La escena era de una profunda belleza shakespereana. Tenía el espíritu trágico de la Mantua de Roemo y Julieta o de la Dinamarca de Hamlet. Era una puesta teatral perfecta. Sólo que estaban todos muertos. Treinta y nueve personas, veintiuna mujeres y dieciocho hombres, todos tendidos en el suelo, sobre colchonetas confortables; todos con zapatillas Nike, modelo Decades, negras, que la empresa tuvo que retirar de la venta después de la tragedia; todos con las cabezas cubierta, casi con piedad, por unas mantas hexagonales violeta; muchos, casi todos, con un pequeño hato a su lado, o una pequeña mochila multicolor, un equipaje mínimo para un viaje trascendental al mundo de los OVNIS, de los alliens y del encuentro con Dios. Todos encerrados en una mansión alquilada en el condado de San Diego, California. Así los encontró la policía, los forenses y el resto del mundo.
Era el miércoles 26 de marzo de 1997 y la delirante secta Heaven’s Gate, Puertas del Cielo, había llegado a su fin. Fue el último gran suicidio masivo del fenómeno de las sectas que golpeó a Estados Unidos desde los años 70, y que llevó a la muerte a un número nunca calculado de personas: sólo en Guyana y en 1978, se suicidaron novecientas dieciocho miembros de la Secta del Pueblo del reverendo Jim Jones y lo mismo hicieron ochenta “davidianos” discípulos de David Koresh en Texas en 1995.
El secreto de las sectas no está en la personalidad de sus líderes, sino, o también, en la de sus seguidores, envueltos en una trama de ideales que mezcla la religión, o una forma de alguna religión, la búsqueda de Dios, la certeza de un apocalipsis inminente, mezclado todo con profecías bíblicas interpretadas all usso, la esperanza de una vida eterna o una resurrección segura, la sexualidad, desatada o ausente, y la muerte como paso final hacia la “salvación” definitiva. Es un cóctel indescifrable y peligroso.
Heaven’s Gate le había agregado a esa mezcla los Ovnis, los marcianos, Internet, en plena expansión en esos años, y los “luciferianos”, extraterrestres súper desarrollados que mantenían a los humanos sin desarrollo en la Tierra, impedidos de alcanzar el “siguiente” nivel.
Las autopsias de los suicidas miembros de Heaven’s Gate demostraron que ocho de sus adeptos varones estaban castrados: la secta despreciaba el sexo. El grupo se había matado por etapas, unos asistieron a otros, después de una cena de despedida la noche anterior y luego de haber bebido una mezcla fatal de alcohol, vodka según los informes forenses, de un barbitúrico que lentifica la actividad cerebral y de hidrocane un poderoso analgésico.
¿Cómo fue posible semejante desatino a las puertas del siglo XXI? El líder y fundador de la secta era Marshall Applewhite. Decía que él era la reencarnación de Cristo y que un cometa era en realidad una gran nave espacial que lo llevaría, junto a sus seguidores, a su verdadero lugar de origen, un sitio indeterminado del universo en expansión.
Solía dar la bienvenida a la secta con un video en el que proclamaba: “Con toda honestidad tengo que reconocer a mi padre. Mi padre no es un padre humano. Mi padre es un miembro del Nivel Evolucionario Sobrehumano (TELAH, por sus siglas en inglés), el Reino de Dios, el Reino del Cielo. Mi padre me dio a luz mucho antes que a esta civilización, en ese nivel de reino superior a los humanos, ese Reino del Cielo, ese Reino de Dios”.
Applewhite había nacido el 17 de mayo de 1931 en Spur, Texas. Era hijo de un predicador presbiteriano, maestro de canto y muy religioso. Según Benjamin Zeller, que publicó en 2014 Heaven´s Gate: América’s UFO religion (Puertas del Cielo – La religión OVNI de América) Applewhite batalló siempre con su sexualidad y con algunas deficiencias mentales. Desde chico pensó que era homosexual, pero siempre abandonó la idea disuadido por que su padre era un famoso predicador. Era un tipo de baja estatura, grandes ojos claros que parecían siempre afuera de sus órbitas, buen orador y religioso ferviente. Llegó a dictar clases en la Universidad de Alabama, de donde fue despedido por mantener relaciones con un estudiante. En su gran batalla con su sexualidad, se casó a los veintiún años con Anne Pearce, tuvieron dos hijos pero se divorciaron luego de que ella descubriera que Applewhite tenía relaciones con hombres.
La muerte de su padre lo hundió en la depresión hasta que conoció a Bonnie Nettles, enfermera de un hospital psiquiátrico, devota de la teosofía, con quien empezaron por discutir sobre misticismo y terminaron como pareja, sin mantener relaciones sexuales porque consideraban el sexo como algo “terrenal y bajo”. Sin que la abstinencia sexual esté ligada con el éxtasis religioso, y por lo que fuere, ambos llegaron a la conclusión de que eran mensajeros divinos, que su propósito en la Tierra era el de propagar sus ideas y fundaron Heaven’s Gate. Era el año 1975 y Applewhite tenía cuarenta y cuatro años.
Empezó a hacerse llamar Do y, junto a Nettles, dieron un giro a su idea del mundo y de sus vidas: “Venimos del espacio y vamos a regresar a nuestro punto de origen”, afirmaron. Era la interpretación exaltada de algunas conjeturas religiosas. Applewhite creía en la llamada “teoría de los antiguos astronautas”, que sostiene que los extraterrestres visitaron la Tierra en sus orígenes, que depositaron a los humanos en ella y que, en algún momento de la Historia, regresarían para recoger a unos pocos elegidos.
De ninguna manera es algo similar, pero la idea de la “elección incondicional” es mencionada en las teorías teológicas de las Iglesias Reformadas cristianas. Es verdad también que Applewhite le dio a todo un toque kitsch, era su estilo, y se convirtió en un fanático de la famosa serie Star Trek porque, sostenía, los extraterrestres se comunicaban con él a través del programa.
La pareja recorrió parte de Estados Unidos en busca de adeptos y de la difusión de su doctrina que empezó a incluir términos de la cibernética naciente, mezclados con el cristianismo, la ciencia ficción y la moda New Age. Casi se mueren de hambre. En ocasiones, tuvieron que vender su sangre para poder comer. Hasta que llegaron las primeras donaciones. Y las segundas. Ya en 1980 tenían cerca de cien seguidores y un capital económico considerable.
La secta nunca fue masiva, a qué negarlo. Tal vez por la hermenéutica de su exégesis religiosa, acaso por el menjunje que implicaba mezclarlo todo con Star Trek o por la personalidad un tanto estrambótica de Applewhite, todo sonaba un poco cachivachesco a quienes buscaban con ahínco y sinceridad una respuesta de Dios a Su existencia y a la de ellos mismos.
En aquellos años, para colmo, la pareja intentaba explicar la existencia de los “luciferanos”, otros extraterrestres muy desarrollados, que mantenían a los humanos en la Tierra, sumidos en la niebla, imposibilitados de alcanzar el Siguiente Nivel; mala gente, decía Applewhite, que se habían encargado de corromper las religiones de este mundo.
En 1985, Nettles murió de cáncer y el dolor de Applewhite fue enorme. Lo aprovechó para dar nacimiento a un nuevo giro de su particular religión. Ahora, el cuerpo humano era sólo el hardware de un software espiritual único: sólo a algunos pocos elegidos les estaría permitido vivir ya lejos de su “envoltura terrenal”. Cada dos mil años, afirmaba, la humanidad tenía a su alcance el Siguiente Nivel. Cristo había sido la primera puerta: él, Do, era la segunda. El fin del mundo estaba próximo, había que apurarse.
Lo que Do pedía a los suyos, y era esencial para alcanzar el deseado “Siguiente Nivel” era despojarse de las características humanas como familias, amigos, sexualidad, individualidad, aspiraciones, logros, trabajo, dinero y posesiones. Así llegarían al TELAH, aquel Nivel Evolucionario Sobrehumano al que pertenecía el padre no humano de Applewhite, un sitio en otra parte del Universo donde sus habitantes vivían en la felicidad total, alimentados únicamente por la luz del Sol, sin sexo, sin comida y sin muerte. Después de todo, Dios no era otra cosa que un extraterrestre con un extraordinario desarrollo.
Si lo anterior suena raro, es más extraño que la secta ganara adeptos y donaciones. Llegaron de California y de Oregon dispuestos a dejarlo todo a cambio de alcanzar el Siguiente Nivel. En los años 90, la secta recurrió a Internet para ganar más seguidores y más dinero: se conformó un grupo de diseño de páginas web, llamado Higher Source, que se hizo cargo también de la página oficial de la secta. La decisión del suicidio colectivo de los miembros de Haven’s Gate evitó que integraran la lista dos de los diseñadores de la página de la secta, que tuvieron la misión de mantener vivo el espíritu de la religión de Applewhite y de ganar nuevos adeptos. La página siguió en Internet al menos hasta 2014.
En julio de 1995, los astrónomos descubrieron uno de los cometas más brillantes de los vistos en el siglo XX, el Hale-Bopp y anunciaron que ese cuerpo celeste pasaría por la Tierra, para asombro de los simples mortales, en abril de 1997. Para Applewhite, en cambio, el Hale-Bopp era el vehículo de la salvación: hasta él llegarían los fieles de Haven’s Gate para abordarlo y llegar así al Reino de los Cielos.
Para entonces, la cantidad de miembros de la secta había disminuido mucho, tal vez porque las teorías religioso espaciales de su líder habían minado la fe de los otrora fervorosos fieles: muchos habían huido espantados. Sin embargo, una donación muy grande y anónima, al menos así fue presentada en la secta, permitió a Haven’s Gate alquilar una mansión en el 18241 de Colina Norte, Rancho Santa Fe, en el condado de San Diego, California, donde el grupo vivió en comunidad en espera de su viaje celestial. Fue en ese lapso en el que al menos ocho miembros varones de la secta aceptaron ser castrados.
Pero ya Applewhite había cambiado de nuevo su estrategia para el viaje celestial hacia el “Siguiente Nivel”. Pensó con buen criterio, lo justo es justo, que no había forma de trasladar los cuerpos físicos hasta un cometa gigante que surcaba el universo a una velocidad espacial. De manera que convenció a sus fieles de que era mejor el suicidio para que fuese la conciencia de cada uno la que llegara hasta el cometa: había que abandonar este cuerpo terrenal, un vehículo roto. Llegó a asegurar que su propio espíritu había viajado a una nave espacial y había recibido un cuerpo nuevo, y que era eso lo que les esperaba a todos sus seguidores.
A mediados de marzo de 1997 el grupo se aisló y grabó algunos mensajes de despedida. En uno de ellos, un hombre dice: “Decidí conscientemente abandonar este vehículo, el cuerpo que estoy usando”. Y una mujer sostiene: “Me siento muy emocionada de que al fin podemos irnos todos juntos, como la clase que somos. Hemos trabajado duro para probarle a nuestros superiores que nos merecemos el esfuerzo que han hecho por nosotros”. Applewhite aparece para calificar a los suicidios como “la salida final” del grupo, asegura que todos “odian este mundo con toda honestidad” y que todos están seguros de que son extraterrestres. Días antes habían comprado en North County, San Diego, cuarenta pares de zapatillas Nike Decades, negras, camisetas y pantalones negros y mantas hexagonales. “¿Son para algún equipo?”, preguntó desconcertado el vendedor.
Se suicidaron por turno, divididos en tandas, con un ritual prefijado: bebieron mucho jugo de limón, para purificar sus cuerpos, y luego, también en abundancia, la mezcla de vodka y drogas. Los supervivientes taparon a los muertos con las mantas antes de seguir su camino. Las autoridades piensan que Applewhite se mató en una de las tandas intermedias.
El 26 de marzo, un hombre rapado, Richard Fox, que se hacía llamar Rio Di Angelo, llegó hasta la puerta de la casa de Rancho Santa Fe. Había vivido con la secta los últimos diez años de su vida y le habían pedido que llegase hasta allí con su cámara de video, abriera la puerta y empezara a grabar las imágenes. Fue lo que hizo. El video mostró ambientes amplios, bien iluminados, generosos, colchones en el suelo, ocupados todos por gente que parecía dormir, los rostros cubiertos con mantas negras y los pies metidos en las zapatillas negras.
A Fox-Di Angelo lo habían nombrado portavoz del grupo: no quedaba vivo nadie más, excepto los dos diseñadores de páginas web encargados de eternizar a la secta. Fox terminó de filmar, llamó al 911 y habló con la policía. Este fue el diálogo.
-Quiero denunciar un crimen. Es en Colina Norte, 18241, Rancho Santa Fe.
-Muy bien. ¿Qué pasó allí?
-Se trata de un grupo religioso que se ha suicidado.
-¿Usted no sabe qué pasó o cuántas personas son?
-No.
-Muy bien. Vamos a ir a ver.
Una hora más tarde, el sheriff de Rancho Santa Fe y sus ayudantes entraron en la mansión. Ni rastros del cometa, ni de un vehículo espacial que se hubiera alzado con los cuerpos, ni con las almas, de quienes ocupaban la casa. No había habido viaje celestial hacia el Siguiente Nivel. Estaban todos muertos. Abrumado, el sheriff admitió: “Fue duro para mí aceptar que esas treinta y nueve personas estaban muertas, aunque parecían dormidas. En toda mi carrera, jamás había visto algo semejante”.
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