El senador italiano Marcello Dell’Utri estaba exultante la fría mañana romana del sábado 10 de febrero de 2007. Los periodistas que se habían acomodado en la sala donde se realizaría la conferencia de prensa lo vieron entrar sonriente con unos papeles en la mano. Los acomodó sobre el escritorio y anunció:
-Han aparecido los diarios de Benito Mussolini.
Espero qué se apagara el murmullo en la sala y explicó que se trataba de cinco cuadernos de la Cruz Roja donde Il Duce (no lo nombró así, sino por su apellido) había llevado un diario personal entre 1935 y el 30 de agosto de 1939, es decir un día antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Al llegar a este punto, el senador de Forza Italia, el partido derechista liderado por Silvio Berlusconi, tiró la primera bomba:
-Mussolini no quería la guerra. Su comportamiento frente a la guerra del año 1939 es negativo, escribe claramente que no la quería – dijo, y tomando una fotocopia que tenía sobre el escritorio, leyó-: “No podemos y no debemos tomar las armas, que de todas maneras no tenemos”.
Durante los minutos siguientes, Dell’Utri repasó fragmentos de otras fotocopias. En uno de ellos, resaltó, Mussolini mostraba toda su humanidad con apenas una frase: “El Duce es el Duce y está en un pedestal y nadie lo puede criticar. Pero cuando baja del pedestal es uno como todos: simple y humano”.
También leyó anotaciones referidas al Papa Pio XI, a la Guerra Civil Española, a la guerra colonial de Etiopía y otros de carácter puramente personal.
Una vez repasado el contenido, Dell’Utri contó que había sabido de los diarios gracias a Maurizio Bianchi, hijo de Lorenzo Bianchi, uno de los partisanos que capturaron a Mussolini en Dongo el 27 de abril de 1945. Maurizio, relató, le mostró los cuadernos originales al empresario suizo Davide Taddei, quien a su vez se los mostró a Silvio Berlusconi.
-Il Cavaliere (Berlusconi) tiene interés en publicarlos en una de sus editoriales, porque es un documento histórico muy valioso, y me ha pedido ayuda para hacerlo – remató el senador.
La valija de Il Duce
Las versiones sobre la existencia de los diarios que Dell’Utri aseguraba haber encontrado eran conocidas desde hacía muchos años.
El 27 de abril de 1945, un comando de partisanos de la 52 Brigada Garibaldi, comandado por Pier Bellini delle Estelle, capturó a Mussolini en la localidad de Dondo, cuando Il Duce intentaba escapar de Italia. Lo fusilaron al día siguiente cerca del Lago Como y su cuerpo –junto al de su amante Claretta Petacci – fue colgado semidesnudo y cabeza debajo de un gancho de carnicero en la Plaza de Loreto, en la capital de Lombardía.
La historia contaba que en el momento de su detención, el dictador llevaba una valija con una serie de documentos, entre los cuales se encontraban su correspondencia privada con Winston Churchill antes de que Inglaterra entrara en la guerra, otros documentos y cinco cuadernos de la Cruz Roja en los que Mussolini había escrito su diario personal hasta 1939.
Estos diarios, siempre según la historia, iban desde 1935 hasta el 30 de agosto de 1939, el día anterior de la invasión de Adolf Hitler a Polonia. Uno de los partisanos se había quedado con ellos y desde entonces se les había perdido el rastro.
Más de seis décadas después, el senador Dell’Utri no sólo aseguraba haber encontrado los diarios perdidos sino haber identificado al partisano anónimo: Lorenzo Bianchi, quien después de la guerra se había radicado en Lugano, Suiza, llevándose con él los diarios.
-Los originales están en Suiza, donde están siendo estudiados – les dijo el senador a los periodistas.
Además, para reforzar la idea de su autenticidad, Dell’Utri contó que años antes, en riguroso secreto, había mostrado una copia de los diarios al hijo de Mussolini, Romano –un reconocido pianista de jazz – y a su nieta Alessandra, y que ninguno de ellos había dudado en reconocer la letra de Il Duce.
El problema radicaba –y esto el senador no lo dijo en la conferencia de prensa– que Romano Mussolini había muerto y, por lo tanto, no podía confirmar ni desmentir nada, y que Alessandra no había conocido a su abuelito, de modo que su opinión no valía más que la de cualquier otro mortal.
La “industria” de los diarios íntimos
El anuncio del senador fue tomado con pinzas, aunque dividió fuertemente las aguas entre quienes no dudaban de la autenticidad de los diarios y quienes sospechaban que se podía tratar de un intento de fraude, ya fuera con fines políticos o bien económicos… o los dos.
Era imposible no asociar el hallazgo anunciado con la publicación en 1983, del supuesto diario privado –sesenta pequeños cuadernos- de Adolf Hitler en la revista alemana Stern. La noticia conmovió al mundo y el semanario se cansó de vender ejemplares hasta que se comprobó que se trataba de una falsificación realizada por el alemán Konrad Kujau en complicidad con el periodista de Stern Gerd Heidemann, que llevó los “diarios” a la revista. La “gran revelación periodística” había terminado con penas de 42 meses de cárcel para los dos, condenados por el delito de estafa.
Por otra parte –aunque muchos lo hubieran olvidado– no era la primera vez que se anunciaba el hallazgo de los famosos “diarios” de Mussolini.
Se los había “descubierto” ya dos veces, en 1957 y en 1967, para venderlos a editoriales interesadas en publicarlos. En las dos ocasiones, los editores habían tenido la precaución de hacerlos examinar por expertos, que rápidamente dictaminaron que se trataban de falsificaciones insostenibles.
Un “descubridor” sospechoso
Otros dos hechos hicieron que el anuncio de ese tercer “descubrimiento” fuera tomado con pinzas.
Uno de ellos eran los antecedentes del propio senador Marcello Dell’Utri, fundador con Berlusconi del partido derechista Forza Italia, cuyo pasado distaba de ser transparente. Se lo señalaba como hombre de negocios turbios y de tener vinculaciones con la mafia.
Además, en 1999 había sido condenado con sentencia firme a dos años y tres meses de reclusión por fraude fiscal y facturas falsas.
(Nota: en 2014, siete años después de anunciar que había descubierto los diarios de Mussolini, Dell’Utri fue condenado a siete años de prisión por asociación mafiosa, y fue procesado nuevamente en 2018, acusado de hacer de enlace entre Forza Italia y la mafia).
El otro hecho sospechoso era que, a pesar de asegurar que los originales estaban en manos de un notario de Bellinzona, Suiza, y que él no tenía interés económico en el tema, pronto se descubrió que Dell’Utri era el propietario de los derechos de publicación de los diarios.
También se supo que, a través de un tercero, el senador había intentado vender los “originales” por un millón de euros a la Biblioteca Cantonal de Lugano. “Desde un primer momento, esta historia me pareció muy extraña dado que sólo me presentaron fotocopias y no me permitieron realizar las pericias de rigor con los originales”, contó el bibliotecario Gerardo Rigozzi, que había rechazado la oferta.
Pericias en contra
La primera confirmación de que el tercer “hallazgo” de los diarios de Mussolini era tan falso como los dos anteriores llegó en tres pericias encargadas por el semanario italiano L’Espresso: una físico-química a la Universidad de Parma, una grafológica a la Escuela de Grafología de Bolonia y otra histórica al especialista del período Emilio Gentile. Las tres dictaminaron que no eran auténticos.
Gentile, profesor de la Universidad de Sapienza, Roma, señaló en su dictamen: “Tienen nombres incorrectos, discrepancias cronológicas, inconsistencias e inexactitudes (…) Muchas partes parecen copiadas de crónicas periodísticas de la época, y también de otros diarios y memorias de protagonistas del régimen fascista, como los diarios de Galeazzo Ciano, Giuseppe Bottai y otros colaboradores del Duce, tanto en política interior como exterior”.
Además, “en estas agendas hubo una singular falta de notas sobre momentos, aspectos y figuras que ciertamente tuvieron un significado y un papel muy importante en la vida política de Mussolini. Nunca se hace un recuento detallado o citas textuales de las numerosas conversaciones que Mussolini mantuvo con el rey, ni hay ninguna otra información que permita un conocimiento más amplio de las relaciones entre la monarquía y el régimen fascista, algunas consideraciones parten del problema de la ‘diarquía’, es decir, de la relación entre el rey y el Duce, que, sin embargo, nada añaden a lo que ya se sabe por otras fuentes, empezando por los escritos y declaraciones del propio Mussolini”, dictaminó.
Los verdaderos diarios
Por otra parte, salvo que Benito Mussolini tuviera la insólita costumbre de llevar dos diarios al mismo tiempo, los cinco cuadernos de la Cruz Roja “encontrados” en Suiza no correspondían con la descripción de los diarios que siempre se supo que había escrito.
“Los auténticos diarios del Duce eran 18 cuadernos encuadernados en cuero y con el símbolo del ‘fascio’ estampado en oro en la portada, no tiene nada que ver con cuadernos de la Cruz Roja”, explicó el historiador Marino Viganó al enterarse del anuncio de Dell’Utri.
Relató que esos diarios fueron sacados de Italia por el ministro de Cultura de Il Duce, quien a su vez se los dio al embajador japonés para que los enviara a Tokio. “Los originales desaparecieron, pero es altamente probable que una copia fotográfica se encuentre hoy en día en los archivos de la Biblioteca Vaticana, en Roma”, agregó.
Con el correr de los meses, el senador Dell’Utri fue viendo como se acumulaban las pruebas en contra de su “hallazgo”. Una tras otra, las editoriales rechazaron la publicación de los diarios… pero el hombre no perdió las esperanzas.
Negocios son negocios
Para 2010 no quedaban dudas sobre la falsedad de los famosos cuadernos de la Cruz Roja. Sin embargo, otra novedad editorial dio lugar a nuevas posibilidades de publicarlos.
Ese año se publicó Mussolini Secreto – Los diarios de Claretta Petacci 1932-1938, cuya autenticidad nunca dejó dudas. Allí, la amante de Mussolini contó con pelos y señales las intimidades, cotidianidades y confesiones políticas del dictador italiano.
La vida de Il Duce volvía a estar en el foco del interés público y, por lo tanto, se podía hacer buenos negocios con ella, sin importar demasiado la verdad.
La editorial italiana Bompiani contactó entonces a Dell’Utri para conseguir los derechos de publicación de los falsos diarios de Mussolini.
Cuando un periodista del Corriere della Sera le preguntó a la editora Elisabetta Sgarbi por qué tenía interés en publicar esos diarios si se había comprobado que no eran auténticos, le respondió: “Sé que hay muchas discusiones sobre su autenticidad: algunos historiadores la niegan, pero sus herederos sostienen que en esas páginas hay temas particulares tan personales que un falsificador nunca podría habérselos imaginado. Como editores no queremos entrar en este campo”.
Por las dudas, también le explicó al periodista que el libro llevaría en su portada un subtítulo de decía: “Verdaderos o presuntos”.
A confesión de parte, relevo de pruebas. La verdad no importa si se trata de ganar buen dinero, los negocios son los negocios.
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