Los prejuicios suelen ser tontos, pero que los hay, los hay. Seguro que muchos hemos pensado alguna vez que el tamaño de los bíceps, de los cuádriceps y de los cuadraditos marcados en el abdomen de una persona son inversamente proporcionales a la musculatura de su cerebro. La historia de Arnold Schwarzenegger sirve para derribar nuestra ignorancia que nos dice al oído que un sujeto lector, concentrado, de esqueleto delgado y piel sin sol, seguramente, es más inteligente que el resto de los mortales. Porque el adonis de los músculos enfundados en piel dorada no solo fue Mr Universo, también supo fabricarse un futuro exitoso en Hollywood, se convirtió en uno de los actores más populares del mundo, facturó millones de dólares como empresario y, además de adquirir mansiones, autos y aviones, se casó con una mujer del clan Kennedy y tuvo cinco hijos.
Como si esto no alcanzara para demoler preconceptos: Arnold se volcó a la política y ¡ganó elecciones!
Si bien su vida no estuvo exenta de polémicas y enredos entre sábanas, el que le dio vida al que no moría, Terminator, cumple hoy 75 años.
Una vida lejos de casa
Arnold Schwarzenegger nació como todos los bebés, sin músculos a la vista, el 30 de julio de 1947, en Thal, una pequeña ciudad cercana a Graz, en Austria. Sus padres Aurelia Jadrny y Gustav Schwarzenegger, decidieron bautizarlo como Arnold Alois. Su hermano mayor, nacido en julio de 1946, Meinhard, era el preferido de su padre. Gustav no era cualquier padre, era el jefe de la policía local. Y no demostraba demasiada paciencia con su hijo menor.
La crianza de Arnold fue estricta, severa y religiosa. Todos los domingos asistían a misa. “Si hacíamos algo malo o desobedecíamos, los castigos no faltaban nunca”, explicaría Arnold ya famoso. Las diferencias que hacía Gustav entre sus dos hijos varones eran tan notorias que provocaron rumores insidiosos: ¿y si Arnold no era realmente su hijo?
“No tenía paciencia para escuchar o entender tus problemas… existía un muro, uno de verdad”, reveló el actor. La excelente relación que tenía con su madre compensaba el disgusto.
De esa época también recuerda que el dinero no abundaba en su casa y que fue todo un evento cuando pudieron comprar una buena heladera.
Su padre pretendía que siguiera sus pasos y se convirtiera en policía, pero no era lo que Arnold quería. Sumamente deportista, él se inclinaba por el fútbol, el boxeo y el atletismo. Aurelia se preocupó cuando lo vio tan preocupado por el físico masculino. Temió por sus inclinaciones sexuales y… lo llevó al médico. Poco después se dio cuenta de que la obsesión de este hijo era tener un cuerpo perfecto. Gustav no entendía a Arnold ni quería hacerlo. En una entrevista en el año 2004 con la revista Fortune, Arnold aseguró que hoy el trato de su padre para con él se llamaría “abuso”.
Por ese tiempo, el adolescente decidió anotarse en un gimnasio de Graz. Se volvió fanático del fisicoculturismo. Sus músculos empezaron a crecer. A los 15 años descubrió que tenía el cuerpo ideal y le advirtió a sus padres “quiero ser el más fuerte del mundo”. Estaba tan determinado a aprender el poder de la mente sobre el cuerpo que empezó a estudiar psicología. Creer o reventar. En 1965, a los 18 años, ganó el título Mr Europa. Quería ir por más: “El título de Mr. Universo era mi billete a América, la tierra de las oportunidades, dónde podía convertirme en una estrella y volverme rico”, recuerda.
En 1966 Arnold viajó por primera vez en avión. ¿Destino? Londres. ¿Motivo? Una competencia mundial donde acabó segundo, pero con su desempeño logró impresionar a los jueces del certamen. Tanto que uno de ellos lo invitó a quedarse un tiempo para entrenarlo. La apuesta rindió. Con 20 años, en 1967, ganó y fue Mr. Universo por primera vez. Era el más joven en recibirlo y lo volvió a conseguir varias veces más. En 1968 obtuvo el quinto título de Mr. Universo y se instaló en los Estados Unidos. A los 23 años, ganó el primer Mister Olympia en Nueva York. Se lo llevaría, en total, siete veces.
El fisicoculturista torneado, como esculpido por el mismísimo Miguel Ángel, hizo historia y hasta el presente está considerado de los mejores en el rubro. Al punto que existe un evento internacional que lleva su nombre: Arnold Sports Festival.
El temor a la muerte y padre nazi
El 20 de mayo de 1971, su hermano Meinhard de 25 años, murió al chocar con su auto. Iba alcoholizado. Estaba por casarse y ya tenía un hijo de 3 años llamado Patrick. Arnold sería quien más adelante pagaría la educación de su sobrino (Patrick Knapp Schwarzenegger) y lo llevaría a vivir a los Estados Unidos.
Gustav no soportó la pérdida y murió de un derrame cerebral un año después que su hijo favorito.
La muerte es un tema que angustia a Arnold y prefiere evitar: “No me gusta pensar en eso, ni siquiera me gusta decir la palabra. La muerte es lo único que no podemos superar y tengo que decir que eso me enoja. Me lo paso tan bien aquí que detesto la idea de la muerte”. Es más, dice que su vida ha sido como un sueño y que no puede aceptar que todo terminará algún día: “Sé que a otras personas no les preocupa la muerte porque esperan con ansias el cielo o alguna otra vida después de la muerte. Todavía no he llegado a ese punto. Mi vida es el cielo”.
Lo cierto es que no asistió al funeral de su propio padre y a lo largo del tiempo dio distintas versiones sobre sus motivos. Arnold no había demostrado demasiada pena cuando murió y tampoco hablaba de su hermano… Quizá el real motivo de todo esto haya sido su propia aversión a la muerte.
Gustav había sido miembro del Partido Nazi y parte de la fuerza represora de Hitler llamada Camisas Pardas. Inquieto por lo que él pudiera haber hecho en el pasado, unos años después de su muerte, Arnold le encargó al Centro Simon Wiesenthal que investigara el registro militar de su padre. No hallaron nada para mencionar. Luego de eso, durmió más tranquilo.
El acento extraño del actor de apellido eterno
En los Estados Unidos Arnold tuvo que estudiar inglés. Lo hizo en la Universidad de Santa Mónica. Luego se graduó en negocios y economía internacional en la Universidad de Wisconsin.
En 1969 Arnold se puso de novio con Barbara Outland Baker, una profesora de inglés con la que vivió hasta 1974. “Era una chica sensata que quería una vida ordinaria, sólida, y yo no era nada sensato, y odiaba la idea de una vida ordinaria”, expresó con ironía el actor. Cuando habló de él, Barbara lo calificó como una persona carismática y aventurera que se había convertido en un personaje “insufrible que creía que el mundo giraba alrededor suyo”. Vivieron juntos poco más de tres años y pasaban sus días en la playa y haciendo barbacoas en el patio de su departamento.
Los primeros acercamientos de Arnold al mundo del cine no pronosticaban nada bueno. Parecía que no tendría ningún lugar en Hollywood. Los que manejaban los castings de actores le repetían que tenía un cuerpo raro para hacer cine, que su acento era espantoso y que su nombre resultaba demasiado largo y difícil para ser famoso. Adiós.
Pero Arnold no era de esos que se dejaban vencer. Insistió. Tenía pésimo inglés, pero toda la determinación del mundo. “Mi acento era muy malo y además muy fuerte, lo que era un obstáculo cuando empecé la carrera de actor”, reconoce.
Su primer papel fue en una película llamada Hércules. Su acento era tan marcado que decidieron doblarlo. Su voz quedó fuera de escena. La segunda película en la que consiguió participar fue otro bochorno: tenía que hacer de un matón sordomudo. Pero con la tercera, Stay Hungry, tuvo más suerte y ganó el Globo de Oro a la nueva estrella del año.
Fue por esa época que Arnold conoció a otra mujer en Venice Beach, la playa de Los Angeles: Sue Moray. Ella era peluquera. Eran una pareja abierta sin promesas de fidelidad. Cada uno hacía la suya.
En agosto de 1977, en un torneo de tenis que llevaba por nombre el apellido Kennedy, Arnold conoció a la periodista de televisión María Shriver. La aristocrática joven lo sorprendió con su belleza, sus ojos azules y su desparpajo. Además, era la sobrina nada menos que de Robert y John F. Kennedy. Empezaron a salir. Pero él seguía frecuentando a Sue. Un año después, Sue se hartó de la doble vida y le dijo que tenía que elegir. Arnold no dudó: eligió a María.
Éxito en la pantalla y en el amor
Fue en la década del 80 que Arnold se volvió un ícono popular. Llegó al cine de acción y lo hizo estallar.
En 1982 se convirtió en Conan el Bárbaro. Entrenó tan duro para su personaje practicando esgrima y equitación que decidió, al mismo tiempo que grababa, participar del certamen Mr Olympia una vez más. Lo mantuvo en secreto y, ¿saben que? ¡Ganó!
El éxito en la pantalla fue arrollador. Dos años después, vino su temible personaje en Terminator. El austríaco Arnold convertía en oro todo lo que tocaba: en los años 90 ya era la estrella indiscutida mundial del mundo del cine. Billetes le sobraban. La heladera de su infancia había pasado a ser una anécdota para vestir reportajes en los medios más importantes del planeta. El noviazgo con María prosperó, se comprometieron y todo terminó en casamiento unos años después.
La celebración fue todo un acontecimiento social. Se llevó a cabo el 26 de abril de 1986, en Hyannis, Massachusetts.
La pareja funcionó y tuvieron cuatro hijos. En 1989 nació Katherine Eunice, hoy escritora; en 1991, Christina Maria Aurelia, quien hizo un documental para Netflix sobre su trastorno de déficit de atención; en 1993, Patrick Arnold, actor y modelo y, en 1997, Christopher, quien estudió psicología. La vida iba pintándose de rosa.
Hasta que Arnold sacó los pies del plato.
Corazón en problemas
Ya estando de novio, en 1984, Arnold le había sido infiel a María. No podía controlar sus pasiones. El romance con la actriz y modelo Brigitte Nielsen (quien también fue pareja del actor Sylvester Stallone) duró poco, pero fue intenso. Viajaron por toda Europa y, gracias a que no había la hipercomunicación actual, lograron no ser detectados. Pero al volver ella quiso algo más formal. Arnold voló a Brigitte de la escena sin culpa y, otra vez, eligió a María. Le dijo muy claro: “Yo ya estoy con la mujer con la que quiero casarme y no hay lugar para ti. Si estás buscando una relación con una estrella de Hollywood, hay otros tipos por ahí que están disponibles”.
Dicen que nada es para siempre. Y la historia de María y Arnold también tendría un punto final. Pero para esto falta un poco.
Las polémicas también rodeaban la salud del ídolo del fisicoculturismo. En un momento, Arnold confesó haber usado anabolizantes esteroides mientras eran legales. El tema era álgido.
En 1997 Arnold fue operado. Le tuvieron que reemplazar la válvula cardíaca aórtica por una causa congénita. Se recuperó lo más bien, pero desde entonces fue monitoreado. Algunos médicos, sin conocerlo, vaticinaban una muerte prematura para él. Harto, en 1999, los demandó en los tribunales y la justicia le dio la razón: debieron indemnizarlo.
El actor político y un quinto hijo inesperado
En el año 2003 Arnold Schwarzenegger, se lanzó como político por el partido republicano y logró llegar a la gobernación del Estado de California. Le fue tan bien que en 2006 fue reelecto.
En el año 2011, desgastado, se alejó un poco de la política y retomó su carrera cinematográfica haciendo filmes buenos, regulares y malos. Pero en mayo de 2011, ocurrió el cisma. Después de un cuarto de siglo de matrimonio, llegó el divorcio que sorprendió a Hollywood. ¿El motivo? Una burda infidelidad. Solo que esta vez había ocurrido bajo el techo conyugal y con una empleada doméstica que había quedado embarazada.
La mansión soñada de Pacific Palisades había cobijado la peor traición. María no era sorda. Ante los rumores que circulaban consiguió llevar a su marido a una cita con un terapeuta de parejas. En plena sesión le preguntó, sin titubear, si el hijo de Mildred Baena, la empleada doméstica de origen guatemalteco, era suyo. El temible Terminator, el gobernador implacable, miró hacia el suelo y asintió. Mildred trabajaba con ellos desde el año 1991 y había tenido a su bebé Joseph en 1997. Para colmo las cuentas daban que la empleada había quedado embarazada al mismo tiempo que Maria de su cuarto hijo, Christopher, quien nació solo una semana después de Joseph.
María no pudo soportarlo. Se separaron e iniciaron el divorcio.
En realidad, Mildred le había contado a su hijo la verdad un año antes de que todo estallara. El parecido de Joseph con su padre era tan evidente que había optado por revelarle la verdad. Joseph, que tenía 12 años, quedó encantado. El ídolo de todos ¡era su padre! ¿Qué mejor noticia? Arnold terminó comprando, ese mismo año, una casa de cuatro habitaciones para Mildred y Joseph en Bakersfield. Culpas saldadas.
Joseph, quien no lleva el apellido de su padre, es paradójicamente el hijo que más se le parece. Y, encima, practica fisicoculturismo. La relación de Arnold y Joseph es buena. En 2018 cuando aquel bebé, que había terminado con la imagen perfecta de la pareja estelar, cumplió 21 años, Arnold posteó en Instagram: “Ha sido fantástico ver cómo fortaleces tus músculos y tu mente”. Instagram los muestra unidos. Lo que parece no estar resuelto es la relación de Joseph con sus hermanos. Si bien él los sigue en las redes, ellos no a él. Quizá teman herir a su madre María.
La última estación
Dos años después de su divorcio, Arnold empezó a salir con Heather Milligan (hoy 48 años), una fisioterapeuta dueña de la Clínica Elite Ortho Sport.
El 29 de marzo de 2018, mientras seguía con sus proyectos cinematográficos, Arnold volvió a tener complicaciones con su válvula cardíaca. En esta oportunidad casi se muere. Tuvieron que abrir su esternón para detener una hemorragia interna. Terminator, revivió. Rearmó su esqueleto y con la ayuda de un andador empezó a caminar. Uno, dos, cien, quinientos pasos…
A comienzos de la Pandemia, en 2020, Arnold donó un millón de dólares, a través de Frontline Responders Fund, para ayudar en la lucha contra el Coronavirus. Y se dedicó a mantenerse activo en las redes para entretener a la gente que estaba aislada.
Nada iba a detenerlo.
Saber ganar dinero
Arnold no solo ganó dinero con su físico y su cara. A lo largo de su vida, hizo de todo. Tuvo negocios en la construcción; en empresas de envíos postales; videos y libros… Todo lo que ganó en su vida lo fue invirtiendo en inmuebles. En 1997 se permitió un capricho: se compró un jet privado que le costó 38 millones de dólares.
Siguió apostando a restaurantes, shoppings y bienes raíces. Fue inversor de la cadena de restaurantes temáticos Planet Hollywood junto a Bruce Willis, Sylvester Stallone y Demi Moore. En el 2000 se retiró porque no le parecía una buena inversión. Él siempre supo cuándo entrar en un negocio y cuándo irse. Es una cualidad innata.
A los 73 años logró algo más: convertirse en una voz sabia y moderada que los demás escuchan. Lanzó un newsletter mensual donde recomendaba libros, películas y daba consejos de entrenamiento y de vida.
Se cree que hoy Arnold Schwarzenegger tiene una fortuna de unos 400 millones de dólares. Bah, en realidad tendría la mitad de esa cifra, porque a fines del 2021, cuando se concretó el acuerdo de divorcio con María, le habría tenido que entregar la mitad de todo.
Quizá alguien le haya recordado ese día que, al principio de su carrera como millonario, había dicho con humor que “el dinero no da la felicidad. Ahora tengo cincuenta millones, pero ya era feliz cuando tenía cuarenta y ocho”.
Lo cierto es que una encuesta política, publicada a fines del año 2021, arrojó un resultado sorprendente: Arnold era el republicano mejor valorado del país.
Su cumpleaños encuentra a Arnold sereno y compartiendo su vida con Heather, su Bugatti y aquel par de ponys traídos especialmente desde Cerdeña y Sicilia que toman el desayuno de sus manos. Solo una extravagancia más del personaje que hoy tiene 22.5 millones de seguidores en Instagram y donde su último posteo (que data de hace 8 minutos, lo subió mientras tipeo esta nota) es una foto que lo muestra con su madre Aurelia, quien habría cumplido 100 años un día antes que él: “... ella me enseñó el amor incondicional, la importancia de mantener mi casa limpia, cómo hacer el perfecto schnitzel (plato austríaco) y la paciencia (...)”.
No tengan dudas de que su músculo cerebral sigue funcionando a pleno y ¡mejor que todos los demás!
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