Rocky IV. Apollo Creed se enfrenta en el cuadrilátero con un ruso de mirada asesina. La escena se ralentiza en ese último golpe: el amigo de Rocky Balboa cae en peso muerto y debajo del ring, la esposa de Iván Drago esboza una mueca de satisfacción. En ese instante decisivo, Brigitte Nielsen corporiza a la villana perfecta en una Guerra Fría de baja intensidad, al mejor estilo de un Hollywood ochentoso.
“No sé qué es lo que pasa conmigo, pero nunca me dieron un papel en el que pueda interpretar a una buena persona”, dijo años más tarde cuando el furor de su fama se había apagado casi por completo. En un guiño al público, la rubia evoca cada plano contrapicado de esas piernas kilométricas, pelo cortísimo y un cuerpo tallado que calentó la pantalla hace más de tres décadas. Nielsen encendió las fantasías del público de acción y fue objeto de escrutinio público gracias a sus affaires con galanes del mundo del espectáculo, un escandaloso matrimonio con Sylvester Stallone, problemas de adicciones, cirugías frente a la cámara y una maternidad después de los 50.
Modelo precoz, sex symbol y figura mediática, la belleza aria que mira a la cámara desde arriba, hoy cumple 59 años.
Imponente 1,85 de altura. Más que un dato, fue la brújula que marcó el rumbo de Brigitte Nielsen hacia el mundo del entretenimiento. “Cuando tenía 11 años era más alta que mis maestros, tenía muchos bullies en la escuela. Nunca quise ser modelo pero fue algo que me llegó”.
En Rødovre, una pequeña ciudad danesa cerca de Copenhague, nació Gitte Nielsen el 15 de julio de 1963. Hija de una bibliotecaria y un ingeniero, nada hacía sospechar que su destino estaba frente a los flashes pero su presencia era tan llamativa que muy pronto captó la atención de la industria de la moda. “A los 16 años alguien pensó que debía ser modelo y no podía creerlo”.
En la era dorada de las supermodelos, Nielsen comenzó a posar para fotógrafos de renombre, como Greg Gorman y Helmut Newton. Su figura escultural desfiló por las pasarelas de alta costura de firmas como Armani, Versace y Jean Paul Gaultier, así como por varias portadas de Playboy.
Cuando promediaba los 20 años, ya se había hecho un nombre propio y su atractivo de ciencia ficción le abrió las puertas de la franquicia Marvel. El gigante del cómic le puso el ojo para una sesión de fotos donde interpretaría al personaje “She-Hulk”, una versión femenina del musculoso monstruo verde. Hacia fines de los ‘80 la carrera de la amazona platinada continuaba en ascenso; su próximo salto sería a la pantalla grande.
Fue en Dinamarca que unos productores la avistaron para una prueba de cámara frente al director Richard Fleischer. “No soy actriz”, trató de disuadirlos. Igual le insistieron para que se presentara al casting. “No sabía nada de películas, cuando me dijeron que la estrella era Arnold Schwarzenegger dije: ‘¿Quién?’; ‘el tipo musculoso, ya lo vas a conocer’”. La calidad interpretativa parecía lo de menos, tanto así, que ganó con facilidad su primer protagónico como la guerrera Sonja.
En 1985 se estrenó El guerrero rojo, su debut en el cine compartiendo cartel con la estrella de Terminator. El film fue un indiscutido fracaso de taquilla y crítica, pero marcó el inicio de una serie de tumultuosos romances dentro y fuera de la pantalla. Entre las escenas de aventura y las peleas a espadazos, la atracción entre los protagonistas no tardó en aparecer.
Nielsen estaba casada con el músico Kasper Winding. Schwarzenegger iniciaba una relación con quien sería su esposa, Maria Shriver. “Rápidamente descubrí que lejos de las cámaras Arnold era encantador. ¡No podías ignorarlo cuando corríamos medio desnudos con nuestro vestuario de batalla”. La tensión sexual derivó en un tórrido affaire que duró lo que el rodaje: “No hubo restricciones, ni promesas, nada, y fue un gran momento en mi vida”. Con un poco más de recato, el ex gobernador de California diría que ese romance le hizo darse cuenta de cuánto deseaba casarse con Shriver.
A Nielsen no le asustaba el escándalo, tampoco la infidelidad. Todavía casada con su primer marido, conoció a su celebrity crush en un hotel y no dudó en dar el primer paso. En una suite de Nueva York, Sylvester Stallone recibió una nota: “Soy una actriz nueva en ascenso y estoy en la ciudad promocionando una película”. La exuberancia de la danesa rápidamente lo conquistó. No solo le ofreció un papel en su próxima película Rocky IV, sino que en cuestión de semanas, se divorció de Sasha Czack para pedirle matrimonio.
En el set interpretó a Ludmilla Drago, la esposa de su némesis ruso en el boxeo. Fuera de cámara, el matrimonio con Stallone comenzó con el pie izquierdo durante su luna de miel en Hawái. “Sly trajo a unas 15 personas con nosotros: agentes, abogados, todo un séquito. Estaba devastada”. El enlace que duró poco menos de dos años fue pasional y tuvo un final abrupto. “Tenía 22 años, era una vikinga danesa que quería explorar, pero estábamos rodeados de gente y guardaespaldas todo el tiempo. Le decía: ‘No puedes comprarme’, así que lo dejé y nunca se recuperó”.
En 1987 se separaron de mutuo acuerdo, aunque la actriz admitió que su ex se cobró revancha perjudicando su carrera. “No quiero decir que le dijo a la gente que no me contratara, pero durante tres años nadie quiso hablarme”, señaló elíptica en su libro biográfico. Más allá de los rumores, lo cierto es que Stallone reescribió parte de la historia cuando presentó su corte definitivo del director Rocky vs Drago en 2021 (una nueva versión de la película original, Rocky IV). En los 40 minutos que pasaron por la isla de edición, la actuación de Nielsen quedó prácticamente borrada del mapa.
Con el divorcio, su carrera inició una curva descendente: algunas películas en Europa y producciones clase B en televisión y cine. También incursionó en la música sin demasiado éxito bajo el nombre artístico Gitta, quizás en un intento de volver a sus orígenes. Los escándalos continuaron. Su lista de amoríos famosos continuó resonando en los medios: ¿una noche con Sean Penn? ¿Un encuentro con Luis Miguel en Montecarlo?, fueron algunos de los rumores que la rubia protagonizó. Pasó por el altar en otras tres oportunidades con Sebastian Copeland, Raoul Meyer y Mattia Dess, su pareja actual. Sus problemas de adicciones también estuvieron en el ojo de la tormenta cuando la encontraron en un parque “ebria y desorientada”, como tituló la prensa.
Entre la polémica de su vida real y la ficción, Brigitte era una candidata ideal para el mundo del reality. Participó de la versión alemana de La isla de los famosos y en una edición británica de Gran Hermano. En 2008 se sometió a un lifting facial, una liposucción de muslos, caderas, botox e implantes mamarios en el programa From Old to New. Con 45 años de edad, la actriz quería recuperar el físico que la llevó al pico de su fama a fuerza de bisturí. Nunca se alejó demasiado de los reflectores pero fue recién en 2014 cuando volvió a la ficción con una serie de proyectos en cine y televisión.
En 2018 tuvo su revancha cuando fue convocada para actuar en el film Creed II, interpretando nuevamente a la infame Ludmilla Drago. 31 años después volvió a verse la cara con su ex esposo, Sylvester Stallone. ¿El encuentro?: “Somos dos profesionales. Él se quedó en la esquina americana y yo en la esquina rusa. Estábamos en lados opuestos, pero fue agradable”. La verdadera sorpresa del rodaje fue su quinto embarazo luego de 10 años de tratamiento de fertilización in vitro. “Mi corazón latía muy fuerte. Estaba tan nerviosa y traté de ocultarlo debajo del traje de marfil, y lo logré”. Cursaba su séptimo mes e intentó mantenerlo en secreto, pero la noticia pronto empezó a circular tanto en el set como en los medios: a los 54 años Nielsen volvió a ser mamá con el nacimiento de Frida, su primera hija con el modelo italiano Mattia Dessi.
Retirada de los escándalos, Brigitte Nielsen mantuvo esporádicas apariciones en documentales, películas independientes y entrevistas televisivas. Tampoco parece extrañar las cámaras: “Nunca quise ser actriz, creo que me hubiera gustado trabajar en una panadería”, declaró en más de una oportunidad. Flirtea un poco con Larry King y sigue con el siguiente tema. En cada entrevista habla con la liviandad de quien no especula. Cuando le preguntan por su edad, responde sin dudarlo: “Envejecer es una mierda”.
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