La versión histórica oficial sostiene que el general de división de las Waffen-SS Hermann Fegelein, cuñado de Adolf Hitler, fue ejecutado entre la noche del 28 y la madrugada del 29 de abril de 1945 en Berlín, por orden directa del propio Führer, acusado de deserción.
Hombre de confianza del Reichsführer Heinrich Himmler, días antes de su muerte había participado de las negociaciones secretas de éste para conseguir una paz por separado con los aliados occidentales, pero con la destitución de su jefe quedó pegado a esa maniobra y desató la ira de Hitler.
Para salvarse –siempre según esa versión– Fegelein salió subrepticiamente del bunker del Führer la tarde del 27 de abril y se ocultó en una casa que creía segura para preparar su fuga hacia Suecia. Lo encontraron a la tarde siguiente, vestido de civil y con una valija repleta de oro y dinero, y lo llevaron a la Cancillería.
Allí, pese a los ruegos de Eva Braun por la vida del marido de su hermana Gerlt, Hitler dio la orden de matarlo. Fegelein, de 38 años, fue ejecutado esa misma noche, horas antes de que el líder nazi y Eva Braun se suicidaran.
La historia fue tomada oficialmente como cierta por los aliados, pero sus servicios de inteligencia no dejaron de buscarlo. Igual que a Hitler y a su segundo, Martin Bormann.
Nadie sabía decir dónde estaba el cadáver de Fegelein y esa ejecución podía ser parte de una maniobra para escapar y evitar que lo persiguieran. No tenían pruebas materiales de su muerte.
Décadas más tarde, el periodista brasileño Marcelo Netto encaró una investigación sobre un grupo de alemanes de evidentes simpatías nazis que fueron obligados a abandonar una colonia que habían fundado en Paraná y se instalaron en un barrio ubicado a unos 20 kilómetros del centro de São Paulo.
En eso estaba cuando creyó cruzarse con el hombre al que todos consideraban muerto. Fegelein había envejecido, pero sus rasgos –que Netto conocía bien, como los de muchos otros líderes nazis profugados– eran los mismos.
Fue un encuentro fugaz –cambiaron unas palabras y el hombre prácticamente huyó– que disparó un trabajo de años para demostrar que el cuñado de Hitler vivió durante décadas, primero en la Argentina y después en Brasil, bajo las sucesivas identidades de Hans Ruppel, Otto Pantz y Hermann Volkert Ramsauer.
Un nazi convencido
Hans Georg Otto Hermann Fegelein nació en octubre de 1906 en Ansbach y desde su juventud fue un nacionalsocialista ferviente. Se unió en 1930 a las SA –la fuerza de choque de Hitler– y en 1931 al Partido Nazi. Era el afiliado N° 1.200.258 y en las Waffen-SS, a las que se sumó el 15 de mayo de 1933, tenía la ficha 66.680.
Alto, rubio, de ojos claros, respondía a todos los parámetros físicos del “ario puro”, lo que llamó la atención de Himmler, que en 1936 lo nombró Director de la Escuela de Equitación de Munich.
Con el comienzo de la guerra fue enviado a Polonia con parte del Primer Batallón de Caballería de la Tercera División de las SS y destinado en Varsovia, donde participó en el asesinato de 1770 judíos polacos.
Fue parte de la Operación Barbarroja –la invasión a la Unión Soviética– desde el principio, hasta que fue herido por un francotirador en diciembre de 1943. Para entonces era jefe del Regimiento de Caballería de la División SS Florian Geyer. Fue nuevamente herido en 1944 en la batalla de Jarkov y Himmler le envió un avión para trasladarlo a Berlín.
El jefe de las SS tenía grandes planes para el ario Fegelein: lo nombró su ayudante personal y le encargó las tareas de enlace con Adolf Hitler. Se convirtió en el nexo entre los dos hombres más poderosos del Tercer Reich y lo ascendieron a general de división de las SS para que estuviera a la altura de la función.
El cuñado del Führer
Instalado en Berlín, Fegelein se entregó con entusiasmo a sus nuevas funciones, entre las que se encontraban las de presentar personalmente a Hitler los partes de Himmler. Nuevamente, su aspecto de “ario puro” y su simpatía le abrieron puertas. El dictador lo acogió en su entorno y lo invitó a tomar el té en la intimidad. Así conoció a Eva Braun y, gracias a ella, avanzó varios escalones en la estructura del poder del Tercer Reich.
Hitler estaba encantado con Fegelein y se lo hizo saber a Himmler: “Nos ha enviado usted a un hombre que está a nuestra altura”, le dijo. Eva Braun también fue seducida por su aspecto y su conversación, tanto que decidió presentárselo a su hermana menor, Margarete “Gretl” Braun. Al mes de conocerse estaban comprometidos.
Gretl y Fegelein se casaron en Obersalzberg el 3 de junio de 1944 con Hitler como invitado principal. Los nombres de los padrinos de la boda no dejan dudas de la posición que había alcanzado el rubio general de las SS: Heinrich Himmler y Martin Bormann.
Luego del frustrado atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944, en el que el propio Fegelein resultó levemente herido, recibió las espadas de las hojas de roble de la Cruz de Caballero.
¿Muerto o vivo?
Menos de un año después las tropas soviéticas combatían con las alemanas disputándose calle por calle de Berlín. El Tercer Reich se derrumbaba. A espaldas de Hitler, Himmler intentó negociar con los aliados norteamericanos e ingleses una paz por separado que pusiera a Alemania a salvo del Ejército Rojo.
La versión oficial asegura que Fegelein participó de esa maniobra y que, descubierto, fue detenido y ejecutado por orden de Hitler entre el 28 y el 29 de abril de 1945. El encargado de matarlo –siempre según esa versión– fue el ayudante del jefe de la escolta personal del Führer, Johann Rattenhuber.
Sin embargo, dos altos oficiales nazis contaron otra cosa. Según Heiz Linge y Otto Günsche, Hitler castigó a Fegelein enviándolo a pelear en la unidad de combate de las SS que comandaba Günsche, donde “lucharía para probar su lealtad”. Günsche relató que cuando Bormann le transmitió la orden quedó anonadado. El castigo a los desertores –dictado por el propio Hitler cuatro días antes– era la horca y la exhibición del cadáver con un letrero que decía: “¡Colgado por no cumplir las órdenes del Führer!”.
Günsche le dijo a Bormann que no ejecutaría esa orden hasta haber hablado personalmente con el propio Hitler. Según su relato, el Führer lo recibió en presencia de Eva Braun, que lloraba desconsoladamente y pedía clemencia para su cuñado. Finalmente Hitler, contó Günsche, “me ordenó que se degrade a Fegelein y que sea entregado a un tribunal presidido por Mohnke”.
El mayor general Wilhelm Mohnke aseguró a los Aliados que ese juicio nunca se realizó y que, por lo tanto, no dio la orden de matar a Fegelein. Contó que cuando lo llevaron a su presencia, el cuñado de Hitler estaba fuera de sus cabales, lloraba, vomitaba y gritaba que él solo recibía órdenes de Himmler. En un momento, recordó, llegó a sacar su miembro y orinó en la sala.
Mohnke consultó el Código Militar y comprobó que ningún oficial podía ser sometido a Consejo de Guerra si no se hallaba en plenitud de sus facultades físicas y psíquicas, por lo que decidió que Fegelein no podía ser juzgado y lo devolvió a la custodia de las SS.
“Nunca más volví a saber de él”, dijo.
Y el cadáver de Hermann Fegelein –si es que el hombre era realmente cadáver– nunca apareció.
Un submarino en la Patagonia
En octubre de 1945, Walter Werner Hirschfeld, ex oficial alemán de las SS que colaboraba con la contrainteligencia americana, Interrogó a Hans Fegelein, padre del supuestamente fusilado cuñado de Hitler.
Por entonces, los aliados no estaban seguros de que el Führer se hubiera suicidado y ya corrían las versiones de que podría haberse refugiado en Sudamérica. Algunos de esos rumores decían que había huido con Fegelein.
El general estadounidense Lucius Clay aseguraba que aún buscaban al Führer, Eva Braun, Hermann Fegelein, Martin Bormann y a otro alto funcionario nazi cuyo nombre no fue revelado. Según la historia oficial, todos estaban muertos.
“Estoy seguro de que mi hijo Hermann está vivo porque me envió un mensajero después de la capitulación. No te dejes engañar por la propaganda. Los verdaderos hombres de las SS que tienen órdenes de hacer estas declaraciones. Me escribió: ‘No se preocupen por mí, les llegarán más mensajes míos aunque demoren un tiempo’. Miren a la Argentina”, contestó el padre de Fegelein cuando le preguntaron por Hermann.
Unos meses antes, en julio, un cable de la Embajada norteamericana en Buenos Aires había informado a Washington:
“Llegada de submarinos alemanes a las costas de Argentina. Circulan varios rumores en Buenos Aires referidos a la llegada del submarino U-530 antes de su rendición. Una fuente de credibilidad desconocida asegura que el 28 de junio un submarino emergió en Puerto San Julián, territorio de la provincia de Santa Cruz, del que descendieron dos personas sin identificar, uno sería un alto oficial y la otra una muy importante persona”.
La inteligencia norteamericana no descartó que una de esas personas fuera Hermann Fegelein.
Un encuentro en Sao Paulo
La versión oficial sobre la ejecución de Fegelein se mantuvo incólume durante décadas, hasta que, a principios de este siglo, el periodista brasileño Marcelo Netto se cruzó con una pareja de ancianos en la feria callejera en Cidade Dutra, en Sao Paulo y creyó reconocer en el hombre los rasgos envejecidos del cuñado de Hitler.
Casi sin pensarlo, se dirigió a ellos y les habló en alemán. Le mujer se presentó como Fanny y el anciano contestó:
-Mi nombre es Hermann. ¿Hablás alemán? Eso es muy bueno. Pero nunca te he visto por aquí. ¿Sos nuevo en el vecindario?
-Sí, me acabo de mudar aquí – respondió el periodista
-Es bueno ver que los jóvenes brasileños como vos quieren aprender alemán y están interesados en Alemania. Quién sabe, tal vez la próxima vez podamos organizar un almuerzo en mi casa… -empezó a decir el anciano cuando de pronto y sin dar explicaciones, la mujer lo tomó del brazo y se lo llevó sin siquiera saludar. Mientras se alejaban, se dieron vuelta varias veces para ver si los seguían.
Marcelo Netto no los siguió. Volvió a su casa y revisó su archivo fotográfico: el hombre se parecía mucho a Hermann Fegelein, el cuñado de Hitler.
Rastros en Argentina y Brasil
Netto no volvió a ver al supuesto Fegelein, pero inició una investigación que le llevaría casi quince años buscando rastros de su presencia en Brasil. Empezó casi a ciegas y fue encontrando pistas que lo convencieron cada vez más de que ese anciano era el cuñado de Hitler a quien todos creían muerto desde 1945.
Buscó en migraciones y tuvo suerte. Encontró fotografías del alemán inmigrante en distintos documentos y las hizo comparar por un perito con las del joven Fegelein. “Los resultados obtenidos permiten concluir que en realidad se trata de la misma persona. Se estima, aproximadamente, una certeza en este sentido de alrededor del 90%, o incluso mayor”, dictaminó el experto brasileño Eduardo Zocchi.
También hizo comparar las firmas de esos documentos con la letra del joven Fegelein en documentos alemanes. “Todo indica que las firmas venían de la misma mano. Aunque los elementos formales de nuestra escritura sufran varios cambios a lo largo del tiempo y podamos intentar modificar nuestra escritura individual, la genética gráfica se conserva a lo largo de la vida”, le dijo el perito calígrafo Osvaldo Negrini Neto al examinar el material obtenido por Netto.
Esos documentos también probaron que el supuesto Fegelein había llegado en 1964 a Brasil desde la Argentina, donde vivió con documentos que lo identificaban como Hans Ruppel. Netto se puso en contacto entonces con el argentino Jorge Pedro Bordón, que investigaba las fugas de los nazis a Sudamérica.
El argentino estaba en contacto con un sobrino nieto de Hans Ruppel, Juan Pablo, que le dio más fotografías y un dato revelador: su tío abuelo se jactaba de tener una pistola que le había regalado el propio Adolf Hitler.
Así Netto pudo comprobar –y lo publicó en la revista brasileña Carta Capital– que en su paso por la Argentina y Brasil, Hans Georg Otto Hermann Fegelein había utilizado tres identidades con la particularidad: “El cuñado de Hitler nunca se abstuvo de conservar al menos parte de su verdadero nombre: Hans Ruppel era Fegelein, Otto Pantz era Fegelein, Hermann Volkert Ramsauer, el hombre de la feria, era Fegelein”, sostiene el periodista.
De acuerdo con un certificado de defunción firmado por los médicos Herberto y Ernst Oltrogge –también alemanes–, el anciano identificado como Hermann Volkert Ramsauer murió en su casa de Sao Paulo a las dos y media de la tarde del 2 de octubre de 2008, a consecuencia de un cáncer de colon.
Sus restos fueron cremados, de modo que es imposible realizar un examen de ADN que demuestre de manera definitiva que el anciano de la feria era realmente el cuñado de Adolf Hitler, Hermann Fegelein.
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