Apenas llegó al casting, creyó que esa sería otra posibilidad que se le escurría. Eran muchos, muchísimos los candidatos. Su última esperanza se derrumbó cuando leyó el guión que debía interpretar. Antes del diálogo se describía brevemente al personaje: “Un carpintero apuesto”. Él se sabía capaz de interpretar cualquier tipo de personajes, toda clase de carpinteros pero nunca uno apuesto.
A pesar de su falta de confianza fue elegido. “Era imposible dejar de mirar a ese gigante, con orejas grandes, desgarbado y voz gruesa” declaró Lena Durham. Y su vida cambiaría para siempre. A partir de la serie Girls y de ese papel como novio de Lena Durham su carrera se disparó. En muy poco tiempo Adam Driver se convirtió en una estrella. Pero en una estrella imprevista, fuera de los parámetros habituales del mundo del espectáculo.
Del no encajar lo más evidente es su aspecto físico. La nariz desalineada, los ojos oblicuos, las orejas aladas y salidas. Una belleza asimétrica, un Picasso de casi dos metros, con rasgos de luchador de las estepas rusas. No es una estampa canónica pero con su singularidad triunfó no sólo en el cine sino también en el mundo de la moda y la publicidad. Las cámaras lo quieren.
Pero Adam Driver es singular no sólo por su estampa. Su forma de conducir su carrera es totalmente atípica. No hay escándalos en su cuenta ni proyectos fáciles ni cálculos fríos ni actitudes públicas señaladas con carteles de neón para hacerse notar. Alterna las grandes producciones con las independientes y tiene especial predilección por el cine de autor y arriesgado.
Es un galán inesperado, algo desenfocado, que no tendría que haber sido.
Adam Driver nació en California en 1983. Tras el divorcio de sus padres, que eran pastores baptistas, con su madre se mudaron a Mishawaka, Indiana. Después de un irregular rendimiento colegial trató de entrar a Julliard para estudiar actuación. En la secundaria había participado de varias obras pero nadie le dio demasiada importancia, ni los padres, ni los docentes. El tamiz en esa universidad es muy riguroso y Adam fue rechazado. Poco después fue el 11 de septiembre de 2001. Decidió enrolarse en el ejército, ser un marine. Tiempo después explicó esa decisión: “Todos pensamos lo mismo, todos tuvimos el mismo impulso cuando cayeron las torres. No hubo ni uno de mis amigos que no dijera que se iba a alistar, pero al final yo sólo lo hice”. Estuvo en el ejército casi tres años. Pero no entró en combate. Poco antes de que su grupo fuera enviado a una misión Adam Driver sufrió un accidente en la montaña mientras andaba en bicicleta. Se fracturó la nariz (el accidente ayudó a moldear su carrera actoral) y también el esternón. Fue dado de baja. Y una vez más intentó en Julliard. Fue aceptado a pesar de ser la universidad con menor porcentaje de ingresos de aspirantes de todo Estados Unidos.
Sus primeros trabajos fueron en obras teatrales en el Off Broadway y con papeles muy menores en las de Broadway. Mientras intentaba abrirse camino vivía en un departamento tan pequeño que más que una vivienda, dijo, parecía un placard. Tenía que trabajar de otras cosas hasta que le llegara la oportunidad. Fue plomero, vendedor de aspiradoras y empleado en algunos comercios. En esos años adoptó una dieta paleo (carnes, pollo, muchos muchos huevos) que mantiene hasta la actualidad.
En 2012 llegó el despegue con el rol de Adam Sackler, el novio de la protagonista en la serie Girls. “Mi personaje era una mezcla de poeta, rinoceronte y hombre de Neardenthal”. Simultáneamente empezaron a llegar papeles más importantes en el cine. Hasta ese momento había hecho una parte muy pequeña en la biopic de Edgar Hoover filmado por Clint Eastwood.
En muy poco tiempo, en ocho años de (intenso) trabajo Adam Driver se convirtió en uno de los grandes actores de la industria. La lista de directores que lo eligieron impresiona. Clint Eastwood, Steven Spielberg, Noah Baumbach, los Cohen, Martin Scorsese, Spike Lee, Jim Jarmush, J.J. Abrams, Steven Soderbergh, Terry Gilliam. A este lista hay que sumarle a los directores de su dos próximos estrenos: Ridley Scott y Leon Carax. Pareciera que en menos de ochos años agotó las posibilidades de conocer cómo trabajan los directores más conocidos de Hollywood.
Su carrera, estos ocho años fulgurantes, en cierto modo hacen recordar a esos primeros años de los setenta de Robert De Niro y Al Pacino. Actores jóvenes, con hambre, con el deseo de encarar personajes que los desafíen, que los incomoden todo el tiempo. Tiene presencia física, llena cada escena. Pero esa contundencia se combina con una imagen de fragilidad interior de vulnerabilidad.
“El cine es una actividad extraña, extremadamente contradictoria -dijo en una entrevista-. Es muy tediosa cuando la llevas a cabo, no es para nada glamorosa cuando se hace pero al resultado se lo vende como tal y parece que así fuera”.
No participa de las grandes fiestas de la industria pero acepta las reglas de juego. Hace las entrevistas de promoción, posa para las fotos de tapa de los grandes lanzamientos. Es amable y locuaz con los periodistas en esas situaciones. Pero tiene sus límites. Nunca ve sus películas. El trabajo para él termina en el rodaje. No soporta verse en pantalla ni escucharse. Esa costumbre ya adquirió status de manía. En medio de la promoción de Historia de un Matrimonio, en una entrevista presencial en la radio tras una pregunta pusieron al aire el teaser de la película de Netflix. En especial la parte en la que él está en un pub y se pone a cantar Being Alive. Apenas sonaron los primeros acordes a Adam la ira se instaló en su gesto. Cuando se dio cuenta lo que estaba sucediendo, en un segundo, sin escuchar explicaciones ni dar la posibilidad de que sacaron la pieza del aire, Adam se quitó los auriculares, los dejó sobre la mesa y abandonó el estudio para no regresar.
Él aclara que no son actitudes de divo. Quiere evitar que lo consideren un ingrato. Él disfruta de lo que hace sólo que pretende: “No estoy en contra de Hollywood. Para nada. Pero me interesan los buenos guiones, las historias que dicen algo. Me gusta que mi trabajo tenga algún tipo de valor, de trascendencia. En los marines aprendí que no soy inmortal. Lo esencial es el tiempo. Así que no hay que demorarse en hacer lo que nos gusta y lo que debemos”.
Hubo otro movimiento en su carrera determinante, el que le dio la popularidad además del prestigio. Adam Driver fue Kylo Ren en la últimas tres películas de la saga Star Wars. Hizo un villano con matices, con profundidad, tridimensional que fue reconocido por el público y por la crítica. Eso le dio la masividad que su carrera agradeció.
Está casado con la actriz Joanne Tucker. Se conocieron mientras estudiaban en Julliard. Desde entonces están juntos. Driver no usa redes sociales ni expone su vida cotidiana. Una de las grandes hazañas de su carrera es haber logrado que durante dos años no haya trascendido que habían tenido su primer hijo, un hecho que hoy con los celulares, las redes sociales, el exhibicionismo y la indiscreción permanente parece imposible. Combina de una manera casi única el misterio con un trabajo de altísima exposición. A veces que pareciera que trabaja tanto en mejorar sus dotes de intérprete, en preparar sus papeles como en ocultar su vida privada y en preocuparse de que Hollywood no logre romperlo.
Junto a Joanne llevan adelante una fundación llamada AITAF (Arts In The Army Forces). Y lleva programas de teatro a las tropas norteamericanas que están en las distintas bases de su país y del mundo.
En el festival de Cannes se estrenó su última película, Annette dirigida por Leon Carax. Como toda la filmografía del director hay escenas audaces e inesperadas. Una de ellas causó un gran impacto. Mientras Adam le practica sexo oral al personaje de Marion Cotillard se pone a cantar We Love Each Other So Much de The Sparks, tema central del film. La escena cuenta con una complejidad extra: Carax no quiso que los actores hicieran playback, sino que cantaran en el momento de la filmación, para que cada canción tuviera inmediatez e incorporara las dificultades de la acción.
Driver parece manejar los registros más variados. Villano intergaláctico, divorciado con el corazón roto, carpintero, poeta y colectivero a la vez como en Patterson o religioso como en Silencio de Scorsese.
También falta poco para el estreno de House of Gucci, una muy esperada película de Ridley Scott. Driver integra la dupla protagónica junto a Lady Gaga. Basada en un hecho real y ambientada en el mundo de la moda cuenta el plan diseñado para asesinar a Maurizio Gucci, nieto del creador del imperio de la alta costura.
Adam Driver es una súper estrella pero de un nuevo tipo. Que evita los escándalos, que construye su carrera con deliberación, esfuerzo y trabajo, y que no teme dar saltos al vacío, esquivar lo fácil.
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