El viernes 26 de septiembre de 1941 un avión de la Fuerza Aérea alemana tomó fotografías de Babi Yar donde pueden verse las tierras labradas, despejadas, y al costado unos tupidos bosques. Entre la zona agrícola y el bosque hay un enorme barranco.
Baby Yar está al noroeste de Kiev, la capital de Ucrania. Apenas 48 horas después de tomar las fotos aéreas, el alto mando alemán del Ejército del Sur, daba una orden que debían cumplir todos los ciudadanos judíos de Kiev, tanto hombres, como mujeres y niños. A la mañana siguiente, el domingo 28, debían congregarse todos para ser trasladados.
Por altoparlantes y con carteles pegados, muchos de ellos por policías ucranianos, los ocupantes anunciaron:
“Todos los judíos residentes en Kiev y sus alrededores deben presentarse mañana lunes a las ocho de la mañana en la esquina de las calles Melnikovsky y Dokhturov. Deben portar sus documentos, dinero, objetos de valor y también ropa de abrigo. Cualquier judío que no cumpla estas instrucciones y que sea encontrado en algún otro lugar será fusilado. Cualquier civil que entre en las propiedades evacuadas por los judíos y robe sus pertenencias será fusilado”.
En esa esquina estaba el cementerio judío.
No les indicaban el destino, pero sí les hicieron circular la versión de que se trataba de un “reasentamiento”. Hacia 1939, dos años antes de los hechos relatados en esta crónica, la población judía de era de aproximadamente 175.000 personas, uno de cada cuatro habitantes de Kiev era judío.
Las noticias que llegaban sobre el accionar de los alemanes produjeron una reducción muy grande en esa comunidad. Muchos huyeron en barcos por el río Dnieper para llevar al Mar Negro y de allí, clandestinamente, adonde pudieran. Otros huyeron en carretas o autos.
Al momento de esta proclama, la comunidad judía había descendido a unas 50.000 personas.
El terror en Kiev había tenido, el sábado previo al bando convocando a los judíos, una página de alto impacto. El general de las SS Kurt Eberhard, uno de los jefes del frente sur, junto al comandante de la policía militar, Friedrich Jeckeln, se presentaron ante un hospital psiquiátrico ubicado en Babi Yar que albergaba 752 pacientes y ordenaron la muerte de todos los internados. Tras el asesinato en masa, pusieron un cartel que decía “Menschlicher Müll” (Basura Humana).
Barbarroja
El avance de las tropas alemanas en el frente oriental había comenzado el 22 de junio de ese año. El plan de Adolf Hitler reunía la mayor cantidad de ejércitos de tierra y de aviones de combate jamás conocido en la Segunda Guerra Mundial, iniciada dos años antes con la ocupación de todas las naciones que, para mediados de 1941, estaban bajo el poderío nazi.
Sin embargo, avanzar contra la Unión Soviética para el Führer era un desafío mayor. Había pactado una cierta paz en agosto de 1939, por la cual Polonia quedaba virtualmente repartida entre ambas potencias. El equilibrio inestable de ese entendimiento –el llamado Pacto Ribentrop-Molotov, por el nombre de ambos cancilleres- tuvo una vida efímera.
La Operación Barbarroja fue el nombre que Hitler le dio a lo que debía ser la consolidación completa de su dominio: la concreción del Tercer Reich. Fue planeada con tiempo y lanzada no bien comenzaba el verano para que José Stalin y el Ejército Rojo cayeran como un castillo de naipes en apenas dos meses. La maquinaria alemana bajo el dominio de Hitler había demostrado, en los dos años precedentes, ser invencible.
Tres grupos de ejércitos avanzaron a una velocidad inusitada por la frontera soviética. Los ejércitos del frente sur estaban comandados por un militar profesional, veterano de la Primera Guerra, y tenía la misión de llegar a Kiev antes de que terminara el verano.
Antes de que se cumpliera un mes del avance alemán, el 16 de julio, Hitler dijo a los altos mandos que Ucrania debía ser administrada por las temibles SS. A finales de agosto, la resistencia del Ejército Rojo era infructuosa. El 17 de septiembre, el general Mijail Kirponov recibió la orden de retirar las tropas que quedaban en la ciudad.
Tras un mes de resistencia, con los abastecimientos cortados, decenas de miles de soldados soviéticos muertos y más de medio millón de prisioneros, los alemanes tomaron el control administrativo de Kiev.
Efectivamente, Karl Rudolf Gerd von Rundstedt, cumplía así con el objetivo fijado por el alto mando alemán: dos días antes de que comenzara el otoño daba el parte del éxito.
El nazismo, en su alucinado y criminal racismo, pasaba de la emigración forzada, los guetos y los encarcelamientos masivos a los asesinatos en masa.
Para esa nueva etapa, había creado los Einsatzgruppen (grupos operativos, en alemán), integrados por las SS, las fuerzas operativas de alta capacidad militar que dependían directamente del Führer y del Partido Nacional Socialista. Estas unidades avanzaban con las fuerzas de ocupación en territorio soviético con una tarea precisa: matar a la población judía. Ya habían actuado en la invasión a Checoslovaquia y la de Polonia, pero con la Operación Barbarroja esas unidades toman autonomía porque debían proceder con el exterminio de las comunidades judías una vez que ocupaban el territorio.
La ocupación alemana incluía sumar a policías o militares que desertaban de las filas soviéticas y que, además, debían mostrar el mismo odio fervoroso que sentían los nazis frente a los judíos, los gitanos y los homosexuales. Es decir, los Einsatzgruppen incorporaron rápidamente a lituanos, letones y ucranianos que se sumaron a la tarea de aniquilamiento como policías auxiliares, con uniformes y brazaletes distintos a los usados por los militares alemanes pero que igualmente los identificaba como parte de la maquinaria homicida.
Los ejércitos alemanes del norte llegaron a Lituania apenas unos días antes que los del sur. Uno de los grupos operativos destinados a masacrar judíos en el frente norte, al llegar a pequeña localidad lituana de Ejszyski, el 21 de septiembre, sacó a todos los judíos del pueblo y los metió a la fuerza en tres sinagogas. También sumaron a familias judías de otros pequeños pueblos aledaños. Los tuvieron dos días sin comida ni agua. Cuando los sacaron fue para que se trasladarlos caminando a los cementerios cercanos. Previamente, abrieron fosas. Unas cuatro mil personas, de todas las edades, fueron fusiladas y enterradas allí.
La matanza de Baby Yar
Baby Yar significa El barranco de la abuela. Además del hospital psiquiátrico que aquel lunes 29 de septiembre todavía olía a sangre y pólvora, allí había una cárcel y, como su nombre lo indica, un barranco, un accidente geográfico producto de la erosión que los nazis convirtieron en patíbulo.
El autor ruso Vasily Grossman escribió que hubo dos Shoah: la perpetrada mediante las balas y la segunda, posterior, mediante el gas. Babi Yar fue un hito del genocidio a través del plomo. Para perpetrar la masacre fueron claves los 3.000 hombres que formaban los cuatro Einsatzgruppen, los escuadrones itinerantes especiales formados por miembros de las SS, y otros integrantes de la policía secreta de la Alemania nazi. Dos de los grupos se encargaron de trasladar a los judíos convocados a las 8 de la mañana al costado del cementerio. A medida que llegaban al barranco fueron obligados a dejar todas sus ropas, sus relojes y caminar en fila hasta el borde.
Los otros dos Einsatzgruppen tuvieron en sus manos, literalmente, ordenar que se quitaran ropa para luego ejecutarlos a tiros de pistola, fusil o metralleta.
Entre el lunes 29 y el martes 30 de septiembre, la fosa común se llenó con 33.771 cuerpos sin vida. Dos tercios del total de judíos de la ciudad de Kiev estaban quedaron cubiertos por una fina capa de tierra en una extensa fosa, al lado de los campos de trigo y girasol y de un extenso bosque poblado de pinos, abedules, robles y tilos.
Durante los meses siguientes, el resto de los judíos que habían logrado escabullirse fueron también muertos a tiros. En esos barrancos también murieron muchos gitanos y prisioneros de guerra.
La retirada alemana y una fuga inesperada
A mediados de 1943, tras el rotundo fracaso de la batalla de Stalingrado, los alemanes emprendieron la retirada. Los soviéticos avanzaban por el oeste hacia Kiev. Los nazis quisieron entonces borrar las huellas de Babi Yar.
Para eso se valieron de un centenar de prisioneros del campo de concentración de Syretsk, cercano al lugar de los fusilamientos masivos.
Al llegar, los prisioneros estaban seguros de que los iban a matar. Sin embargo, los esperaba la labor terrorífica. Los obligaron a excavar la fosa común para luego sacar los cadáveres que llevaban allí casi dos años, para luego quemarlos con leña que sacaban del bosque contiguo. Los cuerpos que quedaban en la profundidad de Babi Yar fueron dinamitados.
Tras seis semanas de cumplir con esas órdenes, los prisioneros sabían que si su tarea era ocultar las pruebas, sus vidas no valían nada una vez que terminaran con ese tormento. Lejos de entregarse al abandono, decidieron arriesgar sus vidas y fugarse por la espesura del bosque. Dado que por la noche les colocaban grilletes y dormían a la intemperie, la decisión fue posible porque encontraron algunos objetos de metal que les sirvieron para hacer palanca y abrir los grilletes.
Lo hicieron una noche y todos los que pudieron liberarse de los hierros salieron corriendo hacia el follaje del monte. Solo una quincena de ellos logró el cometido. El resto murió en el intento o fusilado al no poder quitarse los grilletes.
El 6 de noviembre de 1943, las tropas del Ejército Rojo entraron en Kiev. Parte de los soldados alemanes se retiró hacia el oeste, otros cayeron en combate o fueron tomados prisioneros.
En Kiev no quedaban judíos vivos.
El general de las SS Kurt Eberhard, responsable directo de la matanza de Babi Yar, logró escapar, pero en noviembre de 1945 fue capturado por soldados estadounidenses, muy lejos de Kiev y de la Unión Soviética. Quedó prisionero en Sttutgart, entonces Alemania Occidental.
El 8 de septiembre de 1947, sin haber recibido condena ni pedir perdón por los crímenes cometidos, Eberhard se suicidó.
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