En los ‘90, su sensualidad explotaba en la pantalla grande. De la noche a la mañana, Sharon Stone se había convertido en el símbolo sexual de Hollywood. Protagonizar Bajos instintos, con esa escena emblemática donde descruza las piernas y deja ver toda su intimidad, por la que los hombres dejaron escapar sus ratones más audaces, le brindó la popularidad que hasta ese entonces no había podido lograr. El personaje de Catherine Tramell le costó un gran esfuerzo conseguir. Para empezar, alguien se metió en el despacho del director y robó el guion.
Así que Stone tardó “siete u ocho meses” en obtener una entrevista con el director Paul Verhoeven porque el coprotagonista, Michael Douglas, se negaba a hacer una prueba con una actriz poco conocida. “No era nadie comparada con él, y era una película muy arriesgada. Le ofrecieron el papel a otras 12 actrices que lo rechazaron y, entonces, Michael accedió a probar conmigo. Una vez terminada la filmación los productores la invitaron a compartir la película, próxima a estrenarse. “Me encontré con una sala llena de agentes y de abogados que no tenían nada que ver con el proyecto -comenta-. Y así me encontré por primera vez con un plano de mi vagina, mucho después de que me hubieran dicho: ‘No se ve nada, solo necesitamos que te quites la bombacha porque el blanco refleja la luz, y se nota que la tienes puestas’. Sí, ha habido muchos puntos de vista sobre este tema, pero como soy yo la de la vagina en cuestión, dejame decirles: los otros puntos de vista son una mierda”. Sin embargo, Stone reconoce que “filmar esa película me ayudó en lo personal a ser menos débil y a estar menos disponible para que me comieran cruda”.
Disgustada por la mentira, “nada más importó. Éramos yo y mis partes, tenía que tomar decisiones. Fui a la cabina de proyección, le di una cachetada a Paul, subí al auto y llamé a mi abogado, Marty Singer. Me dijo que no podían estrenar la película así, que podía pedir una orden, lo que para empezar la calificaría de X”, explica. La actriz lo pensó mucho, muchísimo. Ya le había costado interpretar el papel, para el que necesitó conectarse con partes muy oscuras, sufrir ataques de pánico, despertarse sobresaltada tras haber sufrido pesadillas durante las noches... “y esto volvía a suponer un reto. Le di a conocer a Paul las opciones que me había dado Marty. Por supuesto, negó de forma vehemente que tuviera cualquier opción. Solo era una actriz, solo una mujer ¿qué posibilidades iba a tener? Pero las tenía. Así que pensé y pensé y decidí permitir la escena. ¿Por qué? Porque era lo correcto para la película y para el personaje y porque, pese a todo, la había hecho”.
El film, que la hizo popular a nivel mundial, no le dio la suficiente fortuna para comprar otro vestuario sin fijarse en el precio que debía pagar. Ella misma relata que cuando asistieron al Festival de Cannes tuvo que improvisar un vestido con una bikini y un pareo porque unos fans un poco exaltados se llevaron su ropa de la habitación del hotel.
La actriz de Alpha Dog nació el 10 de marzo de 1958, en Pennsylvania, Estados Unidos. Su familia de origen la conforman su padre Joseph William Stone II, su madre, Dorothy Lawson y sus hermanos Kelly, Michael y Patrick. Con un coeficiente intelectual de 154, altísimo para la media, Sharon Stone ingresó a segundo grado a los cinco años. y terminó graduándose en 1975 e graduó en Saegertown High School, en Saegertown. Su primer trabajo fue en un mostrador de McDonald’s, mientras cursaba sus estudios universitarios en la Universidad de Edinboro. Por su belleza obtuvo el título de Miss Crawford County y fue candidata a la Miss Pennsylvania, concurso en el que uno de los jueces le aconsejó dejar la escuela y vivir en la ciudad de Nueva York para convertirse en modelo.
Una vez que se mudó a la casa de una tía, en Nueva Jersey, fue contratada por la agencia de modelos Ford. Apareció en televisión anunciando marcas como Clairol, Revlon, y Diet Coke. Antes de subir al podio de las estrellas trabajó en papeles secundarios en Recuerdos, de Woody Allen y en 1990 se hacía visible en el film Desafío total, de Paul Verhoeven. Y a sus 32 años posó desnuda para la revista Playboy, donde apareció en la tapa del número de julio de 1990.
Amores y desamores
En 1984 se casó con el productor Michael Greenburg, pero la unión duró apenas dos años. En 1993, mantuvo un vínculo amoroso con William J. MacDonald mientras rodaba Sliver, que él mismo coprodujo. Para poder estar con Sharon, MacDonald abandonó a su esposa, pero la separación no tardó en llegar. Estuvieron juntos apenas un año. Mientras rodaba The Quick and the Dead conoció a Bob Wagner, un asistente de dirección, con el que se comprometió, aunque la relación tampoco se extendió en el tiempo. Después de la separación, la actriz le devolvió el anillo de compromiso a través de una empresa de correo privado.
El 14 de febrero de 1998 contrajo matrimonio con Phil Bronstein, el editor del San Francisco Examiner. En esos años su vida vertiginosa la llevó a adoptar al niño Roan Joseph. Y en julio de 2003, Sharon Stone y el periodista solicitaron el divorcio después de cinco años de haberse casado. Con una separación amigable, según la solicitud de divorcio de Bronstein, la custodia del hijo de ambos fue conjunta. Dos años después, en 2005, Sharon adoptó a su segundo hijo, Laird Vonne y al tercero, Quinn Kelly, en 2006.
El límite entre la vida y la muerte
Cuando despuntaba el nuevo milenio, Sharon Stone se debatía entre la vida y la muerte en la terapia intensiva de una clínica californiana tras sufrir un derrame cerebral. Era muy joven. Tenía 43 años. En el momento en que los médicos hacían lo imposible por salvarle la vida, la actriz sentía algo extraño, como si estuviera fuera de su cuerpo. Con el 18 por ciento de la masa muscular perdida, incapaz de mover un músculo de su cuerpo, divisó una luz muy intensa: “Quería ser parte, conocerla, era algo muy místico”. La protagonista nominada a un Oscar por su interpretación en Casino y ganadora de un Globo de Oro a Mejor Actriz, comentó que en ese momento fue visitada por su abuela muerta, quien le dijo: “No sabemos realmente lo que te pasa. Pero hagas lo que hagas, no muevas el cuello”. ¿Alucinación, esoterismo? Quién sabe... El tema es que los médicos descubrieron que se había roto su arteria vertebral derecha, lo que le provocó el sangrado cerebral y espinal durante nueve días. Con el uno por ciento de posibilidades de sobreponerse, la actriz siente que tomó “la decisión de sobrevivir”.
Con un vasto recorrido de vida, que hoy cumple 64 años, Sharon decidió plasmar en un libro su experiencia, sus vivencias, sus temores y frustraciones. El The New York Times sostuvo que The Beauty of Living Twice es un relato franco y bañado de ironía y humor, que se centra en cómo fue su educación, su familia y su modesta juventud en Meadville, donde vivió su infancia. Con una narración por momentos descarnada, Stone expone su vida y su intimidad sin velos, donde reconoce el riesgo que supone que el público conozca aspectos demasiados personales de su vida, pero está convencida de haber hecho lo correcto: “Toda mi vida como adulta he visto a gente que ha inventado mi vida por mí. Aunque he tenido bastantes problemas de estómago mientras esperaba que llegara este libro, no quiero ponerme a la defensiva. Quiero estar abierta y presente porque ese es el propósito de mi viaje”.
El libro se centra en momentos escabrosos de su vida privada y su carrera profesional, esto último muy relacionado con lo que han tenido que enfrentar las mujeres en la Meca del cine durante muchos años: acoso sexual, exigencias desproporcionadas sobre la apariencia, la discriminación salarial... La idea de publicar sus memorias surgió cuando estuvo internada, en 2001, tras su derrame cerebral, cuando pudo “volver a hablar y respirar” por sí misma.
Sufrió agresiones sexuales por parte de los productores de la industria. Uno le sugirió que debía acostarse con su compañero de reparto “para tener química”. “¿Qué te crees, que porque me acueste con él será mejor actor? Nadie es tan bueno en la cama. Pensé que debían contratar a un compañero con más talento, que pudiera llevar una escena y acordarse de su texto. También pensé que podían irse a la mierda y dejarme en paz”.
Uno de los momentos más espeluznantes del relato de su vida fue el capítulo de su abuelo, quien abusaba de ella y de su hermana Kelly. En sus páginas, la actriz revela que cuando su abuelo murió, a sus 14 años, y mientras estaba en el funeral, al fin pudo respirar alivio porque tuvo la certeza de que nunca más podría abusar de ellas. Stone recuerda que golpeó el cajón dos veces para cerciorarse de que el hombre que la forzaba a vivir momentos perversos a ella y a su hermanita de cinco años, con su abuela como testigo y cómplice.
“Cuando terminé el libro, se lo leí a mi madre durante tres días. Después grabé una hora y media de su conversación, volví a revisar todo el libro y se lo dediqué”, explicó. La protagonista de Rápida y mortal confiesa que recorrer algunas zonas oscuras de su vida fue beneficioso porque le permitió admitir que las cosas que le sucedieron no fueron tan dramáticas.
“Tuve toda esa experiencia de la luz blanca en la mesa de operaciones. Y tienes que hacerte algunas preguntas. Quería revisar mi vida y preguntarme, ¿por qué te esforzaste sin escucharte a ti misma? ¿Qué parte de tu dispositivo de escucha se fracturó o rompió tanto que no vio hacia dónde te dirigías? El libro son las grandes preguntas. Hay que pararse ante los escombros y mirar”, analiza.
Propietaria de un rancho en Nueva Zelanda, la actriz que se convirtió al budismo tibetano, a sus 64 años aún sigue interpretando personajes de mujeres sensuales y misteriosas, como lo hizo en la serie Ratched, de Ryan Murphy. En una entrevista con The New York Times, Sharon sostiene que ya no quiere hacer castings, quiere trabajar con directores que la quieran a ella para sus films: “No me interesa que me digan por qué no puedo trabajar. Creo que 40 años de escuchar demasiado alta, demasiado baja, demasiado gorda, demasiado flaca, demasiado rubia, demasiado castaña, demasiado joven, demasiado vieja, demasiado esto, demasiado lo otro, fueron suficiente -enfatiza-. Si un director me quiere, sabe cómo encontrarme”.
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