Los cortometrajes que estrenaron los hermanos Lumière, los padres del cinematógrafo llegaron a la Argentina apenas seis meses después de esa impactante proyección para el público del 28 de diciembre de 1895 en el Salon Indien du Grand Café de París, del Boulevard de los Capuchinos de París, 4. Durante la Belle Époque el progreso era una constante mientras se producían grandes avances científicos y tecnológicos. Se habían inventado en esos años los rayos x (1895), el elemento radio (1898), el telégrafo sin hilos revolucionaba el campo de las comunicaciones (1899), la teoría cuántica de Max Planck (1900) y Sigmund Freud publicaba la Interpretación de los sueños (1900).
La Argentina no se mantuvo ajena a las innovaciones. Y en el caso de la radiofonía tomó la delantera, con la primera transmisión radial dirigida a un público. Desde el techo del Teatro Coliseo, en 1920 los responsables fueron los después llamados “Los locos de la azotea”, los argentinos Enrique Susini, Luis Romero Carranza, César José Guerrico y Miguel Mujica.
Los encargados de hacer llegar los primeros cortometrajes de los hermanos Lumière a la Argentina fueron Francisco Pastor y el periodista español Eustaquio Pellicer, quien más tarde, en 1898, fundaría la revista Caras y Caretas dedicada a la sátira política. La exhibición se realizó el 18 de julio de 1896, en el imponente Teatro Odeón, situado en Esmeralda 367 (esquina avenida Corrientes) inaugurado en 1892. Pero no habrían usaron el nuevo cinematógrafo, sino su antecesor el kinetoscopio, inventado por Edison, quien lo había definido como la “máquina que podría hacer para los ojos aquello que el fonógrafo hace para los oídos”. El kinetoscopio era un aparato provisto de cilindros rotativos y visor que permitía ver las imágenes en movimiento. La película no se podía proyectar hacia afuera como el cinematógrafo. Había que mirar por dentro y la experiencia era individual.
También hay otras versiones. Que los kinetoscopios de Edison estaban desde 1894 y fueron los cinematógrafos de los Lumière los que proyectaron las películas en el Odeón.
Lo cierto es que el negocio del cine en Buenos Aires muy pronto estuvo manejado por tres inmigrantes europeos: Henri Lepage, un barón belga, propietario de un local de artículos fotograficos que se situaba a una cuadra del Colegio Nacional de Buenos Aires; Max Glücksmann, un austro-húngaro instalado en Buenos Aires en 1890, y que se había unido a Lepage en su negocio, y se habían convertido en los primeros en ingresar al país filmadoras y proyectores junto a Eugenio Py, un fotógrafo y empresario francés radicado en la Argentina. La fuerte inmigración europea, trajo todos los adelantos técnicos de mano especializada. Llegaban ilustradores, grabadores, litógrafos, impresores y fotógrafos que también se interesaron en los nuevos dispositivos para ver películas.
Durante las funciones se acercó toda clase de público curioso, desde grupos escolares, hasta incluso el presidente Carlos Pellegrini, que de acuerdo a las crónicas, quedó “subyugado por el encanto de las vistas”.
Las primeras proyecciones no tenían lo que hoy conocemos como lenguaje fílmico, ni tenían un argumento. Las imágenes en movimiento captadas por los Lumière habrían mostrado la célebre Llegada de un tren, que al menos en París había provocado un buen susto porque sentían que la locomotora los iba a arrollar al llegar a la estación. Que eso haya sucedido en la Argentina no hay registros. Otro film de los filmes proyectados en esa primera exhibición fue la La salida de los obreros de la fábrica, que por primera vez transformaba una actividad cotidiana en el lugar de protagonistas de un gran espectáculo.
Las proyecciones en Buenos Aires fueron tan exitosas que volvieron a contactarse nuevamente con los Lumière esta vez para la compra de sus aparatos. Sin embargo, no lograron ponerse de acuerdo con ellos. Finalmente, fueron importados un cronofotógrafo Elgé, de Gaumont-Demeny y también un cinematógrafo Pathé, con el que nació el cine argentino el 25 de octubre de 1900, con el registro de la visita del Presidente de la República Federativa del Brasil, Dr. Manuel Ferraz Campos Salles, al Presidente de la República Argentina, Julio A. Roca.
Los inventos estaban a la orden del día. Y hay otras fechas de estreno que , según registros del Ministerio de Cultura. El 6 de julio de 1896 en un salón de la calle Florida fue presentado el vivomatógrafo, con un proyector inglés y con imagénes en movimiento registradas por William Paul. El escenario ya no sería Francia sino Inglaterra. Entre ellas figuraba: Una vuelta por el puente de Blackfriars en Londres; Un recorrido de bicicletas por Hyde Park; La visita a unas obras en construcción y otra curiosidad: la Llegada del tren a la estación de Brighton.
Un gran impulsor de la industria del cine fue Eugenio Py, quien hizo llegar los primeros proyectores de material fílmico desde Francia. No solo eso. Fue catalogado como un pionero del cine nacional con la realización de la película La bandera argentina. La filmación consistía en un registro de una bandera argentina flameando en el mástil de la Plaza de Mayo. La cinta tenía 17 metros de largo. Esto hizo necesario que la casa Lepage instalara el primer laboratorio completo para poder procesar el material. Otras versiones cuentan que no fue Py, sino el alemán Federico Figner quien habría hecho una filmación anterior con vistas de Buenos Aires
Mario Gallo, años después rodó La Revolución de Mayo, dentro de la misma temática. El día del cine nacional se celebra en homenaje a esta primera película argumental, dirigida por Gallo y estrenada en el Teatro Ateneo de Buenos Aires el 23 de mayo de 1909.
Según el diario La Nación, la primera proyección de imágenes en movimiento en Buenos Aires se atribuye al trabajo creativo de la Escuela de Brighton, que llegó a la invención del cine, casi al mismo tiempo que en Francia.
En su libro Breve historia del cine argentino, Carlos Maranghello cuenta: “No pasaron más de dos días cuando Figner presentó él también su sistema, el vitascopio, patentado por Edison, en un salón de Florida al 100. De ese modo, durante un lapso prolongado, los tres sistemas coexistieron a pocas cuadras en el centro porteño, todos con idéntica repercusión popular”.
Es que en esa época coexistían muchos aparatos. El cinematógrafo de los franceses había sido el punto de llegada tras mucha investigación y evolución de otros dispositivos. Hasta llegar a ellos, convivieron los estereoscopios, los filoscopios, los zoótropos, los praxinoscopios de salón con los de proyección para el público como el teatro óptico, el bioscopio, el fasmátropo y el kinetoscopio.
La tecnología por un lado comenzaba a fundirse con el arte dentro de un aparato. La página estaba en blanco. Y el público, comenzaba a tener sus primeras experiencias en proyecciones de imágenes en movimiento. Desde 1892 hasta 1900 el mundo le pertenecía a Èmile Reynaud con su teatro óptico en París, con los que proyectaba sus pantomimas luminosas sobre una pantalla. Empleaba unos 700 dibujos por cinta y se sincronizaba con su música y efectos sonoros. Contó historias con dibujos que despertaron asombro y admiración. Pero con la llegada del cinematógrafo de los Lumière, que usaba fotos y ahorraban muchísimo tiempo y dinero, su arte quedó en el olvido y su mundo se hizo añicos. La competencia lo destruyó de tal modo que con un martillo rompió sus maquinarias y las películas terminaron arrojadas en el Sena. El creador de los dibujos animados terminaría internado en un manicomio, sumido en la más triste miseria.
También se cree que la Argentina fue tal vez el primer centro de producción de películas pornográficas del mundo. Si el género nació en Francia con el nacimiento de cinematógrafo, hacia 1905 las empresas Pathe y Gaumont habrían derivado la producción de las películas a Buenos Aires de manera clandestina, para evitar la censura del gobierno francés. Se llamaban stags films o smokers.
No hay nada concreto. Pero las invenciones de fines del siglo diecinueve crearon una máquina para soñar despiertos que se quedaría por siempre entre nosotros, al mismo tiempo que los estudiaba Freud.
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