Era un médico respetable, casado y con ocho hijos: la muerte de su esposa descubrió al monstruo que escondía

Martin MacNeill y su esposa Michelle tenían un matrimonio a punto de cumplir 30 años. A pedido de él, su mujer accedió a realizarse una cirugía estética. ¿Qué le provocó a ella la muerte pocos días después? Fueron sus hijas las que lograron justicia y que se descubriera que en realidad fue un asesinato

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Michele MacNeill y Martin MacNeill
Michele MacNeill y Martin MacNeill en una foto familiar. Al morir ella, se cayó la fachada del médico y se descubrieron infinidad de delitos que había cometido

La fecha para la cirugía estética estaba estampada prolijamente en la agenda de Michele MacNeill: martes 3 de abril de 2007. Estaba convencida de que pasar por el quirófano para realizarse un lifting no solo refrescaría su cara de mujer de 50 años, también sería un viento renovador para su matrimonio que venía a los tumbos.

Michele se había enterado de que su esposo, médico y padre de sus ocho hijos, tenía una amante más joven. La idea de hacerse una estética había surgido de él y hasta le había buscado un profesional idóneo. Pensó que acceder a los caprichos de su marido podía ser una buena estrategia para reconquistarlo

Michele confundió belleza con amor.

Entró a la sala de operaciones y se durmió bajo los efectos de la anestesia soñando con la reconciliación con quien era el hombre de su vida desde hacía casi treinta años: el respetado, prestigioso y buenmozo doctor Martin MacNeill.

Despertar… por un rato

Unas horas después, Michele despertó dolorida y a los gritos. Su marido la medicó. Pasó la noche en el hospital y fue dada de alta al día siguiente, miércoles 4 de abril.

Se instaló en su soñada casa de Pleasant Grove, Utah, Estados Unidos, con un arsenal de medicamentos que su marido había pedido diligentemente al cirujano que le recetara.

El jueves 5 de abril por la mañana su hija Alexis, estudiante de medicina, la encontró inconsciente en su cama.

“Cuando entré a su cuarto ella estaba totalmente sedada, inconsciente”, cuenta. Alexis confrontó a su padre quien admitió que quizá le había dado demasiada medicación para el dolor. Le explicó a su hija, de colega a colega: “¡Oh!... como tu madre vomitó, le di de nuevo los remedios y tal vez fue demasiado”.

Enojada, Alexis, quien estaba unos días de vacaciones parando en la casa familiar, le dijo a Martin que le daría ella misma la medicación.

Cuando Michele despertó habló mucho con Alexis. Esa charla le quedó grabada a fuego. “Mamá me pidió que le diera de a una las píldoras, así podía sentirlas con sus dedos y reconocerlas porque todavía tenía los parches de la cirugía sobre sus ojos y no podía verlas. Me dijo: de esta forma, si él trata de darme algo más, me voy a dar cuenta”.

Un mes antes de esto, Alexis había ayudado a su madre a descubrir un romance de su padre. A pedido de Michelle, Alexis había tomado el celular de Martin mientras él dormía y copiado su historial de llamadas. Se lo mandó a su propio teléfono y lo imprimió. Había un número que se repetía permanentemente: era el de una mujer llamada Gypsy Jillian Willis.

“Si me pasa algo…”

El viernes 6 de abril, un poco más repuesta de la operación, Michele decidió enfrentar a Martin. Le dijo que hacía tiempo que había descubierto que él la engañaba con una joven llamada Gypsy.

La pelea fue feroz. A tal punto que ese mismo día Michele le advirtió a su hija y confidente: “Si me pasa algo, asegúrate de que no haya sido tu papá”.

Alexis, tuvo que volver a su facultad de medicina en Las Vegas, Nevada, el martes 10 de abril. Estaba intranquila así que, a cada rato, llamaba a su madre para chequear que todo estuviera bien.

El miércoles 11 de abril, Michele y Alexis hablaron temprano por teléfono. Eran las 8.44 de la mañana cuando madre e hija cortaron la comunicación. Todo estaba perfecto. Pero a las 9.10 Alexis recibió una llamada de su padre quien, supuestamente, estaba trabajando. Sonaba muy nervioso. Le pidió histérico que llamara a su madre porque a él no le respondía el teléfono.

Alexis llamó inmediatamente a Michele, pero ella no atendía.

Mientras, a las 11.35, Martin fue a buscar a Ada, su hija de 6 años, al colegio. Llegaron a su casa 11 minutos después. Apenas entraron Martin le pidió a Ada que fuera a chequear cómo estaba su madre. Él se quedó en la cocina. La pequeña obedeció y corrió a ver a Michelle. Su madre no estaba en la cama. Entonces se asomó al baño en suite. Ahí la vio boca abajo, sumergida en la bañadera, vestida. Gritó aterrada.

Martin llamó al 911 y la operadora, Heidi Johnson, no pudo entender lo que ese señor le decía: “Estaba gritándome histéricamente. Intenté calmarlo y de sacarle información. Pero él no quería quedarse en la línea hablando conmigo y colgó”, le reveló al medio ABC News.

Martin mandó a Ada a la casa de los Daniels, sus vecinos, para buscar ayuda. Mientras, le dejó un mensaje a su hija Alexis que estaba en Las Vegas. Le pidió que se contactara con su madre inmediatamente. Alexis llamó y quien atendió fue Martin: “Me dijo: Tu mamá está en la bañadera. Ella no está respirando. Ya llamé a una ambulancia. Y me cortó. Tomé el auto y empecé a manejar de forma neurótica hacia el aeropuerto. Iba gritando sola: ¡¡Él la mató!! ¡¡Él la mató!! Ese fue mi primer pensamiento instintivo”.

En la casa de los MacNeill reinaba el caos. La pequeña Ada volvió con su vecina Kristi Daniels. Martin protestó y dijo que no necesitaba una mujer sino un hombre para levantar a Michele de la bañera. Recién cuando apareció Doug Daniels la sacaron entre los dos del agua. Se había perdido demasiado tiempo.

Martin comenzó la resucitación cardiopulmonar. Entre maniobra y maniobra gritaba: “¡¿Por qué?! ¡Por qué!

¡Por una cirugía estúpida!”.

Al mismo tiempo, sonó el teléfono dos veces más. Era la operadora de emergencias. Ella recordó perfectamente esas llamadas: “El señor me siguió gritando: “¡¡Soy médico, ya le hice resucitación cardiopulmonar!!… y me volvió a colgar”.

Alexis por su lado estaba apurada por llegar y contar cuánta medicación había recibido su madre. Al arribar a su casa se encontró con otra sorpresa desagradable. Su padre le había pedido a Eileen Heng, la novia de Damián su hermano, que se deshiciera de las píldoras tirándolas al inodoro. Alexis se sintió atada de pies y manos.

Michele fue declarada muerta un poco más tarde y la causa que figuró en el certificado de defunción fue: muerte accidental, por causas naturales, debido a una enfermedad cardiovascular.

Michele MacNeill había muerto a los 50 años. Era el mediodía del 11 de abril del 2007. El matrimonio había durado 29 años, 1 mes y 21 días.

Alexis estaba en shock: esta era una muerte anunciada por la propia víctima. Le retumbaban en los oídos las últimas palabras de su madre. Su cabeza era un infierno. No sabía por dónde empezar.

Fuga, mentiras y familia numerosa

Michele Marie Somers nació el 15 de enero de 1957 y creció en Concord, California, con sus padres Milton y Helen Somers.

Buena estudiante y de una belleza impactante, Michele aprendió a tocar con excelencia el violín desde chica, practicaba baile y era una activa participante en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días. En su juventud realizó un intercambio estudiantil en Suiza y, en 1976, ganó el certamen de Reina de Belleza de Concord.

Por otro lado, Martin MacNeill (nacido el 1 de febrero de 1956) se había unido en 1973, con 17 años, al ejército. Pero dos años después consiguió la baja aduciendo problemas mentales: decía que escuchaba voces. Obtuvo un diagnóstico de esquizofrenia. Declarado incapaz, empezó a cobrar beneficios para veteranos de guerra. Unos 3000 dólares por mes durante tres años.

Martin y Michele se conocieron por esos años, participando en las actividades de la iglesia mormona. Empezaron a salir, pero la familia de Michele no aprobaba al candidato. Fueron casi visionarios.

De todas formas, su negativa no sirvió de nada. Michele y Martin se fugaron de sus casas y se casaron el 21 de febrero de 1978. Michele tenía 21 años.

Cuatro meses después del matrimonio, Martin tuvo que cumplir una condena a seis meses de cárcel por falsificación y robo debido a aquella fraguada baja mental del ejército.

Michele no supo o no quiso ver, en este primer paso en falso, el indicio de que algo funcionaba mal en la mente transgresora de su marido. Guardó el secreto y no le contó a nadie lo ocurrido. Aprovechó que tampoco frecuentaban mucho a la familia.

En los cinco años siguientes tuvieron cuatro hijos: Rachel, Vanessa, Alexis y Damian. Mientras tanto, Martin se recibió de médico osteópata en California y, luego, obtuvo una licenciatura en derecho (aunque nunca habría ejercido esta última profesión). Pasó de ser un médico practicante en Pleasant Grove a ser el director médico del Centro de Desarrollo del Estado de Utah. Era, también, un líder laico muy respetado dentro de la congregación mormona.

En los últimos años de matrimonio adoptaron 4 hijos más: Giselle, Elle, Sabrina y Ada. Las tres primeras fueron adoptadas en Ucrania. Ada MacNeill, la menor, fue adoptada por ellos aunque, en realidad, era su nieta, ya que era hija biológica de Vanessa.

La familia vivía en una enorme residencia en un vecindario de clase alta. Tenían amigos, vecinos que los adoraban y solían hacer muchas fiestas. Representaban, para aquellos que los conocían, lo mejor del sueño americano.

Martin y Michelle MacNeil poco
Martin y Michelle MacNeil poco antes del asesinato de la mujer

La húmeda y tambaleante maqueta de una vida perfecta

Los años desgastaron la relación entre ellos. En su haber el médico iba acumulando los más variados delitos que sus hijos, amigos y vecinos, desconocían.

En 1994, Martin había sido acusado de tener relaciones sexuales con un paciente en el Centro de Salud de la Universidad Brigham Young (BYU) y, luego, había intentado suicidarse. De acuerdo con otros informes policiales -que salieron a la luz luego de la muerte de Michele- en agosto del año 2000 ella lo descubrió mirando pornografía online. Antes los reproches Martin amenazó con matarse y matarla, enarbolando un cuchillo de carnicero.

En el año 2005, el médico consiguió un puesto como consultor en una clínica de depilación láser. Tantas horas de trabajo compartidas y su permanente insatisfacción con la vida, lo habrían llevado a iniciar una relación amorosa con la directora del lugar: Anna Osborne Walthall.

Ese mismo año volvió a ser sorprendido por Michele mirando mirando sexo en la web. Otra vez amenazó con matarse y logró ser perdonado por su esposa.

Michele notó que su marido recibía llamados y mensajes permanentemente. Empezó a acosarlo con preguntas y Martin terminó admitiendo el romance con Anna. Pidió perdón y prometió, un clásico: cambiar. Anna se mudó de ciudad y el asunto se terminó.

Pero, poco tiempo después, apareció otra joven, Gypsy Willis, a quien conoció en una página de citas en Internet. Tenía veinte años menos que él. El voltaje del chat virtual viró rápidamente a encuentros presenciales.

Gypsy le confirmó, en 2013, al medio ABC News: “Nos conocimos online. Me envió un mensaje y me preguntó qué sabía sobre la física cuántica… Sólo había química instantánea. Era alto, guapo, hablaba muy bien”.

Gypsy, quien era estudiante de enfermería, sabía que el médico era casado. Martin, además, le había dicho que tenía una vida y una esposa perfectas.

Como Gypsy no buscaba nada serio, siguió adelante. Además, no le quedó espacio para quejas: el médico generosamente empezó a pagar su alquiler y sus gastos personales.

Una cirugía como pasaporte a la felicidad

Lo cierto era que Martin estaba cada vez más disconforme con su matrimonio. En los últimos años había dicho en público, con frecuencia, que tenía ganas de divorciarse.

Michele olió que había otra mujer rondando y lo encaró. En esta oportunidad, su marido, en vez de admitir y prometer rehabilitación, sugirió otra cosa. Le propuso a Michele que cambiara su apariencia para verse más joven. Además, de hacer dieta y tomar clases de gimnasia… ¿por qué no se estiraba la cara? La perversión había subido un escalón y su mano oscura horadaba la autoestima de Michele.

Martin logró convencerla, en solo dos semanas, de que lo mejor que podía hacer era operarse. Como médico se encargó de hacer todas las averiguaciones pertinentes.

Michele volcó su inseguridad en el espejo y acicateada por los celos terminó por decir que sí. Después de todo, quizá la operación le devolviera el cutis perdido y eso contentara a su marido.

Se hizo los estudios pre quirúrgicos por su presión alta y se propuso bajar un poco de peso para llegar a la cirugía en las mejores condiciones.

Martin la acompañó a la última consulta antes de la cirugía. Con el doctor Scott Thompson hablaron de médico a médico. Martin le dio una lista de los medicamentos que pretendía que le fueran recetados a Michele. El cirujano, si bien nunca daba tantos remedios, de buena fe terminó cediendo a la presión de su colega y recetó: vicodin, zolpidem, diazepam, percocet (oxicodona), prometazina y cefalexina.

El cirujano Thompson admitiría luego, durante el juicio por la muerte de Michele, que normalmente no prescribía ni diazepam ni oxicodona a sus pacientes.

Contratar a la amante como niñera

El funeral de Michele se llevó a cabo el 14 de abril de 2007. Curiosamente, Martin habló ante la gente congregada acerca de cómo había sido de injusta la vida con él. De Michele casi no habló. Todos lo notaron. Martin, incluso, se atrevió a bromear con que ahora estaba “soltero nuevamente”.

Dos semanas después de la muerte de su esposa, Martin contrató como niñera para sus hijos más pequeños a Gypsy Willis.

La amante había entrado a la casa.

Frente a esta estrafalaria y violenta situación, Rachel y Alexis, las hijas más grandes, se ofrecieron a cuidar de sus hermanos. Alexis lo enfrentó y le dijo que ella sabía que su madre sospechaba que esa joven niñera era su amante: “Conozco a esa mujer. Sé que a mamá le preocupaba que tuvieras una aventura con ella y no deberías traerla a casa”.

Su padre se mostró intransigente y Gypsy se mudó a la mansión de los MacNeill. Como las protestas aumentaron, Martin optó por echar de la casa a sus dos hijas cuestionadoras. No las dejó llevarse ni su ropa ni las llaves. Además, amenazó a Alexis: si seguía molestando la haría echar de la escuela de medicina. Gypsy se quedó pero no hacía nada: no cocinaba, no limpiaba, no cuidaba a los chicos. Aun así, tres meses después, Martin le regaló un anillo de 7000 dólares y le propuso casamiento. Esto no terminó de concretarse porque antes del año Gypsy se fue.

Las sospechas de las hijas

Alexis, por su parte, decidió liderar una batalla para dilucidar lo que ella creía era un crimen: el de su propia madre en manos de su padre. Primero tuvo que convencer a su hermana Rachel. Uno de los primeros detalles con el que la convenció fue el hecho de que su padre, que estaba perfectamente en forma y yendo al gimnasio cotidianamente, no hubiera podido sacar a su madre de la bañadera sin ayuda. Sonaba más a una demora intencional.

Alexis se dedicó a visitar todos los medios periodísticos buscando atención: “Fui a cada diario de Utah. Buscaba a un periodista, a alguien que me quisiera escuchar. Mi madre había sido asesinada y a nadie parecía importarle”.

Paralelamente, Linda Cluff, hermana de Michele, le escribió una carta al entonces gobernador de Utah, Jon Huntsman, y a la Oficina de Abogados del Condado de Utah. En la carta pedía encarecidamente que investigaran la muerte de Michele.

Lo cierto es que la presión de Alexis y Rachel terminó dando frutos. Los detectives Doug Witney y Jeff Robinson, fueron asignados al caso.

Gracias a la investigación que hicieron, las hijas se enteraron de otros chanchullos de su padre.

No solo había sido responsable del fraude por inventarse una enfermedad mental. Entre los 20 y 30 años Martin había emitido decenas de cheques fraudulentos para amueblar su casa, comprar alhajas, anillos de diamantes, relojes caros, ropa de marca, sesenta pares de medias, docenas de pares de zapatos… la lista era inmensa. Era un estafador serial. Cuando entró a estudiar medicina estaba en libertad bajo palabra.

Es más: Martin había falsificado los papeles que presentó para entrar a la universidad de California y, también, había adulterado su posterior solicitud para el ingreso a la escuela de derecho.

Su existencia era una ordinaria maqueta, nada era cierto.

“La vida de toda la familia estaba cimentada sobre mentiras y fango”, admitió su hija Rachel.

La investigación pedida por sus hijas avanzaba a grandes pasos. Ellas exigieron también una revisión del informe de toxicología. Querían encontrar la causa de muerte real.

El nuevo peritaje lo realizó el doctor Todd Gray, un forense en jefe del Estado de Utah. El profesional encontró que ninguno de los medicamentos hallados en el cuerpo de Michele alcanzaban niveles tóxicos graves, pero dijo que la combinación de prometazina, zolpidem, diazepam y oxicodona “podría haber actuado como calmante y haber conducido a una arritmia, resultando en su muerte cardíaca”.

Familiares de Michelle MacNeill sostienen
Familiares de Michelle MacNeill sostienen su foto en la Corte de Provo, Utah, donde se juzgó a su marido por su crimen el 27 de agosto de 2012 (Scott G Winterton/The Deseret News via AP Photo)

Robo de identidad y suicidio

En el año 2009, Martin MacNeill fue condenado a cuatro años en una prisión federal por otro delito: robo de identidad. El canalla había usado la identidad de su hija adoptada en Ucrania, Giselle, para obtener documentos legales falsos para su novia Gypsy Willis. Para sacarla del medio y operar con tranquilidad no tuvo mejor idea que mandar a Giselle, que tenía 16 años, a Ucrania a pasar el verano. Lo que iba a ser una visita por dos meses a su país de origen duró casi un año. Martin no quería que volviera y dilató las cosas no comprándole el pasaje de retorno.

Fue Linda Cluff, su tía, la que descubrió que la verdadera adolescente Giselle seguía en Ucrania. Mandó a su hija, Jill Harper, a buscarla. Jill encontró a su prima viviendo en deplorables condiciones con sus familiares de origen.

Una vez que las autoridades fueron informadas del robo de identidad, Martin y Gypsy fueron arrestados y juzgados. Gypsy se excusó en este tema ante la justicia diciendo que confió en que Martin era abogado. La verdad es que usufructuó sin culpa alguna de su nueva identidad como Giselle. Martin hasta le había transferido la casa que estaba a nombre de Michele a ella. Un dato curioso y perverso en el testimonio de Gypsy fue que ella dijo que su casamiento con Martin MacNeill había sido el 14 de abril de 2007… El mismo día del funeral de Michele.

Alexis sostuvo: “Creo que Gypsy estuvo involucrada en la muerte de mi madre. Ella fue el motivo y sabe mucho más que lo que dijo”.

El doctor en medicina y leyes, al que le gustaba caminar por la cornisa del delito, quedó preso.

El 16 de enero de 2010 otra tragedia enlutó a la familia. El único hijo varón de los MacNeill, Damian Alejandro, de 24 años se suicidó. El joven estudiaba derecho en Nueva York. Pero antes de su fallecimiento la Oficina de Abogados del Condado de Utah había enviado una carta premonitoria a la Escuela de Derecho de Nueva York donde decía que “... consideraban que Damián era un individuo muy peligroso con impulsos homicidas y que hablaba sobre la ‘alegría de matar”. También dejaron asentado que Damian había estado presente en Pleasant Grove en la fecha de la muerte de su madre.

Finalmente, el 6 de octubre de 2010, gracias a la revisión forense del doctor Todd Gray, y de la lucha emprendida por Alexia y Rachel, se cambió la causa de muerte de Michele de “indeterminada” a “efectos combinados de problemas cardíacos y toxicidad”. Y se observó algo clave: Michele no habría podido autoadministrarse los medicamentos. Había una mano negra ¿sería la de Martin?

En 2011, Gypsy Willis fue sentenciada a tres años de libertad condicional por haber sido cómplice de Martin en el robo de la identidad de Giselle. En julio de 2012 Martin fue puesto en libertad por este tema, pero justo se anunció que era considerado un firme sospechoso en el homicidio de su esposa Michele.

No salía de una que ya estaba en otra.

El doctor que no quería curar

El 24 de agosto de 2012, Martin fue acusado formalmente por el asesinato de Michele. El juicio comenzó el 17 de octubre de 2013.

Martin MacNeill se declaró inocente: seguía sosteniendo que su esposa había muerto de forma accidental. Los médicos forenses no se ponían de acuerdo, pero los fiscales estaban convencidos del papel jugado por su marido en el ahogamiento en esa gran bañera.

El jurado consideró que Martin MacNeill había sido responsable de la muerte por haberle dado los medicamentos que finalmente provocaron que se ahogara.

Cuando declaró su ex amante Anna Osborne Walthall, salieron a la luz otros temas siniestros. Ella contó que Martin le había dicho que había matado a su hermano, Rufus Roy MacNeill, ahogándolo en una bañadera y que había intentado también matar a su madre.

Vaya coincidencia.

Por estos delitos el acusado nunca fue juzgado.

La novia de Damian, el hijo suicidado de MacNeill, declaró que fue Martin quien la había obligado a tirar las pastillas de Michele por el inodoro.

Una de sus hijas biológicas, Rachel, le aseguró al ABC News, que su padre había cambiado drásticamente al cumplir los 50 años y “había comenzado a actuar de manera muy extraña. Se obsesionó mucho con bajar de peso y con su apariencia. Hasta asistía a los salones de bronceado”.

Martin Joseph MacNeill entra a
Martin Joseph MacNeill entra a la Corte antes de su sentencia por asesinar a su mujer en Provo, Utah, el 19 de septiembre de 2014 (Rick Bowmer/AP Photo)

Su vecino Doug Daniels confirmó que aquel día del hecho, mientras Martin le hacía la resucitación a su mujer no vio ninguna reacción de Michele. Quizá no estaba practicando bien la maniobra. Recién cuando llegaron los paramédicos con la ambulancia, le pusieron una máscara y le realizaron correctamente el RCP la víctima comenzó a toser expulsando un líquido que parecía mucosidad.

Anna Osborne Walthall, testificó algo más: que él le había asegurado que existían maneras de matar a alguien para que pareciera una muerte natural causada por un ataque al corazón.

La conclusión fue que la víctima había sufrido una sobredosis de medicamentos que le provocaron perder la conciencia en la bañadera donde terminó ahogándose.

El fiscal, Chad Grunander, cerró su alegato diciendo “casi fue un asesinato perfecto, MacNeill hizo que se le suministraran medicinas que él sabía que iban a ser difíciles de detectar una vez que estuviera muerta”.

¿Cuál había sido el móvil? ¿Por qué había matado Martin a Michele? Para estar con su amante Gypsy Willis.

El jurado deliberó durante once horas.

El 9 de noviembre de 2013 MacNeill fue declarado culpable por el asesinato en primer grado de su esposa y por obstrucción a la justicia.

Días después, el 6 de diciembre de 2013, se reportó el primer intento de suicidio de Martin en la cárcel.

Al año siguiente, obtuvo otra condena: por agredir sexualmente a su hija Alexis en el 2007. El hecho había ocurrido solamente seis semanas después de la muerte de Michele. Alexis dormía cuando se despertó sobresaltada con su padre tocándola inapropiadamente. La excusa de Martin fue que la había confundido con Michele.

Alexis sostuvo: “Mi padre es un monstruo. Nunca mostró arrepentimiento por nada de lo que hizo. Por ninguno de sus crímenes… ¡Ha destruido tantas vidas!”

El juez Derek Pullan hizo que las sentencias por asesinato, obstrucción y abuso fueran consecutivas. Por ello Martin MacNeill tendría que cumplir al menos 17 años de prisión efectiva. No iba a poder pedir la libertad bajo palabra hasta septiembre de 2031.

Pero las cosas no resultaron lineales. Antes de cumplir los cuatro años de cárcel, Martin se suicidó en el invernadero de la cárcel con una manguera con gas natural que se usaba para calentar el lugar.

Era el 9 de abril de 2017 y tenía 60 años.

La vida después de tanto

Alexis se sacó el apellido MacNeill y decidió ejercer la medicina utilizando el de su madre: Somers. Sabe que si su padre hubiera podido eliminarla a ella también para salvarse, lo hubiera hecho. Ella hizo retirar de la placa de la tumba de su madre la frase que decía: “esposa de Martin”.

“No quiero tener nada de mi padre. Nada. Ni el apellido”, dice. Hoy se llama Alexis Somers. Se recibió, se casó, tuvo tres hijos (dos varones mellizos y una mujer) y adoptó, además, a sus hermanas menores Ada, Sabrina y Elle.

Ada, quien como dijimos era en realidad hija de Vanessa, terminó el colegio hace tres años y empezó la facultad. Rachel se recibió de asistente social y visita regularmente a Alexis. Sabrina y Elle están en pareja y, en 2018, ambas tuvieron su primer hijo. La hija de Sabrina fue bautizada Avery Michele, en memoria de su abuela. Se juntan cada cumpleaños de Michele a comer su torta preferida de chocolate.

“Son chicas maravillosas”, dice Alexis, “No sé qué hubiera hecho sin ellas. Me siento bendecida por sus vidas. Me dieron un motivo para luchar para conseguir justicia”.

Michele hubiera cumplido 65 este año y estaría muy orgullosa de Alexis. Si no hubiera sido por su hija, jamás se hubiera hecho justicia.

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