Hoy Brian Hugh Warner cumple 53 años. Su futuro no es promisorio, se ve oscuro. Debe enfrentar graves acusaciones ante la justicia. Y los medios que, durante un cuarto de siglo, lo mostraron como una rareza y difundieron sus excentricidades hasta con aire divertido, ahora sólo lo mencionan para condenarlo. Utilizan su nombre real y no el artístico, por el que es conocido. A esta altura nadie vislumbra cómo Marilyn Manson pueda continuar con su carrera artística. Es un tiempo en el que ciertas acusaciones anulan el camino para siempre (o al menos por una gran cantidad de años). Si las víctimas prueban sus acusaciones (hay elementos y testimonios concordantes que permiten suponerlo) lo esperan varios años de prisión.
En 2018, la actriz Evan Rachel Wood declaró ante un comité del Congreso de Estados Unidos en una de las audiencias previas para la preparación de una ley que establece derechos para las víctimas: “Mi experiencia de violencia doméstica incluyó abuso mental, físico y sexual. Comenzó lentamente pero luego se intensificó. Hubo amenazas contra mi vida, manipulación psicológica, lavado de cerebro, despertarme siendo violada y, la peor parte, rituales enfermizos de atarme manos y pies para ser torturada mental y físicamente hasta que mi abusador sintiera que ya ‘le había demostrado mi amor’. En esos momentos sentí que me podía morir. No sólo porque él me decía: ‘Podría matarte ahora mismo’, sino porque me sentía separada de mi cuerpo. Tenía demasiado miedo para escapar y pensaba que él me iba a encontrar”. La actriz no dio, en ese momento, el nombre de su abusador. En las redes sociales comenzaron las especulaciones. Se pusieron a repasar su pasado amoroso y se mencionaron a los novios que se le habían conocido. El principal sospechoso era Marilyn Manson.
Pero pasaron más de dos años hasta que Rachel Evans Wood pudo ponerle nombre. Lo hizo a través de una declaración y de posteos en las redes sociales. Aquello que era un rumor se convirtió en certeza. El señalado era el músico. Tras esta denuncia se encadenaron varias más. Ex parejas estables y ocasionales de Manson se reunieron y compartieron sus experiencias traumáticas. Evan Rachel Wood, la también actriz Esmé Bianco, la modelo Sarah McNeilly, Ashley Morgan Smithline y Ashley Walters son las que participaron. Descubrieron que eran muy parecidas. Luego se presentaron ante la justicia y ante la prensa. Con el paso de las semanas se agregaron otras con sus testimonios aunque algunas prefirieron permanecer en el anonimato.
Las consecuencias fueron inmediatas. La discográfica dejó de promocionar su último lanzamiento y rescindió el contrato, su manager renunció, dos series televisivas (American Gods y Creepshow) eliminaron las participaciones especiales que él iba a tener y muchas radios dejaron de pasar sus temas.
El artista emitió un comunicado oficial negando las imputaciones: “Obviamente, mi arte y mi vida han sido durante mucho tiempo imanes para la controversia, pero estas afirmaciones recientes sobre mí son horribles distorsiones de la realidad. Mis relaciones íntimas siempre han sido con consentimiento mutuo y con personas de ideas afines. Es la verdad, independientemente de cómo y por qué algunas personas ahora eligen tergiversar el pasado”.
Luego de eso, Manson bajó el perfil público. Casi no realizó presentaciones. Sólo apareció junto a Kanye West, otro provocador, en dos ocasiones. En una de ellas se les sumó Justin Bieber. La batalla, ahora, será judicial. A fines de noviembre del año pasado la policía allanó su casa para comprobar ciertas circunstancias mencionadas en las denuncias de las mujeres involucradas. Aunque no se conoce en detalle el resultado del procedimiento (nadie se sorprendería si se encontraran elementos relacionados con el nazismo, material porno, elementos SBDM y drogas varias- sin olvidar que la posesión de la mayoría de esas cosas no constituye delito alguno), sí trascendió que hallaron algo que aparece en cada relato: La Habitación de las Chicas Malas.
Marilyn Manson, en Hollywood, vivía en lo que había sido la sede de un sello discográfico. Había algunas salas que oficiaban de estudios de grabación. Una de ellas, más pequeña, quedó casi intacta, no fue modificada. Era una especie de cabina de vidrio insonorizada que servía para grabar música electrónica. Esa cabina fue transformada por Manson en una especie de celda de confinamiento solitario en la que desterraba a sus novias y relaciones femeninas que no se portaban bien o que cometían transgresiones según sus propios y enroscados parámetros. Allí las dejaba durante horas, a veces desnudas, haciéndolas sufrir, sin dejarlas salir para comer o ir al baño, maniatadas, mientras las agredía verbalmente o las amenazaba, reteniéndolas contra su voluntad.
Estas revelaciones y muchas otras consigna una investigación periodística exhaustiva que realizaron Kory Grow y Jason Newman para la revista Rolling Stone. La nota titulada Un Monstruo Oculto a la Luz del Día fue publicada en noviembre en Estados Unidos y en español en el número de diciembre de la edición argentina. Allí se acumulan los testimonios de sus víctimas, de testigos y colaboradores. Al músico se lo llama siempre por su apellido real, Warner.
El artículo, con más de cincuenta fuentes y muy bien documentado, adolece de lo aquello que suele ocurrir con este tipo de actuaciones públicas. Mezcla mezquindades, excentricidades, actitudes reprochables y delitos. Todo lo que está mal en la vida de Manson se mezcla y sirve como fundamento para la acusación.
Sus detractores se quejan de que Manson se valió de la libertad de expresión en su época de apogeo a mediados de los noventa y a principio del milenio, como si lo que ocurrió después habilitara para restringir a priori esa libertad. O protestan porque la misma revista había llevado a su tapa a Manson en varias ocasiones o que luego de la declaración de Evan Rachel Woods en la comisión legislativa los medios no hubieran dicho que se refería a Manson; olvidan, en este caso, que la víctima eligió no hacerlo y que los medios deben actuar con responsabilidad y no hacerse eco de un rumor.
Brian Wagner nació en Ohio en 1969. Muchos son los que buscan en su infancia la causa de sus conductas privadas una vez que alcanzó la fama. Algunos culpan al abuelo que tenía el sótano repleto de material pornográfico, otros a un padre que no le prestaba demasiada atención y era especialista en proferir frases soeces y están también los que señalan a la madre.
Wagner en su juventud comenzó a escribir en una revista musical. Luego con unos amigos formó una banda, con la que hacían shows en lugares pequeños y grababa cassettes caseros. Desde el principio se preocupó por la cuestión escénica, por la imagen, por sus ropas extravagantes, el maquillaje cargado, por provocar. Pero no dejaba de ser una estética gótica. La música era metal con toques industriales.
En los primeros shows como el público era escaso les pedían a sus fans que dejaran los datos personales para después comunicarse con ellos. En tiempo de incipiente correos electrónicos, el músico aprovechaba para recibir y enviar material de contenido sexual con sus fans. El primer disco de Manson, Portrait of an American Family cerraba con la canción Misery Machine. En ella se incluía un mensaje grabado en un contestador telefónico por una madre de sus fans: “Quiero a mi hijo fuera de su lista de correo. Me he puesto en contacto con la oficina de correos sobre el material pornográfico que están enviando a mi hijo. No quiero que nos envíen nada más. Si recibo algún material más de esta banda iré a mi abogado. Gracias y adiós”.
Para esa época ya había elegido su nombre artístico. Marilyn Manson. Un ícono de Hollywood, de la sensualidad y de la sexualidad, con un aura trágica y el apellido de un asesino serial, que misteriosamente, se convirtió en objeto de fascinación y de consumo cultural. Cuando la legión de seguidores fue masiva, jugó con el concepto de Familia tal como se llamaban entre sí los cófrades del Clan de Charles Manson.
En 1993, Trent Reznor lo contrató para su discográfica. El líder de Nine Inch Nails también llevó a Marilyn Manson como soporte en su gira por Estados unidos. El disco debut vendió bien aunque el primer gran éxito llegaría con el siguiente, un EP que contenía un cover de Sweet Dreams de Eurythmics. Después saldría su segundo álbum y el suceso masivo. Los medios se mostraban fascinados con su imagen y su mensaje provocador. Funcionaba. Porque a cada manifestación de Manson le sucedía la de un grupo ultraconservador que se le oponía. Y el escándalo se mantenía. Él escandalizaba rompiendo biblias en escena, haciendo referencias sexuales, con videos que mostraban escenas de violaciones, confrontando con los valores tradicionales. Era un provocador que bordeaba el escándalo con referencias veladas (o no tanto) al nazismo (algunos vieron en su casa un barril de Zyklon B expuesto como una antigüedad), al sadomasoquismo y al gore. En el escenario se simulaban agresiones y hasta relaciones violentas con mujeres que rozaban la violación.
El original de ese Ep incluía algunas grabaciones que la discográfica consideró inaceptables y que decidió eliminar muy poco antes de que el disco ingresara a prensa. En uno de esos tracks se escuchaba lo que decía el chofer de Manson, un secuaz de sus salidas junto al guitarrista de la banda, a una chica con la que estaba manteniendo relaciones sexuales y golpeándola –se escuchan golpes y cadenas y gemidos y gritos de dolor de la joven-: “¿Te gusta, no?”. Y el clamor de ella rogándole que la matara, que su vida no valía nada. En otra grabación casera (grababan las relaciones con las chicas sin que las involucradas supieran) una joven describía cómo había abusado de un niño de seis años. Ambas pistas se llamaban Abuse.
Con Trent Reznor la relación terminó mal. Se pelearon e intercambiaron dardos a través de los medios. Pero cuando Manson publicó su autobiografía contó que juntos habían abusado de una chica. Reznor negó la acusación, afirmó que se trataba de un invento y dijo: “Es un tipo malicioso y pisará la cara de cualquiera para tener éxito y cruzar cualquier línea de la decencia”.
En 1999 todo pareció cambiar. La Masacre de Columbine lo puso en el ojo de la tormenta. Lo acusaron de ser el inspirador de los chicos asesinos que mataron a doce estudiantes. Que su música los había empujado a la masacre. Manson desestimó las acusaciones (los culpables de la masacre ni siquiera escuchaban sus discos). Tuvo su gran tribuna en Bowling For Columbine, el documental de Michael Moore. Allí se defendió. Lo hizo con tino, sin provocaciones absurdas y separando su acto de la vida privada. Demostró que sus acusadores lo habían elegido a él de antemano. Lo que Moore no comprendió es que si la acusación de los ultraconservadores que lo señalaban era absurda, eso no convertía a Manson en paradigma de nada. Pero paradójicamente esas declaraciones y la sobreexposición desarmaron el personaje y muchos lo vieron de manera diferente a partir de ese momento. Ese personaje provocador se convirtió con el paso del tiempo en una caricatura. O tal vez siempre lo fue y recién en ese momento se lo vio.
Lo cierto es que en su vida personal la misantropía lo había ganado definitivamente. Su conducta era errática, incomprensible y en muchos casos delictiva. Las acciones con sus parejas, según la mayoría de los testimonios, se asemejan. Rose McGowan que fue su pareja cuando ella tenía 24 años dijo que con ella no tuvo ninguna conducta abusiva. Pero, al ser una de las referentes del Movimiento Me Too a través de su actuación en el caso Weinstein, también afirmó que acompañaba a las víctimas y les creía. Ditta Von Teese fue la otra expareja que afirmó que no tenía ningún delito para denunciar: “Los detalles que se han hecho públicos no coinciden con mi experiencia personal”. Ambas aclararon que la relación se acabó por el consumo desbocado de drogas por parte de él.
Las mujeres que lo denunciaron tardaron años en poder hacerlo. Tuvieron que superar el dolor, el miedo y hasta la culpa que sentían. Una de ellas Sarah McNeilly le dijo a la Rolling Stone: “La violencia física fue casi un alivio. La mierda mental por la que te hace pasar, que infecta tu cerebro, solo querés que pare alguna vez”.
Tras la declaración de Evan Rachel Wood, otras de las ex parejas de Manson se comunicaron entre sí y compartieron sus experiencias. Sintieron que todas habían pasado por situaciones similares. Agresiones, encierros contra su voluntad, amenazas de muerte, despertarse encontrándose atadas y siendo violadas por él. Otras contaron que las drogó y las entregó a amigos suyos. Todas pudieron describir a la perfección La Habitación de las Chicas Malas. Ashley Walters, una de ellas, contó sobre ese encuentro entre exparejas de Manson: “Una vez que empezamos a hablar nos fuimos poniendo pálidas, creo que todas pensamos: Eso también me pasó. Creía que era la única”. Esmé Bianco, actriz de Game of Thrones, mantuvo con el músico una relación de dos años. Narró las vejaciones que sufrió. Fue mordida, cortada, azotada y hasta electrocutada sin su consentimiento. Además de sufrir varias violaciones. El episodio final, el que quebró su renuencia a escapar y cuando sintió que su vida estaba en serio riesgo, se dio después de una discusión en la casa de Manson. Él la empezó a perseguir con un hacha con la que abría boquetes en las paredes mientras la amenazaba.
“No sé qué tipo de dolor experimenta. Pero lo único que quiere es que la gente sienta ese dolor una y otra vez”, dijo Sarah McNeilly.
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