Quiso seducir a su hija y le ofreció drogas a su hijo: la redención de Ryan O’Neal después de vivir en el infierno

El actor de Love Story tuvo una existencia atormentada: le ofreció cocaína a sus hijos mayores antes de la adolescencia. Disparó contra uno de ellos. El menor está preso y enfrenta una condena a veinte años por intento de homicidio. Lo llamaron “el peor padre del mundo”, pero en la vejez quiere dar vuelta la página y acercar a su familia

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A los 80 años, Ryan
A los 80 años, Ryan O'Neal quiere dejar atrás el pasado (Getty Images)

Oliver Barret, el personaje con el que se hizo famoso en 1970 en la película que hizo llorar a varias generaciones, aprendía con dolor la máxima que Love Story eternizó: “Amar es nunca tener que pedir perdón”. En la vida real, sin embargo, Ryan O’Neal tuvo que disculparse demasiadas veces con sus cuatro hijos y con la mujer que más quiso, Farrah Fawcett.

La protagonista del póster más vendido de la historia, esa de la foto en traje de baño rojo con el corte de pelo que aún lleva su nombre, que en 1976 se convirtió en el aspiracional de la belleza americana junto con el éxito de Los Angeles de Charlie, festejaba el 2 de febrero de 2007 sus 60 años. Y aunque moriría dos años más tarde, esa noche la celebración era doble: todo indicaba que, después de la cirugía y las duras sesiones de quimioterapia, había superado el cáncer anal que le habían detectado unos meses antes.

El propio O’Neal, que la consideraba su “verdadera gran historia de amor”, se había repuesto de la leucemia por la que Farrah había vuelto a su lado en 2001, tras un corte de cuatro años en su tumultuosa relación de tres décadas, cuando ella lo encontró en su cama con la actriz Leslie Stefanson. Y se habían separado otra vez en 2005, pero, como en una versión tóxica y violenta del drama romántico de Erich Segal, el diagnóstico de cáncer de Fawcett los volvió a unir.

Por eso fue el actor de entonces 65 años quien quiso hacer de anfitrión del cumpleaños de la que había vuelto a llamar en público como su “novia”, pese a todo lo que habían pasado juntos desde que su amigo –nada menos que el hombre nuclear– Lee Majors le pidió que llevara a comer a su esposa para que no estuviera sola mientras él estaba en Canadá por un rodaje, en 1979. La pasión fue eléctrica desde el primer minuto: “Nos sangraban los labios de tanto besarnos”, escribe él en Both of Us: My Life with Farrah (2012).

Ryan O'Neal y Ali McGraw,
Ryan O'Neal y Ali McGraw, la inolvidable pareja de Love Story (Getty Images)

Sin embargo, no fue la pasión la que hizo que corriera sangre aquel 2 de febrero de 2007 en la mansión de Malibú de O’Neal, sino el temperamento siempre impredecible y explosivo del actor, que se paseó buena parte de la noche por la fiesta con un revólver que finalmente disparó contra su hijo Griffin –también actor y en ese momento de 42 años. No lo hirió, pero su novia de 22 años tuvo que ser trasladada al hospital con heridas leves, mientras el padre era detenido como sospechoso de atacar con un arma mortal a su hijo y por uso negligente de arma de fuego.

No se presentaron cargos, y O’Neal fue liberado al día siguiente bajo fianza, pero el hecho marcó un punto de inflexión. No era la primera vez que el malogrado fetiche de Bogdanovich se descargaba con sus hijos, en especial con Griffin, al que ya le había roto dos dientes de una trompada –con mano profesional, porque antes de dedicarse a la actuación fue boxeador– cuando solo tenía 18 años. El joven actor había estado involucrado en incidentes violentos durante toda su vida pública, desde ir preso por manejar borracho, hasta dispararle al auto (vacío) de su ex novia, incluyendo la tragedia en la que perdió la vida el hijo de Francis Ford Coppola. En 1986, él y su amigo Gian-Carlo participaban en Maryland de una película del director de Apocalypse Now cuando alquilaron una lancha en un alto del rodaje. Griffin iba al volante cuando intentaron pasar a toda velocidad entre dos embarcaciones atadas por un cable y Gian-Carlo murió decapitado. Aunque al principio dijo que el que manejaba era su amigo, fue absuelto de homicidio involuntario, pero declarado culpable de lo mismo que su padre: negligencia. “Tiene un historial de mentiras y de respetar muy poco a los demás”, le dijo el juez antes de sentenciarlo a trabajos comunitarios que incumplió, por lo que de todos modos terminó en la cárcel.

Ex boxeador, O'Neal tuvo una
Ex boxeador, O'Neal tuvo una vida atormentada (Getty Images)

En el relato de O’Neal sobre lo que pasó la noche que debió haber sido el último gran festejo familiar de Fawcett también cargaba sobre su hijo. Decía que Griffin le había tirado con el atizador de la chimenea por la cabeza y que, al hacerlo, hirió a su novia embarazada: “Disparé para espantarlo, pero no a él sino a una baranda”, dijo mientras el Daily Mail se preguntaba abiertamente desde el título de una nota: “¿Es Ryan O’Neal el peor padre del mundo?”. Muy poco después de la muerte de Fawcett, y con la imagen fresca del hijo de ambos, Redmond –nacido en 1985–, esposado en el funeral porque cumplía condena por posesión de drogas, él mismo lo admitiría en un reportaje con Vanity Fair: “Soy un padre incompetente. Creo que no estaba destinado a tener hijos. Mirá cómo me fue: están en la cárcel o deberían estarlo”.

“Me casé a los 20, y no tenía la madurez suficiente. Mi primer hijo nació apenas un año después. No descubrí a las mujeres hasta que pasé por el altar, y para entonces ya era muy tarde”, admite en la misma entrevista O’Neal, que además de con Fawcett y sus dos mujeres anteriores, tuvo romances con Ursula Andress, Bianca Jagger, Anouk Aimée, Jacqueline Bisset, Barbra Streisand, Diana Ross, Anjelica Huston y Melanie Griffith, entre otras de las más deslumbrantes estrellas de la época. Cuando la periodista le pregunta por qué se casó, se exaspera: “¡Esa gente se queda embarazada! ¡Les das la mano, y se quedan preñadas!”. De su breve primer matrimonio con la actriz Joanna Cook Moore, nacieron Tatum y Griffin; cuando se divorciaron, en 1966, quedaron a su cargo: Moore era una adicta crónica al alcohol y a las drogas con severos problemas mentales.

Con Farrah Fawcett, su gran
Con Farrah Fawcett, su gran amor y su hijo Redmond, que cumple una condena por robo e intento de homicidio

Griffin ni siquiera tuvo permitido el ingreso al cementerio Westwood Memorial Park de Los Angeles el 30 de junio de 2009, para el entierro de la ex ángel de Charlie. En una entrevista que concedió a Larry King un mes más tarde, aseguró que el único objetivo de su padre al reconciliarse con su madrastra había sido que lo incluyera en su testamento: “¡Esas lágrimas de cocodrilo! ¡Es tan asquerosamente transparente que volvió con ella cuando supo que su estado era terminal!” En todo caso, Fawcett solo le dejó a su pareja de tres décadas un cuadro de Warhol por el O’Neal tuvo que pelear en la Corte; ni siquiera estaba claro que fuera su voluntad real.

En el programa de Larry King, el mayor de los varones del actor también dijo que era el actor quien había destruido su vida y la de sus hermanos, y reveló: “Tenía once años cuando me dio cocaína y me dijo que íbamos a ver una película que se llamaba Barry Lyndon –el film que hizo con Stanley Kubrick en 1975–. Me dijo que era muy larga y que eso me iba a ayudar”.

Su hermana Tatum, la niña prodigio que ganó el Oscar a los 10 años por coprotagonizar con su padre Paper Moon (1973), sufrió abusos similares, a los que se sumaron los celos por el reconocimiento a su talento, según ella misma narra en su libro de memorias, A Paper Life (2001). “En la prensa, interpretó al padre cariñoso, pero en sus ojos, leo la verdad: un profundo resentimiento porque su actuación no fue tenida en cuenta”, dice la actriz, que agrega que O’Neal le pegó cuando supo que su hija había sido nominada a los premios de la Academia y él no. Su actitud fue consecuente: cuando en abril de 1974 Tatum se convirtió en la persona más joven en levantar la estatuilla, ni siquiera se molestó en acompañarla. Mientras su madre permanecía internada en una clínica psiquiátrica y él rodaba con Kubrick en Europa, la chiquita fue con su abuelo paterno y vestida con un smoking réplica de los que usaba la entonces novia de O’Neal, Bianca Jagger. Así y todo le dedicó el premio a él y a Bogdanovich. “No lo vi como un problema. Hasta que tuvieron que sacarme casi con una grúa de la casa de Cher porque tenía una familia que para mí era sorprendente. Tenía a su mamá y a sus hermanas y a todas esas mujeres increíbles. Y ahí hice un click, ‘Un momento, en mi casa no hay mujeres. Bueno, sí, hay, pero van y vienen todo el tiempo’. Cher era la estabilidad”, confió en un reportaje con CBS.

Farrah Fawcett y Ryan O'Neal,
Farrah Fawcett y Ryan O'Neal, en tiempos de sonrisas en público e infierno privado

Tatum nunca negó que la inestabilidad fue una constante en su vida personal y profesional. A los 57 años, siempre fue honesta sobre su lucha contra las adicciones y su amargo divorcio de del tenista John McEnroe, que obtuvo la custodia de sus tres hijos, Kevin, Sean y Emily, porque ella era heroinómana. En 2008 fue detenida cerca de su departamento del Lower East Side neoyorquino cuando intentaba comprar crack y cocaína. “¿No saben quién soy? ¡Estaba investigando para un papel de drogadicta!”, le dijo a la policía, de acuerdo al New York Post. Como a Griffin, fue su padre quien la introdujo en el consumo. Cuando se transformó la nueva niña prodigio del cine, O’Neal empezó a ir con ella a todos los eventos: “Me volví su acompañante en todo el circuito de fiestas de Hollywood, donde me acostumbré al sexo y a las drogas cuando era una niña”. También la hizo su compañera en la cama, algo que si bien no tenía una connotación sexual abierta, resultaba tan perturbador que Ursula Andress se vio obligada a poner límites: “No quiero acostarme con vos frente a tu hija”, se horrorizó la estrella de James Bond de acuerdo a revelaciones del Daily Mail.

Cuando una Tatum adolescente fue abusada sexualmente por el dealer de O’Neal y se quejó con su padre, él no solo no hizo nada al respecto, sino que la acusó de provocarlo: las drogas eran más importantes para él que su propia hija. En sus memorias, la actriz asegura que los abusos contra ella y Griffin –”que vivía lleno de moretones”– se hicieron peores luego de que Barry Lyndon pasó sin pena ni gloria y la hasta entonces ascendente carrera de su padre comenzó un irremontable derrotero. “Cada vez estaba más loco y fuera de control”, escribe, y cuenta que, cuando tenía 15 años y su padre recién empezaba a salir con Fawcett –la imagen misma de la belleza de la época–, O’Neal le dijo que estaba gorda y necesitaba adelgazar: “Me recomendó que tomara cocaína para no tener hambre”.

Ryan con su hija Tatum,
Ryan con su hija Tatum, a quien no reconoció en el entierro de Farrah y quiso seducir (Getty Images)

Patrick O’Neal, periodista deportivo y conductor de Fox Sports, ganador de un Emmy, y ex marido de la actriz Rebecca De Mornay, es el único de los hijos del actor que se mantuvo siempre alejado de los escándalos y no siguió la senda de adicciones y violencia de su padre. Es fruto del segundo matrimonio del actor con su compañera de elenco en la célebre serie Peyton Place, Leigh Taylor-Young. El casamiento fue en Hawaii durante un viaje de promoción de la novela, a solo un año del divorcio de O’Neal y Moore, en 1967, y no duró mucho más que el anterior: se separaron en 1971. Pero los términos de la separación fueron más amigables, y Taylor-Young, que abrazó la espiritualidad y crió sola a su hijo, siempre habló bien de su ex: “No hay un solo Ryan, y puedo hablar de su temperamento y su volatilidad, pero conozco profundamente su bondad. La familia O´Neal es difícil, y hay mucha gente dispuesta a condenarla, pero yo puedo hablar del bien que me hizo cuando nadie miraba”, le dijo a Vanity Fair en 2009.

Patrick tampoco tiene nada para reprocharle a su padre: “Tatum escribió un libro sobre lo malo que fue todo, pero yo podría escribir otro bastante aburrido sobre lo maravillosa que fue mi infancia”, dijo en una nota con NBC en 2012. Pero, hasta hace poco tiempo, el veterano actor ni siquiera logró estar en paz con él: “Le va bien, tiene su propio programa en Fox Sports, pero tampoco me gusta. No es simpático. Ahora no estoy en contacto ni con Patrick, ni con Tatum ni con Griffin y nunca he sido más feliz”, dijo en la estremecedora entrevista de 2009 a Vanity Fair.

En la misma nota, aseguraba de su hijo menor, Redmond, con amargura: “Tiene adicciones que no puede controlar, se duerme en la mesa. ¡Eso no es ser un chico privilegiado! Nunca ha tenido dinero, nunca ha tenido un coche. Ha estado sin salir a la calle durante un año, porque la policía no paraba de detenerlo. ¡Lo agarraron en la cárcel con heroína en el bolsillo! Tantas detenciones, ¡el pobre estúpido!… No es malo, no sabría cómo serlo. Sólo es inocente. Pasó por 13 centros de rehabilitación de todo Estados Unidos y México. Sólo podemos dar gracias porque no tenga el VIH”. Según O’Neal, Redmond también tuvo la culpa de que ambos fueran detenidos por posesión de anfetaminas en 2008, cuando, durante su libertad condicional, la policía registró la casa del padre en Malibú. “No era mía, se la había quitado la noche anterior”, dijo O’Neal a Vanity Fair. “Pero al llegar la policía a las 4.30 de la madrugada, con Farrah agonizando ahí, yo no iba a decir: ‘¡Es suya!”.

Con Redmond esposado y Griffin excluido del último adiós a la diva, el funeral de Fawcett todavía guarda una imagen más triste que termina de pintar a Ryan O’Neal como padre: trató de seducir a su propia hija, a la que no reconoció. Otra vez, fue él mismo quien se lo confesó a la periodista Leslie Benetts, casi como una humorada, en la larga nota que le hizo para Vanity Fair a meses de la muerte de su tercera mujer. “Acababa de dejar el ataúd en el coche fúnebre y estaba viendo cómo se alejaba, cuando una rubia muy guapa se me acercó y me abrazó. Le dije: ‘¿Tienes coche?’. Y ella me dijo: ‘¡Papá, soy yo! ¡Tatum!’. Sólo intentaba ser gracioso con una extraña mujer sueca y resultó que era mi hija”.

Patrick es el único hijo
Patrick es el único hijo de Ryan que se alejó de los escándalos. Es periodista deportivo (Getty Images)

En 2011, sin embargo, Tatum –que dice no haber dejado de ver nunca a su padre como “el primer amor de su vida, aunque eso no siempre fuera recíproco ni incondicional de su parte”– intentó un proceso de reconciliación pública con el actor para la docuserie Ryan y Tatum: The O’Neals, producida por Oprah Winfrey. Tras 25 años alejados, el programa no pasó de la primera temporada, y O’Neal culpó a la presentadora por distanciarlos aún más: “Estamos más separados ahora que cuando comenzamos el show. Gracias, Oprah, por toda tu ayuda”.

Desde hace un par de años, sin embargo, al menos sus dos hijos más conocidos se han mostrado dispuestos a acercarse a su padre, que sufre de leucemia crónica, diabetes, problemas cardíacos y cáncer de próstata. Mientras Griffin no volvió a hablarle, pero dice estar sobrio hace cinco años, y Redmond cumple una condena de 22 años por robo y tentativa de asesinato en un minimercado, Patrick lo ayudó a reabrir el viejo gimnasio que alguna vez tuvo con Farrah en Brentwood. “Tuve una vida más dramática que los personajes que interpreté”, le dijo el actor durante la inauguración a Los Angeles Times, y posó junto a su hijo, que también suele subir fotos junto a él en su cuenta de Instagram.

Fue en esa red social donde, en septiembre del año pasado, Sean McEnroe, uno de los tres hijos de Tatum, compartió una imagen junto a su abuelo, su madre y sus hermanos que se sintió como un verdadero símbolo de paz familiar. “Puedo llorar de alegría y gratitud porque todos en esta foto todavía están vivos y hemos sido capaces de reunirnos de nuevo después de tantos años de dificultades. Toda la Costa Oeste está ardiendo, pero si los O’Neal pueden reconciliarse, realmente todo es posible”, escribió.

Es cierto, en sus 80 años de vida, a diferencia de en Love Story, Ryan O’Neal todavía tiene que pedirle perdón a muchos de los que amó. Pero hay un famoso diálogo en aquel clásico romántico que quizá tenga más que ver con lo que hoy sienten por él los que eligen seguir a su lado a pesar de todo. “¿Cómo hacés? ¿Cómo podés verme y seguir amándome?”, le pregunta su personaje al de Ali MacGraw. “Se trata exactamente de eso, torpe”, responde Jennifer Cavalieri.

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