Fue una estrella en los ochenta. 36 años atrás coprotagonizó Top Gun. Estuvo nominada a los premios más importantes. Era una de las mujeres más deseadas de su tiempo. Pero su estadía en la cumbre fue breve. Ocultaba su verdadera sexualidad, sufría las presiones de la fama, tenía ataques de pánico y no pudo dominar el alcohol. Su vida privada y profesional se descalabró. La atormentaban su pasado y también las exigencias del presente. Decidió disfrutar de la vida. Contarla al mundo quién era en realidad, correrse del centro y envejecer naturalmente. Kelly McGillis, de 64 años, no está en la nueva versión de Top Gun pero no lo lamenta.
En 1982, mientras intentaba abrirse paso como actriz y se ganaba la vida como camarera, sufrió una violación. Una noche estaba en un pequeño departamento de Manhattan con su novia cuando dos extraños ingresaron por una ventana. Las amenazaron de muerte, las ataron, las golpearon y abusaron de ellas. McGillis denunció el hecho y pudo reconocer a uno de sus agresores gracias al registro de fotos de los reincidentes. El atacante tenía 15 años y fue condenado a tres años de prisión. Le costó mucho superar el hecho. Tal vez, nunca logró hacerlo. Sintió que su voz era menos escuchada por los investigadores sólo por su condición de lesbiana, que su testimonio tenía menos valor porque en el momento del hecho estaba con otra chica, como si algunos policías considerasen que ella no era una víctima digna de que ellos investigaran a fondo. Kelly temía, también, que se divulgara su elección sexual. Sabía que si eso sucedía sus sueños de convertirse en actriz quedarían en el olvido.
Se repuso y al año siguiente logró con Reuben, Rueben, su primer papel en cine; una película chica y simpática, algo subvalorada, que tuvo su momento de atención pública cuando recibió dos sorpresivas nominaciones al Oscar (mejor actor para Tom Conti y para el guión). La belleza de McGillis sorprendió a los productores y cautivó al público. Entre las muchas ofertas que recibió, se quedó con una. Eligió bien. Testigo en Peligro de Peter Weir con Harrison Ford en el papel protagónico, significó su consagración. La película le dio masividad y prestigio. Kelly McGillis fue nominada como mejor actriz en los Globos de Oro y ganó un BAFTA. Era la nueva chica de moda en Hollywood. Parecía tener todo: determinación, belleza, sabía actuar y la cámara la amaba.
Su siguiente paso fue Top Gun, la película más vista de 1986. En ese momento los guiones y las ofertas millonarias se amontonaban sobre el escritorio de su agente. Pero, ahora sabemos, que esas dos películas que parecían el lanzamiento de una carrera duradera fueron, al mismo tiempo, el inicio y el clímax de su trayectoria. Después todo fue descenso.
Sólo volvió a lograr notoriedad en 1989 cuando interpretó a la abogada que representaba al personaje de Jodie Foster en Acusados, la película que se ocupaba de un caso real de violación que le brindó a Jodie su primer Oscar. McGillis aceptó participar del proyecto apenas leyó uno de los primeros drafts, sin saber quién haría el papel principal ni quien la dirigiría. Sentía que esa historia representaba lo que ella había vivido en su juventud y que debía hacerla para exorcizar sus fantasmas (y para concientizar a una sociedad que era extremadamente machista y permisiva con los atacantes sexuales).
El resto fue una combinación de malas elecciones profesionales, una seguidilla de películas flojas, problemas con el alcohol y las drogas, desidia y la pérdida de ambición por una carrera estelar. Alguna vez declaró sobre su breve periodo de gloria: “Fue una gran etapa, aunque en realidad yo nunca luché demasiado para conseguir ninguno de esos papeles. Fui a estudiar, no me molestaba ganarme la vida como camarera la mayor parte del tiempo y actuar de vez en cuando, que es lo que le pasa a la mayoría de la gente que quiere actuar. Me presenté a las audiciones como todo el mundo y me dieron los papeles. Todo se debió a la suerte”.
Cuando quiso regresar a los primeros planos, los productores le exigían cambios físicos: debía someterse a cirugías estéticas, debía ocultar el paso del tiempo. Su piel debía permanecer prístina y estirada; las arrugas son un anatema en el Hollywood moderno. Ella se sentía joven. Y lo era. En una de esas típicas notas de Qué es de la vida … le preguntaron porque su carrera se había difuminado entre telefilmes, películas intrascendentes y grandes periodos de ausencia. Ella respondió: “Tener 43 años y no estar dispuesta a pasar por quirófano para que te cambien la cara hace todo más difícil”.
Con el regreso de Top Gun a las pantallas, su éxito de taquilla y las excelentes críticas, buena parte del público se preguntó por los personajes ausentes en la secuela. El de Charlotte Blackwood, la sexy instructora de vuelo interpretada por Kelly McGillis es el más notable. En realidad del elenco original permanecen Tom Cruise como Maverick y Val Kilmer como Ice.
Tampoco está Tony Scott, el director de la película original, quien se suicidó en 2012. Top Gun: Maverick fue dirigida por Joseph Kosinski. Cuando le preguntaron por la ausencia de Kelly McGillis, dijo: “Era importante presentar nuevos personajes y no quería que todos los arcos dramáticos remitieran al pasado. No era la historia que imaginábamos”.
Pero la actriz fue algo más contundente y parece contradecir al director: “Soy demasiado vieja, estoy gorda, aparento la edad que tengo y no es esto lo que se busca para la película. Prefiero sentirme segura en mi piel y fiel a mi edad que valorar otras cosas”.
Kelly McGillis se casó tres veces. En 1979 con un compañero de Juilliard donde estudiaba arte dramático. Se separaron un año después, bastante antes de que Kelly fuera famosa. En 1989 se casó con Fred Tillman y tuvieron dos hijas. El matrimonio se rompió 13 años después.
En 2009 McGillis hizo su outing. En una entrevista dada a un sitio LGTB contó por primera vez públicamente que era lesbiana: “Estaba locamente enamorada de Fred, pero, en el fondo, siempre supe que no era la verdad. Nunca fui deshonesta con él sobre mi pasado, pero fue una gran lucha conmigo”. Al año siguiente oficializó su pareja a través de unión civil con Melania Leis, una mujer varios años más joven que ella que durante años había sido la bartender de un restaurante que Kelly tenía en Florida junto a su ex marido. La pareja se separó un par de años después.
En la actualidad, Kelly McGillis vive en Carolina del Norte, cada tanto aparece en alguna película, da clases de actuación y como voluntaria colabora en un centro de rehabilitación de adicciones, que en su momento le permitió a ella abandonar el alcohol y el consumo de sustancias.
Se la ve tranquila, conforme con su pasado y, en especial, feliz con su presente. No quedó colgada de la nostalgia ni de sus años de gloria. Su imagen no es la que vimos en pantalla 36 años atrás. Sería imposible que lo fuera. Si le insisten demasiado con el tema de las cirugías estéticas, el colágeno, el bótox y las dietas, ella dice: “En realidad lo normal es que una señora de más de sesenta tengo el físico algo ajado y arrugas en la cara. Lo raro son las caras hinchadas y sin gestos, petrificadas, que todas se parecen entre sí”.
Cada tanto recibe periodistas en su casa. En estos días se multiplicaron los pedidos de entrevistas. Quieren sonsacarle alguna declaración explosiva en relación al estreno de la secuela de Top Gun o forzar una comparación con Jennifer Connolly (“Es una gran actriz. Cuando vean la película verán que seguro está excelente en su papel”, dijo Kelly), la contrafigura de Tom Cruise. Kelly McGillis responde con reticencia y elegancia, defiende su manera natural de envejecer y da un aviso, una especie de profecía muy próxima a convertirse en realidad: “Dentro de poco, en Hollywood, no habrá nadie que parezca de 50 años”.
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