La vida de Chris Watts era cartón pintado. Una escenografía montada sobre una maravillosa casa de dos pisos, inmersa en un paisaje idílico, cobijando una familia bella y perfecta. Con 33 años, alto, apuesto, padre cariñoso, marido empático y trabajador, parecía el hombre ideal. Lo que su familia, sus amigos, sus jefes y sus vecinos veían era una falacia.
Todos se enterarían de una manera brutal de la existencia de su otra cara, la de Mr Hyde, en agosto de 2018. Su caso conmovió a la sociedad hasta tal punto que, dos años después, se convertiría en una de las películas más vistas de Netflix: El caso Watts: El padre homicida.
Algoritmos para un cuento de hadas
El nacimiento del amor se lo debieron a los algoritmos. Chris Watts y su mujer Shanann Cathryn Rzucek se conocieron a través de la red social Facebook. La primera vez que a ella le llegó una sugerencia de amistad con un joven con quien tenía amigos en común, ella la declinó. Era muy guapo, pero en ese momento no estaba interesada en sumar nuevos amigos.
Un par de meses más tarde los algoritmos insistieron y la encontraron con la guardia baja. Shannan acababa de tener un diagnóstico que la había descolocado, padecía una enfermedad autoinmune llamada lupus, y venía de un divorcio traumático que le había destruido su autoestima. Tener lupus la terminó de hundir en la depresión, al punto que dejó su trabajo donde se desempeñaba desde hacía nueve años. Empezó, también, a alejarse de sus amigos de toda la vida. Esta vez, Shannan miró las fotos de Chris Watts y le dio clic a aceptar. Arrancaron con una relación virtual que se concretó en una cita presencial en el año 2010.
Apenas se encontraron tuvieron mucha química. Se llevaban bien, hacían buena pareja. Las cosas avanzaron rápidamente.
Shanann había nacido el 10 de enero de 1984 y venía de Aberdeen, Carolina del Norte, Estados Unidos; Christopher Lee Watts, nacido el 16 de mayo de 1985, tenía un año menos que ella, era de Oklahoma, pero se había criado en la ciudad de Fayetteville también ubicada en Carolina del Norte.
El casamiento llegó el 3 de noviembre de 2012 con vestido blanco, tiara con brillantes de princesa, cortejo y toda la pompa. Él se enfundó en un impecable traje oscuro sobre un chaleco de seda azul francia que hacía juego con su corbata. Besos a cámara, bailes enamorados, torta, festejos, felicidad pura. El suegro de Chris, Frank Rzucek, tomó el micrófono y habló emocionado: no hubiera podido soñar con un yerno mejor, Chris había hecho que su hija volviera a sonreír. Todos los invitados soltaron lágrimas de alegría.
Poco después vino la mudanza de la flamante pareja a la ciudad de Frederick, ubicada al norte de Denver, en el estado de Colorado.
Bella Marie Watts, la primera hija, nació el 17 de diciembre de 2013 y, el 17 de julio de 2015, fue el turno de Celeste “CeCe” Cathryn Watts. Eran el retrato de una familia perfecta.
Shanann repetía a sus amigas que estaba enormemente agradecida a Chris porque la había rescatado de la depresión y la había acompañado en su momento más difícil. En Facebook, la adicción de Shannan de publicar sus momentos familiares felices, dejaría imágenes alegres para ilustrar el policial negro en que terminó su vida: “Una cosa llevó a la otra, ocho años después tenemos dos hijas, vivimos en Colorado y él es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida (...) No importa cuán dura sea la vida (...) todo tiene un propósito, hay una razón para todo. (...) Porque me enfermé, lo encontré, y sólo él me conoce en mi peor estado (…) Y me acepta. (...) Le di excusas para que se fuera corriendo (…) Fue a mi colonoscopia, lo torturé, lo rechacé, lo empujé fuera de mi vida una y otra vez (...) él es asombroso, ¡no puedo decirles cuán maravilloso es! (...) No hay hombre mejor que él”.
Estaba enamoradísima y vivía como en un cuento de hadas.
Compraron por 400 mil dólares y con una hipoteca, una casa soñada de 395 metros cuadrados. Dos plantas con enormes ventanales de doble altura que daban al jardín, cinco grandes dormitorios, un vestidor que Shannan llenó a reventar con ropa y zapatos de moda, cuatro baños, un playroom y un amplio garaje. Bella tenía su cuarto pintado de lila; Celeste tenía el suyo tan celeste como su nombre. La puerta de la casa era de color… rojo oscuro.
Mantener las apariencias
Sin embargo, no todo era como aparentaba. Los Watts gastaban mucho más dinero del que ganaban. Viajaban, consumían, disfrutaban… pero las cuentas no cerraban.
En 2015 no les quedó más remedio que declararse en quiebra: la plata no les alcanzaba para seguir viviendo esa existencia de fantasía.
Chris trabajaba para la compañía petrolera Anadarko; Shanann se desempeñaba de forma independiente para la empresa Le-Vel como promotora de Thrive, unas cápsulas con vitaminas, minerales, extracto de plantas y otros antioxidantes para mejorar la salud.
A pesar de la escasez económica, Shanann seguía publicitando felicidad en su muro de Facebook. Subía de forma incontenible videos de ellos cocinando, de él jugando con sus hijas, de él lavando los platos, de las chicas saltando sobre la cama…
El 19 de junio de 2018 Shanann (34) se enteró de que estaba nuevamente embarazada. Sin embargo, hacía tiempo que ya la pareja no andaba bien y Chris la esquivaba en la cama. Ella se quejaba con sus amigas de la falta de relaciones sexuales y que él ya no la buscaba como antes.
Cuando le contó a Chris del embarazo y lo subió a sus redes, él ya estaba agobiado, pero continuó fingiendo y tipeó en el mundo virtual de su mujer: “¡Pequeño maní! Ya la o lo amamos”.
Shanann pensaba que era una cuestión pasajera, que todo se encarrilaría. Estaba convencida de que un nuevo hijo dinamizaría la relación. En la red social posteó: “¡Te amo Chris! Sos el mejor padre que las chicas podrían tener”. La verdad era muy diferente. Cuando escribió esa frase ella estaba haciendo las valijas para irse a pasar el verano con sus dos hijas a la casa de sus padres, en Carolina del Norte. Se irían durante seis semanas. Lo hacía para darle espacio y tiempo a su marido que le había dicho que necesitaba tener algo de distancia para pensar. Para Shannan esa confesión había sido un baldazo de agua fría.
La distancia del desamor
En esas vacaciones prolongadas pasaron dos cosas que hicieron ruido familiar. Shannan discutió con la madre de Chris porque un día le dio a su hija menor CeCe, que era alérgica severa, un helado no indicado. Shannan se puso furiosa, se gritaron y su suegra la echó de la casa. Lo siguiente fue que CeCe cumplió 3 años el 17 de julio, lo festejaron en lo de los padres de Shannan y los abuelos paternos no asistieron a la celebración.
Esas semanas en casa de sus padres Shanann extrañó muchísimo a Chris. Le escribía todo el tiempo, desesperada. Intuía que él estaba haciendo su vida. Una noche le escribió: “Quiero darte espacio, pero mientras vos estás trabajando y viviendo una vida como si fueras soltero, yo estoy llevando en la panza a nuestro tercer hijo, cuidando de nuestras hijas y trabajando y tratando de ganar más dinero. No me cuesta escribirte y decirte que te amo y que te extraño. Si vos no lo sentís puedo entenderlo, pero necesitamos conversarlo”. Chris no le respondió.
La noche del 5 de agosto de 2018 insistió y volvió a escribirle: “Extraño abrazarte. Extraño comer con vos, ver televisión con vos. Extraño mirarte a los ojos, extraño hacer el amor, lo extraño todo. No puedo esperar a celebrar nuestros ocho años juntos… Si para vos esto está terminado, si no me amas, si no querés trabajar en esto, si no sos feliz y sólo te quedás por las chicas, necesito que me lo digas”.
Shannan estaba muy enojada porque Chris no atendía el teléfono y tampoco llamaba a las chicas. Le puso un mensaje elocuente: “Olvidate de no atender mis llamadas… pero ¡carajo! podrías llamar a tus hijas cuando te despiertes. No las has llamado ni una vez desde que vinimos aquí”.
Esta vez él sí contestó: “Ya lo sé, empezaré a llamarlas todas las mañanas, lo siento muchísimo (…)”. Tuvo la ironía de ponerle: “Las extraño muchísimo”.
Siete días de vida
Cuando escribió esa última frase en Facebook, ya estaban en tiempo descuento. A las tres les quedaban siete días de vida.
Chris Watts estaba solo y a sus anchas en su gran casa. No quería más hijos. No quería más a ninguna de ellas en su vida. El embarazo lo hacía sentir acorralado. Ya sabían que era un varón: lo llamarían Niko Lee y llegaría al mundo el 31 de enero de 2019.
Cuando Chris se enteró de que Shannan preparaba un baby shower, se negó rotundamente. Shanann debió suspenderlo. A una íntima amiga le explicó el motivo: “Chris dice que no somos compatibles (...) Se rehúsa a abrazarme (...) Dice que él pensó que otro bebé podría arreglar lo que siente, pero no. Se niega a hacer terapia. (...) dice que en estas semanas tuvo mucho tiempo para pensar (...) Hace una semana que lloro hasta dormirme”.
El 31 de julio de 2018 Chris viajó a Carolina del Norte para buscar a su familia. Pasaron unos días de playa en Myrtle Beach. Shannan seguía quejándose con sus amigas de que él no la tocaba. Shannan le preguntó a su marido, varias veces, qué le pasaba, pero él respondió que nada. Eso sí, entrenaba obsesivamente y estaba más atlético que nunca.
El 7 de agosto de 2018 volvieron a su casa. Lo primero que vio Shannan ese día y le llamó poderosamente la atención fue un libro que estaba en la basura de la cocina. Se lo había regalado a Chris con la intención de que lo leyera y pudieran reconstruir su relación. El título era Hold me Tight (Abrázame fuerte). Estaba claro que Chris no quería reconstruir nada. Además, seguía rechazándola a la hora de tener relaciones. Shannan, angustiada, conversaba sus dramas abiertamente con sus amigas. Todos esos chats quedaron registrados. A esta altura, ella ya estaba convencida de que él tenía una amante. No se equivocaba.
Chris se la pasaba buscando distracción en Internet. Destinos turísticos a los que ir con su amor de turno, alhajas para regalarle a su amante, restaurantes para comer con ella. Shanann, el hijo por venir y sus hijas habían dejado de estar en el centro de su vida. Es más, no figuraban en ningún futuro plan.
Chris estaba entusiasmado con su nuevo romance que había comenzado en junio y se había consolidado en ausencia de Shannan. Ella era una compañera de trabajo llamada Nichol “Nikki” Kessinger. Tenía 30 años, era soltera y trabajaba en el departamento de medioambiente de la petrolera. La joven estaba deslumbrada con el apuesto y familiero Chris: “Parecía un padre preocupado por sus hijas”, declaró, sorprendida, tiempo después. Por supuesto, él le dijo que estaba en proceso de divorcio.
Desaparecidas una noche
El fin de semana del viernes 10 de agosto Shanann Watts viajó por trabajo a Phoenix, Arizona, con su amiga y colega Nickole Utoft Atkinson. Su vuelo de retorno era el domingo 12 de agosto de 2018 por la noche, pero volvió con casi tres horas de demora. Se tomaron juntas un taxi en el aeropuerto. Nickole dejó primero a Shannan a la 1:48 de la madrugada del lunes 13. Se hablarían a la mañana siguiente porque Nickole había prometido acompañarla a su cita con el obstetra para una ecografía.
Temprano por la mañana Nickole la llamó varias veces, pero su amiga no le respondió. La última llamada fue a las 8:55 y acto seguido le escribió: Quiero saber si estás ok. Como Shannan siguió sin contestar, a las 9:21, la mandó un mensaje escrito: Después decime cómo anduvo la consulta. Preocupada por la falta de contacto, a las 11:46, le mandó un nuevo mensaje anticipando que iría hasta la casa de los Watts ubicada en el número 2825, de la calle Saratoga Trail, en Frederick. La acompañó su hijo adolescente, quien muchas veces había cuidado a las pequeñas de los Watts y al perro familiar.
Llegaron a las 12:10 y golpearon la puerta. Silencio total. Miró por la ventana y observó que los zapatos de Shannan estaban en el hall de entrada. Llamó a Chris al trabajo. Él le pidió que no llamara a nadie y le aseguró que iría inmediatamente.
Como Chris demoraba, Nickole no le hizo caso. Llamó a la policía. Les dijo que estaba muy preocupada por su amiga y sus hijas de 3 y 4 años; que estaba en su casa y nadie contestaba ni el timbre ni el teléfono, pero que su auto estaba ahí. Le dijeron que enviarían alguien en cuanto pudieran y le pidieron que no intentara ingresar a la casa.
Pocos minutos después, llegaron dos agentes. Desde ese mismo momento todo fue grabado por la cámara policial por protocolo.
En las imágenes se ve a Nickole, la amiga de fierro, cuando les explica por qué está inquieta, se puede observar la imponente casa de piedra y se ve al hijo de Nickole con su remera colorada. Ella les aclara a las autoridades: “La noté muy angustiada en el viaje. No comía ni bebía bien por más que lo intentáramos”. También les cuenta que Shannan no concurrió ese día a su cita de las 9 con el obstetra y que eso era extrañísimo. Los vecinos aseguran no haber visto a Shannan ni a las chicas. Nickole se comunica, entonces, con los padres de Shannan y les pide el código de seguridad para abrir el garaje. No lo tienen.
Chris está camino en su camioneta cuando recibe la llamada de un agente quien le avisa que quieren entrar a su casa. Chris pide que lo esperen.
Cuando llega, baja corriendo de su camioneta. Tiene puesto un buzo gris con la remera norteamericana estampada en la espalda y los anteojos de sol colocados sobre la cabeza. Va directo a ellos y entra por la puerta del garaje. Nickole alterada le dice que no le parece normal lo que está pasando: “Chris, en el garage está su auto, ¡con las sillitas de las chicas puestas atrás!”.
Hallazgos y un vecino desconfiado
El dueño de casa abre desde dentro la puerta principal. Son las 14. Recorren el gran living, la moderna cocina, suben escaleras y van a los dormitorios… Chris corre de un lado a otro sin sacarle la mirada a su celular. Deeter, el perro familiar, ladra enloquecido. Chris se comporta de manera extraña. Dice que él se fue a trabajar a las 5:15 de la mañana. Mientras uno de los oficiales hace las preguntas de rigor, él va y viene por la casa. Dice que nota que las mantas de las chicas no están y aclara que no salen jamás sin ellas. Recorren el cuarto celeste de Celeste con cortinas color sangre; el cuarto lila de Bella. Todos los ventiladores están girando. Nickole, de pronto, encuentra el Iwatch negro y el teléfono de Shannan debajo de los almohadones del family room del primer piso. Chris admite que Shannan no vive sin su celular. Vaya verbo. El móvil está apagado. Lo prenden y el primer mensaje que aparece es de Chris a las 7:40 de la mañana: “Si te llevás a las chicas, avisame dónde estarán!”. Después entran los mensajes de Nickole y otros de Chris.
En la cocina de paredes color limón está la cartera de Shannan sobre la mesada negra. Nickole la abre y dice angustiada, refregándose los ojos: “Su medicación está todavía acá…”. También están sus llaves.
En la planta baja, al pie de la escalera, está parada la valija oscura con la que regresó de Arizona. En la mesita de luz del cuarto principal, el anillo de casada. Nickole se ve más estresada que Chris.
El hijo adolescente de Nickole mira todo azorado. Le explica a la policía que él conoce muy bien la casa porque ha ido muchas veces a cuidar a las chicas y que le resulta muy extraño que la cama matrimonial con dosel no tenga puestas sus clásicas sábanas blancas. Uno de los agentes le pregunta a Chris por esto y la respuesta es extravagante: asegura que Shanann las debe haber puesto a lavar esa mañana porque odia el olor que le queda en el cuerpo luego del paso por los aeropuertos.
Van a hablar con los vecinos. Chris mantiene una actitud indiferente, se la pasa escribiendo mensajes por el celular. Quizá tenga la esperanza de que Shannan se comunique, piensan...
Cuando el vecino, que tiene colocadas cámaras de seguridad en su propiedad, se queda a solas con los policías y Nickole, les dice que le llama mucho la atención que Chris hable tanto porque suele ser muy reservado y que también lo sorprende la forma nerviosa en que camina. Es directo y les asegura que eso lo hace “sospechar de él”. Además, agrega que Chris nunca carga y descarga cosas en la camioneta estacionando de esa manera particular. Curiosamente, la noche anterior, en la cámara no se pueden ver con claridad sus movimientos. Esta charla queda grabada.
Los policías se van. Un poco después llaman a Chris para pedirle datos de sus hijas. Chris las describe: su hija mayor, Bella, mide 1.05 m, pesa 18 kilos, tiene ojos marrones y pelo rubio oscuro; CeCe, la menor, mide 93 cm, pesa 16.5 kilos, es rubia y de ojos color avellana.
Comienza la búsqueda de las tres mujeres Watts.
El gran simulador
Al día siguiente, martes 14 de agosto, los agentes van con perros entrenados en olfatear cadáveres. No consiguen nada. La prensa ya está agolpada en la puerta. Es de esas noticias que conmueven a los televidentes.
El primer medio en hacerle un reportaje es el canal 9News. Chris Watts, vestido con unas bermudas y una remera gris oscura, con su barba candado y su mirada tierna, refleja una total desolación. Mira a cámara y alega estar sumamente preocupado por la desaparición de su familia. Habla con voz ronca, tranquila, parece al borde del quiebre emocional: “La llamé tres veces, le mandé varios mensajes de texto… (...) quiero desesperadamente que vuelvan (…) Espero que estén en un lugar seguro ahora. Es horrible (...) espero que alguien haya visto algo, que sepa algo (...)Shanann, Bella, Celeste… ¡Por favor vuelvan! (...) necesito verlas a todas, esta casa no está completa sin ustedes (…) No tengo idea de dónde fueron (… ) Es como una pesadilla de la que no me puedo despertar. (...) Bella tenía que empezar el jardín el próximo lunes (...) Sólo quiero que la gente sepa que yo quiero a mi familia de vuelta, las quiero aquí, a salvo. Esta casa no es lo mismo sin ellas. Anoche fue dramático, no me pude quedar en esta casa sin nadie. (...) Quería un golpe en la puerta, quería a las chicas corriendo por aquí y dándome un abrazo. Pero no las tengo (…) Celeste es una bola de energía, siempre está saltando, gritando, haciendo lío. Bella es más calma, más cauta, más parecida a mí, soy calmo. Celeste, es definitivamente más parecida a su mamá (… )”.
Hace menos de 30 horas que las ha asesinado, pero él pide que vuelvan.
El Departamento de Investigación de Colorado, la policía de Frederick y el FBI ya están abocados a la investigación.
El detector de mentiras no miente
El miércoles 15 Chris Watts es llevado a declarar. Después de varias horas de intenso interrogatorio se le empiezan a escapar algunas cosas. Revela que aquella madrugada había tenido con Shannan una conversación “altamente emocional” donde él le dijo lo que sentía, que se quería separar, que ya no existía la chispa que habían tenido. Dijo que habían llorado los dos sin parar. Quizá esa había sido la causa de su inexplicable partida. Niega tener romances.
Un poco después entra a la sala una técnica con el polígrafo. Ella le pide que respire profundo porque lo nota agitado. Chris falla estrepitosamente con el detector de mentiras. Se lo hacen saber.
“Chris basta de mentir. Respirá hondo. Es el momento de hablar…”, le vuelven a decir los detectives.
En esta instancia, el tiempo cuenta y las preguntas se vuelven más enérgicas. Le aseguran saber que Shannan no se ha ido por voluntad propia. Chris se pone nervioso y le pregunta a la mujer que lo está interpelando: “¿Puedo hablar con mi papá?”.
Al rato entra Ronnie Watts a la pequeña sala de interrogatorios. Palmea la espalda de su hijo y se sienta. Se quedan solos.
Ronnie: ¿Qué está pasando aquí?
Chris, frotándose las manos: Me fue mal en el polígrafo.
Ronnie está visiblemente incómodo. Chris dice que quiere proteger a Shannan y termina contando una primera versión de los hechos. Sostiene que, cuando le dijo esa madrugada a Shanann que quería divorciarse, ella en un rapto de locura estranguló a las chicas que, según Chris, se pusieron “azules”. Entonces, afirmó: “Tuve que matarla”. Reconoce que la asfixió.
Su padre en la imagen parece descomponerse ante la confesión de su hijo, se agarra la cabeza. Luego, dirá que le cree, pero la policía no piensa igual. Vuelven a entrar los agentes de homicidios. Ronnie se queda. Entre todos, suavemente, logran su objetivo: que revele dónde están los cuerpos.
Ese mismo día la policía interroga a Nikki, la amante de Chris Watts. Ella les dice que creía que él era un buen tipo, pero que estaba muy preocupada por la situación, por Shannan y por las chicas. Mientras cuenta esto, en la otra sala, Chris reconoce al fin que ha sido infiel con Nichol “Nikki” Kessinger.
El jueves 16 de agosto, en la propiedad de la compañía petrolera Anadarko donde trabajaba Watts y de la que fue despedido al ser acusado, encontraron los tres cadáveres. El 21 de agosto fue acusado por los asesinatos. Chris no demostró emociones. Impávido, se dejó esposar.
Una reconstrucción imperfecta
Si bien solamente Chris Watts sabe exactamente cómo sucedieron los hechos aquella noche, la fiscalía intentó reconstruirla para el juicio. Esa primera reconstrucción establecía que Chris habría dedicado varios minutos para ahorcar a Shanann quien estaba embarazada. Luego, habría sofocado a Celeste de 3 años mientras dormía. El espanto tuvo lugar en el estrado cuando se dijo que Bella, la mayor, habría entrado al dormitorio y le habría implorado a su padre: “Por favor papi, no me hagas lo que le acabas de hacer a CeCe”. El ruego no fue escuchado y su padre habría procedido a estrangularla. Bella se resistió con tanta fuerza que se mordió la lengua un par de veces según quedó asentado en la autopsia.
El fiscal del juicio, Michael Rourke, explicó a los presentes que para asfixiarlas el acusado habría demorado entre dos y cuatro minutos con cada una.
Luego, Watts habría dispuesto los cuerpos en la camioneta evitando que la cámara de vigilancia de su vecino lo captara. De hecho, sólo en una de las imágenes se lo distingue cargando algo.
Con toda su familia muerta manejó hasta un sitio aislado que pertenecía a la compañía donde trabajaba. Se deshizo de los cuerpos de Bella y Celeste en dos tanques de combustibles diferentes de seis metros de altura. Se subió y las introdujo por la pequeña escotilla superior y las dejó caer en el petróleo crudo. Para hacerlo, tuvo que empujarlas para lograr que pasaran por el orificio. Shannan no pasaría por ahí así que optó enterrarla en una fosa superficial que cavó cerca de los depósitos.
Cuando rescataron los cuerpos, en medio del pasto, aparecieron las sábanas blancas de su cama.
Pero no es la única versión de los hechos. En el libro de Cheryln Cadle, Cartas de Christopher, la autora relata lo que asegura que él le dijo: primero intentó asfixiar a las chicas y, luego, procedió a hacerlo con Shanann. Pero las chicas solo estaban desmayadas así que cuando volvieron en sí, entraron y vieron el cuerpo de su madre envuelto en la sábana y, entonces, él les habría explicado que Shannan “estaba enferma”. Recién entonces las habría subido al auto para ahorcarlas en el lugar donde las arrojó al combustible.
Vino a saberse…
Con el desarrollo del juicio se conocieron otros detalles. La mañana de ese lunes 13 de agosto, Watts había llamado al colegio diciendo que su hija Bella no empezaría las clases. También había hablado con una inmobiliaria para poner en venta su casa y se había comunicado varias veces con su amante. Estaba entusiasmado con el cambio que tendría su vida.
La investigación policial destapó muchas incógnitas sobre Nichol “Nikki” Kessinger, la amante de Watts. Salió a la luz que ella había estado navegando por Internet, la semana anterior a los asesinatos, buscando vestidos de novia durante dos horas. También había googleado “cómo prepararse para el sexo anal”; había mirado videos pornográficos y había buscado frases como: “El hombre con el que estoy teniendo una aventura dice que dejará a su esposa” y “casarse con su amante”. Fue más lejos todavía: el 19 de agosto, estando ya preso Chris Watts, googleó: “¿Cuánta plata ganó Amber Frey?”. Nikki buscaba información sobre el libro autobiográfico que esa mujer había escrito sobre su amante, luego de que él asesinara a su esposa embarazada en 2004. Había muchas similitudes con el caso. Shannan también esperaba un hijo. Nikki parecía estar interesada en ganar dinero por haber estado involucrada afectivamente con un monstruo.
La otra amante
Amanda McMahon, quien conoció a Watts por la aplicación Tinder, salió con él durante algunas semanas. Según ella Watts no habría actuado por impulso, sino que habría planificado los crímenes. Incluso dijo que pudo haberse inspirado en la película La isla siniestra, de Martin Scorsese. Se lo reveló al programa Inside Edition. Basó sus dichos en algunas situaciones de la película en la que existen también el crimen de una esposa y de sus hijos. Además, Amanda contó impresionada que cuando habían tenido relaciones sexuales Watts parecía transformarse: “Una vez me tomó del cuello fuertemente y me asusté mucho”, declaró.
Nikki se enteró por las noticias de dos cosas: que Shannan estaba embarazada y que no había ningún divorcio en proceso. Él le repetía, en esos dos días que su familia estuvo desaparecida, que era inocente y que jamás lastimaría a su familia. Cansada de sus mentiras y, seguramente, preocupada por su futuro, llamó al FBI para contar su rol en esta historia.
Lo primero que tuvo que hacer fue cerrar sus redes sociales. Y, en diciembre de 2018, Nikki pidió pasar al sistema de protección de testigos. El odio de la gente hacia su persona era tremendo.
Juicio al monstruo de Denver
El 6 de noviembre de 2018 Chris Watts se declaró culpable. Fue juzgado y sentenciado a cinco cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional. Lo enviaron a un penal de alta seguridad en Wisconsin.
En Colorado existe la pena capital, pero la familia de Shanann prefirió evitar más muertes. Sandy, la madre de Shannan, dijo: “Él decidió quitarles la vida, yo no quiero estar en la posición de decidir de quitarle la suya”.
El fiscal Rourke sostuvo ante los presentes: “¿Cómo un hombre normal mató a su familia? ¿Por qué? (...) No hay motivos razonables (...) El acusado fría y deliberadamente, no en un ataque de rabia, no por accidente, terminó con cuatro vidas (...) la víctima llegó a la una cuarenta y cinco de la madrugada, poco después habrían tenido -según el acusado- una discusión emocional sobre el estado de su matrimonio y sobre cómo seguirían sus vidas de allí en adelante. ¿Qué se dijo en esa conversación? Sólo él lo sabe. Lo que nosotros sabemos es que enseguida el acusado la ahorcó hasta la muerte con sus propias manos. Él terminó con su vida lentamente (...)”.
El padre de Shannan, Frank Rzucek, tomó el micrófono: “La vida ya no será lo mismo sin ellas (...) Te las confié para que las cuides, no para que las descartes como basura (… ) Me sacaste sus cuerpos, pero nunca me sacarás el amor que les tengo. Un amor que vos no conocés. No sabés lo que es el amor, sos un monstruo (...) la prisión es un lugar demasiado bueno para lo que hiciste”. Sandy Rzucek lo increpó: “Te quería como a un hijo, confiaba en vos, tus hijas te adoraban (...) No quiero la muerte para vos. Tu vida ahora es... entre vos y Dios “. Para ella lo más doloroso de todo es saber que “mi nieta Bella luchó y rogó por su vida”.
La familia Watts tomó el camino contrario. Salió a defender a su hijo, “el monstruo de Denver”. Su madre Cindy aseguró en televisión que Chris y Shanann tenían una relación difícil, que ella era mandona y que él, antes de casarse, había sido un tipo normal: “Nadie podía decir algo malo de Chris. Era un hombre de trato muy fácil”. Chris no se atrevió a mirar los ojos de su madre cuando ella le habló en el juicio: “Nosotros te amábamos desde el principio, y todavía te amamos ahora (…) Estamos todos con los corazones destrozados (...) aunque no lo puedas creer te queremos (...) Te perdonamos y no te abandonaremos”. La familia de Shanann quedó indignada. Pensaron que era increíble, ¡después de todo, Bella y CeCe eran también nietas de ellos!
La última confesión
El 7 de marzo de 2019 la policía dio a conocer una segunda confesión del acusado que había sido grabada 17 días antes: el 18 de febrero. La línea del tiempo que describió el convicto fue distinta. En cinco horas de grabación dijo que esa noche al llegar a su casa cerca de las dos de la mañana Shannan se había metido en la cama, se había frotado contra él y habían tenido relaciones, pero que luego de dormir, al levantarse, él le dijo que la pareja ya no funcionaba. Discutieron fuerte y Chris le admitió que tenía una amante. Ella lo amenazó con que no vería más a las chicas. Él la tomó del cuello y ya no la soltó. Chris dijo que Shannan no se defendió (La familia Rzucek especula que, en realidad, ella no se defendió porque estaba indefensa durmiendo y que el preso sigue mintiendo).
El relato continúa diciendo que la estranguló en la cama matrimonial y que Bella, quien se había despertado con los gritos, entró al dormitorio con su mantita rosa entre las manos. Cuando vio a su madre en la cama, boca abajo, preguntó: “¿Qué le pasa a mamá?”. Chris respondió: “Está enferma”. Bella lo observó envolver el cuerpo con la sábana y, cuando su padre empezó a empujarlo escaleras abajo, se puso a llorar. Chris colocó a Shanann en el piso del asiento trasero de su camioneta y volvió a entrar a su casa. Vio que Celeste también se había levantado. Las dos estaban despiertas. Las llevó y las sentó en el asiento de atrás del vehículo. Ellas podían ver a su madre bajo sus pies, envuelta en la sábana blanca.
Así manejó 65 kilómetros, casi una hora, hasta que llegó al campo de perforaciones de petróleo de la compañía donde trabajaba. Sacó el cuerpo de Shannon mientras las chicas preguntaban: “¿Qué le hacés a mami?”. Lo dejó fuera y volvió al auto. Tomó la manta que llevaba su hija menor CeCe, se la puso en la cabeza y la asfixió mientras Bella miraba desde su asiento. Apenas se resistió. Subió con Celeste al tanque y la introdujo con esfuerzo por el agujero superior. Empujó hasta que cayó. Cuando bajó, Bella le preguntó qué le había pasado a CeCe. Chris no se detuvo y repitió el procedimiento con Bella. Le puso la manta en la cabeza mientras ella gritaba “¡Papi, no!” y se revolvía como loca bajo la tela. Cuando se quedó quieta, Chris subió su cadáver al otro tanque y metió a la fuerza el cuerpo por la escotilla.
Bajó y se dedicó a cavar una tumba superficial para enterrar a Shanann.
Esta vez el relato fue claro y consistente. Creíble.
Cine negro y amenazas
En enero de 2020 Lifetime dio a conocer el film llamado Chris Watts: Confesión de un asesino. El mismo mes se emitió el documental Detrás de los titulares: la tragedia de la familia Watts. Los padres de Shannan, Frank y Sandy Rzucek, se enojaron porque no fueron consultados. En octubre del mismo año Netflix puso en el aire la estremecedora película El caso Watts: El padre homicida con más escenas sin editar del caso. Allí desfilan imágenes de la familia feliz y del interrogatorio donde se quiebra.
Chris Watts comparte su celda en la cárcel de Wisconsin con Marcus MJ Johnson, un hombre que asesinó y torturó a su hijastro de 3 años. Por los crímenes que ambos cometieron contra menores viven amenazados de muerte por el resto de la población carcelaria. Esos delitos no se perdonan entre presos.
En pocos días, Chris Watts llegará a sus 37 años. Todavía es joven, pero no le alcanzará la vida para cumplir con todas sus condenas.
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