“En memoria de mi hijo amado, asesinado por un traidor y cobarde cuyo nombre no merece figurar aquí”, dice una lápida del cementerio de Mount Olivet, Missouri. Tallado en la piedra puede verse el nombre del muerto y una fecha: Jesse W. James, 3 de abril de 1882.
La historia de esa traición fue contada – e incluso representada teatralmente – por el propio asesino, que recorrió durante años los pueblos de Tennessee y Missouri relatando cómo había matado por la espalda al bandido más famoso y buscado de los Estados Unidos.
En abril de 1882, Jesse Woodson James vivía con otro nombre en Saint Joseph, Missouri. Se había refugiado allí con su mujer y sus hijos porque su cabeza tenía precio, lo buscaban las autoridades y los agentes de la agencia de detectives Pinkerton. Llevaba meses quieto, aparentando la vida de una familia común y corriente en una casa con establo, un par de caballos y poco más. Pero el dinero empezaba a escasear.
Por eso, la mañana del 3 de abril lo visitaron los dos últimos integrantes que quedaba de su banda, los hermanos Robert “Bob” y Charley Ford, para planear un asalto. Pasaron un rato en el establo, conversando y cepillando los caballos, y después entraron en la casa. Los hombres se quedaron en la habitación principal, mientras la mujer de James preparaba el almuerzo en la cocina, con los chicos.
Según el relato de los hermanos Ford, Jesse vio que uno de los cuadros de la pared estaba torcido, se despojó de la cartuchera donde enfundaba su temible Smith & Wesson, la dejó sobre la mesa y se subió a una silla para enderezarlo.
Cuando Jesse se estiró para alcanzar el cuadro, Bob Ford tomó el arma y le disparó por la espalda. Cuando su cuerpo tocó el piso, Jesse James ya estaba muerto.
-Fue un accidente – le dijo Bob a la mujer de James cuando entró a la habitación, alarmada por el disparo.
La dejaron llorando sola, con sus hijos y el cadáver.
No demoró en saber que Ford le había mentido. Días después de la muerte de Jesse James el Evening Bulletin publicó un artículo revelando la verdad. “El asesinato de Jesse James es uno de los crímenes más cobardes e innecesarios que se han perpetrado en los Estados Unidos. La única motivación fue el interés económico”, decía.
La guerra y la guerrilla
A los 34 años, Jesse James ya era una leyenda. Sus andanzas se contaban como un folletín por entregas en los diarios estadounidenses. Quizás por la naturaleza casi romántica de algunos de esos relatos, muchos veían con simpatía al personaje que habían construido con él: un hombre valiente que se oponía a los poderosos, lo cual era cierto, una suerte de Robin Hood que repartía su botín con los pobres, lo cual era totalmente falso.
Había nacido en el condado de Clay, Missouri, el 5 de septiembre de 1847, hijo de Robert James, un comerciante de cáñamo y ministro de la Iglesia Bautista de Kentucky, que después de casarse con Zerelda James, emigró a Bradford, Missouri para fundar un colegio. El hombre murió cuando Jesse tenía tres años y dos hermanos, Alexander Frank, el mayor, y Susan Lavenia, la menor.
Zereida volvió a casarse dos veces. Primero con Benjamin Simms, que pronto la dejó viuda, y después con el doctor Reuben Samuel, con quien tuvo otros cuatro hijos. Con este último marido compraron una plantación de tabaco y siete esclavos para trabajar en ella.
Por ser parte de una familia de propietarios y esclavistas, los hermanos Frank Y Jesse no dudaron qué bando defender cuando en 1861 estalló la guerra de secesión que enfrentó a yanquis y confederados, pero en lugar de alistarse en el ejército se sumaron a la guerrilla sudista de James Quantrill.
“Los acosadores de Quantrill”, como se los conocía, fueron una verdadera pesadilla para el Ejército de la Unión. Pero no se limitaron a atacar a los soldados yanquis detrás de las líneas enemigas; también atacaban transportes de correo y saqueaban pueblos.
Los yanquis consideraban a Quantril como un forajido, mientras que sus acciones hicieron que los confederados le ofrecieran en rango de capitán, aunque no para sumarse a las filas del ejército sino como una manera de oficializar su guerrilla.
A las órdenes de Quantrill, Frank y Jesse participaron de la masacre de Lawrence, en Kansas, que pasó a la historia como una de las mayores atrocidades cometidas durante la guerra civil. El 21 de agosto de 1863, la guerrilla, de unos trescientos jinetes, atacó el pueblo y mató unos doscientos hombres y niños – muchos de ellos fusilados frente a las mujeres de las familias -, asaltó el banco e incendió las casas.
Al final de la guerra, Frank y Jesse se entregaron a los vencedores, pero no fueron tratados como soldados. “Las actuaciones de esta guerrilla fueron tan atroces y despiadadas que todos sus miembros fueron excluidos expresamente de la amnistía decretada al acabar el conflicto”, explica Gregorio Doval en “Breve historia del salvaje Oeste”.
La banda de los Younger
La guerra arruinó también a la familia. Despojados de sus propiedades y proscriptos, los hermanos James se sumaron a la banda de Cole y Jim Younger, formada por ex integrantes de la guerrilla de Quantrill, dedicada al asalto de trenes, correos y bancos.
Cole Younger era el líder, el hombre que mantenía unido al grupo, pero Jesse James fue en la práctica su jefe militar, que planificaba y conducía las operaciones.
Debutaron con el asalto al Clay County Savings Association, en Liberty, Missouri, el 13 de febrero de 1866 y ese solo hecho los llevó a la fama. Se llevaron 60.000 dólares – una verdadera fortuna para la época – en un robo realizado a pleno día.
Durante una década perpetraron centenares de asaltos, en muchos casos secundados por granjeros que participaban de las acciones para hacerse de algún dinero para pagar sus deudas. Fue por entonces que James comenzó a ganarse la fama de Robin Hood norteamericano que ayudaba a los pobres. No era que repartiera el dinero, sino que invitaba a participar en los robos y llevarse una parte del botín. Eso también lo daba un reaseguro a la banda: muchos pobladores simpatizaban con ella y refugiaban a sus miembros cuando la persecución de las autoridades se ponía difícil.
El odio de los Pinkerton
Un asalto espectacular pero de escaso rédito les ganó un enemigo más a los bandoleros. El 20 de julio de 1873, un grupo encabezado por Cole Younger y Jesse y Frank James hizo descarrillar un tren que, según la información que tenían, transportaba una importante cantidad de dinero.
El dato no era correcto: el botín esperado estaba en otro transporte. Cuando abrieron la caja fuerte encontraron apenas dos mil dólares en bonos.
En ese momento no lo supieron, pero ese asalto también les jugó en contra por otra razón: en el convoy viajaba Allan Pinkerton, jefe y fundador de la Agencia Nacional de Detectives Pinkerton. Desde ese día, la agencia los perseguiría con más constancia y saña que las autoridades.
Para entonces, la captura de Jesse James, vivo o muerto, tenía una recompensa de 10.000 dólares.
Una bomba en venganza
La banda, a la que ya se conocía como la de Younger – James, siguió actuando con prisa y sin pausa. Los asaltos a trenes, diligencias y bancos se multiplicaban sin que se pudiera capturar a uno de sus integrantes.
Mientras tanto, la frustración de Allan Pinkerton – que había quedado herido en su orgullo por el robo al tren en que viajaba – iba en aumento. En tres ocasiones creyó que sus hombres tenían a James en sus manos y las tres se les escapó por un pelo.
A finales de enero de 1875 ordenó atacar directamente la casa de su madre, aunque Jesse no estuviera allí. Llegaron a los tiros y los recibieron con disparos en una resistencia que los agentes de la agencia no habían esperado. Entonces hicieron explotar una bomba que mató a Archie, un medio hermano de Jesse y Frank, y le cortó un brazo a la madre.
El ataque provocó la indignación de la población y desató una ola de críticas contra Pinkerton en los periódicos. La agencia sacó un comunicado negando la autoría, pero nadie lo creyó.
Contra la opinión de su hermano Frank y de los Cole, Jesse viajó a Chicago, donde estaba la oficia central de Pinkerton, con la intención de ejecutar a Allan. El hombre que quería matar estaba custodiado las 24 horas del día, la única manera de asesinarlo era en un ataque suicida.
Volvió frustrado pero con un plan que de alguna manera era también una venganza. Dos meses más tarde la banda asaltó el First National Bank en Northfield, Minnesota, un estado donde nunca había actuado. El asalto le daría tres satisfacciones: el botín más grande en la existencia de la banda, dos de los accionistas se habían enriquecido después de la guerra a costa de los granjeros quebrados del Sur y la seguridad estaba a cargo de Pinkerton.
La operación fue un fracaso y debieron escapar sin llevarse un dólar. En la fuga se dividieron en dos grupos. En uno estaban los hermanos Younger, que fueron capturados, juzgados y enviados a la cárcel. Eo otro, dirigido por Frank y Jesse James, logró romper el cerco, y los dos hermanos se escondieron en Nashvile, Tennesee.
La banda de los James
Durante los tres años siguientes, Jesse James vivió escondido y trató de llevar una existencia pacífica junto con su familia.
El 24 de abril de 1874 se había casado con su prima Zerelda Mimms, con quien tuvo cuatro hijos: Jesse Edward, los gemelos Gould y Montgomery, que murieron pronto, y Mary Susan James.
Se fueron a vivir a Saint Joseph, en Missouri, pero en 1879 los fondos que Jesse había guardado del producto de sus asaltos se agotaron. Con su hermano Frank convocaron a los hermanos Charley y Bob Ford para formar un nuevo grupo.
Concretaron unos pocos asaltos, hasta que el 15 de junio de 1881 dieron su último gran golpe. Asaltaron el tren de Winston, donde además de llevarse el botin, Jesse mató a William Westfall, hombre de Pinkerton que estaba a cargo de la seguridad del convoy. Lo ejecutó a sangre fría porque sospechaba que había participado del ataque a la casa de su madre.
Para entonces, fuerzas de todo el país – y, por supuesto, la agencia Pinkerton – buscaban a Jesse James pero nadie podía dar con él. Solo unas pocas personas de su mayor confianza sabían de su fachada como tranquilo granjero y padre de familia en Saint Joseph, el señor Howard.
Entre esos pocos se contaban los hermanos Charley y Bob Ford.
El precio de la traición
Las cabezas de los hermanos Ford también tenían precio y ellos estaban cansados de vivir escondidos. Para solucionar la situación hicieron llegar una propuesta que gobernador de Missouri, Thomas Theodore Crittenden, no pudo rechazar: le entregarían muerto a Jesse James a cambio de un indulto por todos sus crímenes y la recompensa de 10.00 dólares.
Pudieron simplemente decir dónde se escondía Jesse para que las fuerzas del estado lo fueran a buscar, pero eso implicaba dividir la recompensa.
La oportunidad les llegó cuando Jesse los convocó a su casa para planear un próximo asalto. La mañana del 3 de abril de 1882 llegaron dispuestos a matarlo apenas se les presentara la oportunidad.
La ocasión llegó cuando Jesse dejó su revólver sobre la mesa y Bob le disparó por la espalda. No se atrevieron a matarlo de frente.
El gobernador cumplió su promesa a medias: les otorgó el indulto pero en lugar de pagarles la recompensa de 10.000 dólares les dio apenas 500 y les dijo que salieran de su vista. La naturaleza del asesinato le había puesto a la opinión pública en contra.
Los hermanos no volvieron a delinquir después del asesinato de Jesse James. Pronto encontraron una nueva forma de ganar buen dinero: montaron una obra de teatro y recorrieron los pueblos representando ellos mismos la manera en que lo habían matado.
En más de una ocasión debieron irse rápido, casi escapando, abucheados por el público indignado.
Bob Ford murió asesinado el 8 de junio de 1892 por Edward O’Kelley luego de una representación de la “obra” en un salón de Creede. Colorado. A diferencia de Jesse, su matador le disparó de frente.
La leyenda de Jesse James se acrecentó después de su muerte y todavía continúa. Su vida fue contada en libros, canciones y películas.
En 1908, la incipiente industria del cine produjo la primera película muda dedicada al bandido más famoso de los Estados Unidos, “Los James de Missouri”, protagonizada Gilber Brocho como Jesse, y Billy Anderson como Frank.
La más famosa de todas es “El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford”, con Brad Pitt en el papel de Jesse y Casey Affleck como su asesino.
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