“Chechu”, así la llaman, acababa de terminar un largo noviazgo adolescente. Ya tenía 19 años y su objetivo, ahora que podía liberar toda la desesperación sexual que había estado reprimida por la monogamia y la “mente de pueblo” de su familia, era tener sexo: no sólo mucho sino con muchos. Chechu todavía vivía en Monte Grande cuando compró un cuaderno y empezó a anotar en una lista los nombres de todos los hombres con los que se acostaba. Cuando llegó a los 60, paró.
Se había dado cuenta de que, más que la cantidad, lo interesante era lo que iba observando en cada experiencia sexual: varones que no se querían poner el preservativo, “que te operaban la culpa, que te decían ‘dale, no me hagas comer este garrón’”. Hombres achicándose a medida que se desnudaban, seguros de que tenían penes pequeños. “También hombres demasiados confiados por tener penes grandes, como si con eso tuvieran todo resuelto”, enumera ella mientras charla con Infobae.
“O tipos que se ponían insistentes con algo, como acabarte en la boca, o que quisieran hacerlo todo el tiempo en una misma posición, aunque vos no sintieras nada; o alguien que te tocara mal y terminaras toda irritada. Igual en ese ‘prueba y error’ también empecé a ver cosas buenas: por ejemplo, encontrar a alguien que me tocara como a mí me gustaba, de la forma en la que yo me masturbaba, pero después ir a decirle a otro ‘me gusta que me toquen así’ y que me pusiera cara de culo, tipo ‘¿qué? ¿lo estaba haciendo mal?’”.
El sexo era su laboratorio y esos hombres, sus conejillos. Cada observación, además, iba a ser el punto de partida para hacer lo que hace hoy, solo que ella no lo sabía. “Lo que hace hoy” es la razón por la que sus seguidoras y seguidores la llaman “la youtuber del porno”. Es que Chechu no sólo hace porno sino que, mientras se graba, mira a cámara, rompe la ficción y da consejos prácticos para que cualquiera pueda hacer eso que está haciendo.
Por poner un ejemplo: el video “Como tocar a una mujer. Teoría y práctica”, arranca en tutorial, termina en orgasmo de a dos, y tiene casi 8 millones de reproducciones en el sitio web porno más grande del mundo. Alguien podría pensar que no hay lugar para hablar (mucho menos de placer femenino) en un sitio como ese, señalado como la cuna del “porno machirulo”. Podría, sin embargo Chechu arrancó a hacer los tutoriales hace menos de un año y ya superó las 40 millones de reproducciones.
Lo que quería ser
Chechu tiene 26 años y una imagen que no se parece en nada a la del porno clásico. No tiene las tetas hechas ni uñas puntiagudas rojas, no tiene los labios inflados ni ropa de látex. Del otro lado de la cámara, mate en mano y vestida con una remera negra y ancha, saluda y se define:
“Yo soy creadora independiente de contenido para adultos. Me pueden llamar trabajadora sexual, puta virtual, no tengo prejuicios con eso, yo trabajo con la sexualidad de la gente. Lo que no soy es actriz porno”, diferencia. La delimitación tiene un sentido: la que está frente a la cámara, sea teniendo sexo explícito o haciendo un tutorial no es una actriz voluptuosa gimiendo en inglés sino ella misma, con su novio real, compartiendo sus experiencias reales.
Chechu nació en Lomas pero se crió en Monte Grande. Fue -así se recuerda a sí misma- una niña curiosa que vivía leyendo libros, buscando el por qué de las cosas. “La exploración con mi propio cuerpo empezó a muy temprana edad, de manera intuitiva. Era muy sexual pero sobre eso no encontraba información en ningún lado”, cuenta. “El sexo fue siempre el eje de mi vida. Yo me sacaba un 10 en el colegio pero estaba siempre buscando a quien besar, quería sentir eso, porque cuando besaba a alguien me mojaba”.
Buscaba uno a quien besar contra una pared, a la semana siguiente a otro, “leía literatura inglesa erótica y me calentaba. Cuando empecé la secundaria fue una locura, tenía las hormonas a mil, imaginate en mi casa... me ponían muchos límites”, sonríe, y se refiere a que sus padres venían de un pueblo de 20.000 habitantes del interior de la provincia de Buenos Aires, y tenían, claro “mente de pueblo”.
Chechu se puso de novia a los 15 y en su casa no le dieron vía libre, al contrario, sólo la dejaban ir a la casa de ese joven una vez por semana. “Recién a los 16 me animé a tener sexo con penetración, o sea, tenía un deseo sexual enorme y un miedo igual de grande porque me habían llenado de inseguridades. Cuando me termino encontrando con el sexo me empieza a hacer ruido todo: ¿tanto quilombo por esto? ¿tanto tabú? ¿no se supone que el sexo es para pasarla bien?”.
Se separó cuatro años después y fue ahí que sucedió aquello de querer tener mucho sexo, con muchos, anotar en un cuaderno cada persona con la que se acostaba. “A veces siento que ahora un poco les hablo a todas las personas que pasaron por mi cama. Yo he visto esas caras de nervios en los hombres que no estaban cómodos con los tamaños de sus penes”.
Más allá de lo que sucedía en su vida privada, Chechu seguía estudiando para ser docente de música. “Hasta que fui a la fiesta que me cambió la vida”. En esa fiesta conoció a su novio, un venezolano con el que empezó a probar todo lo que tenía pendiente: “Tríos, orgías, tuvimos una relación de a cuatro personas. Yo sentía que estaba cumpliendo todas mis fantasías. Mientras más crecía toda esa exploración sexual, más sentía que las otras cosas que hacía no me daban lo que quería”.
Envuelta en ese idilio, Chechu dejó la carrera y se fue con él de mochilera a Colombia. Hicieron amigos y la fama de ser una pareja “muy sexual” llegó a oídos del resto. Era agosto de 2019 cuando alguien, en medio de ese viaje, les hizo una especie de chiste: “Ustedes tendrían que transmitir en vivo mientras tienen sexo”. Fue un decir, pero lo que pasó es que ellos se pusieron a investigar y encontraron páginas como “Chaturbate”: “Y nos voló la cabeza”.
Hostel en el que paraban, hostel en el acomodaban la camarita, tenían sexo, transmitían en vivo y recibían dinero. “Empezamos a hacerlo todos los días, nos encantaba. Por un lado estaba el morbo de compartir nuestra sexualidad con más personas, por otro la intimidad que se generaba con la gente que pagaba para vernos... de repente nos hablaban de sus fetiches, de sus fantasías, para mí era increíble”.
El obstáculo apareció un tiempo después, cuando viajaron a Venezuela a visitar a la familia de su novio y se encontraron con que no había Internet suficiente para hacer “vivos”. Fue a ella a quien se le ocurrió la idea: “Teníamos muchos videos que habíamos hecho a pedido, videos en los que habíamos trabajado los fetiches de otras personas. Mi pregunta fue: ‘¿y si los subimos a las páginas porno más conocidas a ver qué pasa?’”.
Era porno clásico, heterosexual, y lo subieron a Pornhub, a Xvideos, y a Xhamster. Se veían, moderada pero sostenidamente, así que Chechu decidió que era momento de empezar a escribir sus propios guiones y hacer videos nuevos. Y fue hace exactamente un año que arrancó, un poco por casualidad, otro poco por enojo, aquello de los tutoriales.
Hágalo usted mismo
Chechu y su pareja habían pasado un tiempo separados, ella en Buenos Aires, él en Venezuela, para visitar a sus familias. “Y como los dos habíamos estado con otras personas estábamos teniendo relaciones con forro hasta que nos hiciéramos los estudios”. Usaron preservativo para grabar el siguiente video que subieron y alguien los criticó en los comentarios: ¿Porno con preservativo? Demasiada realidad.
“Yo medio me puse como loca. Y armamos un video porno pero informativo, una forma de decir ‘vení, te voy a mostrar cómo se puede coger muy bien cuidándose’. Fue una provocación, no sé si buscaba enseñarle a la gente cómo ponerse un forro, buscaba decirle a ese tipo ‘con este video con preservativo vas a aprender y encima te vas a hacer una paja”.
Fue hace ocho meses y lo que ella creyó fue que no lo iba a mirar nadie. El video -que se llama “Cómo ponerse y usar el preservativo. Tutorial Argentino termina en sexo”- tiene, sin embargo, 1.400.000 reproducciones. A lo largo de 9 minutos, Chechu enseña a ponerlo con la boca, a practicar sexo oral con preservativo, se burla de comentarios típicos - “ay, ¿forro? Pero si yo no tengo nada”, “ay, me hacés comer un mal viaje”, tiene sexo, suceden los dos orgasmos, vuelve a mirar a la cámara, sigue dando tips.
Lo que la sorprendió fue lo que sucedió abajo del video, en los comentarios: mucha gente le agradecía, le decían que iban a compartir el video, que había cosas que no sabían.
“Siempre decimos que obtenemos nuestra educación sexual mirando porno, y es cierto. ¿De dónde sale, sino, esto de que tantos hombres, incluso los que tienen un pene promedio, creen que lo tienen chico?”, pregunta. “Así que empecé a pensar: ¿Por qué entonces, en vez de hacerle la guerra o darle la espalda a estos espacios, no ponemos ahí la información? ¿Por qué no apropiarse de esos espacios, si después de todo la gente la va a buscar ahí…”
En la portada del siguiente tutorial Chechu tiene un centímetro en la mano. Se llama “¿El tamaño importa? Explicación con pene real y tips para el orgasmo femenino”. El pene es el de su novio, a quien no se le ve la cara, y el video tiene 1.600.000 reproducciones. Ahí habló de posiciones que, con penes grandes, duelen, mostró las ventajas para el sexo anal y dejó en claro que podía tener un orgasmo con penetración independientemente del tamaño de los genitales de su pareja.
“En ese video se ve que tocamos otras fibras de los hombres. Ya no me escribían ‘ah, esto no lo sabía’, sino ‘me cambiaste la vida’, ‘siempre pensé que mi cuerpo estaba mal’. Son personas comunes y corrientes que se comieron la ficción del porno, es como si yo te dijera que fueron al cine y se sienten mal porque no vuelan como Superman”.
Los pedidos en su cuenta de Instagram y debajo de cada tutorial dieron pie a los temas que siguieron: “Quiero aprender a masturbar a mi novia con las manos”, o “¿podés explicarme cómo hacer un buen sexo oral?”, o “¿cómo hacés para llegar al orgasmo con penetración?”.
De esas consultas salió el tercer tutorial -“Como tocar a una mujer. Teoría y práctica”- en el que Chechu se pone frente a la cámara, se corre la bombacha, explica sobre su cuerpo los movimientos que le funcionan, comparte contra qué elementos de la casa se masturba -esquinas de mesas y sillones, por ejemplo-, después aparece el novio, pone su mano encima de la de ella, la imita. El video ya está por llegar a las 8 millones de reproducciones.
“Lo loco fue que empezaron a escribirme mujeres. Me decían ‘se lo pasé a mi novio’, ‘lo miramos con mis amigas’, ‘yo no sabía cómo decirle que no me gustaba como me tocaba y con este video pude’”, enumera. “Para muchas mujeres es difícil decirle al otro ‘así no, me cuesta acabar así’. Yo misma fui esa piba a la que le costó decir ‘no, chabón, así no, pará’. Entonces me metí en el medio del problema, dije ‘les voy a facilitar las cosas’”.
La empatía fue clave. Así como le agradecían ellas, los hombres le escribían: “Estoy casado hace 10 años, ¡no sabés cómo mejoró nuestra vida sexual! Siento no conocía el cuerpo de mi mujer’”. El tutorial que sigue - “Orgasmo femenino con penetración, teoría y práctica”- también está llegando a las 8 millones de vistas, lo que además le permite a Chechu vivir de lo que hace, porque cobra por reproducción, como cualquier youtuber. “Por eso me llaman ‘la youtuber del porno’”, cuenta.
El video que batió todos los récords, sin embargo, es una compilación de sus orgasmos, que ya va por las 20 millones de reproducciones. Lo que pasó la dejó pensando. Si una de las críticas más usuales al porno mainstream era que sólo importaba el orgasmo masculino, “de repente el placer femenino era el centro”. Es por eso que decidieron que su novio no tuviera voz ni cara en los videos, que el protagonismo sea el de ella, su placer.
Los tutoriales que siguen ya están en proceso. Uno será “Sexo anal, teoría y práctica”. “Un tema que me encanta porque a mí no se me da fácil, entonces tengo muchos trucos”, explica. Después seguirá con “Cómo hacer sexo oral a un hombre”, apto para orientaciones sexuales varias, lo mismo que “Cómo hacer sexo oral a una mujer, teoría y práctica”.
Chechu ceba el último mate, se despide. Se nota que aquello que fue un estigma ya no le pesa, porque también se apropió de eso, del “puta” como insulto. “My bad reputation” (”Mi mala reputación”), así se llama en todas sus redes.
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