Asesinó a toda su familia y vivió con los cadáveres en su casa: el buen padre y marido que se convirtió en un monstruo

Anthony Todt era un amable kinesiólogo y excelente vecino en un idílico pueblo del estado de Florida hasta que el año pasado la aparente felicidad se transformó en horror. Luego de meses de que nadie supiera de la familia, la policía irrumpió en la vivienda y halló los cuerpos: la esposa y los tres chicos habían sido drogados y apuñalados. El asesino, que espera el juicio para septiembre, jura que es inocente

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El cerebro es un órgano misterioso. ¿Qué podría pasar en la cabeza de un hombre que dedicó veinte años de su vida a construir una bella familia para que, de pronto, en unas horas, borre ese andamiaje de aparente felicidad asesinando a su mujer, a sus tres hijos y a su perro?

Quizá fuera su enorme ego herido, por no encontrar la salida a los problemas económicos, lo que haya empujado a su mente enferma al precipicio.

Quién sabe qué razonó su cabeza o qué cobijó en el corazón el amable fisioterapeuta Anthony Todt cuando hizo lo que hizo.

La historia que contaremos hoy es de las que se ocultan tras la fachada de la más absoluta normalidad y ocurrió, un año y medio atrás, en un lugar idílico llamado Celebration. Esta comunidad cerrada, diseñada y desarrollada por la compañía Disney, cerca de los parques de diversiones, en el estado de Florida, Estados Unidos, tenía por objetivo, paradójicamente, brindar una alternativa con profundos valores familiares.

La familia feliz y un descalabro económico

Anthony Todt (44) y Megan (42) llevaban veinte años de casados y los dos eran fisioterapeutas de renombre en Colchester, la ciudad donde vivían en el estado de Connecticut. Durante esas dos décadas tuvieron tres hijos: Alek (de 13 años al momento de los crímenes), Tyler (de 11) y Zoe (de 4). Habían fundado un par de centros de kinesiología que ellos mismos manejaban: Performance Edge Sports LLC y Family Physical Therapy. Aparentemente eran exitosos y tenían muchos clientes que los apreciaban.

En la web de la empresa Megan figuraba como una de las terapeutas y detallaba en su currículum los lugares donde había estudiado y que era instructora de Yoga y especialista en terapia física pediátrica. El de Anthony era igual de completo: estudios universitarios y, además, relataba que contaba con una gran experiencia en terapias acuáticas y en rehabilitación para lesiones de la médula espinal. Las opiniones en la web eran ciento por ciento elogiosas por su buen desempeño. Para sus amigos y parientes constituían una familia feliz y en constante crecimiento.

Sin embargo, en el año 2017, algo pasó que los Todt decidieron mudarse al estado de Florida con sus tres hijos y su perro Breezy. Vendieron una propiedad en Connecticut en 348 mil dólares y se instalaron en Celebration. La casa en la que vivían era de tres plantas, color tiza, con persianas negras y rodeada de un prolijo verde. Era el perfecto lugar para la perfecta familia.

Anthony viajaba, de lunes a viernes, a Colchester, para mantener su trabajo y volvía los fines de semana para pasarlos con ellos. En Facebook, sus posts los mostraban abrazados, divertidos, alegres, activos... En una que se veía a Alek en un recital de piano, Anthony debajo escribió: “Agradecido por estas bellas almas en mi vida”. Esa felicidad posteada era tan ficticia como intangible resulta el mundo virtual.

En realidad, la mudanza al estado de Florida había sido un fugaz escape de Anthony a sus crecientes problemas económicos. Pero los asuntos financieros no mejoraron al alejarse.

Hacia fines del 2019 ya hacía meses que Anthony Todt era investigado por fraude. Sus abultadas facturas de sus centros de kinesiología no se condecían con los registros que los investigadores habían conseguido. Anthony había estafado al estado, a través de Medicaid, en unos 130 mil dólares. Había cobrado por horas de tratamiento que nunca proveyó y ese dinero lo habría usado para pagar una veintena de créditos sacados a corto plazo, con altísimas tasas de interés. Anthony había fabricado, con su economía doméstica, una bomba que estaba a punto de estallar.

Según el medio The Hartford Courant, el fisioterapeuta era investigado por el Departamento de Salud de los Estados Unidos y por el FBI desde abril de 2019. Las declaraciones juradas de Anthony demostraban que sus negocios de kinesiología en Connecticut le habían facturado horas y horas a Medicaid y a varios servicios de salud privados. Solo en un caso, por ejemplo, Todt le había cobrado a Medicaid 24 mil dólares, por tratamientos a un joven jugador de básquet que jamás se habían hecho. Cuando lo citaron Anthony admitió el fraude.

Para colmo, para diciembre de 2019, Anthony tenía su licencia para practicar su profesión vencida desde el mes de septiembre. La de Megan vencería a finales de enero del 2020. Además, el 26 de diciembre le habían enviado una orden de desalojo por falta de pago de la casa en la que vivían.

A estas alturas Anthony Todt estaba ahogado en deudas. Los chicos, según trascendió en las redes sociales, estaban siendo educados en casa. Vivían muy por encima de sus posibilidades, pero se cree que Megan sabía poco y nada de estas maniobras de Anthony para mantener ese nivel de vida.

Lo cierto es que ni los parientes de los Todt ni sus amigos estaban al tanto del caos de la situación.

Esconder un secreto

La vida de Anthony Todt contenía un gran secreto sobre un hecho ocurrido cuarenta años antes: su padre Robert (profesor de secundario de chicos con discapacidad), había sido condenado, en 1980, por un complot para asesinar a su mujer y madre de Anthony, Loretta. Robert quería casarse con una amante y lo mejor que se le ocurrió fue matar a su esposa. Para eso contrató, por 800 dólares, a un ex alumno suyo llamado John Chairmonte, de 20 años. John entró a la casa una noche y le disparó a Loretta, que estaba en la cama, en medio de la cara. El arma calibre 32 y las llaves de la entrada se las había dado el mismo Robert. Anthony, que tenía solamente cuatro años, se despertó con los alaridos de su madre. El atacante se fue corriendo, creyéndola muerta, pero Loretta salvó su vida aunque perdió el ojo izquierdo.

Durante el juicio a Robert, ella se resistió a creer que todo había sido orquestado por su marido quien fue condenado.

Loretta terminó mudándose con sus hijos de Pennsylvania a Connecticut. Con el tiempo terminó por convencerse de que su marido había querido eliminarla y se divorció. Tiempo después volvió a casarse.

Anthony no olvidó jamás esa noche y, según su madre, tuvo muchas pesadillas durante su infancia con el tema. De hecho, necesitó asistencia psicológica.

Robert, su padre, pasó solo 10 años preso. Al salir formó una nueva pareja y fundó una empresa de consultoría. Hasta 2010 no volvió a ver a sus hijos. Ese año Robert contactó a Anthony por Facebook y tuvieron dos encuentros en persona. No se sabe bien qué pasó, pero Anthony decidió, a partir de allí, cortar toda relación con su padre.

Un investigador del caso destacó una curiosidad que vale la pena destacar sobre el apellido de Robert y Anthony: Todt es un apellido de origen alemán y quiere decir “muerto”.

¿Dónde están los Todt?

Fue a mediados de diciembre cuando los vecinos dejaron de verlos. Sus familiares tampoco pudieron contactarlos para las fiestas de fin de año y se alarmaron. Empezaron los llamados a la policía para chequear si estaban bien, pero la desidia de las autoridades resultaría evidente una vez revelados los hechos. Entre el 31 de diciembre de 2019 y el 13 de enero de 2020, la policía fue al menos cinco veces al hogar de los Todt.

El último día del año 2019 tocaron el timbre porque llevaban una orden de desalojo por falta de pago. Como nadie respondió, pusieron el sobre bajo la puerta y se retiraron.

El 9 y el 10 de enero, dos agentes volvieron alertados por la hermana de Anthony, Chrissy Todt Caplet, que vivía en Connecticut. Esta vez golpearon no solo la puerta delantera sino también la trasera. Nada. Enterados de que tenían otra propiedad en un condominio a menos de un kilómetro de allí, fueron. No había rastro de ellos. Chrissy había asegurado a la policía que la última vez que se había podido comunicar con la familia había sido el 6 de enero, por un mensaje de texto intercambiado con Anthony. Pero lo cierto es que la última vez que un vecino los había visto a todos con vida había sido el 15 de diciembre.

El 11 de enero volvieron para responder al preocupado llamado del propietario de la casa. La camioneta familiar, Honda Odyssey, seguía estacionada allí. Esta vez descubrieron que una vecina tenía una llave de la casa de los Todt, se la habían dado para que paseara a su perro cuando ellos se iban de vacaciones. El agente estuvo desde las 12.39 hasta las 12.59 de ese día, pero se negó a usar la llave. El 12 volvió otro policía que tampoco descubrió nada más.

El lunes 13 de enero, los oficiales que monitoreaban cada tanto la casa, vieron a Anthony Todt entrar a su hogar a las 9 de la mañana. Se abalanzaron hacia la puerta, subieron los cuatro escalones del porche y golpearon. Silencio. Uno de ellos probó mover la manija y notó que la vivienda estaba sin llave. Entraron y, apenas lo hicieron, un olor infernal los golpeó. Nada parecía estar bien. Levantaron la mirada y vieron en la parte superior de la escalera a Anthony intentando bajar con dificultad desde el segundo piso, tomándose del pasamanos. El dueño de casa les dijo, temblando, que se había tomado altas dosis de un antihistamínico (difenhidramina). Le preguntaron por su esposa Megan y los chicos. Él aseguró que su mujer estaba durmiendo arriba, en el dormitorio, y que sus hijos estaban durmiendo en casas de amigos.

Los policías subieron envueltos en un hedor insoportable. En el cuarto principal, bajo las mantas de la cama matrimonial encontraron los restos de Megan y Zoe. En un colchón ensangrentado, sobre el piso, los de Alek y Tyler, también cubiertos con mantas. Alek tenía un rosario entre sus manos.

La búsqueda de los Todt había finalizado de la peor manera.

Confesión inconfesable

Anthony Todt fue inmediatamente arrestado a punta de pistola, esposado y llevado al hospital por las pastillas que había ingerido. Pocos días después, vendría su confesión. Eso anunció a los periodistas el sheriff Russ Gibson.

Meses más tarde el acusado cambió de estrategia y se retractó de sus dichos. Comenzó diciendo no recordar haber matado a su familia y terminó acusando a su mujer muerta de haberlo hecho.

Según esta nueva versión, contenida en una carta que envió a su padre Robert Todt el 19 de junio del 2020, ella le había dado a los chicos altas dosis de antihistamínicos mezcladas en un postre. Cuando ellos se durmieron los habría sofocado y, luego, terminó apuñalándolos. Este relato situaba a Anthony fuera de la casa. Cuando regresó, dijo, la encontró sentada en la escalera donde le confesó lo que había hecho. Luego, Megan habría bebido una botella entera del antihistamínico y se habría acuchillado en el abdomen. Según su delirante explicación, él entonces había colocado todos los cuerpos en el cuarto principal para ponerlos en “posiciones confortables para dormir” y, luego, atentó contra su propia vida.

En este relato de Anthony lo que cambiaba, básicamente, era el victimario.

Qué pasó en la casa perfecta

Los investigadores de homicidios rápidamente se dieron cuenta de que Anthony Todt llevaba semanas conviviendo con los cuerpos descompuestos de toda su familia. Se cree que los crímenes ocurrieron antes de la Navidad de 2019, ya que no se encontró ningún árbol navideño ni papeles de regalos ni nada que sugiriera un festejo. Cuando Anthony contestó el mensaje a su hermana, el 6 de enero, su familia ya estaba muerta.

De acuerdo a las autopsias, los detectives forenses creen que los hechos se desencadenaron de la siguiente manera:

-Primero los habría drogado con altas dosis de un antihistamínico llamado Benadryl (quizá mezclado con alguna comida).

-Una vez adormecidos los habría sofocado. Habría empezado por Megan y habría seguido con sus hijos menores, Tyler y Zoe.

-Como el mayor Alek no habría estado tan dormido, habría peleado por su vida mordiendo y arañando a su padre. Eso habría hecho que Anthony lo apuñalara.

-Luego Anthony habría vuelto sobre sus pasos para apuñalar a su mujer y a Tyler. Quería asegurarse de que estuvieran muertos.

-Las autopsias detectaron cantidades tóxicas del antihistamínico en sus sistemas.

-En la pequeña Zoe no se encontraron rastros de puñaladas.

-Para los crímenes el acusado habría usado dos cuchillas de caza, dos cajas de comprimidos de antihistamínicos y una botella del mismo medicamento, en forma de jarabe.

-Tanto Alek como Tyler presentaban heridas de cuchillo. El reporte de Tyler dice que tenía una puñalada en la parte superior de su abdomen de 10.7 x 2.1 centímetros y que una porción del intestino salía por la herida. Llevaba puestos unos pantalones y una remera. Alek estaba en calzoncillos y tenía una sola herida en la parte izquierda de su torso que medía 5.9 x 3 cm.

-Anthony le habría dado a Alek unos 320 mg de la droga, lo que equivale a unas 13 cápsulas (cada una contiene unos 25 mg de difenhidramina). La dosis no era fatal: para un chico como Alek se habría requerido, al menos, unos 500 mg. En el caso de Tyler, la dosis habría estado más cerca de ser letal.

-Tanto Alek como Tyler fueron identificados por sus registros dentales.

-El cuerpo de Megan había sido apuñalado dos veces en la parte superior del abdomen. El cadáver estaba en estado de putrefacción y llevaba puestos pantalones, medias y una remera.

El experto forense que examinó los cuerpos dictaminó que “basado en las circunstancias conocidas, lo hallado en las autopsias y en los exámenes toxicológicos, la causa de muerte fue una violencia homicida en asociación con intoxicación con difenhidramina”.

Anthony Todt presentó rasguños y heridas pequeñas en sus manos y cuello que eran compatibles con los intentos de defenderse que hizo su hijo mayor. Pericias aparte, un tiempo después, los fiscales del caso dejaron de pedir la pena de muerte para al acusado debido a sus posibles problemas mentales.

Apenas ingresó a prisión, Anthony Todt, fue puesto en una especie de caja de metal, dentro de la habitación del penal, para resguardar su propia seguridad.

“Amar locamente”

Anthony Todt le dijo a su hermana, en varios de sus llamados desde la cárcel, que Megan no le había permitido decirle a su familia todo lo que pasaba en su casa ni lo había dejado pedir ayuda por sus problemas financieros. Le expresó que no pudo parar la furia asesina de su mujer porque él no estaba en la casa y le reconoció tener severos problemas para dormir en la prisión: “...estoy mal emocionalmente, Meg y los chicos lo eran todo para mí... ¿me entendés? Todavía estoy locamente enamorado de ella. Todavía amo locamente a los chicos”.

Locamente es un adverbio que se puede interpretar como lo único certero de sus dichos. También aseguró que él tenía problemas de salud, pero que Megan no quería que los divulgase. Le relató que una vez se había desmayado por una combinación de tener alta el azúcar, mal su tiroides e hipertensión arterial. Sumó a los hechos, que Megan era depresiva, sufría la enfermedad de Lyme y requería de su constante ayuda.

Los Todt estuvieron casados durante dos décadas. Megan y él hubieran cumplido un nuevo aniversario de matrimonio el 1 de enero de 2020. Pero Anthony no creyó tener nada que festejar por lo que habían construido. De los estudios psiquiátricos que se le hicieron a Anthony Todt, no trascendió nada. Hay quienes especulan que aquellos encuentros con su padre en 2010 podrían haber legitimado en él la idea de que deshacerse de su familia era una opción válida.

La casa donde ocurrieron los hechos en el número 202 de Reserve Place, en Celebration, fue vendida el pasado 15 de mayo de 2021 por 750 mil dólares.

Anthony Todt, espera preso el juicio que comenzará el próximo 27 de septiembre, en la cárcel de Osceola, conducido por el juez Keith Carsten. En las audiencias se intentará dilucidar qué pasó realmente en esa casa para que aquel hombre tan normal, tan buen terapeuta, tan buen padre y tan buen marido, pudiera haberse convertido en un monstruo. Creer en las apariencias no será precisamente la tarea del jurado.

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