Como los James Bond predecesores, Pierce Brosnan no es inglés. El actor nació en el pueblo de Navan, en Irlanda, un 16 de mayo de 1953. Su llegada al mundo no fue un lecho de rosas ya que su padre Thomas Brosnan lo abandonó a él y su madre, May Smith. Ella tampoco se dedicó a él. Lo visitaba una vez al año. Se había ido a trabajar a Londres como enfermera y lo dejó bajo el cuidado de sus abuelos maternos Philip y Kathleen, quienes murieron cuando Pierce tenía 10 años.
Su padre Thomas era carpintero. Tenía 37 cuando se casó con su madre May, de apenas 19 años. Los dos eran muy atractivos y se gustaron de inmediato. Sin embargo, la pareja no tenía futuro. Él era alcohólico y ella impulsiva. Cuando su padre se fue de la casa cuando el pequeño Pierce, de cabello oscuro y grandes ojos azules tenía dos años, nunca más regresó.
En realidad sí volvió. Pero fue una sola vez, 33 años después, cuando él se había convertido en un famoso actor. Se acercó durante una grabación de Remington Steele. Le dijo que no había sido su intención abandonarlo, que solo se fue a buscar un buen trabajo. Después de muchos años el recuerdo de ese encuentro se transformó en otra decepción más. Nunca más volvió a verlo. Su padre biológico murió en 1988.
“El no haber conocido a mi padre me ha hecho desarrollar un fortísimo sentido de la familia. Quizá por eso disfruto tanto con la vida hogareña y mi rol de padre”, le dijo al diario El Mundo, mientras fumaba un habano en la Costa Azul francesa. Ese hombre que recordaba una infancia marcada por los abandonos y privaciones, había logrado convertirse con cuatro películas en el agente 007 más taquillero. Sus ingresos por cada película fueron millonarios. Con la última facturó 15,9 millones de dólares.
Jamás pudo reparar esa pena tan honda que significó el abandono de sus padres. Tras la muerte de sus abuelos vivió con cada de tíos y más tarde, a los 11 años, pudo reencontrarse con su madre y lograr que dejara de ser una extraña. Esa amargura, se vio acentuada también por la estricta escuela en la que había estudiado en Navan. Los chicos lo apodaban el “huérfano”.
Ningún niño jamás olvidará a quien lo haya llevado a un cine. Y menos a ver a un James Bond. Eso le sucedió a Pierce cuando conoció al nuevo novio de su madre, un escocés llamado Bill Carmichael, a quien con el tiempo lo consideró un como padre. Bill fue una parte fundamental de su vida. Un refugio. Era tranquilo y amistoso. Con él vio Goldfinger.
Reconstruirse le tomó mucho tiempo. En Londres la vida no era más fácil siendo un irlandés, quienes eran menospreciados. En la escuela Putney Eliott Secondary School donde empezó a estudiar en 1964, se burlaban de su acento. La pintura fue su primera vocación y espacio propio para sentirse a gusto. Tanto que nunca la dejó. Él es un autodidacta. Pinta con su propio estilo, dentro del arte figurativo. Pinta óleos, acrílicos. Le gustan los paisajes.
A mediados de los años setentas, luego de abandonar sus estudios en el Instituto Elliot Comprehensive, comenzó a tener inquietudes respecto del teatro y se anotó en el London Drama Center, donde se recibió en 1975.
Su primera novia en Londres fue Carole Bevans, quien lo dejó. Mientras trabajaba como ilustrador en Ravenne Studios, comenzó a actuar. Su primer papel lo obtuvo en una producción del El Principito, en un anexo de la Southwark Cathedral. Esa etapa es recordada por el actor como el momento de su salvación. “Fue lo mejor que me pudo haber ocurrido”.
Tras su debut teatral, en 1980 llegó el turno para el cine. Trabajó en una película de gánsters llamada El Largo Viernes (1980). En 1980 dio el salto a la televisión con Remington Steele, programa con el que logró alcanzar fama internacional. Después protagonizó series, como Noble House, La vuelta al mundo en 80 días, basada en la novela de Julio Verne. Sin embargo, tuvo que esperar para ser fichado como el tercer James Bond para triunfar.
Para ese entonces, Brosnan ya había conocido a la actriz australiana Cassandra Harris con quien se casó en 1980. Con ella tuvo a su hijo Sean, en 1983, y adoptó como suyos a los hijos del primer matrimonio de ella, Christopher y Charlotte. La vida vuelve a darle otro golpe duro. Por un tiempo Pierce tuvo la familia soñada. Viajaban con él por el mundo por su carrera en ascenso. Pero un día, recién llegados de un viaje a la India, a su mujer la diagnostican un cáncer de ovario. No era algo pequeño. Fue un cáncer agresivo. Fueron cuatro años de tratamiento, ocho cirugías y un año y medio de quimioterapia. En ese momento la familia se instaló en su casa de Malibú. A fines de 1991, ya sabían que no había más que hacer. Su mujer muere. La misma enfermedad le arrebató la vida a su hija adoptiva, Charlotte, 22 años después.
Mientras transitaba el duelo de su mujer, que fue abrumador, el cine volvía a convertirse en su refugio. Rodó muchas películas, pero la que le dio un giro en la vida fue GoldenEye (1995). Antes de ofrecérselo a él, los productores habían pensado en Mel Gibson, pero finalmente no fue elegido. No querían hacer “una película de Mel Gibson”. Querían hacer una de Bond. Y ahí quedó Brosnan. Regresó con las aventuras del personaje tras seis años de ausencia de la pantalla y lo hizo tan bien, que fue conocido con el Bond del millón de dólares. Sus cuatro películas fueron todas exitosas. El mañana nunca muere se estrenó en 1997, El mundo nunca es suficiente, en 1999, y Muere otro día, en 2002. A diferencia de los agentes anteriores, su personaje mostró vulnerabilidad.
En el plano sentimental la vida le volvió a dar una oportunidad. En 1994 conoció a la periodista estadounidense Keely Shaye Smith, con quien se casó siete años después. Tienen dos hijos, Dylan Thomas, nacido en 1997, y Paris Beckett, en 2001. La familia está instalada en Malibú Beach, donde se los puede ver pasear en bicicleta y disfrutar de la vida.
Su familia, lo sacó adelante.
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