Se había preparado buena parte de su vida para cubrir una guerra, pero a Paul Haley, fotógrafo británico, miembro senior del staff de Soldier Magazine, casi no lo mandan a Malvinas en 1982. “Allí éramos cuatro fotógrafos, cuatro periodistas y un editor. Cuando sucedió la invasión quería ir, pero me dijeron ‘no’. Sólo autorizaron a embarcar a dos fotógrafos, que se encargarían de hacer un pool y distribuir el material. Así que al principio me lo pasé yendo a los puertos a tomar fotografías de barcos alistándose para partir. Pero yo me había entrenado, hacíamos ejercicios todo el año, incluso dos o tres veces en Irlanda del Norte. También había estado en Chipre, cuando los turcos llegaron allí en el 74 y bombardearon la isla…”, cuenta hoy, a los 71 años, ya retirado, casado con Mandy y recién salido de una operación de colon. Por supuesto, Haley, en forma respetuosa, amable pero firme, hablará de “invasión”, “liberación” y dirá “Falklands” cuando se refiera a las Islas Malvinas. Aquí en Argentina, desde luego, sostenemos exactamente lo contrario. Pero es interesante indagar en su mirada de los hechos, su posición de testigo privilegiado. Hoy, en sus redes sociales casi no existe la guerra que se libró hace casi 40 años (se cumplirán este 2 de abril), sino paisajes, gatitos y flores, muchas flores. Reflejar la naturaleza es su hobby.
Haley nació el 31 de agosto de 1950. Y se acercó a la fotografía desde muy pequeño. Según él, casi de recién nacido. “Empecé a ser fotógrafo cuando tenía un año… La historia es así: yo no caminaba, y el día de mi cumpleaños, mi madre me colocó para tomarme una foto y me paré, empecé a caminar hacia ella y me llamó la atención la cámara. Así fue… Mi padre era un fotógrafo amateur, y a los 8 años ya hacía copias en su cuarto oscuro. A los 15 años trabajaba los sábados haciendo bodas. Creo que en esa época, con la fotografía social se ganaba más que ahora..”, cuenta.
En 1971 consiguió trabajo como fotógrafo civil para el Ministerio de Defensa británico, tomando imágenes de equipos para la Escuela Real de Artillería en Larkhill. Allí estuvo tres años, y en 1974 fue contratado por Soldier Magazine, una publicación especializada en las fuerzas armadas. “Me dijeron que parte de mi trabajo consistía en estar preparado las 24 horas para ser enviado a cualquier sitio del planeta, lo que encontré muy cool. Empecé haciendo tomas desde helicópteros, era un buen trabajo”. Pero llegar a tomar 2600 fotos de Malvinas, dijimos, no fue sencillo para él.
Finalmente, una cobertura con los preparativos de la 5ta. Brigada de Infantería a bordo del barco Queen Elizabeth II en el puerto de Southampton y una charla con el jefe de esa división, el Brigadier Tony Wilson, le abrió una puerta. Eran épocas sin internet ni digitalización: todo era llevar los rollos al laboratorio y esperar el revelado. Cuando regresó a la redacción con el material ya atardecía y le dijeron “tenés un lugar a bordo, apurate porque mañana a las 10.30 te tenés que presentar”. Así que cargó su equipo (tres cuerpos de cámara Contax -dos RTS y una Contax 137MD- y cinco lentes marca Carl Ziess de 18, 25, 50, 85 y 200mm)( y se trepó al mismo buque que la 5ta. Brigada a la que, pensó, acompañaría en toda la campaña.
Con el Queen Elizabeth II navegó primero hasta la isla Ascensión, en medio del océano Atlántico, donde imaginó que quizás podría terminar su viaje. Pero Wilson lo tranquilizó: “Me dijo que era parte de ellos”. Luego bajaron hasta las islas Georgias y de ahí, a bordo del SS Canberra, llegó al estrecho de San Carlos, donde desembarcó en la Isla Soledad el 1º de junio de 1982.
Estar en medio de una guerra, y entre soldados profesionales, no podría no ser el mejor lugar para un civil. Pero Haley le cuenta a Infobae que su experiencia con Soldier Magazine fue decisiva para que no se originaran problemas: “Trabajaba junto a ellos desde 1971, así que sabía cómo se movían. Entendía su sentido del humor y los lazos que establecían con las unidades de su regimiento. Y también, su rivalidad con otras unidades. Cada vez que iba adonde no me conocían, había un período de tiempo en el que me miraban de costado, pero los soldados pronto captaban cuando alguien era profesional. Honestamente, no tuve ningún problema con ninguna de las unidades que fotografié durante la guerra”.
Al arribar a Malvinas, el confort no fue su compañero precisamente. “Una vez en tierra me quedé donde pude. Dormí en una trinchera de gurkhas en San Carlos la primera noche y luego en el piso de una casa en Darwin por un par de noches más. También estuve en otras trincheras y en una casa rodante en Bluff Cove. En un momento regresé a un barco, el Fearless y me quedé a pasar la noche porque tenía que conseguir más rollos de película. Luego volé de regreso y pasé una noche muy, muy fría en las rocas de Goat Ridge antes de la batalla de Tumbledown. En Stanley, la primera noche paré en una casa vacía y luego viví con una familia que tuvo la amabilidad de dejarme dormir en su altillo durante dos semanas antes de regresar a casa. Y siempre llevé conmigo una bolsa de dormir del ejército que me dieron en las tiendas del Queen Elizabeth II”, recuerda.
A pesar de que había viajado con la 5ta. Brigada de Infantería, en las islas, Haley se movió con relativa libertad. Luego de los 74 días del conflicto, el final de la contienda lo encontró junto al Regimiento de Guardias Escoceses. “Moverse era muy difícil. Elegir dónde ir también, porque cuando estás en tierra solo ves lo que sucede alrededor, no tenía forma de ver el panorama general. Iba a preguntarle a los oficiales qué sucedería a continuación para la unidad que comandaban y trataba de subirme a un helicóptero o caminar hacia donde suponía que podría haber una batalla al día siguiente. Llegué para cubrir a la 5ta. Brigada, con la que había viajado en QE2. Pero aterricé en San Carlos, luego fui a Darwin, Goose Green, Fitzroy, Bluff Cove, Goat Ridge, Tumbledown y llegué cerca de Stanley en la tarde del 13 de junio”.
Fotografiar las acciones de guerra en sí mismas, las batallas, no fue posible para Haley. Los ataques ingleses a las posiciones argentinas se desarrollaban de noche, para aprovechar la superioridad de armamentos y la logística. Así, explica, “incluso si hubiera estado en el lugar correcto en el momento correcto, al ser de noche no habría podido tomar ninguna fotografía. En 1982 no existían las cámaras digitales con las altas posibilidades de captura ISO que tenemos ahora. Y no aterricé hasta el 1º de junio, así que no estuve para las batallas de Darwin y Goose Green, pero pude fotografiar sus secuelas. En la batalla de Tumbledown, por ejemplo, pude fotografiar a los Guardias Escoceses cuando el ataque comenzó, pero luego traté de dormir un rato antes de avanzar hacia allí justo antes del alba y tomar fotos con la luz del amanecer”.
-¿Estuvo en riesgo en alguna oportunidad? ¿Sintió miedo?
-Una tarde estaba con los Guardias Escoceses en Goat Ridge cuando fuimos bombardeados. Y cuando comenzó el ataque, el bombardeo empezó nuevamente hacia nuestra posición. Fue bastante aterrador, pero dejame decirte que de pronto te acostumbras y continuas con lo que estás haciendo. Cuando tomaba fotografías en Malvinas, sentía que al mirar a través de la cámara, de alguna manera estaba protegido de todo el peligro. Hace 40 años, en una entrevista que me hicieron cuando retorné cuando volví a casa, dije ‘Me escondía detrás de mis cámaras’. Suena tonto ahora, pero así es exactamente como me sentía. Pero claro, avanzar al amanecer en la cima de Tumbledown, por ejemplo, era preocupante porque todavía había disparos esporádicos, pero también estaba emocionado de hacer mi trabajo y buscar imágenes de interés periodístico.
Allí, sobre ese monte, Haley tomó una de sus fotografías más emblemáticas. Son soldados con sus rostros marcados por el combate, pero sonrientes. El veterano fotógrafo cuenta cómo hizo esa imagen exactamente: “Había miembros de la Guardia Escocesa encima de Tumbledown. Los estaba fotografiando mientras despejaban el área cuando se escuchó una llamada en la radio: ‘Controle el fuego, controle el fuego, hay banderas blancas ondeando’. Rápidamente me di cuenta de que era un momento muy importante y quería tomar una fotografía grupal de esta compañía de hombres que acababan de perder a sus camaradas pero estaban felices porque la lucha había terminado. Empecé a tratar de ponerlos en algún tipo de orden, gritándoles que se sentaran o se quedaran quietos. ¡No fue fácil con guardias de 1,80 metro de altura y yo solo un civil de 1,72! También pude ver detrás de ellos que había una nube de nieve cayendo y dirigiéndose hacia nosotros. Rápidamente tomé dos fotogramas en blanco y negro y dos fotogramas de transparencias en color antes de que nos envolviera la nieve y casi no pudiéramos ver nada. Sinceramente, estoy muy orgulloso de la foto, trabajé duro para conseguirla. Pero estoy aún más orgulloso de que los Guardias Escoceses me hayan hecho miembro honorario de la Asociación Tumbledown, nos reunimos todos los años a beber y comer curry”.
Luego de las batallas de Goose Green y Darwin, de Tumbledown y tras la firma del cese de fuego el 14 de junio en el aeropuerto de Stanley, Haley fotografió a soldados argentinos prisioneros. “Mis sentimientos hacia ellos era que sólo estaban haciendo su trabajo. No tenía ninguna animosidad. Simplemente sentí lástima, pero a la vez alivio de que todavía estuvieran vivos. La guerra fue una cosa terrible para ambos lados”.
Después de Malvinas, viajó por todo el mundo para el Ministerio de Defensa. Ya jubilado de su profesión, regresó a las islas en 2016 y 2018. Para él, “los isleños son gente maravillosa. Hay que recordar que muchos de ellos estaban aterrorizados cuando fueron invadidos. Ciento cincuenta fueron encerrados en un salón comunitario en Goose Green. Muchos fueron separados de sus familias y enviados a la Isla Gran Malvina en contra de su voluntad. Fue muy difícil para ellos porque no tenían idea de lo que estaba pasando y lo que les sucedería a ellos. Ahora solo quieren continuar con sus vidas en el lugar que aman”.
En 1987 decidió que era hora de una vida más tranquila y volvió al comienzo de su historia: puso un estudio de fotografías de eventos sociales. Pero haber sentido el olor de la adrenalina, del humo de las armas y mirar la muerte a través de una lente dejó una huella que los 40 años que lo distancian de las batallas no borraron: “Como fotógrafo de guerra, había fotografiado algunos otros conflictos y escaramuzas, así que Malvinas no cambió mi visión de la guerra, pero sí fortaleció aún más mis creencias. Odio la guerra y los conflictos armados. Creo que los políticos deberían tener que pelear contra sus enemigos en un ring de boxeo si quieren ir a la guerra”.
Quizás por eso tuvo cuidado de no fotografiar cadáveres. Solo tiene alguna imagen de soldados argentinos siendo inhumados dentro de bolsas “para mostrar el cuidado y el respeto con que lo hacían a pesar que la guerra aún estaba sucediendo. No olvido que son los hijos de alguien y no hay nada inteligente en fotografiar un cadáver”.
En las islas y durante el largo viaje hacia ellas (las Malvinas están a 12.382 kilómetros de Londres), Haley registró miles de fotografías. Pero no tiene una favorita: “Es difícil. Es como preguntarle a un padre de cuatro hijos cuál es su preferido. Tomé alrededor de 2600 cuadros en total y puse alrededor de 400 en un libro, así que esos 400 fueron mis favoritos, supongo. Quería quitar muchas para que las imágenes impresas pudieran ser más grandes en las páginas, pero no pude eliminar más, así que las dejé.Los rostros de las personas son importantes para las personas mismas, pero algunas imágenes se vuelven significativas para las personas que estuvieron allí en la guerra, pero no necesariamente en esa imagen. La foto del grupo de Guardias Escoceses en Tumbledown es así. No importa si no estás en la imagen, todavía te representa si jugaste un papel en esa guerra”.
Hoy, el Museo Imperial de Guerra británico (IWM según su sigla en inglés), prepara una muestra con las mejores imágenes que tomó Haley. La curadora de la exhibición es Hilary Roberts. Ella le explicó a Infobae que esa institución es “el principal museo del mundo de la guerra y los conflictos modernos, y fue creado durante la Primera Guerra Mundial. Hoy, el IWM es un grupo de cinco museos ubicados en todo el Reino Unido, que cuentan la historia desde varias perspectivas acerca de cómo los conflictos modernos han impactado la vida de las personas en todo el mundo desde 1914 hasta la actualidad. Nuestras colecciones revelan historias de personas, lugares, tecnología e ideas que reflejan a la guerra como una fuerza tanto destructiva como creativa. Desafiamos a las personas a mirar los conflictos desde diferentes perspectivas”.
Para Roberts, “Aunque fue breve, el conflicto de 1982 tuvo consecuencias amplias y duraderas: políticas, diplomáticas, económicas, sociales, culturales y militares. Estas consecuencias afectaron tanto a Gran Bretaña y Argentina como a sus aliados internacionales. Para ambos países, el conflicto fue un punto de inflexión en la historia. Las exhibiciones tienen como objetivo conmemorar el aniversario creando conciencia sobre el conflicto en 1982, reflexionando sobre su impacto y legado continuo”.
Los museos atraen a más de 2,5 millones de visitantes cada año y su audiencia se acrecienta con su sitio web (www.iwm.org.uk) y sus redes sociales. Para el 40º aniversario de la guerra, Roberts cuenta que “el IWM de Londres está refrescando y renovando su exhibición permanente de objetos, fotografías y arte dedicado al conflicto de las Malvinas. Los objetos en exhibición incluyen una mesa de operaciones, un cañón antiaéreo y un misil Exocet, todos utilizados por las fuerzas argentinas en las Malvinas, así como un ejemplo de un jet Harrier de la Royal Air Force. Y el nuevo material en exhibición incluirá fotografías del fotógrafo de prensa civil Paul Haley. Algunas de sus tomas se consideran icónicas, pero muchas no se han visto antes en público”. Para ella, las imágenes de Haley “reflejan una experiencia personal y muy humana del conflicto, algo que espero se comunique en la muestra. Fotografió eventos y personas a medida que se encontraba con ellos. Entonces, sus fotografías no solo muestran a las fuerzas británicas, sino también a los soldados argentinos y a los habitantes de las Islas Malvinas”. Precisamente, también se exhibirán imágenes tomadas por soldados argentinos. “Son en su mayoría instantáneas de aficionados, tomadas como recuerdos, que han sido donadas a IWM en los años transcurridos desde el conflicto”, asegura la curadora de la exhibición.
También las fotos de Haley se verán en el IWM North, ubicado en la ciudad de Manchester, que tiene como highlight una pantalla de de 360 grados de 8,20 metros de altura que utiliza sonido envolvente. Allí -además de exhibiciones de objetos y arte- se proyectarán las fotografías digitalizadas de Haley, muchas de las cuales no se han visto antes.
En Duxford, cerca de Cambridge, existe otro IWM, el más grande de Europa en cuanto a aviación de guerra. Allí se pueden ver aeronaves argentinas y británicas que combatieron en Malvinas. También existe un IWM en Belfast, a bordo de un buque de guerra de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea, y el llamado “Churchill War Rooms”, que antes fue el cuartel secreto de Winston Churchill y su gobierno y está ubicado bajo el edificio del Tesoro en Whitehall.
Las muestras darán comienzo el 2 de abril -tomarán como inicio de los eventos por los 40 años del conflicto una fecha que para los argentinos es gloriosa- y en ellas se podrán ver reflejada la mirada que un inglés tuvo, de primera mano, sobre la guerra de Malvinas.
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