Fueron dos disparos que cambiaron para siempre la guerra de Vietnam. El primero, lo hizo Nguyen Ngoc Loan, jefe de la policía de Saigón con su revólver Smith & Wesson .38 Bodyguard. El segundo, casi en simultáneo, lo hizo Edward “Eddie” Adams, fotógrafo de Associated Press, con su cámara Minolta de treinta y cinco milímetros. La bala de Loan entró por la sien derecha del guerrillero Vietcong Nguyen Van Lém. La foto de Adams registra el momento exacto en que la bala hace estallar el cráneo de Lém, que murió en el acto.
Todo sucedió en pocos minutos, el 1 de febrero de 1968, hace cincuenta y cuatro años, en Saigón, la capital de Vietnam del Sur. A partir de ese disparo y de esa foto, el mundo ya no miró de la misma forma aquella guerra lejana y casi ajena de la que, desde 1965, tomaba parte activa Estados Unidos.
Tampoco en Estados Unidos la guerra se vio de igual forma: había sido presentada en sociedad en toda su brutalidad y en toda su desesperanza: fue el gran triunfo político y estratégico del Vietnam comunista. El asesinato de Lém a manos de Loan ocurrió en medio de la llamada Ofensiva del Tet, una operación militar planificada por el gobierno de Vietnam del Norte y ejecutada por su ejército y las fuerzas guerrilleras del Vietcong, concebida para provocar un impacto político, aunque resultase un desastre militar.
Tras la derrota de las fuerzas coloniales francesas, en 1954, Estados Unidos intervino en Vietnam, que se llamaba entonces Indochina, para evitar la “política del dominó”, que auguraba que un estado comunista en la región convertiría al comunismo a los países vecinos, en especial a Laos y a Camboya. La política y la diplomacia americanas, junto a unos mil quinientos “asesores e instructores” militares, guiaron en el sur, con sede en Saigón, la formación de un gobierno elegido por los vietnamitas y controlado por Estados Unidos.
Los franceses habían dejado, a la altura del paralelo 17, que partía en dos el Golfo de Tonkin y la franja de tierra costera, una llamada zona desmilitarizada. Por encima de ese paralelo, todo era Vietnam del Norte, un enclave comunista sostenido financiado y armado por la URSS y por China. Para Estados Unidos, Vietnam del Sur debía prevalecer sobre Vietnam del Norte. Para Vietnam del Norte, no había dos Vietnam, había uno solo y el comunismo decía luchar por su integración. En ese nudo se consumieron en diez años, las vidas de más de dos millones de vietnamitas y de cincuenta y ocho mil soldados estadounidenses, hasta la retirada total de las tropas de ese país, en abril de 1975.
La Ofensiva del Tet estaba destinada a ser un desastre militar. Vietnam del Norte lo sabía al lanzarla: se trataba de atacar al menos quince ciudades de Vietnam del Sur, pero en especial se trataba de atacar Saigón, la sede del gobierno del Sur, y la embajada de Estados Unidos. Vietnam del Norte calculaba en miles las bajas de su ejército y de la guerrilla del Vietcong, pero su intención era, también, política: buscaba conmover a la opinión pública del mundo, en especial a la de Estados Unidos, convencida por el gobierno del entonces presidente Lyndon Johnson de que Vietnam del Norte perdía su batalla.
Cerca de cuatro mil soldados americanos murieron en los días de aquella ofensiva, mientras que el ejército de Vietnam del Norte y el Vietcong perdieron a decenas de miles de hombres: los cálculos dicen más de cuarenta mil. La cifra exacta es aún un misterio. Si Estados Unidos transparentó de alguna forma aquella guerra, permitió que fuese filmada, la metió en los hogares americanos en los noticieros de las ocho de la noche, Vietnam del Norte la hizo en cambio secreta y clausurada: aún hoy hay toneladas de archivos que no han sido desclasificados por el Norte, entre ellos los que hacen mención a operaciones secretas y a ejecuciones sumarias de sospechosos de colaborar con el enemigo.
La Ofensiva del Tet, empezó el 30 de enero, día del año nuevo lunar para los vietnamitas. En Saigón, la batalla fue tremenda. Pese al ataque sorpresivo del Vietcong, que se había infiltrado en la ciudad desde semanas antes, la resistencia fue muy dura. Y estuvo a cargo de Nguyen Ngoc Loan, Brigadier General de la Policía de Saigón. Tenía treinta y siete años, había nacido en diciembre de 1930 en Hue, la vieja capital imperial, y al frente de sus fuerzas había conseguido romper las líneas del Vietcong en los suburbios de Saigón, aunque le había sido imposible impedir que miles de guerrilleros entraran al corazón de la ciudad y se unieran a las fuerzas “latentes” desde semanas antes de la ofensiva.
Mientras Loan, que participó de varios tiroteos, “barría” con sus hombres los barrios de la ciudad, el grupo más numeroso de vietcongs que había logrado hacerse fuerte en Saigón se dedicó a intentar copar edificios simbólicos y a desatar una oleada de asesinatos contra sacerdotes católicos, familias de clase alta del sur, familiares de soldados, oficiales y funcionarios a quienes degollaron y, en muchos casos, quemaron vivos.
También intentaron tomar la Embajada de Estados Unidos: abrieron boquetes en el muro exterior y llegaron a entrar a los jardines, pero fueron rechazados por un grupo de marines. Sin embargo, uno de los guerrilleros logró entrar a la residencia y fue eliminado por un funcionario que después relató todo, conmovido, ante las cámaras. Las duras batallas callejeras tuvieron también como escenario las radios oficiales y las sedes de la televisión de la capital de Vietnam del Sur. Los cálculos afirmaron luego que el Vietcong asesinó a cerca de tres mil civiles en la ciudad, antes de ser rechazados, apresados o matados.
Loan se prestó a recorrer los barrios de Saigón, ya controlados por sus fuerzas, junto a algunos periodistas. En especial, la recorrida se centró en el fascinante y peligroso Barrio Chino. Fue entonces que Loan vio que un grupo de sus hombres traían prisionero a un hombre delgado, vestido con ropas civiles, un pantalón corto y una camisa a cuadros: iba descalzo. Era Lém. Lém no era un desconocido para Loan. Por el contrario, era un guerrillero Vietcong de treinta y seis años, con un grado, capitán, y un nombre de guerra, “Bay Lop”. Era el líder de uno de los escuadrones de la muerte de la guerrilla comunista y había sido apresado en la puerta de una casa en la que se había cometido un crimen atroz.
En su monumental, y también indispensable, historia del conflicto, La guerra de Vietnam – Una tragedia épica – 1945-1975, Max Hastings reveló que Lém acababa de degollar al teniente coronel de Vietnam del Sur, Nguyen Tuan, a su esposa, a seis de sus hijos y a la madre del militar, de ochenta años. Sólo había sobrevivido un hijo de Tuan, Huan Nguyen, de nueve años, al que dieron por muerto después de dispararle dos veces.
Junto a Loan y a Eddie Adams, en su recorrida por el barrio chino, también marchaba el camarógrafo de la NBC News, Vo Suru. Cuando Loan vio a Lém, se adelantó unos pasos y manoteó su revólver. Adams pensó, así lo dijo después, que Loan intentaba amedrentar o aterrorizar al guerrillero. Suru empezó a filmar. Loan, con el arma en la mano, hizo un gesto a sus hombres, un abanico de metal y plomo, para que se apartaran. Los hombres que traían a Lém entendieron de inmediato qué iba a suceder y se alejaron, dejaron al guerrillero vietcong, con las manos atadas a la espalda, frente a frente con Loan.
Fue un instante. Loan estiró el brazo, apuntó el cañón de su arma a la cabeza de Lém y disparó. También disparó Adams. La cámara de Suru registró todo. Lém cayó sobre su costado izquierdo; del círculo que dejó el balazo en su cabeza surgieron espasmódicos chorros de sangre, según el pulso de su corazón, que se detuvo de inmediato.
La foto de Adams recorrió el mundo, Las imágenes en movimiento de la NBC News causaron sin embargo menos efecto que la dramática escena tomada por Adams. Ben Wright, director de comunicaciones del Dolph Briscoe Center for American History, explicó luego: “Hay algo en la naturaleza de una imagen fija que afecta profundamente al espectador y se queda con él. La filmación del tiroteo, aunque espantosa, no evoca los mismos sentimientos de urgencia y tragedia absoluta”. Adams ganó un Premio Pulitzer por esa imagen, por su sangre fría, por su alma de reportero de la que abdicaría años después.
Loan, que después de asesinar a Lém dijo: “Si dudas, si no cumpliste con tu deber, tus hombres no te seguirán”, fue dado de baja en su cargo al año siguiente, después de ser herido de gravedad en una pierna durante un enfrentamiento.
En 1975, cuando los comunistas del norte se preparaban para copar Saigón y entrar con un tanque a la Embajada de Estados Unidos para simbolizar su victoria, Loan logró emigrar a Estados Unidos para seguir con su tratamiento médico porque, a raíz de aquellas heridas, le habían amputado una pierna.
La célebre periodista italiana Oriana Fallaci lo entrevistó para su libro Nada y así sea. En ese reportaje Loan admitió que había caído en una profunda depresión luego de ser dado de baja y que el verdadero motivo de la ejecución sumaria de Lém había sido porque luchaba vestido con ropas civiles, lo que era una falta a las leyes de la guerra, además de una cobardía.
Loan, junto a su mujer y a sus cinco, hijos se instaló en Burke, al oeste del estado de Virginia, casi en los suburbios de Washington. Abrió un restaurante dedicado a la comida vietnamita, según las recetas de su madre.
Su presencia en Estados Unidos generó una polémica sobre si se debía o no dar asilo a un criminal de guerra. El Congreso de Estados Unidos abrió una investigación y, en 1978, el Servicio de Inmigración y Naturalización sostuvo que Loan había cometido un crimen de guerra. El pedido de deportación encontró fuerte oposición. Primero, de parte del entonces presidente James Carter y también, durante la investigación, del propio Adams que, antes las cámaras de la NBC, se disculpó con Loan por haber tomado aquella foto que había condenado al militar y consagrado al fotógrafo.
La familia Loan se quedó en Estados Unidos, pero vivió jaqueado por activistas de derechos humanos que acosaron a sus hijos en la escuela, amenazaban a su familia por teléfono en las noches y llegaron a herirlo a golpes y de gravedad en un estacionamiento. Murió de cáncer a los 67 años, el 14 de julio de 1998.
Después de la muerte de Loan, Adams escribió sobre él en la revista Time. Hizo un extraño mea culpa que cuestionaba en parte la profesión de la que él mismo era un miembro brillante, ganador de más de quinientos premios internacionales: “Gané un Pulitzer en 1969 por la foto de un hombre que disparaba a otro. En esa foto murieron dos personas: el que recibió la bala y el general Nguyen Ngoc Loan. El general mató al Vietcong; yo maté al general con mi cámara (…) Las fotos son las armas más poderosas del mundo. La gente las cree, pero las fotos también mienten, aun cuando no estén manipuladas. Son sólo medias verdades. Lo que la foto no decía es ‘¿Qué hubieras hecho tú si fueras el general en ese momento y ese lugar, en ese día caliente, y acabaras de agarrar al malo después de que matara a dos o tres soldados norteamericanos?”.
La única gran culpable de la tragedia, la guerra, salió libre de culpa y cargo del juicio hecho por sus víctimas. Eddie Adams murió el 19 de septiembre de 2004 en Manhattan, castigado por la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Tenía setenta y un años.
De todas las vidas en juego en esta historia, pervive Huan Nguyen, aquel chico baleado dos veces, que fue dado por muerto y permaneció por unas horas junto a su familia que se desangraba, degollados todos por Lém y sus secuaces. En la noche de aquel día de horror, logró escapar de aquella casa y llegar hasta la de un tío, un coronel de la Fuerza Aérea de Vietnam del Sur, que lo tomó a su cargo.
A los dieciséis años, junto a su familia adoptiva, logró llegar a Estados Unidos evacuado por la Séptima Flota. Decidió entonces unirse a la marina americana. Se graduó en la Universidad Estatal de Oklahoma como ingeniero electrónico y se especializó en la tecnología de la Información. Sirvió en Irak y en Afganistán. En 2019 se convirtió en el primer contralmirante vietnamita de la marina de Estados Unidos.
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