Barbra Streisand cumple 80: las presiones para operarse la nariz, el romance con Agassi y el mito del video porno

Dueña de una personalidad arrolladora y un talento exquisito, es una de las pocas mujeres en obtener el preciado EGOT, los cuatro premios más importantes del entretenimiento: Emmy, Grammy, Oscar y Tony. Su tumultuosa vida privada. El miedo escénico que la alejó de actuar en vivo por 27 años. Y su vuelta a instancias del famoso tenista, a quien le llevaba 28 años de edad

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Woman in Love - Barbra Streissand

Barbra Streisand cumple 80. Cantante, actriz, directora, productora, guionista. Diva. Un mito viviente de Hollywood que hace sesenta años que se encuentra en la cima del mundo del espectáculo. Una mujer que desde muy temprano impuso las reglas. Y una de las últimas grandes divas a la vieja usanza.

En los Oscars de 1969, las apuestas sobre la ganadora al premio a mejor actriz protagónica estaban muy disputadas. Con el sobre en la mano, Ingmar Bergman anunció el premio ex-aquo. Lo compartían Katherine Hepburn y Barbra Streisand. Una actriz clásica con décadas de carrera sobre la espalda y una debutante. Pese a la juventud de la última, ninguno de los millones de espectadores de todo el mundo dudó ni siquiera un segundo que sobre el escenario se habían reunido tres leyendas.

Barbra con un pantalón con transparencias y el pelo cortado a la altura de la nuca acaparó la atención. Simulaba sorpresa. Pero estaba feliz de que se hubiera confirmado lo que ella había deseado y calculado. Estaba segura de su éxito. El resto lo hicieron su sonrisa, su voz, su determinación y su talento.

Barbra pasó de manera casi meteórica de promesa a revelación, de revelación a figura, de figura a estrella y de estrella a gran diva. Hace más de medio siglo que es una leyenda. Y como tal impone sus reglas de juego.

La cosecha es impresionante. Dos Oscars, ocho Grammys, cuatro Emmys y un Tony honorario. Es decir es una EGOT, una de las pocas personas en conseguir los cuatro premios más importantes de la industria en Estados Unidos (la segunda más joven en conseguirlo). Es también una de las artistas solistas más vendedoras de discos de la historia. Cientos de millones de copias en todo el mundo. Y la única en lograr ubicar temas nuevos en el Top 10 durante seis décadas consecutivas.

Barbra Streissand, a los 27
Barbra Streissand, a los 27 años, ya había triunfado en Broadway, en el cine, en la TV y en el mundo discográfico. Se convirtió en una diva de manera meteórica. (Photo by Ron Wolfson/Michael Ochs Archives/Getty Images)

Apenas apareció en Broadway llamó la atención su fisonomía. No estaban acostumbrados a que una primera figura tuviera una nariz tan llamativa. No era convencional. La nariz sólo recordaba lo evidente (y no era el origen judío): ella no era como las demás. Pero nadie podía negar su belleza, aunque no fuera convencional. Tal vez el apéndice nasal sólo servía como recordatorio perpetuo de su personalidad. Pauline Kael, la implacable crítica del New Yorker, escribió: “Muchos creen que el mensaje de Funny Girl es que no se necesita ser hermoso para triunfar. Se equivocan. El mensaje es que el talento es belleza”.

Así como desoyó los cientos de recomendaciones, consejos y hasta órdenes –en el inicio de su carrera- de que se realizara cirugía estética para achicarse la nariz (ella, además de una cuestión de personalidad, de sello personal, siempre temió que una intervención quirúrgica en la zona afectara su modo de cantar), también se mantuvo incólume frente a los pedidos de que se cambiara el nombre. “Odio mi nombre. Pero no lo cambiaría por nada en el mundo”, dijo. Sin embargo, ahí sí hizo un pequeño retoque. Se quitó una a. Para no parecerse a nadie, transformó el Barbara de la partida de nacimiento por Barbra.

Siempre, desde el principio, le pidieron que cambiara. Que se peinara de otra manera, que se operara la nariz, pero ella persistió.

Nació en Brooklyn el 24 de abril de 1942. Su padre murió cuando ella tenía 15 meses. Un maestro de escuela que tan solo tenía 34 años. Su madre trabajó sin descanso para que no tuvieran necesidades económicas. “Yo quería atención y mi mamá me daba comida”, dijo Barbra. Cuando le preguntaban que quería ser cuando fuera grande, ella respondía que quería actuar. A los 14 años vio una puesta teatral de la historia de Anna Frank. Fue como una epifanía para ella. A partir de ese momento todos sus movimientos estuvieron dirigidos a actuar profesionalmente. Su madre la desalentaba. Creía que las posibilidades de éxito eran muy pocas. Le insistía para que estudiara mecanografía: ser secretaria podía ser una buena salida laboral.

En 1977 dio una larga
En 1977 dio una larga entrevista a la revista Playboy. Hugh Hefner sacrificó desnudez en su portada para tener a la estrella en la tapa

Se dio cuenta, también, de que podía cantar. Tal vez una cuestión genética: de joven su madre había sido una promisoria soprano. En la escuela secundaria cantó y actuó en cada obra musical que se estrenaba. Su coprotagonista, y compañero en los claustros, también prometía: Neil Diamond. ¿Cuántas son las posibilidades que dos celebridades de ese calibre se junten en un pequeño colegio secundario de Brooklyn? ¿Habrán propiciado otras vocaciones? ¿O las habrán aplastado al ver sus compañeros la distancia sideral que los separaba de ellos dos?

Apenas terminó el colegio se fue a vivir a Manhattan. Necesitaba estar cerca de las oportunidades laborales en el mundo artístico. Nunca se le cruzó por la cabeza la posibilidad del fracaso. Sólo era cuestión de tener una chance. Y aunque no suele funcionar así, en el caso de ella sí ocurrió.

Su primer trabajo artístico fue cantando en un pequeño club gay. La voz fue corriendo por la ciudad. Esta chica joven y de fisonomía particular cautivaba a los que la escuchaban. Al poco tiempo la contrataron de otro club nocturno, de mayor calidad, propiedad del padre del dueño del anterior club. En el Bon Soir, Barbra se convirtió en una sensación.

Mientras tanto hacía algunos papeles muy breves en obras de Broadway hasta que tuvo su gran oportunidad con I Can Get It For You Wholesale, un musical creado en los años treinta. Cuando se estrenó ella todavía no había cumplido los veinte años. En las audiciones de la obra conoció a Elliot Gould, con el que estaría casada ocho años.

Sus primeras actuaciones fueron un suceso. Funny Girl la consagró. Columbia le ofreció un contrato discográfico. Apenas tenía 21 años. En las negociaciones cedió dólares y beneficios económicos para obtener el total control artístico. Sobre esas decisiones construyó su carrera. Siempre se reservó la palabra final en cada uno de sus proyectos. Aún antes de ganárselo. El disco obtuvo el Grammy al mejor del año.

A mediados de los noventa
A mediados de los noventa tuvo un romance con Andre Agassi. Iba a verlo jugar en los grandes torneos causando una gran sensación con cada aparición. La diferencia de edad entre ellos era de 28 años (Photo by Rick Maiman/Sygma via Getty Images)

Hoy, con el paso del tiempo, y con la imagen distante de las últimas décadas se olvida que Streisand deslumbraba con sus apariciones televisivas a principios de la década del sesenta con su desparpajo y sentido del humor. Tenía un gran timing para la comedia. Así también fue construyendo su imagen pública.

El paso a Hollywood demoró algo más. En 1968 llegó con la adaptación del musical que la dio a conocer masivamente. Funny Girl bajo dirección de William Wyler, un prestigioso veterano de la industria. Cuando le preguntaron al director cómo fue la experiencia de trabajar con Barbra respondió: “Muy bien. Mucho más teniendo en cuenta que esa era la primera película que dirigía ella”. Luego vino el Oscar, la consagración definitiva, la entrada en un terreno legendario a los 27 años y una serie de proyectos cinematográficos que pasaron de las comedias a los musicales, de algún film algo más comprometido a las películas románticas.

Mientras tanto sus discos se vendían por millones. En los setenta y ochenta sus duetos con Kris Kristoferson y Barry Gibb fueron enormes hits.

Ella se fue recluyendo. Y sus apariciones en público se espaciaron.

En el cine el siguiente paso fue dirigir. Cada una de las películas que dirigió estuvo nominada al Oscar. Yentl, El Príncipe de las Mareas, El Amor Tiene Dos Caras. Pero en el medio había actuado en Nace una Estrella, The Way We Were, Nuts o Hello, Dolly!, entre otras.

Durante 27 años no cantó
Durante 27 años no cantó en vivo. El olvido de la letra de una canción la sumió en el miedo escénico que la mantuvo alejada de los escenarios durante décadas (Photo by Kevin Kane/Getty Images for BSB)

A fines de la década del sesenta ya había conquistado Broadway, Hollywood, el mercado discográfico y la cabeza y el corazón de legiones de fans. Un día ante un auditorio colmado, tropezó con una de la letra de sus canciones. Olvidó parte de la letra y sintió que su cuerpo, y en especial su cabeza, caían en un largo pozo sin fin. No podía seguir. Por primera vez en la vida sintió que no podía mover sus miembros, que la mente estaba en blanco. Quedó paralizada durante unos segundos que parecieron una eternidad. El oficio la sacó de la situación. Pero ese episodio le inoculó el pánico escénico. No volvió a cantar en público durante 27 años. Cuando regresó, un teleprompter la ayudó con las letras.

A pesar de que siempre fue muy discreta con su vida privada, luego del divorcio con Gould (aunque también durante el matrimonio) se le adjudicaron romances con cada una de sus coprotagonistas, desde Omar Shariff a Robert Redford. Su lista de romances con celebridades es extensa: Warren Beatty, Pierre Trudeau, Clint Eastwood, Don Johnson, Richard Gere y varios más.

Uno de sus romances con más prensa fue el que mantuvo a principios de los noventa con Andre Agassi. Ella, postergó su reserva de siempre, y apareció exultante en el palco de Wimbledon, para acompañar al tenista. Barbra tenía 28 años más que él. En Open, sus extraordinarias memorias, Agassi cuenta que lo de ellos fue una amistad especial e intensa. Se conocieron durante una fiesta en la mansión de la actriz. Luego los encuentros se sucedieron alrededor del mundo. Barbra estaba en su etapa en la que le daba fobia cantar en público. Agassi la instó a dejar el ostracismo. Él sabía de qué se trataba esa sensación. “Ella era una perfeccionista torturada que odiaba hacer algo en lo que era extraordinaria”, escribe en Open. Cuando ella volvió a cantar en un escenario, Agassi estaba en primera fila, atrayendo los flashes (y preocupado para que la gorra no se desacomodara y revelara los apliques en el pelo).

En algún momento los rumores le adjudicaron el protagónico en un video porno. Supuestamente sería una grabación de antes de su salto a la fama, en algún momento de su salida de la adolescencia. La imagen es muy granulosa, se hace difícil distinguir los rasgos. Pero allí está la nariz característica y el pelo cómo lo usaba en los sesenta. Nadie se preocupó mucho por determinar si era ella o no. Parecía Barbra y con eso era suficiente. Un plano final, de cuerpo entero y frontal, saca todas las dudas: esa chica no es Streisand. En alguna entrevista reconoció que sucumbió a la tentación y vio el video. No pudo negar que la chica era parecida a ella. Pero, insistió, en las diferencias evidentes. Ella era muy delgada en esos años, y la chica del video porno era turgente y algo rellenita. Pero la mayor diferencia la notó en un plano corto en el que la protagonista hace sexo oral. Casi ofendida dijo: “Esa manos. ¡Cómo pudieron confundirlas! Esos son dedos cortos y gordos, mis manos son alargadas con dedos estilizados”.

Barbra tuvo éxitos en el
Barbra tuvo éxitos en el Top 10 durante seis décadas seguidas. Un logro que nadie consiguió en la historia (AP)

Se destacó por su reserva y hasta pudor. Luego del Oscar por Funny Girl intentó un nuevo rumbo en su carrera y uno de sus proyectos fue The Owl and The Pussycat, que no tuvo demasiado éxito. Allí debía hacer un desnudo parcial en una escena. Tanto le costó hacer ese topless, que George Segal, su antagonista, se quedó dormido en la cama del set, mientras esperaban que ella se decidiera. En 1977 fue la tapa de Playboy. Pero estaba vestida: con sus rulos apretados, unos shorts blancos y una remera del mismo color con el símbolo de las conejitas en el pecho. El epígrafe en la portada dice: “¿Qué hace una linda chica judía como yo en la tapa de Playboy?”. La respuesta es: la larga entrevista que la revista solía hacer cada mes. Ella era una figurita tan difícil que a Heffner no le importó no prometer desnudez desde su portada. Tenerla a Streisand era más importante.

En su búsqueda de intimidad, de escapar al merodeo de paparazis y periodistas de chimentos, en 2003, Barbra le dio órdenes a sus abogados de que iniciaran una demanda contra un fotógrafo que había sacado unas fotos a varias propiedades de Malibú. Entre ellas se veía en primer plano la de su casa. Streissand demandó a Kenneth Adelman por 50 millones de dólares. Adelman adujo que él pretendía dejar registro de la erosión del mar sobre la costa de California. Hasta el momento que los medios dieron a conocer la acción judicial de Barbra, la foto original había sido vista sólo por seis personas. Tras la difusión, en un mes, en el sitio la clickearon 400.000 personas. A eso hay que sumarles todos los que la vieron en otros sitios y medios de comunicación. Esa situación paradójica se conoció a partir de ese momento como el Efecto Streissand: cuando alguien intenta censurar una publicación o impedir su difusión mucha veces con esa acción sólo logra aumentar su circulación y la atención que se le presta.

Barbra hoy cumple 80. Pero sigue con proyectos. Tiene una película más por dirigir y un disco por grabar. Puede haber más sorpresas para su público. Lo cual, a decir verdad, no debería sorprender. Deslumbrar en cualquier terreno artístico que transite es lo que viene haciendo desde hace seis décadas.

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