Músico de rock, autor de algunos hits, protagonista de una película de culto que conmovió a varias generaciones de jóvenes, impulsor y obstinado organizador de eventos benéficos que lograron reunir estrellas de la música como nunca antes, uno de los que más hizo por concientizar de la pobreza extrema en África, Caballero de la Corona, carne de tabloide, señalado por la muerte de otra estrella de rock, y sobreviviente de varias tragedias familiares.
Bob Geldof, el líder de The Boomtown Rats, el actor de The Wall, el compositor de Do They Know It’s Christmas, el creador de Live Aid, el marido de Paula Yates, el padre de Peaches, el adoptante de la hija de Michael Hutchance y Paula Yates, cumple 70 años. Una vida que parecen muchas.
En 1975 formó su primera banda, The Boomtown Rats. Al principio se volcaron al punk. Pero el viraje hacia el New Wave les dio sus dos hits, las únicas dos canciones que lograron hacer escalar hasta el primer puesto de los charts ingleses. Rat Trap fue el primer tema new wave en ser número uno. Después vendría I Don’t Like Mondays.
La canción, su mayor logro artístico, generó polémica. Está basado en la historia de Brenda Ann Spencer, una joven que fue la autora de una masacre en un colegio de San Diego. Mató un empleado y al director de la escuela e hirió a ocho alumnos y un policía. Cuando fue detenida y le preguntaron por qué había disparado, qué la había llevado a disparar a mansalva, la chica respondió: “No me gustan los lunes” (I don’t like Mondays).
Geldof lo escribió en Is That It?, su autobiografía temprana. Y Roger Waters lo cuenta divertido en cada entrevista que le hacen sobre el tema. Después de llegar a Londres en avión, Bob toma un taxi en el aeropuerto. En viaje recibe un llamado telefónico. Es su manager contándole que le ofrecieron el papel principal en la película Pink Floyd’s The Wall.
Geldof lo rechazó de plano. Respondió que no estaba interesado porque aborrecía la música de Pink Floyd. La respuesta llegó a oídos de Waters de inmediato: el taxista era su hermano John. Sin embargo, si tenemos en cuenta la época en la que hipotéticamente tuvo lugar la escena, nos damos cuenta que los celulares –única manera que tenía el taxista de escuchar la charla- no eran frecuentes todavía entre los ciudadanos, lo que convierte la situación en inverosímil.
Sin embargo la tensión inicial y el recelo entre ambos existió. Roger Waters iba a ser el protagonista pero Alan Parker creyó que su nivel actoral era paupérrimo. La elegante salida que encontró el director fue: “Roger está demasiada cerca del material, no tiene la suficiente distancia como para poder encararlo frente a la cámara”. La película fue un éxito y se convirtió en un clásico de culto. Muchos creían que significaría el lanzamiento definitivo de Geldof, que el camino para convertirse en una súper estrella estaba despejado. Pero los hits no llegaron.
Sin embargo muy pocos años después, todo el mundo, literalmente, conocía a Bob Geldof. Se convirtió en el gran benefactor del rock, en el filántropo inclemente.
Una noche de 1984 mientras veía televisión con su novia Paula Yates un informe de la BBC cambió su vida. Hablaba del hambre en Etiopía. Llamó a su amigo Midge Ure, vocalista del grupo Ultravox y le propuso escribir una canción, convocar grandes figuras para la grabación y donar las regalías recaudadas para paliar el hambre en ese lejano país.
La idea, aunque hoy suene trillada, era novedosa en ese entonces. Y hasta algo audaz: ni Ure ni Geldof tenían la estatura artística y comercial de los llamados. El rock no tenía desarrolladas prácticas solidarias. Nadie quería quedar como débil en el mundo del descontrol. La práctica habitual era el cinismo. El resultado del entusiasmo de Geldof fue Do they know is Christmas?, un single que fue un gran suceso y que contó con la participación de importantes figuras musicales británicas: Sting, Bono, Phil Collins, Boy George, George Michael y decenas de personajes más.
El single llegó al número uno en la navidad de 1984. El modelo fue emulado muy pocos meses después en Estados Unidos. Michael Jackson y Lionel Ritchie escribieron We are the world y junto a Quincy Jones aprovecharon su poder de convocatoria y la noche de los Grammy para meter en un estudio a glorias tales como Springsteen, Dylan, Stevie Wonder, Paul Simon, Ray Charles, Billy Joel y muchos más.
Esa noche Quincy Jones le presentó a su elenco único al inspirador de USA for Africa: Bob Geldolf. Bob tomó un micrófono y descerrajó un furibundo discurso sobre el hambre en África, brindó cifras escalofriantes e instó a la acción. Cuando terminó lo aplaudieron. Unas pocas horas después volvió a tomar el micrófono sin que nadie se lo diera. A los gritos empezó a quejarse por el lujoso catering que estaban consumiendo. Contó que cuando grabaron en Inglaterra, él mismo fue hasta una casa de comida rápida a conseguir comida para todos. En medio de sus insultantes palabras alguien lo interrumpió para aclararle que el catering había sido donado por una empresa. Bob, esa noche, no volvió a dirigirse a los demás a través del micrófono.
La siguiente hazaña de Geldof fueron los recitales del Live Aid. El festival en Londres y Filadelfia que reunió a (casi) todos los grandes de ese tiempo. Las fotos finales en cada escenario con ese elenco extraordinario reunido todavía llaman la atención.
En marzo de 1985 se reunió con Harvey Goldsmith, el más importante promotor británico de rock. Le propuso realizar un recital simultáneo en dos continentes con las mayores atracciones del mundo de la música. Goldsmith trató de desalentarlo. Le dijo que era imposible juntar a tanta gente, que la coordinación entre Estados Unidos y Europa iba a resultar muy dificultosa, que la ingeniería de producción exigía muchísimo tiempo, tal vez años. Geldof asintió con la cabeza y cuando Goldsmith terminó de hablar, le dijo: “Creo que el 13 de julio es una buena fecha. Ya averigüé que Wembley está libre”. Esa misma tarde una discográfica le cedió una oficina y Geldof comenzó a trabajar.
Lo primero que hizo fue contactar a Bill Graham, el mítico promotor musical norteamericano. Él sería el hombre clave al otro lado del Atlántico. La experiencia y los contactos de Graham allanarían el camino.
El éxito de los singles benéficos había ablandado a algunas figuras que meses antes se habrían opuesto a participar en algo así. El prestigio de los nombres involucrados empujaba a otros a unirse. Pero nadie quería pasarse de la raya. Su negocio, en parte, consistía en seguir siendo “chicos malos”. El rock todavía no tenía desarrollado el músculo de la solidaridad. Si bien no era el primer show benéfico (el precursor fue el Concierto por Bangladesh de George Harrison), la movida era riesgosa.
Geldof utilizó un recurso, obvio y antiguo, pero de gran eficacia. A cada gran nombre que contactaba le aseguraba que otros ya habían aceptado y remataba la propuesta con una pregunta: “¿Vos te vas a quedar afuera?”. Así a Sting le dijo que Elton John y Billy Joel ya habían aceptado pero cuando se comunicó con Elton le informó que los dos primeros que se habían subido al show habían sido Sting y Billy Joel.
Consiguió que la BBC suspendiera durante 14 horas sus programaciones habituales radiales y televisivas para transmitir cada instancia del Live Aid. Cuando promediaba el festival, lo entrevistaron en directo. El conductor televisivo leía direcciones postales a las que se podían enviar cheques. Geldof enojado, le sacó el micrófono y le gritó: “Decí los teléfonos de mierda”. Sabía que por vía telefónica todo era más veloz.
Pero no le alcanzó y antes de dejar el aire miró a cámara y le habló con furia, con los ojos cargados de odio, a la audiencia: “Donen. Manden su puta plata”. Los teléfonos empezaron a sonar sin parar.
Muchos pensaban que serían denuncias de los televidentes porque en la BBC en dos minutos se reprodujeron más insultos que en toda su historia. Sin embargo era gente que había sido sacada de su letargo, ciudadanos ingleses que llamaban para donar dinero para la gente que se moría de hambre en África. A partir de su intervención televisiva el ritmo de donaciones se triplicó.
Tras ese momento dejó de ser Bob Geldof. Pasó a ser Sir Bob Geldof. La Reina lo nombró Caballero del Imperio por su obra humanitaria. El saldo más importante fue, más allá del dinero recaudado, el de demostrar que las estrellas de rock podían trabajar para causas nobles y que el mensaje sobre el drama en el continente africano se instaló con contundencia en la sociedad; gobiernos y grandes empresas empezaron a ser conscientes de la necesidad de actuar. El Live Aid abrió nuevos caminos y expandió un mensaje.
Tiempo después hubo denuncias de que los fondos recaudados fueron utilizados en Etiopía para comprar armas y para dirimir conflictos internos del país. Geldof salió a desmentir la cuestión y a defender su labor. En el camino fue nominado varias veces al Premio Nobel de la Paz. Su tarea continuó. Dos décadas después organizó el Live 8, otro mega festival. Participa de las discusiones públicas y su relación con los grandes líderes mundiales y empresarios es fluida y persistente.
Cada tanto el cantante se queja amargamente de que sus labores filantrópicas opacaron su carrera como músico, que el público ya no pudo ver más de él que ese aspecto y se invisibilizó su producción artística. Dijo, textualmente: “De no ser por el Live Aid yo hoy sería como Sting o Paul Weller”. Parece una (gran) exageración.
Publicó cinco discos solistas y hace dos años volvió a reunir a los Boomtown Rats. Tal vez, el mejor ejemplo de lo que fue su carrera solista se dio en Italia quince años atrás. El anuncio de una gira por todo el país con mucha promoción detrás. Apenas llegó hubo que suspender algunas funciones. El show principal sería en la Arena Civica de Milan, un estadio cerrado con capacidad para 12.000 personas. Pero en el momento en que debía comenzar el recital sólo 45 personas habían pagado por su entrada. Geldof se negó a tocar para un auditorio tan reducido. Como compensación salió a conversar y a firmar autógrafos a cada uno de los presentes.
Sus grandes hitos profesionales son evidentes y fácilmente identificables. Uno sólo de ellos hubiera alcanzado para cimentar una carrera. Los hits con los Boomtown Rats, el protagónico en The Wall, la canción solidaria-navideña, los mega festivales solidarios, conseguir que Occidente tomara noción del hambre en Etiopía.
Su vida privada fue agitada y las desgracias lo merodean hace décadas.
Conoció a Paula Yates cuando ambos eran muy jóvenes. Ella estaba obsesionada con ese cantante de rulos largos que lideraba a los Boomtown Rats, entonces una banda punk. Comenzaron una relación tempestuosa. Ella se convirtió en una conocida modelo y conductora televisiva. Tuvieron tres hijas. A la primera la llamaron Fifi Trixibelle. La segunda, nacida en 1989, fue Peaches Honeyblossom. La tercera Little Pixie, nació un año después. Si los otros nombres eran extravagantes, la historia de éste supera al de sus hermanas. Pixie era el nombre de un personaje de un programa televisivo que era un éxito a fines de la década del ochenta. Lo curioso es que se llamaba así de manera paródica, era una burla a los nombres que la pareja Geldof-Yates elegía para sus hijas.
La pareja estuvo junta 19 años. Paula empezó a tener severos problemas con las drogas. En 1985 conoció a Michael Hutchence en su programa de televisión, en el que entrevistaba a grandes estrellas sobre una cama. Una década después, Paula dejó a Geldof por el cantante de Inxs. Fue un escándalo enorme. Antes del anuncio oficial, los rumores databan de años. Geldof fue abandonado públicamente. Los tabloides ingleses llevaron el tema a su portada durante semanas. Las guardias periodísticas parecían no tener fin.
Hutchence y Yates tuvieron en julio de 1996 una hija, Heavenly Hiraani Tiger Lily Hutchence. Las adicciones y la depresión los ganaron, hicieron su trabajo. Sus vidas se desmoronaban en vivo y en directo. Cada tropiezo era una tapa de revista, un programa de chimentos.
Geldof exigió judicialmente la custodia de sus tres hijas. La lucha además de judicial, fue política (Paula Yates dijo que él la amenazó con hacer intervenir a sus poderosos contactos) y mediática. Geldof obtuvo la custodia. Además, como no podía ser de otra manera, encabezó un movimiento público en favor de los padres alejados de sus hijos, para que los padres solteros y divorciados obtuvieran un mayor reconocimiento en las sentencias judiciales.
Un nuevo cimbronazo se produjo el 22 de noviembre de 1997. En la soledad de la madrugada de un hotel australiano, Michael Hutchence empezó una ronda de llamados, la última que haría en su vida. El primero a Bob Geldof. Fue una comunicación muy breve. Posiblemente Bob haya cortado apenas escuchó que el que hablaba era un Hutchence alcoholizado y a las 5.30 de la madrugada. Luego habló con Paula, que le confirmó que no podría viajar a Australia; el juicio recién tendría sentencia a mediados de diciembre. Michael le dijo que él le iba a rogar a Geldof que la dejara viajar con las cuatro hijas.
Minutos después, otro llamado a Geldolf. Hubo gritos, discusiones, insultos. El huésped de la habitación de al lado en el hotel contó que escuchó discutir airadamente a Hutchence a esa hora. Geldof, tiempo después, recreó ese llamado contando que Hutchence lo había insultado y amenazado a los gritos, que le había rogado que permitiera viajar a las chicas. Dijo, también, que no lo notó depresivo. Unas horas después, el cantante de Inxs apareció muerto en su habitación. Se había colgado con un cinturón.
Tres años después, Paula Yates murió por una sobredosis tras años de ostensible deterioro. Bob Geldof pidió la custodia y adopción de la hija de Hutchence y Paula Yates. Quería que la chica se criara junto a sus hermanas. Unos años atrás, la chica pidió ante un juez incorporar el Geldof como apellido.
Hace poco la televisión inglesa estrenó un documental sobre la primera banda de Geldof. Los periodistas le preguntaron al cantante si le producía escozor ver las imágenes de Paula de joven, se los veía abrazados, besándose, felices. Bob respondió que de ninguna manera, que si bien el final había sido muy duro, ellos se habían amado, habían compartido hermosos momentos y tuvieron tres hijas.
El último gran golpe llegó en abril del 2014. Su hija Peaches de 25 años murió por una sobredosis de heroína. Las señales habían sido muchas. Varias internaciones previas, sobredosis sin desenlaces fatales, un infarto por exceso de consumo a los 23 años. Peaches no pudo esquivar el linaje destructivo de su madre. Quedó atada a ella, a su historia, a sus consumos, a su destino terrible y prematuro. Repitió adicciones, matrimonios múltiples y complicados, maternidad temprana que en algún momento pareció la tabla de salvación, pero que no alcanzó.
Bob Geldof dijo que había que seguir adelante, con el dolor en medio del pecho, llorando cada día, con el alma destrozada, tratando de entender lo inexplicable.
En 2018 volvió a reunir a los Boomtown Rats. Y editó un compilado de sus mejores canciones. A los 70 años está casado con la actriz francesa Jeanne Marine, cuya relación ya lleva casi dos décadas. Es empresario. Y sigue involucrado en cada causa benéfica que se le cruza por delante.
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