“No te preocupes por nada, porque cuando te saquen la tetita, aprovechás para ponerte una bien grande de un lado, te levantás bien la otra y estás para matar, nena”, la consuela “Marta, la trágica” en uno de los videos. Mariana -completamente pelada después de varias sesiones rojas de quimio, “las demoledoras”-, le contesta amorosamente pero desata, igual, el espanto: “No, yo no me voy a reconstruir, no me voy a poner una prótesis”.
“¿Cómo que no te vas a reconstruir? -se subleva “Marta, la trágica”, y sigue opinando-. “¿Cómo es eso que vas a andar con una teta sí y una teta, no? ¿Qué tipo de mujer vas a ser? ¿Una freaky? ¿Un fenómeno de circo? ¿Vos pensaste en tu marido?”.
Mariana Cabrol es actriz, docente de teatro, tiene 42 años y cáncer de mama. “Marta, la trágica” -también es ella pero con peluca- es el personaje que creó para parodiar las escenas típicas con las que conviven las mujeres con cáncer. Ese alguien que, por no saber qué decir, minimiza - “ah, te vas a quedar pelada, no importa, es pelo, crece”-. Ese alguien que se larga a llorar desconsoladamente cuando se entera: “¿Tenés c..c...c? ¿por queeeé? ¿Qué hicimos? ¡Morir así!”, se desmorona Marta.
“Esa fue una de las razones por las que empecé a hacer los videos: lo que la gente me devolvía cuando yo decía que tenía cáncer. Se me ponían a llorar literal, se me colgaban del cuello, como que se despedían, y yo terminaba consolando a la gente que lloraba porque yo tenía cáncer. Era devastador, me dejaba muy angustiada y después me daba bronca”, reconoce Mariana mientras conversa con Infobae desde Traslasierra, Córdoba, donde vive.
“Así que Marta representa un poco a todos los que acompañan a una persona con cáncer. También hay una Marta trágica dentro de cada una de nosotras”, se ríe. “Mucha gente que me acompañó, pobres, son un poco Marta, pero han ido aprendiendo. También yo fui aprendiendo”.
Mariana es la creadora de @soyliminal, la cuenta de Instagram que nació tras el cáncer de mama que le diagnosticaron en plena pandemia. Desde allí y junto a sus amigas y su compañero de vida hace humor con situaciones que vivió: desde los cambios ánimo drásticos después de las quimioterapias hasta lo que bautizó “MOM”, o sea, “momentos oncológicos de mierda”.
¿Qué califica como un MOM? Amigas -con buenas intenciones, siempre- pidiendo comida y helado para ponerle onda hasta que una se aviva de que no es una gran idea para una persona que no para de vomitar.
Un bultito ahí
Fue en agosto de 2020, cuando nadie quería acercarse a un hospital, que Mariana se tocó un bulto evidente en la mama izquierda. “Me revisaron y me sugirieron que fuera a ver a un mastólogo, algo no se veía bien. Soy una persona que se hace los controles todos los años, no es que me dejé estar. Me había hecho una mamografía a fin de año y en agosto ya tenía una bola gigante”, cuenta Mariana, en el Día Internacional de lucha contra el Cáncer de Mama.
Tres meses de espera, intuyendo lo que se venía, hasta que llegó la confirmación. Era un cáncer triple negativo, uno de los más agresivos. “Y bueno, cuando te enterás se para todo, todo se derrumba. Te enfrentas con la muerte directamente”, cuenta, también para mostrar que no es un ser elevado que se rio siempre: que se rompió toda antes de poder procesar con humor lo que le estaba pasando.
“Fue un parate obligatorio, de todo. Y también donde empezás a poner las prioridades en orden, todo lo que no importa, lo sacás. Pude dejar el trabajo, el WhatsApp...un montón de cosas que pensamos que no podemos dejar, bueno, las dejé”, sigue. Dejó también los tratamientos de fertilidad, lo que hizo que “suelte toda esa...no sé si era obsesión, pero tal vez mandatos. Todas esas cosas que se suponen que las mujeres tenemos que hacer de repente me parecían secundarias. Y bueno, navegué en las oscuridades más profundas”.
Como el tumor era muy grande, primero le hicieron una quimioterapia neoadyuvante (la que se hace antes de la cirugía). “Hice cuatro sesiones de quimioterapia fuertes, las rojas, las oncológicas van a saber de qué hablo”, les hace un guiño. Después, explica para el resto: “Son las que te voltean, donde se te empieza a caer el pelo, donde estás descompuesta muchos días, donde te tenés que entregar a fluir por el inframundo”.
Pero hace tres meses, a mediados de las 12 quimios “blancas” (las más suaves) que se suponía que seguían, el tumor volvió a crecer por lo que no sólo tuvieron que adelantar la operación: en vez de sacarle sólo el tumor le tuvieron que hacer una mastectomía y extirparle una mama completa.
“Yo decidí no reconstruirme, quedarme con una teta sí y una no. No quería entrar al quirófano de nuevo...por una teta”, desanda Mariana, que ahora tiene, en vez de silicona, 30 centímetros de cicatriz. “La propuesta médica era ponerme una prótesis, nadie me dijo que tenía la posibilidad de no hacerlo. Me costó, claro, porque los mandatos de belleza hacia las mujeres nos dicen que, obviamente, tenemos que tener dos tetas. Es un duelo perder una teta, lo recuerdo cada día, pero no siento que por ponerme una prótesis ese duelo vaya a desaparecer”.
Fue en el epicentro de todo que Mariana empezó a hacer los videos, que edita su hermano desde Buenos Aires. “No es que se me ocurrían después, ‘ah, listo, ya todo pasó, ahora me puedo reír de mi cáncer’. En el medio de las peores crisis pensaba ‘o muero y caigo en la desgracia o trato de transformarlo en humor’”.
Humor también es crítica: hacia las Martas que opinan sobre los cuerpos ajenos, hacia las obras sociales y la burocracia por dejarlas esperando en el teléfono, hacia el eufemismo de ponerle un símbolo rosa al cáncer de mama, lo mismo -piensa ella- que llamarlo “una larga y penosa enfermedad”.
Hay, también, videos hipersensibles en su cuenta: especialmente uno en el que Mariana, pelada, se apoya en la espalda de su compañero, después en una amiga, en otra, en su perro: la forma de decirles “yo no puedo transitar esto sola”.
La radioterapia, después de la cirugía, la impulsó a crear un personaje en el que se convierte en una mujer radiactiva con superpoderes domésticos (no salva al mundo pero levanta el termo con la vista). “Cada vez que iba a hacerme rayos y los técnicos salían corriendo y se escondían detrás de una puerta de plomo, pensaba ‘mmm… esto es sospechoso’”, se ríe. El humor que hace lo hace porque puede - “yo tengo cáncer, no me lo contaron, eso me habilita a poder jugar y reírme de esto”-.
Sus amigas llaman a su estado “inmunidad oncológica”. “Nadie me hace reclamos ni cuestionamientos. Yo puedo reírme de mi cáncer y de los efectos secundarios del tratamiento, faltar a una reunión sin aviso, no ir si no tengo ganas, irme sin saludar, decir ‘no puedo’, ‘no tengo ganas’, ‘no quiero’. O sea, un montón de cosas que están buenísimas, no deberíamos llegar a estar enfermas para poder hacerlo”.
Sus seguidoras (casi 4.000, por ahora) son, la mayoría, mujeres con cáncer de mama. Lo que sucede entre ellas es la identificación total: “A mí también me pasó que se me colgaran del cuello para despedirse”, “a mí me sacaron las dos tetas, soy candidata para el circo”, “gracias por dar voz a las que elegimos vivir con una sola teta”.
No es que pasó, se salvó y ya lo ve con distancia. No, porque Mariana sigue en tratamiento, ahora con quimioterapia oral. “A mí me sirvió para desdramatizar, generarme risa a mí. Me sirvió poder nombrarlo, decir ‘cáncer’, porque lo que no se nombra tiene más poder. Y después para que mi entorno también se sintiera aliviado, porque hay cosas que de verdad son surrealistas”, se despide. “Es cierto que es una enfermedad mortal, pero eso no significa que nos vamos a morir. Ver que también nos podíamos reír un poco de lo que estaba pasando fue beneficioso para todos”.
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