Millones de dólares, caridad, 4 matrimonios y la casa más cara del mundo: la fascinante vida de Lily Safra

La millonaria brasileña, coleccionista de arte y filántropa murió ayer en su casa de Ginebra. Los logros de una vida excepcional

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Lily Safra murió ayer en Ginebra a los 87 años. Era una de las mujeres más ricas del mundo. Su vida estuvo lleno de lujo, grandes conquistas, pérdidas muy dolorosas y misterios (Photo by Bertrand Rindoff Petroff/Getty Images)
Lily Safra murió ayer en Ginebra a los 87 años. Era una de las mujeres más ricas del mundo. Su vida estuvo lleno de lujo, grandes conquistas, pérdidas muy dolorosas y misterios (Photo by Bertrand Rindoff Petroff/Getty Images)

Ayer, a los 87 años, murió en su mansión de Ginebra Lily Safra, una de las mujeres de mayor fortuna del mundo. Su vocero informó que la causa fue un cáncer de páncreas. Fue millonaria, filántropa y coleccionista de arte. Nacida en Brasil, se casó cuatro veces y más allá de las apariciones en galas especiales y grandes eventos, no daba entrevistas ni aparecía en la prensa.

El padre de Lily era un ingeniero ferroviario checo que emigró a Brasil para colaborar con la extensión de los trenes ingleses. Allí se casó con una joven uruguaya. El 30 de diciembre de 1934 en Porto Alegre nació su hija, Lily Watkins. La familia Watkins se radicó en Río de Janeiro hasta que al padre lo enviaron a trabajar a Montevideo. Para esa época, principios de la década del cincuenta, Lily era un adolescente bellísima, inteligente y decidida. Llamaba la atención su desparpajo en un mundo pacato y contenido. A los 17 años conoció a Mario Cohen, un empresario argentino que tenía un pequeño emporio a raíz de la fabricación de las medias de nylon. El deslumbramiento mutuo terminó en matrimonio y tres hijos. Adriana, el actual empresario Eduardo y Claudio. Sus días pasaban entre Uruguay y Argentina. A los pocos años la pareja empezó a tener problemas que terminaron en un divorcio.

Tiempo después, se enamoró de Alfredo Greenberg, un importante empresario brasileño. Era el magnate de los electrodomésticos: tenía fábricas y una extensa cadena de negocios por todo Brasil, Ponto Frío. Por esos años, él cambió su nombre. Era conocido como Freddy Monteverde. Se casaron en 1965. En las fiestas y eventos de la alta sociedad brasileña, Lily deslumbraba con su distinción. Freddy y Lily adoptaron un hijo. Pero la felicidad plena duró muy poco. En 1969, Monteverde apareció muerto en una habitación de hotel. Tenía dos disparos en el corazón. El empresario se había suicidado.

Lily (por ese entonces) Monteverde se había convertido en una joven y millonaria viuda. Si de la separación de Cohen había salido con solidez económica, la muerte de su segundo marido la convirtió en heredera de alrededor de 250 millones de dólares.

Se radicó en Londres y confió el manejo de sus inversiones a uno de los banqueros más importantes de Brasil, Edmond Safra, un libanés que junto a su padre y hermanos se habían convertido en importantes financistas. El sueño familiar era erigir un banco que se convirtiera en milenario.

Lily Safra en los últimos veinte años de su vida llevó adelante muchas acciones filantrópicas. No sólo donaciones para los necesitados y para instituciones artísticas, sino también se centró en la investigación científica para descubrir la cura de diversas enfermedades neurológicas (Photo by Rindoff Petroff / Castel/Getty Images)
Lily Safra en los últimos veinte años de su vida llevó adelante muchas acciones filantrópicas. No sólo donaciones para los necesitados y para instituciones artísticas, sino también se centró en la investigación científica para descubrir la cura de diversas enfermedades neurológicas (Photo by Rindoff Petroff / Castel/Getty Images)

Muchos afirman que en ese momento, con el manejo de la herencia de Monteverde comenzó el romance entre Edmond y Lily. El soltero más codiciado y la viuda más deseada. Pero la familia de Safra la rechazaba. Él permanecía soltero y se mostraba renuente al matrimonio porque sospechaba que toda mujer que se le acercaba lo hacía en busca de su fortuna, en virtud de su poder. Pero Lily ya era millonaria así que en su caso esas sospechas no corrían. Esa oposición sería el germen de peleas y separaciones familiares posteriores.

Para olvidarlo, se casó en Acapulco con el financista marroquí/inglés Samuel Bendahan. Era 1972. Pero el matrimonio fue efímero. Al año se divorciaron legalmente aunque la separación se había producido diez meses antes.

Edmond Safra estaba deprimido, se refugiaba en el trabajo y añoraba a su amor perdido. El reencuentro se dio enseguida. Edmond y Lily retomaron el romance y la pareja se convirtió en una de las preferidas del jet set occidental... La oposición de los otros hermanos Safra ya era ineficaz.

El matrimonio Safra con invitados en su mansión de Villa Leopolda, construida por el Rey Leopoldo II de Bélgica para su amante de 16 años. (Photo by Slim Aarons/Getty Images)
El matrimonio Safra con invitados en su mansión de Villa Leopolda, construida por el Rey Leopoldo II de Bélgica para su amante de 16 años. (Photo by Slim Aarons/Getty Images)

El matrimonio duró hasta la muerte de Edmond, 23 años. El acuerdo prenupcial fue uno de los más abigarrados y extensos de la historia: 600 páginas, miles de cláusulas y decenas de detallados inventarios.

Es que Lily y Edmond tenían propiedades en los lugares más exclusivos de las principales ciudades del mundo. Un piso en la Quinta Avenida, un departamento en el Pierre Hotel de París, un dúplex en Londres, otro en Milán, villas de veraneo en los balnearios más caros, la casa de Ginebra en la que murió el día de ayer, un penthouse monegasco. Y La Leopolda.

El rey Leopoldo II de Bélgica decidió hacerle un regalo inolvidable a su amante. Caroline Delacroix era una mujer joven, bella y misteriosa que enloquecía, entre otros, al monarca. Él en Villefranche-Sur- Mer erigió una mansión imperial. Una prueba de amor que pretendía ser inolvidable y prueba de la dimensión de su pasión. Recién empezaba el siglo XX. Leopoldo tenía 65 años y Caroline 16. Cuando se supo de la relación, la prensa se burló del rey y a ella la llamaron prostituta (algunos historiadores afirman que esa era su ocupación). No importaron los rumores. Él mandó construirle el palacio más imponente que se haya erigido. Dinero no le faltaba: su saqueo de los recursos del Congo, con millones de muertes incluidas, lo habían convertido en un potentado.

Villa Leopolda o La Leopolda tiene 11 habitaciones, 14 baños, decenas de hectáreas con los jardines más hermosos de Europa, una piscina imponente, varias casas para invitados, helipuerto y un bunker para protegerse en casa de ataque o peligro inminente. Está en la Costa Azul a orillas del mar. En las décadas del cuarenta y del cincuenta la mansión sirvió como set de varias películas, la más célebre quizá sea Para Atrapar al Ladrón de Alfred Hitchcock.

La Leopoldo fue durante años la propiedad privada más cara del mundo. Su valor actual es de 750 millones de dólares (Photo by Slim Aarons/Getty Images)
La Leopoldo fue durante años la propiedad privada más cara del mundo. Su valor actual es de 750 millones de dólares (Photo by Slim Aarons/Getty Images)

Echada Caroline de la propiedad tras la muerte de Leopoldo II, y tras varias reformas, después de la Segunda Guerra Mundial, la mansión cambió varias veces de propietarios. Uno de ellos fue Gianni Agnelli, el dueño de Fiat. Después la compró Edmond Safra. Tras su muerte la heredó Lily. En 2010 llegó a un acuerdo con Mikhail Prokhorov, el segundo hombre más rico de Rusia. El valor se aproximaba a los 530 millones de dólares. Prokhorov entregó una seña de 53 millones para asegurarse la operación. Pero a último momento se arrepintió. Intentó la devolución del dinero, pero la millonaria brasileña se opuso. Fueron a los tribunales y el juez le dio la razón a Lily, quien donó esos millones a obras de caridad.

La valuación actual de Villa Leopolda es de USD 750 millones. Es considerada la segunda más cara del planeta detrás de Antilia en Mubai, propiedad del hombre más rico de la India.

Los Safra la adquirieron en 1987. Les quedaba a 15 kilómetros de su residencia principal en Mónaco. Las fiestas que daban en allí eran fastuosas. Los tulipanes eran traídos de los Países Bajos, el encargado del menú era el chef de mayor prestigio de París, la música en vivo estaba a cargo del intérprete preferido de Safra, el brasileño Sergio Mendes. Cada vez que se anunciaba una fiesta en Villa Leopolda una ola de inquietud y tensión se instalaba en el jet set europeo: nadie quería quedar fuera de la lista de invitados. Sus habitués eran Rainiero y los demás miembros reales de Mónaco y de Europa, los Rotschild, los Rockefeller, las primeras damas de las potencias mundiales, nobles y magnates de todo el mundo.

Lily Safra era conocida como The Gilded Lily, la Dorada Lily. Ese también es el título de la biografía que sobre ella escribió Isabel Vincent. Los regalos que brindaba a sus amistades e invitados son célebres. Joyas, zapatos de Manolo Blhanik para cientos de amigas, obras de arte.

El 3 de diciembre de 1999, a raíz de un incendio en su penthouse monegasco, murió Edmond Safra. Durante las primeras horas nadie entendía qué era lo que había sucedido, cómo el banquero había terminado encerrado en un baño junto a una de las mujeres que trabajaba en su casa y la vivienda, situada en la cima de la sede del Republic National Bank of New York, prendida fuego. A los pocos días los investigadores aseguraron haber resuelto el misterio. Ted Maher, uno de los enfermeros permanentes de Safra, provocó un foco de incendio intencionalmente en un tacho de basura para luego poder sofocarlo. De esa manera pretendía quedar como un héroe y ganar en la consideración (y hasta alguna suculenta recompensa) de Safra. Pero todo salió mal. Maher confesó su crimen y recibió una condena de 10 años de prisión. La justicia cerró el caso de inmediato.

“El hombre que camina”, de Alberto Giacometti. La escultura comprada por Lily Safra en 2010 batiendo un récord. Abonó 104 millones de dólares por ella
“El hombre que camina”, de Alberto Giacometti. La escultura comprada por Lily Safra en 2010 batiendo un récord. Abonó 104 millones de dólares por ella

Safra estaba enfermo hacía un tiempo. Padecía de Parkinson. Y a los 66 años volvía a enviudar. Pero la de sus maridos no fueron sus únicas pérdidas. Unos años antes, su hijo Claudio y su nieto de tres años murieron en un accidente automovilístico. Le costó mucho superar ese dolor.

Su marido le dejó la mitad de su fortuna, el resto fue para obras de caridad y de investigación científica. La labor filantrópica de Lily fue reconocida en varias oportunidades. La fundación Safra que se dedicó a la investigación del Parkinson, el Alzheimer y otras enfermedades neurológicas desarrolló un scanner revolucionario que permite la detección de células enfermas.

Además de ser una gran aliada de las iniciativas de investigación de la Fundación Michael J. Fox, se asoció con esa organización para establecer el programa de Becas Edmond J. Safra en Trastornos del Movimiento, que tiene previsto capacitar a 72 nuevos especialistas en trastornos del movimiento a nivel mundial para el año 2028. Y creó el Instituto Internacional de Neurociencia Edmond y Lily Safra en Natal (Brasil), que actualmente es uno de los centros de investigación cerebral más prestigiosos de la región.

Su conciencia de la angustia experimentada por las familias de quienes luchan contra enfermedades la llevó a construir el Edmond J. Safra Family Lodge para los pacientes y sus familias en los Institutos Nacionales de Salud, cerca de Washington, DC. Como bisabuela, el bienestar de los niños siempre fue una prioridad: ella y su marido construyeron el Hospital Infantil Edmond y Lily Safra en Tel Hashomer, a las afueras de Tel Aviv, que atiende anualmente a miles de niños de toda la región.

Así, Lily inició muchos proyectos educativos en memoria de su marido, entre ellos la dotación del Centro Edmond J. Safra para la Ética en la Universidad de Harvard. Una larga y distinguida relación con la Universidad Hebrea de Jerusalén dio lugar a la denominación del Campus Edmond J. Safra y también fue presidenta honoraria de la Fundación Educativa de Becas de Israel, que creó con su marido en 1977, y que se ha convertido en la mayor organización sin ánimo de lucro que promueve la educación superior para israelíes superdotados procedentes de entornos desfavorecidos.

También financió numerosos esfuerzos en todo el mundo para ayudar a los profesores a impartir las lecciones del Holocausto y los valores de la tolerancia. “Sólo a través de la educación podemos esperar evitar que las generaciones futuras repitan las tragedias del pasado”, repetía incansablemente.

Edmond Safra estuvo casado 23 años con Lily. Murió en su penthouse monegasco en 1999 tras un incendio. Las circunstancias fueron sospechosas pese a que la justicia de Mónaco cerró el caso con celeridad
Edmond Safra estuvo casado 23 años con Lily. Murió en su penthouse monegasco en 1999 tras un incendio. Las circunstancias fueron sospechosas pese a que la justicia de Mónaco cerró el caso con celeridad

“Fue con Edmond que aprendí la alegría de dar, porque cuando apoyas a personas que están marcando una verdadera diferencia en el mundo, acabas recibiendo mucho más”, decía cada vez que la querían escuchar y por eso organizó una subasta récord de joyas de su colección personal que recaudó casi USD 38 millones, que fueron distribuidos a 32 organizaciones benéficas. Esto incluyó un precio récord mundial para un rubí, rebautizado como el “Rubí de la Esperanza”. Al concluir la venta declaró: “Estoy muy contenta, sabiendo que tantas personas de todo el mundo se beneficiarán”.

Como apasionada coleccionista de arte, fue mecenas de museos de todo el mundo, especialmente del Instituto Courtauld de Londres y del Museo de Israel de Jerusalén, que alberga el Ala de Bellas Artes Edmond y Lily Safra, y creó la cátedra Edmond J. Safra para visitantes en la Galería Nacional de Arte de Washington. Sus colecciones son legendarias. En 2010, adquirió la célebre escultura de Giacometti, L’Homme qui March I. Abonó USD 104 millones, un récord absoluto, el precio más alto pagado por una escultura.

Abrazó causas humanitarias, como la construcción de hogares para niños huérfanos en Rumanía; la construcción del campamento del valle del río Jordán para niños con cáncer en Israel; la ayuda para establecer la Aldea Juvenil Agahozo-Shalom en Ruanda; la prestación de servicios de bienestar para los ancianos en Odessa; y la ayuda a la Cruz Roja en sus esfuerzos de socorro tras los desastres naturales en todo el mundo.

Lily, también siguió fielmente el apoyo de su marido a la vida religiosa judía en todo el mundo, construyendo y sosteniendo docenas de sinagogas y escuelas en su memoria. En particular, se dedicó a la construcción de la Sinagoga Edmond J. Safra de Manhattan y la Sinagoga Edmond J. Safra de Mónaco. También tuvo un papel destacado en la reconstrucción y renovación de la magnífica Sinagoga Edmond J. Safra de San Petersburgo, construida a finales del siglo XIX como Gran Sinagoga Coral.

Después de la muerte de Edmond, no se volvió a casar. Año tras año integraba la lista de las personas más ricas del mundo que confecciona la revista Forbes.

Lily Safra murió en Ginebra dejando millones, una gran colección de arte y de propiedades, aportes a la investigación científica y múltiples obras benéficas.

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