Los Aston Martin son autos aptos para agentes secretos y para crear obras maestras. En uno de ellos, algún día de 1968, Paul McCartney encontró los primeros acordes y los primeros versos de un himno indeleble, Hey Jude. Estaba yendo a visitar a Cynthia Lennon y al pequeño Julian, el hijo de 5 años. John y Cynthia acababan de divorciarse y Paul pensó que llevarle una melodía a ese pequeño podría aliviar su dolor. No parece un mal plan: un tío muy talentoso que regale canciones.
(Una digresión: hablando de sobrinos y tíos geniales, Norah Borges cierta tarde dejó a sus hijos al cuidado del tío, de Jorge Luis Borges. Apenas quedaron solos el escritor le dijo al chico de cinco años: “Si te portás bien, te voy a dar permiso para que imagines un oso”).
Muchos años después Cynthia dijo que para ella la visita de Paul había sido muy importante, que se sentía muy sola y el único del “círculo Beatle” que se había interesado en su bienestar y en el de su hijo había sido McCartney: “Sus caminos habían empezado a separarse y él fue el único que desafiaba a John, esa fue una manera de afirmarse ante él”, recordó la ex esposa de Lennon. Paul contó que “la separación de ellos me había dejado particularmente desolado. Pensé esa melodía para confortar a Julian. Era un mensaje esperanzador para ese chico”. Julian ya de grande y después de haber gozado de un fugaz éxito en el pop de los ochenta comentó: “Es muy emocionante saber que escribió esa canción mítica porque se preocupaba por mi mamá y por mí”. Y agregó: “También, en cierto punto, tiene un sabor agridulce porque recuerda ese mal momento en el que yo sufría porque mis papás no estaban juntos”.
Hace unos años se subastaron los apuntes de las sesiones de grabación de la canción y Julian Lennon los adquirió; pagó 25 mil libras por ellos. No está mal que sea él quien los posea. Tres semanas atrás, Julian anunció la salida de su nuevo álbum. Alguna vez, durante los años ochenta logró un par de hits en el mercado pop. Ahora tiene 58 años. Luego de lanzar el primer single reveló que el disco se llamará Jude como homenaje al tema que escribiera Paul en 1968 pensando en él.
La versión de Lennon sobre el origen de la canción la dio en una de las célebres entrevistas que brindó pocos días antes de su asesinato. No sabemos si en sus palabras hay sarcasmo, megalomanía, una mala interpretación. O simplemente la develación de una verdad que estaba oculta. John creía que la canción era sobre él y no sobre su hijo: “Cuando dice Go out and get her (salí y andá a buscarla) inconscientemente me estaba diciendo que me fuera, aunque él inconscientemente no lo quisiera. El ángel que hay en él me daba su bendición para emprender un nuevo camino. Pero a su lado diabólico eso no le gustaba, no quería perder a su compañero”. Otra pérdida que estaba sufriendo Paul en esos días era la de su novia, la actriz británica Jane Asher. La relación se había roto definitivamente después de que ella descubriera varias infidelidades de Paul, una de ellas in fraganti con la joven aspirante a guionista norteamericana Francie Schwartz.
No interesa demasiado cuál es la versión correcta, la más ajustada a los hechos. Las dos emocionan por igual. Que Paul pensara en el hijo de su amigo y en su desamparo, o -la más improbable- que fuera una desgarrada invocación a que su compañero de aventuras y de creación se largara solo pese al dolor que eso le causaba, no modifican demasiado la ecuación.
Cada uno tiene su canción Beatle favorita. Algunos creemos que la mejor es A day in a life; otros prefieren Strawberry Fields. Están los que votan por In my life o por la sencillez y la frescura de I want to hold your hand. Son gustos. Lo que nadie (NADIE) puede negar es que Hey Jude está entre las mejores. Y que es, desde hace 54 años, un clásico indeleble, una esperanzadora obra maestra del pop.
Hey Jude fue el primer lanzamiento de Apple, el sello discográfico que crearon. Estaban en medio de las grabaciones del Álbum Blanco y deseaban sacar un simple independiente con una canción que no estuviera en el disco doble. John Lennon peleó para que el lado A fuera Revolution pero su postura no tuvo adeptos. La composición de Paul era evidentemente un futuro hit y nadie podía resistir la tentación de lanzarla como lado A. Dentro o no de un LP, Hey Jude tenía destino obvio de simple.
Pero había otras cuestiones que hicieron que algunos pusieran sus reparos. George Martin expresó sus dudas respecto a la duración de la canción. 7 minutos 11 segundos. Les dijo que las radios no pasaban temas tan largos. Lo cuál era estrictamente cierto. Pero la respuesta de John fue contundente y expresó otra verdad incontrastable, como demostraron los hechos, más poderosa que la de George Martin: “Si es nuestra, la van a pasar”. Esa arrogancia tan típica de Lennon. O ausencia de falsa modestia. Una insoportable lucidez cuando se trataba de entender cuál era el lugar de los Beatles en el mundo. Como con las frases sobre agitar las joyas o ser más famosos que Cristo.
Naturalmente tuvo razón Lennon. No sólo las radios la pasaron, sino que este tema lanzado hace 54 años en el Reino Unido, fue el simple de los Beatles que más semanas en el número uno del ránking. Nueve semanas.
Las relaciones entre los cuatro de Liverpool no pasaban por su mejor momento. Se desgastaban minuto a minuto. Las presiones, la enorme cantidad de tiempo que pasaban juntos, los caminos inéditos que cada uno emprendía profesional y personalmente, los celos, los terceros que entraban al círculo con cada nuevo amor. En la grabación de Hey Jude, George Harrison se enojó con Paul por sus modos y por mostrarse renuente a cada sugerencia musical suya. Cuatro días después de lanzado el simple, Ringo abandonó el grupo. Fue el primero en hacerlo. Para continuar con las grabaciones, los otros tres Beatles tuvieron que rastrearlo por todos lados. Lo encontraron en el Mediterráneo, rodeado por una decena de mujeres, en el yate de Peter Sellers. Les costó pero lo convencieron de volver.
Cuando Paul, sentado al piano, les mostró el tema a los demás, expresó sus dudas respecto a una línea de la letra. Dijo que iba a reescribir ese verso: “The movement you need is on your shoulder”. Le parecía que esa frase no tenía ningún sentido. John lo conminó a dejarla. “No se te ocurra sacar esa línea. Es genial. La mejor de la canción”. Y así quedó en la versión definitiva. “Cuando una persona que es el mejor en lo suyo como John deja caer una sentencia de ese tipo, sólo le te queda obedecerlo”, contó Paul. Desde hace ya muchos años que Hey Jude es parte del repertorio estable de las presentaciones de Paul, ya amigado con su pasado Beatle. Es uno de los picos emotivos de sus conciertos. McCartney contó que cada vez que llega a esa línea se emociona y recuerda a John, porque sólo está allí, porque quedó en la canción por consejo de su compañero creativo.
Hubo un cambio más. Originalmente la canción decía, en homenaje a Julian, “Hey Jules”. Pero a McCartney no le gustaba cómo sonaba, con esa ese final. Lo cambió por una cuestión de sonoridad por Jude -posiblemente por el personaje interpretado por Rod Steiger en la película Oklahoma-. Y así se perpetuó.
Cuando comenzaron a tocar en la toma que quedó como definitiva, McCartney no se dio cuenta de que Ringo había pasado por detrás de él para ir al baño. Mientras tocaba el piano y cantaba las primeras estrofas, vio a Ringo regresar apurado hacia su batería, en puntas de pie, sin hacer ruido, pero con velocidad, para llegar a su lugar en el momento exacto en que le correspondía entrar. “La batería entra tarde en esa canción, su parte recién está como al minuto de iniciada. De pronto lo veo pasar a Ringo, apurado, por detrás. Y en el momento exacto en que le toca entrar escucho: ‘Boom, boom, boom’. Perfecto. El timing fue absolutamente impecable. Cuando pasan estas cosas, uno piensa que esa debe ser la toma definitiva. Lo que sucedió fue magia pura” narró Paul en sus memorias.
También contaron con una orquesta de 36 músicos clásicos. Les pagaron el doble para que además del aporte con sus instrumentos, batieran palmas y cantaran (na nana nana na na) en el momento indicado. Aceptaron todos menos uno que enérgicamente expresó: “No voy a aplaudir y a cantar en la maldita canción de McCartney”. Dicen que cuando terminaron, tras la última nota, los músicos clásicos aplaudieron con fervor a Paul. Aunque teniendo en cuenta la anécdota anterior podamos suponer que sólo 35 de ellos lo hicieron.
Una curiosidad más de la grabación: a los 2′ 57″ de canción se puede escuchar un “Ohh” de fondo. Dos segundos después, más tenue, se filtra un insulto: “Fucking hell”. Geoff Emerick, el ingeniero de grabación, en su muy buen libro dice que esas expresiones fueron de Paul en el momento de fallar una nota. Otros dicen que el insulto es de John por un ruido que se produjo en medio de la ejecución.
La interpretación vocal de McCartney es ejemplar. Muestra su habitual calidez y agilidad. Paul es versátil y melódico. Brilla tanto en la parte de la balada como en los gritos y alaridos, en el pico emotivo y enérgico de la segunda parte.
James Taylor, quien estuvo en el estudio mientras los Beatles grababan este tema y parte del Álbum Blanco dijo: “Paul es como un pintor impresionista. Las piezas que integran su música son elementales, pero el resultado final, la obra terminada, es de una gran sofisticación. La gente elige entre Lennon o McCartney. Yo definitivamente estoy del lado de Paul”.
Los Beatles grabaron un video para lanzar Hey Jude. Fraguaron una presentación en el show de David Frost (el de Frost- Nixon). Después de la presentación del anfitrión, ellos tocan la cortina del programa compuesta por George Martin, su productor. Una broma interna. Luego un primer plano de Paul al piano. Sus ojos claros y un saco de pana bordó (Ringo lleva un inconcebible traje verde agua). La música está grabada, las voces no son en playback. A los cuatro se los ve algo aburridos, hastiados. Cada uno hace lo suyo con corrección. Sin embargo a mitad del tema, alguien deja a la gente acercarse a los músicos. Por más que fuera una puesta en escena, por más que ese movimiento del público rodeándolos haya sido premeditado, en ese momento todo cobra vida. Una inusual y festiva vitalidad. Es un momento (en realidad son cuatro minutos) de perfecta alegría. Donde se olvidan los problemas, los resquemores, las tensiones y sólo disfrutan. Hey Jude es un tributo a su amistad. En el peor momento, cuando la fractura es inminente, ahí están ellos, juntos, disfrutando pese a todo.
Hey Jude con ese épico y largo tarareo (nananeo sería más preciso) es un tema ideal para ser tocado en vivo. Los Beatles cuando lo compusieron ya no se presentaban ante el público. Paul lo revive hace cinco décadas en sus recitales. Cada vez que lo interpreta es una apoteosis, por eso su lugar siempre está al final. O cierra la lista original o directamente cierra los bises. Hace unos años, en su última presentación en Buenos Aires, se dio una escena extraordinaria. Circularon varios videos en las redes como prueba. Los autos que pasaban por la abigarrada Avenida Libertador, al escuchar los compases del tema, se detuvieron. Los conductores se bajaron y disfrutaron de la canción. En su segunda mitad acompañaron cantando y con palmas. El tráfico estaba totalmente detenido. Por primera vez a nadie le molestaba, por primera vez nadie tocaba bocina. Todos cantaban, felices, na na na nana nana, nana nana, Hey Jude.
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