Murió a los 83 años en Inglaterra, un 6 de junio de 1976 con una fortuna de 2000 millones de dólares. Era uno de los hombre más ricos del planeta y de los más avaros. Casi deja morir un nieto en manos de la Ndrangheta, la mafia calabresa, a la que le regateó el monto del rescate hasta último momento, cuando ya le habían cortado una oreja.
Jean Paul Getty nació rico, en Minneapolis, Minnesota. Hijo de Sarah Catherine McPherson Risher y George Franklin Getty, fue uno de los primeros hombres en amasar una fortuna de más de mil millones de dólares. De tal palo tal astilla. Su padre tampoco era generoso. Le cortó los víveres al cumplir 24 años. Le dijo: “Los hijos de los ricos no deben ser consentidos ni recibir dinero cuando tengan edad de valerse por ellos mismos”. Sin embargo, ese sermón no afectó demasiado en quién tiempo después se convirtió en el autor del libro Cómo ser rico. “Empecé en la universidad con cien dólares, trabajé como galeote, y gracias a mi instinto –eso que los inútiles llaman ‘suerte’– levanté un imperio”.
Getty estaba muy bien preparado para afrontar su destino. Había estudiado en Universidad del sur de California, en Berkeley, el Magdalen College y en Oxford en Economía y Ciencias políticas. Y había acumulado sus primeras experiencias trabajando durante los veranos en los pozos petroleros de su padre en Oklahoma. Pareciera que su “instinto” no le fallaba.
Su primer millón lo consiguió en 1916 con Tulsa, su primera compañía petrolera. Inesperadamente, al años siguiente se dedicó a gastar todo, llevando una vida de playboy. Su padre estaba seguro que Jean Paul llevaría el negocio familiar a la ruina. Y se lo hizo saber.
Así fue como el joven millonario cambió el frío glacial de Minnesota por el sol de Los Ángeles y las playas de Malibú. Compró el Cadillac más largo y más caro del mercado, llenó su guardarropa de atuendos extravagantes, y reventó su dinero. Esa locura –¿o esa cordura?– le duró un poco más que la luz de un fósforo: de 1916 a 1918. Hasta sus 26 años. ¿Por qué duró tan poco? Lo contó en sus memorias: “Porque entendí otro consejo de mi padre… Los ricos tenemos la obligación de emplear nuestro dinero en la creación de negocios, porque esa fortuna representa empleos para miles de personas que así alcanzarán un mejor nivel de vida”. Lo escribió con peso de dogma, y no perdió el tiempo.
Gracias a su sólidos conocimientos en negocios, se dedicó a la compra y venta de pequeñas empresas petroleras –el oro negro brotaba sin pausa–, fundó la mítica Getty Oil, y entró a formar parte de la galería de los súper millonarios estadounidenses de su tiempo: Aristóteles Onassis, John D. Rockefeller y Howard Hughes.
El magnate fue un ávido coleccionista de arte y antigüedades. En 1950 se mudó a Inglaterra donde trabajó hasta el día de su muerte, en Sutton Place, una mansión del siglo XVII, cercana a Guildford. Hoy hay dos museos que llevan su apellido y exhiben el arte que se dedicó a comprar durante toda su vida. Hay uno en Los Ángeles y otro en Malibú y exhiben piezas de la Antigüedad hasta sus tiempos. Son los más visitados de Estados Unidos.
Su vida amorosa no tuvo la estabilidad que él hubiese deseado. Se casó cinco veces, y toda su descendencia le procuró más de un dolor de cabeza. Vivían pidiéndole dinero, situación que detestaba. Primero contrajo matrimonio con Jeanette Demont, después con Allene Ashby, seguida de Adolphine Helmle. Después fue el turno de Ann Rork y el de Louise Lynch.
De esos matrimonios tuvo seis hijos (George Franklin II, Jean Ronald, Eugene Paul, Jean Paul Jr., Gordon Peter y Timothy Ware) que le dieron quince nietos. Su familia numerosa fue una fuente inagotable de problemas. Y hubo vendavales.
Su primer hijo y heredero, Eugene Paul Getty sólo tenía talento para gastar. Su padre lo mandó a trabajar en una estación de servicio para que aprendiera a ganarse la vida. Pero todo fue inútil. Sólo quería tomar hasta el desmayo y drogarse con heroína. Primero se casó con una campeona de waterpolo, Gail Harris, y después con la modelo Tahlita Pol que lo acompañaba en orgías de alcohol, drogas y sexo. Ella quedó embarazada y bautizaron al bebé con el disparatado nombre de Gabriel Galaxy Gramophone Getty. Tahlita murió en 1971 por sobredosis de heroína.
Qué decir de su nieto que fue secuestrado por la mafia calabresa, John Paul Getty III. Fue la perla negra de la corona. Vivía en Roma con su madre y llevaba una vida de “hippie dorado”. Vivía de fiesta. Sobre Jean Paul Getty se decía que sus arterias eran de acero, y que por ella corrían torrentes de petróleo. Y también que sus bolsillos estaban soldados como cajas fuertes”. Nada más cierto en este último punto cuando la mafia pidió 17 millones de dólares por el chico, que en ese momento tenía 16 años.
Como el padre no tenía esa suma, el pedido fue dirigido al abuelo todopoderoso, que puso el grito en el cielo. Dio un terminante ¡No! Y ante las súplicas de su hijo, que temía que su hijo terminara muerto, éste respondió como la persona calculadora que era: “Tengo otros catorce nietos. Si pago el rescate de uno… tendré catorce nietos secuestrados”.
Luego de este memorable y bochornoso episodio, pasaron cuatro largos meses de silencio absoluto. En noviembre, llegó un paquete. Adentro había un pedazo de oreja ensangrentada, un mechón de pelo, y una carta reclamando el rescate, pero con rebaja: tres millones de dólares. Y en la carta, un aviso: “Si no pagan, la próxima vez lo devolvemos en pedacitos”.
Recién entonces, el abuelo cedió… pero no sin regatear con los secuestradores y conseguir una rebaja. Precio final, dos millones. Que se los prestó a su hijo, al padre del joven sin una oreja… al cuatro por ciento de interés mensual. El secuestro del nieto en Roma de los años setentas ocupó las tapas de los diarios. La historia del millonario tacaño fue llevada al cine por Ridley Scott. Todo el dinero del mundo, que se estrenó en 2017, gira en torno a la desesperación de la familia ante la negativa sostenida del patriarca Jean Paul Getty. Christopher Plummer, que personificó a Jean Paul Getty fue nominado a un premio Oscar.
John Paul Getty III fue liberado el 15 de diciembre de 1973, tras haber pasado su cumpleaños número 17 en cautiverio. Los diarios publicaron que había intentado darle las gracias a su abuelo por teléfono, pero que éste se negó a responder a la llamada. Apenas un año después de su liberación, el joven se casó con su novia alemana, Gisela Martine Zacher, de 24. Furioso, el abuelo le cortó el acceso a la fortuna familiar.
Los años siguientes no fueron mejores. Se mudó a Los Ángeles para hacer algo de su vida, no obstante cayó en las drogas y el alcohol. En 1981, un ataque cerebral lo dejó paralizado y casi ciego. De mal en peor, su abuelo había muerto y su padre, heredero de la fortuna familiar, se negó a asumir los gastos médicos, bien a lo Getty. Fue necesario que la madre diera una batalla legal para que asumiera la factura.
Tras el fracaso de su matrimonio en 1992, John Paul Getty III regresó a vivir con su madre, sobre todo en Irlanda y en Italia. Los últimos años de su vida los pasó en una residencia propiedad de su padre, en el sur de Inglaterra
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