, el manager y el psiquiatra, consiguieron que fuera llevada de vuelta a su hogar y montaron la escena del hallazgo a las 4 a.m. Si se trató de un suicidio ¿Por qué harían algo así?, preguntan los que descreen.
Otro dato real pero al que una pequeña variación le da un sentido diferente a la historia: es cierto que hubo un llamado desde la casa de la playa de Peter Lawford. Pero según estas versiones, no llamó a Marilyn para invitarla a una fiesta. Sostienen que ni siquiera fue él quien habló. El llamado habría sido de Robert Bobby Kennedy, fiscal general de Estados Unidos, hermano del presidente y amante de la actriz. Ese llamado habría terminado de desequilibrar a Marilyn. Le habría dicho que ya no se verían, que si intentaba acercarse a él o su hermano la iba a pasar mal, muy mal.
Otros, todavía van más lejos: afirman que Bobby estuvo esa tarde en la casa de la actriz en Los Ángeles. Y que la demora en revelar su muerte fue para darle tiempo al hermano presidencial de salir de la ciudad, para que la noticia de la muerte de Marilyn lo encontrara en Washington ya que eran muchos los que habían escuchado de su historia clandestina.
La última aparición pública de Marilyn fue en el acto en Nueva York en el que le cantó el cumpleaños a John F. Kennedy. Ella fue la figura artística principal en un desfile impresionante de estrellas. Era la de mayor convocatoria y magnetismo, el único nombre propio que se destacó. De esa jornada, de una reunión muy exclusiva posterior en la mansión de Manhattan de un multimillonario, es la única foto que se conserva de Marilyn con los hermanos Kennedy. Según algunas de sus fuentes, los encuentros con John y Bobby se venían dando desde hacía años. Y ella, afirman, fue amante de ambos. Pero que tras ese encuentro en Manhattan, Bobby le dijo que ya no podía tener contacto con ninguno de los dos.
La foto –en la que Marilyn tiene ese vestido que parece tallado sobre su cuerpo- habría sido la única prueba que sobrevivió de esa relación clandestina y triangular. Ya que agentes federales se encargaron de destruir lo que encontraron a su paso y a borrar rastros, la misma noche de la muerte de Monroe. Fotos, grabaciones hechas con micrófonos secretos, registros telefónicos y documentos oficiales.
La sede y casi exclusivo lugar en el que sucedieron esos encuentros clandestinos fue casa de Peter Lawford sobre la playa (y de muchos otros más con otras mujeres: los Kennedy, siguiendo un mandato paterno, se mostraban voraces como amantes).
Los que sostienen que Marilyn fue asesinada miran hacia varios lados. Algunos dicen que fueron agentes anticomunistas ya que ella desde su matrimonio con Arthur Miller se había convertido al comunismo. Otros acusan a los comunistas: lo hicieron para perjudicar a los Kennedy; para dejar en evidencia la relación que los unía y esparcir sospechas sobre ellos. La mafia y en especial Sam Giancana son otros de los candidatos. En este caso, además del encono y las fricciones con el nuevo gobierno, no habría que buscar demasiadas razones: el asesinato es su negocio más asiduo. Aquí se habrían confabulado con Jimmy Hoffa para aleccionar a su perseguidor, Bobby Kennedy. También algunos apuntaron a la CIA y al FBI; ante el final de la relación decretado unilateralmente por los Kennedy (o por alguno de ellos al menos), Marilyn, especulan, habría amenazado con revelar el vínculo que los unía. Para callarla y para evitar futuras tormentas políticas, los hombres del gobierno la habrían asesinado.
En algunos de estos escenarios, según quien los describa, los homicidas pueden ser los mismos pero las motivaciones las opuestas. Es decir, dos autores pueden coincidir en que el asesinato fue obra de la CIA, pero uno sostener que fue para proteger al presidente y otro afirmar que sólo se lo buscaba lastimar.
Robert Kennedy es el que protagoniza más versiones. La habría matado para tapar el affaire; o porque Marilyn sabía demasiadas cosas –entre ellas secretos nucleares- fruto de las conversaciones íntimas después de tener relaciones sexuales; o habría alterado la escena de muerte para que pareciera un suicidio y no una muerte accidental a causa de su desesperación.
En estas seis décadas, fueron muchos los autores que suscribieron una u otra teoría. La gran mayoría se basó en especulaciones más que en certezas y en las lagunas o pequeñas contradicciones de la versión oficial más que en pruebas.
Pero en tiempos fértiles para las teorías conspirativas estas versiones proliferaron ayudados por el poder magnético del aura de Marilyn.
Para el final dejamos las dos teorías más disparatadas de las teorías conspirativas, las que nunca pueden faltar en este prolífico género. Una de ellas cifra los motivos del asesinato en que Marilyn por su cercanía con los Kennedy y las confesiones de alcoba sabía demasiadas cosas sobre la existencia de los ovnis. Y que por ese motivo, para ocultar la existencia de vida extraterrestre, los hombres del gobierno la callaron para siempre.
Y cómo no podía ser de otra manera, como todo personaje demasiado célebre que muere tempranamente, también se negó la posibilidad de que se tratara de un asesinato, un suicidio o una muerte accidental. Se dijo que ella no murió, que todo se trató de una sofisticada puesta en escena para permitir que Marilyn siguiera viviendo con tranquilidad, sin presiones. Ella no rumbeó, como se dice de otros, para la Patagonia. Primero habría estado en una clínica psiquiátrica canadiense y algún tiempo después se instaló anónimamente en el corazón de Estados Unidos.
Sesenta años después de su muerte el misterio se sigue alimentando. Y el mito no para de crecer.
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