Corre el mes de abril de 2018. Dos hombres, Joe Moore y Patrick Frazee (33), conversan sentados al aire libre en la casona de campo del segundo. Moore le pregunta a Frazee cómo van las cosas con su novia Kelsey Berreth (29 años y madre de su única hija, Kaylee, de 13 meses), con quien se casará en un tiempo no muy lejano. Lo que Frazee responde no es para nada lo que Moore espera escuchar en una amable charla.
-Estoy imaginando maneras de deshacerme de ella… de matarla.
Moore se queda congelado, claramente tiene que ser una broma.
-¡No hables así!… Sacate esas cosas de la cabeza, responde mecánicamente Moore.
Pero Frazee no recula e insiste con el tema.
-Mirá Joe… sin cuerpo no hay crimen, ¿no?
Siete meses después
Kelsey Berreth desapareció el jueves 22 de noviembre de 2018, en Woodland Park, Colorado, Estados Unidos. Era feriado: se festejaba el Día de Acción de Gracias. Una de las últimas cosas que hizo fue ir al supermercado Safeway. Su imagen quedó reflejada a las 12.27 del mediodía en las cámaras de vigilancia del establecimiento. Se ve a la joven, con su hija en el cochecito, haciendo unas compras. Desde allí, volvió a su casa ubicada en un condominio en Woodland Park. Ella y su novio Patrick Frazee vivían, todavía, en lugares diferentes. En el camino le envió un mensaje a su pareja. Habían quedado en que él pasaría a ver a Kaylee. Por teléfono Kelsey le contó que había comprado batatas por si quería quedarse a comer. Hablaron un par de veces más hasta que Patrick Frazee, finalmente, arribó a la casa de Kelsey.
La última imagen que existe de la “familia feliz” permite contemplar a Kelsey abriendo la puerta del departamento de su condominio para recibir a Frazee. La cámara de seguridad de su vecino los capta a los tres a las 13.24. Frazee lleva puestos un jean, una remera blanca y una gorra clara. Kelsey parece tener entre sus manos unas plantas. Antes de entrar, Frazee alza a una bebé rubia a la que no se le ve la cara, pero se presume que es Kaylee.
Papá, mamá y la hija están juntos.
Es la hora clave.
Ya nadie volvería a saber de Kelsey jamás.
Sin noticias
El domingo 25 de noviembre el jefe de Kelsey Berreth recibió un extraño mensaje de su empleada: en él le anunciaba que no iba a poder ir a trabajar la semana siguiente porque se tomaría unos días.
A medida que pasaba el tiempo sin noticias, la que estaba realmente preocupada era Cheryl Berreth, la madre de Kelsey. Su hija no respondía a sus llamadas. No era para nada habitual una conducta así. Kelsey era metódica, responsable, de costumbres fijas y una madre super responsable.
El domingo 2 de diciembre Cheryl y su otro hijo, Clint, se subieron a un avión. Volaron desde el norte de Idaho hasta Colorado. Fueron directo hasta la casa de Kelsey en Woodland Park. Kelsey no estaba. Llamaron a Patrick Frazee, quien estaba en su propia casa con Kayle, tampoco sabía nada.
Madre e hijo se dirigieron a la comisaría de Woodland Park para reportar la extraña ausencia de Kelsey Berreth. Luego de la denuncia formal, dieron una conferencia de prensa pidiendo por su aparición. Ni la pareja ni los amigos de Kelsey sabían nada de ella. Tenían razones de sobra para estar angustiados.
Cuando las autoridades le preguntaron a Cheryl por la relación de Kelsey con su prometido Patrick Frazee, ella expresó que por lo que veía se llevaban bien y contó que estaban comprometidos y que estaban pensando en casarse. Comentó que Frazee había tenido problemas financieros por la baja del precio del ganado, pero no había sucedido nada demasiado importante o que pudiera tener que ver con Kelsey.
La policía interrogó a Patrick Frazee y él colaboró sin problemas: dio una muestra de su ADN y entregó su celular. Así fue que descubrieron que su teléfono móvil había sido registrado, en los días de la desaparición de Kelsey, por una antena de su compañía telefónica a 1300 kilómetros de allí, en el estado de Idaho.
Cheryl y Clint Berreth se quedaron a esperar noticias en el pueblo. El 6 de diciembre Clint notó en el toilette del departamento de su hermana un pequeño rastro de sangre debajo del lavatorio. Con su madre llamaron de nuevo a la policía quien les ordenó dejar el lugar inmediatamente sin tocar nada más.
Las llaves que cambiaron el rumbo
El 13 de diciembre la investigación dio un giro inesperado: la policía encontró en el departamento de Kelsey Berreth los dos juegos de llaves del auto en el que supuestamente se había marchado.
Ni lerdos ni perezosos solicitaron una orden de allanamiento para el campo de Patrick Frazee.
El 14 y el 15 de diciembre el FBI, que ya estaba inmerso en la investigación, rastrilló por completo la propiedad de catorce hectáreas de Frazee y el departamento de Kelsey Berreth. En el último encontraron una botella de lavandina y una mopa para limpiar pisos que fueron analizados. Sorpresa. Los químicos detectaron presencia de sangre en ambos elementos.
Las autoridades ofrecieron 25 mil dólares de recompensa por datos sobre la desaparición de la joven.
Una de las tantas personas que interrogaron fue una enfermera de Idaho que mantenía, desde hacía diez años, una relación vaivén con Patrick Frazee. Algunas inconsistencias en sus respuestas sumadas al hecho de que su ex marido había relatado a las autoridades que ella estaba muy nerviosa, hicieron que la policía la volviera a convocar.
El 17 de diciembre la enfermera Krystal Lee Kenney fue entrevistada en Idaho. Terminó diciendo que quería tener su abogado y que iba a colaborar con ellos. El 20 de diciembre habló: contó con detalle todo lo que sabía y, también, lo que había hecho.
Ese mismo día, a las 19 horas, otro equipo de detectives, volvió a revisar el departamento de Kelsey buscando más pistas. Las encontraron en el piso de madera: más rastros hemáticos.
El 21 de diciembre Patrick Frazee fue arrestado poco después de las 7 de la mañana.
El 27 del mismo mes la custodia de la menor Kaylee fue otorgada a sus abuelos maternos Darrell y Cheryl Berreth. Ya no había misterio sobre quién, pero ¿dónde estaba el cuerpo?
Una pareja que no llegó a casarse
La adolescencia de la bellísima Kelsey había transcurrido en el estado de Washington muy pegada a su hermano Clinton. Desde chica fantaseó con convertirse en piloto de aviones y lo logró.
Años más tarde, ya recibida, Kelsey conoció a Patrick Frazee en las redes. Un tiempo después decidió mudarse al estado de Colorado para estar más cerca de su pareja. Eligió un departamento en un condominio de Woodland Park. Patrick Frazee era un joven buenmozo, con una posición económica acomodada, que se dedicaba al negocio de los caballos y de la herrería equina. Vivía en el pueblo de al lado de Kelsey, en Florissant, y tenía una granja.
Kelsey empezó como instructora de vuelo en la Base Aérea Falcon y en Grand Junction, muy cerca de Florissant. Pero, luego, cambió de empleo y pasó a trabajar en la escuela de aviación Doss. Su despacho lo había decorado con fotos de ella, de su hija de un año y con frases impresas de la Biblia. Obsesiva con su trabajo, Kelsey se desvivía por Kaylee. Era una fanática de correr, de dormir bien, de la vida sana y, también, una amante del café caramel macchiato de Starbucks. A la vista de todos la relación con el padre de su hija parecía funcionar con normalidad. Kaylee ya tenía 13 meses y ellos decían que en un corto plazo se casarían y se mudarían a vivir juntos.
Los hechos demostrarían que nada de lo que el resto de la gente creía era cierto.
Testigos circunstanciales
Mientras la búsqueda de Kelsey se llevaba a cabo y antes de ser detenido, Patrick Frazee continuó con su vida familiar y laboral cotidiana con la pequeña Kaylee.
Joe Moore, quien quería a Patrick Frazee como a un hijo, estuvo de nuevo con él a mediados de diciembre para hablar de trabajo. Si bien Joe no se animó a sacar el tema de la desaparición de Kelsey, le parecía demasiado delicado, Patrick lo sorprendió. Se quejó abiertamente y con amargura de lo que estaba pasando. Dijo no entender por qué la gente y los medios se interesaban tanto por la ausencia de Kelsey Berreth: “Todos los días desaparece gente en todos lados”. No parecía importarle lo que pudiera haber pasado con su novia. Joe Moore sintió el mismo escozor frío que lo había recorrido luego de la conversación que habían tenido casi ocho meses atrás. Para sus adentros se preguntó si Frazee sabría algo más. Frazee siguió con su charla y sugirió que, si hubiese sido él el responsable de algo, nunca lo atraparían.
“Nadie quiere creer que alguien a quien conocés de toda la vida y en quién confiás, puede hacer algo como eso”, explicaría Joe Moore mucho tiempo después.
El 20 de diciembre de 2018, una clienta de Frazee, llamada Margaret Luce, llevó sus caballos para que él les recortara los cascos. Preocupada por lo que había leído sobre el tema, le preguntó si había tenido novedades de su novia extraviada. Él, fríamente, le respondió con una frase que la dejó alelada: “Ohhh, ella no volverá nunca”.
Los vecinos de Frazee también relataron que en esas semanas Frazee habló, con frecuencia, mal de Kelsey. Les contó que ella le había querido otorgar la custodia total de su hija y, a Margaret Luce, le reveló que le gustaría criar solo a Kaylee o con una mejor pareja porque Kelsey era pésima como madre.
La cómplice que abrió la boca
La larga relación de Frazee con Krystal Lee Kenney (quien en ese tiempo incluso se casó y se separó) fue clave para la resolución del caso. Si bien primero había negado todo, la enfermera llegó a un acuerdo con la fiscalía para rebajar su condena y abrió la boca.
Krystal contó que Frazee le había confesado cómo había asesinado a su pareja y que ella lo había ayudado a limpiar la escena para destruir la evidencia incriminatoria. Dio detalles escalofriantes.
Relató que Frazee le había pedido, al menos tres veces, que fuera ella quien asesinara a Kelsey. Frazee justificaba su pedido acusando a Kelsey de ser una madre abusiva y drogodependiente. Hasta amenazó a Krystal diciéndole que si ella no lo ayudaba sería la responsable de lo que pudiera pasarle a su hija Kaylee.
La primera vez le sugirió que le pusiera droga en el café, algo que Kelsey tomaba con pasión. Le dijo que, si lo hacía, de una vez por todas “terminaríamos con esto”. Krystal no lo hizo.
Unos días después, Frazee insistió y le dio una barra de metal y le sugirió golpearla con la misma, con fuerza, en la cabeza. Le aclaró “tenés que asegurarte de que no haya demasiada sangre”. Krystal esta vez tuvo la intención de concretarlo el 15 de octubre, pero cuando llegó a la casa de Kelsey un perro comenzó a ladrar. Se asustó, se subió a su auto y escapó.
Frazee furioso le espetó que tendría que hacerlo. Le consiguió un bate de baseball. Krystal manejó con el bate en el auto que le había prestado una amiga hasta Woodland Park. Era el 21 de octubre. Se sentó a esperar la oportunidad. Pero se dio cuenta que no se iba a animar. Se subió al coche y condujo hasta la casa de Frazee para confesarle que no se animaba. Él se enojó mucho: Krystal había viajado tres veces hasta allí inútilmente. Harto de excusas, decidió que lo haría él. No quería esperar ni un solo día más.
Esa tarde del jueves 22 de noviembre de 2018 fue al condominio Woodland Park a las 13.24 con la excusa de buscar a su hija y ver a Kelsey. Su objetivo real era otro: deshacerse de su odiada pareja.
Kelsey abrió la puerta con Kaylee. Entraron, dejaron a la bebé de un año jugando en el corralito de su cuarto. Frazee le propuso a Kelsey un juego: tenía que descubrir el aroma de unas velas que había llevado. De esta manera la convenció de taparse la cabeza con un suéter. No tenía que mirar ni hacer trampa. Apenas ella se cubrió los ojos, él dispuso las velas y tomó un bate de baseball que tenía preparado. Descargó el primer golpe sobre la cabeza de Kelsey con toda la fuerza que pudo. Ella llegó a decir con un hilo de voz: “¡Por favor! ¡Para!”. Frazee no se detuvo, todo lo contrario: le propinó quince golpes más en el cráneo hasta que se cercioró de que su novia había dejado de respirar.
En la habitación de al lado, Kaylee seguía jugando ajena a su reciente orfandad.
Una vez muerta, Frazee se las ingenió para meter su cuerpo en una gran bolsa negra de plástico. Lo cargó en la parte de atrás de su camioneta. Llamó con su celular a su madre Sheila y a su amante Krystal Lee Kenney. También usó el teléfono de Kelsey para empezar a generar sus necesarias coartadas. La cabeza le maquinaba a mil por hora.
La cámara del vecino lo captó saliendo del departamento a las 16.20. Iba con su hija.
Fueron directo al granero del campo Nash Ranch. Allí, escondió a Kelsey en medio de la cosecha. La depositó en la parte superior de una gran pila de fardos. Nadie podría verla desde abajo.
Luego, siguió su camino. Fue con Kaylee hasta la casa de su madre, donde tenían planificada una cena familiar para ese feriado. Comieron y disfrutaron del encuentro.
Antes de que terminara la noche, Frazee llamó a Krystal, quien estaba en su casa de Idaho. Le dijo sin vueltas: “Tenés un lío que limpiar. Tenés que venir ya y tenés que venir preparada”.
Una escena para limpiar a fondo
Krystal hizo, en esta oportunidad, todo lo que él le pidió.
El viernes 23 de noviembre hablaron al menos ocho veces. Krystal manejó desde su estado para ir a su encuentro. Recorrieron distintos lugares. Se supone que estaban organizando qué hacer con el cuerpo.
El 24 fueron al condominio de Kelsey. Krystal organizó coartadas para sí misma hablando con diferentes amigos y, más tarde, fue a comprar lo que necesitaba para limpiar la escena del crimen. Adquirió un enterito, lavandina, guantes, cobertores de zapatos y gorras para el pelo. Era una cirujana en un quirófano. Limpió, durante horas, la casa de la víctima. Había salpicaduras de sangre por todos lados, en las paredes, en el piso y hasta en el techo. Incluso, encontró un diente de la joven asesinada. Cargó en su auto las cortinas de la casa, las almohadas manchadas de rojo y algunos juguetes de Kaylee. Él le comentó con acidez: “No sabés lo difícil que fue tener una comida de Acción de Gracias después de matarla…”.
A última hora fueron juntos a recuperar el cuerpo del granero. Lo pusieron en la caja de la camioneta y se dirigieron a comprar combustible.
Los tres teléfonos (el de Frazee, el de Krystal y el de Kelsey) estaban juntos ese día. Las antenas los registraron en los mismos lugares.
Aunque Krystal aseguró que nunca vio el cuerpo porque estaba envuelto, reveló que Frazee pretendió convencerla para que se lo llevara con ella a Idaho, junto con un arma de Kelsey. Quizá podrían simular un suicidio. Krystal se negó rotundamente. La situación la superaba. Fueron entonces con los restos de Kelsey hasta la casa de Frazee en Florissant. Una vez allí pusieron el cuerpo en un barril de 400 litros junto con el bate asesino y los elementos manchados. Incluso arrojaron la Biblia de Kelsey enteramente salpicada. Tiraron 18 litros de gasolina y maderas.
Frazee encendió el fuego. Para acelerar el proceso arrojó aceite de motor. Y esperaron. Kaylee estaba con él. Después de unas horas, no quedó nada. Solo un líquido oscuro y aceitoso.
En eso se había transformado la bella Kelsey.
Frazee optó por quedarse con el celular de ella. Le pidió a Krystal que volviera a Idaho con ese teléfono y que le enviara mensajes como si fuese Kelsey Berreth. Eso despistaría a la policía. También debía mandarle mensajes al jefe de su pareja y a su suegra para evitar que la buscaran. Así, ganarían tiempo.
Frazee, por su parte, le mandó a su suegra un mensaje deseándole feliz día de Acción de Gracias.
Krystal fue sumamente obediente. Lo amaba y le temía.
Un tiempo después, cuando ya no lo necesitó más, Krystal armó una hoguera en su jardín trasero y quemó el celular de la víctima.
Durante el juicio dijo que, deliberadamente, no había limpiado bien toda la sangre que había en la chimenea del departamento. Quería que la policía la encontrara para que Patrick Frazee no se saliera con la suya.
Si esto es cierto o fue solo un intento para lavar culpas, nadie lo sabrá jamás.
Rastros mínimos
Ante la desaparición de la madre y la acusación al padre, Kaylee pasó a vivir con sus abuelos maternos.
Frazee sostuvo que la pareja estaba mal, que habían roto justo el día anterior a que Kelsey se esfumara, el 21 de noviembre. Si eso era cierto, ¿por qué Kelsey le había mandado un mensaje el 22, un día después, al salir del supermercado Safeway para decirle que había comprado batatas para comer juntos? Además, ella no había comentado la ruptura con nadie. Era demasiado raro.
Durante los primeros días del juicio se mostró toda la evidencia. Doce piezas de madera con rastros de sangre fueron las exhibió, la especialista Tanya Atkinson, ante el jurado. En la hoguera armada fuera de la casa de Frazee, un perito aseguró que encontraron restos humanos quemados dentro de plásticos, pero no se podía comprobar que fueran de Kelsey.
Los perros entrenados también habían detectado el olor de la descomposición de un cuerpo humano. Un pedazo muy pequeño de un diente hallado en el lugar, había dado positivo: era de una mujer, pero estaba tan deteriorado que no alcanzó para proporcionar el perfil de ADN necesario para identificar a Kelsey.
La traición de la letra escrita
Poco después de iniciado el juicio por la desaparición y la muerte de Kelsey Berreth, los fiscales aparecieron con una evidencia sorpresa que agravó aún más la situación del imputado. Un ex compañero de celda de Frazee aportó 17 notas manuscritas por el acusado en servilletas y papel higiénico. Increíble: allí le pedía ayuda al otro convicto para ejecutar a varios testigos que podrían complicarlo con sus testimonios ante el jurado. Entre las futuras víctimas de Patrick Frazee estaba su amante y cómplice, Krystal Lee Kenney. De ella decía: “Realmente deseo ver a Krystal con una bala en su cabeza”.
En los escritos le rogaba a su compañero de prisión que su pandilla criminal “dispusiera de …” y le daba la lista de aquellos que había que eliminar: “Todos deben desaparecer y que nadie los vea, por lo menos hasta que termine el juicio…”.
Le aclaró por escrito, además, lo que ya venía diciendo: “Sin cuerpo los forenses no tienen nada”. Frazee le proveyó a su destinatario todos los detalles que se necesitaban para localizar a las personas que debían liquidar: apariencia física, dirección de dónde vivían y de dónde trabajaban. Además de Krystal, debían deshacerse de su amiga, Michelle Stein; de su viejo conocido John Moore; de Wendy Clark y del agente Gregg Slater. En esos papeles Frazee mantenía su inocencia, decía no saber qué le había ocurrido a Kelsey e imploraba: “Ayudame, ¡¡¡¡ayudame!!!! Te pagaré como sea. Mi vida y la de mi pequeña hija. Mandame tus planes e ideas”.
Los fiscales pidieron que el preso que aportó las pruebas no fuera identificado por su propia seguridad.
Sentencia para un desalmado
Esto fue más que suficiente para conseguir su sentencia aún sin cadáver. El 19 de noviembre de 2019, casi un año después del crimen, fue condenado.
Los abogados de Patrick Frazee pretendieron traspasar culpas a Krystal Lee Kenney, dijeron que ella tuvo numerosas chances para alertar a la policía o a la familia de la víctima los siniestros planes de Frazee. Era cierto, pero Krystal había logrado que se pudiera probar el crimen. Y, el otro convicto, había conseguido pruebas abrumadoras contra el granjero Frazee.
Una ex novia del imputado, Vanessa Curie, dijo en el estrado que el acusado era un verdadero monstruo. Ella había empezado a salir con él en 2010: “Me atrajo de él su agudeza intelectual y su mente exploradora. Era muy bueno en su conexión con la gente. Sabía leer la psicología de cada uno”. Pero cuatro meses después las cosas cambiaron y él empezó con extraños juegos mentales para terminar abusando de ella emocionalmente: “No me llamaba por unos días y después me hablaba en el medio de la noche diciéndome que me había soñado con un vestido de novia”. También vio algo que no le gustó nada: Frazee le pegaba a sus perros con violencia. Dejaron de salir en 2014, cuando Vanessa leyó en Internet la definición de un psicópata: “Ahí me di cuenta de con quién estaba y me animé a dejarlo”.
Los especialistas creyeron ver rasgos sociópatas en Patrick Frazee y que por ello era incapaz de empatizar con el resto. Otros, sostuvieron que era un manipulador perverso y narcisista, perfectamente capaz de distinguir el bien del mal.
La madre de Kelsey leyó un texto que había escrito para su hija, dónde confrontó a Frazee con ironía: “Patrick ¿cómo te gustaría que tu hija se entere cómo murió su madre Kelsey y de la manera que lo hiciste?”.
Pidieron además que la familia Frazee (debido a que defendió a Patrick) no tuviera derechos para contactarlos a ellos ni a Kaylee. También dio que si bien él se merecía la pena de muerte, Cheryl como creyente no lo pidió porque tomar una vida era decisión de Dios.
El jurado, compuesto por doce miembros, en solo tres horas y media, volvió con la decisión: culpable.
El juez Scott Sells lo sentenció a pasar su vida tras las rejas sin posibilidad de salir bajo palabra y a un total de 156 años. Le dijo a la cara: “Sus actos han sido viciosos y sin sentido. Kelsey pasó su última noche cuidándolo. Usted le pagó golpeándola hasta morir y quemó su cuerpo. Sus crímenes merecen el máximo castigo”.
Los padres de Kelsey lloraron y se abrazaron. Patrick Frazee, en cambio, ni pestañeó. Tuvo que tragarse con amargura aquella frase de que “sin cuerpo no hay delito”.
Krystal Lee Kenney (34), finalmente fue sentenciada el 28 de enero de 2020 a tres años de prisión por manipulación de evidencia. Luego de conseguir una nueva sentencia, el 24 de marzo de 2021 logró la libertad condicional. La sacó muy barata, pero gracias a ella Patrick Frazee estará para siempre tras las rejas.
Kelsey se derritió bajo las llamas, pero aún sin cadáver, esta vez hubo justicia.
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