Esas ocasiones, las grandes citas, las que aseguran grandes audiencias, no suelen ser lugar para pruebas. Allí se va a lo seguro. Una banda no muestra nuevo material. Muchos artistas, poco tiempo, enorme público obligan a que cada banda eche mano de sus canciones probadas.
Pero ese 18 de junio de 1976, ABBA cantó en la gran gala de honor televisiva en el día previo a la boda real sueca entre el Rey Carlos Gustavo y Syivia Sommerlath, un tema inédito. Lo habían grabado hacía unos meses y lo habían mostrado en público, sólo dos veces antes (una en la TV australiana y la otra en Japón). Dancing Queen parecía que le hablaba a la futura reina. La ocasión era ideal. Agnetha dijo que era un homenaje a la Reina Silvia, aunque la hubieran compuesto hacía mucho y pensando en otra cosa. Pero a veces el nombre de algo importa más y es lo único que se retiene. Durante esa gala, ABBA fue el único grupo pop, los únicos intérpretes de música joven en medio de un ambiente solemne. La explosión disco que produjeron esa noche impactó a todos. Era un golpe que no se esperaban. Muchos creyeron haber escuchado la canción pop perfecta (y tenían razón).
A partir de ese momento el tema se volvió imparable. Llegó a la cima de los charts en más de treinta países del mundo. Fue el único número uno del grupo en Estados Unidos. Y se convirtió en un clásico moderno.
Los integrantes de ABBA eran Agnetha Fältskog, Björn Ulvaeus, Benny Andersson y Anni-Frid Lyngstad. Y deben ser siempre dichos en este orden (o al menos con las dos mujeres en las puntas y los hombres en el medio) porque así se forma el acrónimo que da nombre al grupo. Aunque con Anni-Frid hayan hecho algo de trampa porque todos la conocían como Fryda. La idea del nombre fue de Stig Anderson, el manager del grupo. Los dos varones intentaron oponerse porque ABBA era la marca comercial de un arenque en escabeche bastante vendido en Suecia.
Los cuatro integrantes se dedicaban a la música profesional antes de conocerse. De hecho sus actuaciones en pequeños festivales, obras de teatro y programas de televisión los hicieron conocerse. El grupo coral mutó en banda pop.
El primer gran salto lo dieron con Waterloo. Los años anteriores habían concursado para participar del Eurovision pero no lo habían logrado. En 1974 todo cambió. Se presentaron con Waterloo. Parecía que no tenían demasiadas posibilidades. Había rivales de peso. Las apuestas estaban en su contra. Sin embargo, se convirtieron en el primer grupo sueco en vencer en el certamen. No fue casualidad. Stig Anderson preparó el terreno con decisiones deliberadas. En las ediciones anteriores habían ganado baladas, por lo que él presuponía que en esa ocasión premiarían a un tema más rítmico. Y para el título buscó una palabra que significara lo mismo en toda Europa, que no requiriera explicaciones. La canción se impuso sobre los otros contendientes entre los que estaban Gigliola Cinquetti y Olivia Newton John entre otros. Waterloo y su triunfo les abrió las puertas de Europa y del mundo.
La banda comenzó con las giras por todo el continente y también por Japón. Sacaban discos con regularidad. Sus canciones subían en los charts. Mamma Mia llegó al número 1 en casi todas las listas. La rueda debía seguir girando. Pero ¿cómo seguir? Los dos hombres del grupo seguían componiendo, estaban en estado de gracia. Pero en el mundo de la música cada movimiento debe ser pensado mucho.
Lo sorprendente es que la canción no fue elegida como primer single. El discográfico es un mundo complicado en el que todos quieren aplicar fórmulas que casi nunca funcionan.
El manager de la banda se opuso a que Dancing Queen fuera el sencillo promocional de su nuevo álbum. ABBA venía de tener éxito global con Mamma Mia y Stig Anderson consideraba que sacar otro tema bailable y que mantenía el espíritu bien arriba, iba a brindar al público una visión distorsionada de su música. Además podía aburrir. Por eso decidieron salir con Fernando. Una balada con algunos momentos más intensos. Los miembros del grupo dudaron. Fernando ya había sido grabada por Fryda en su disco solista pero en una versión en sueco. Pareció que el manager había tenido razón. Fernando llegó al número 1 en todos los países europeos. Mientras Fernando hacía su camino, el otro tema esperaba su momento. Que recién llegó en la velada del día previo a la boda real. Tiempo después, Dancing Queen se editó como sencillo y batió récords. Björn contó: “Uno nunca sabe cuando una canción va a funcionar, qué es lo que hace que le guste a la gente. O si es buena o mala. Pierde perspectiva. Así que cada vez que sacábamos un tema nos poníamos nerviosos. Pero con Dancing Queen no me pasó eso. Desde el primer momento sabíamos que funcionaría. Que teníamos algo bueno”.
Fue la primera incursión de Björn y Benny en la música disco. Fascinados con esos sonidos que venían de Estados Unidos y que imantaban a los jóvenes a las pistas de baile, intentaron emularlo, ir tras los vientos de época. Lo que no sabían era que su tema iba a permanecer. Así como al principio el grupo había sido influenciado por The Mammas and The Pappas, para este tema se inspiraron en Rock Your Baby de George McRae.
Estados Unidos resultó una plaza complicada para los suecos. Tuvieron varios top 10 pero ellos pensaban que ahí residía su gran fracaso, era el país al que no habían logrado seducir. Dancing Queen fue su único número 1 ahí. Con los años la situación cambiaría: los compilados pero muy especialmente las películas y las obras de Broadway basadas en sus canciones les dieron, tras su retiro, todos los frutos que no habían conseguido en actividad.
Dancing Queen es la canción más difundida de ABBA. Un ejemplo: en Spotify se acerca a los 550 millones de reproducciones. Sigue sonando actual. Es la síntesis perfecta del estilo de los suecos, de su potencia festiva. La canción pop perfecta. Letra sencilla, contundente, universal. Grandes harmonías vocales. Un estribillo maravilloso. Una música trabajada y contagiosa. Y una producción fulgurante y efectiva. Está repleta de pequeños detalles, trucos, recursos. John Lennon, cuando la escuchó por primera vez, dijo estar sorprendido por la potencia del tema. Fryda dijo que ese fue el mejor elogio que habían recibido alguna vez.
Agnetha y Björn se casaron en 1972. Los otros dos lo hicieron con el grupo en pleno éxito, en 1978. Pero la convivencia cuádruple, las giras, las presiones y los millones erosionaron hasta destruir a las dos parejas. Sin llegar al nivel escandaloso de Fleetwood Mac, los problemas personales se filtraron al grupo y volvieron menos livianas las letras de las canciones. La diversión y la frescura quedaron en el camino.
Dancing Queen tiene una versión en español. Esa grabación tiene una historia peculiar también. Buddy McCluskey hacía tiempo que quería traducir alguna de las canciones del grupo sueco al español. En América Latina, ABBA era conocido pero no llegaba a tener el éxito, fuera de las discos, que tenía en el resto del mundo. Le propuso empezar por el principio, por Waterloo. Pero ellos se negaron. Unos años después, McCluskey (que además de ejecutivo de una discográfica se dedicaba a hacer versiones en español de temas en otros idiomas: tal vez su mejor trabajo fue con las canciones de Roberto Carlos -más específicamente con El Gato que ésta Triste y Azul y Amada Amante), tradujo Chiquitita junto a su esposa Mary. Era el tema ideal. Los derechos estaban donados a UNICEF y no había sido un suceso en el resto del mundo; apenas había llegado al puesto 30 en Estados Unidos. Pero la versión en castellano de Chiquitita se convirtió en un boom. En poco tiempo fue uno de los singles más vendidos de la historia en el continente. Sólo en Argentina vendió 500.000 copias. Al año siguiente, en 1980, ABBA editaba Gracias por la Música, su LP con diez temas cantados en castellano. Dancing Queen ahora bautizada La Reina del Baile (nada que ver con Cacho Castaña) naturalmente integra el álbum que otra vez fue un best seller impactante. Casi un millón de copias vendidas. Se lanzaron varios singles pero no La Reina del Baile. La versión no es buena. Más allá de la pronunciación dura, soviética (las cantantes no sabían español, cantaban por fonética). En la mezcla, tal vez, para tapar las deficiencias de pronunciación, las dificultades de no tener la musicalidad de la conjunción de palabras Dancing Queen, las voces están ocultas, camufladas dentro de los instrumentos, como un integrante más de esa pared de sonido.
La letra dice (hay que hacer un esfuerzo para entender lo que dice, para desgrabar): “Al bailar, al girar,/ sabes reír y vibrar,/ uh, uh/ Miren bien, allí va/ Como una reina ya. Y el estribillo reemplazando el Dancing Queen con “un reina al fin”: “Y en la multitud/ brillas con plenitud/ reina al fin/ toda juventud/ reina al fin/ Tu inquietud ...”.
Björn y Benny no participaron de las sesiones. Las bases musicales fueron las mismas de la versión original. Sólo escucharon el trabajo terminado y dieron su autorización.
Además de las ventas extraordinarias en Argentina y América Latina (el trabajo se reeditó en todos los formatos posteriores con bonus tracks) tuvo otras consecuencias. Algunas bastantes desagradables para alguna de las involucradas. Ana Martínez del Valle, una periodista española residente en Estocolmo y que trabajaba en una radio pública, ayudó a las dos cantantes con la fonética. Fue la que además de darles clase, estuvo en el estudio controlando que la dicción fuera lo mejor posible. Pero, como la idea venía de la Argentina, algunos grupos de militantes políticos suecos y exiliados latinoamericanos le reprocharon a ABBA que con sus grabaciones específicas para ese mercado favorecían de alguna manera a la dictadura argentina que en esos años ejercía el poder (se debe recordar que en Suecia, en virtud del caso de Dagmar Hagelin, comenzaron los grupos de boicot al Mundial 78 que luego se derramaron al resto del continente y que ese país acogió a muchísimos exiliados). Las protestas y las presiones hicieron que, según cuenta ella misma en Bright Light Dark Shadows. The Real Story of ABBA de Carl Magnus Palm, Martínez del Valle haya perdido su trabajo.
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