Hace cuarenta años se estrenaba Los Cazadores del Arca Perdida, la primera aventura de Indiana Jones. El arqueólogo, aventurero y académica al mismo tiempo, que interpretaba Harrison Ford se convirtió en el gran suceso cinematográfico de 1981. Una película de aventuras que luego se convirtió en saga y franquicia, que se creó a través de un largo proceso con de idas y vueltas, el aporte vital de tres grandes íconos del Hollywood moderno, dudas y hallazgos repentinos que terminaron convirtiéndola en un clásico.
George Lucas trabajó la idea de un arqueólogo aventurero a principios de los años setenta. Deseaba que fuera su proyecto posterior a American Graffiti. Pero Star Wars ocupó toda su atención como director y los largos apuntes que había tomado con ... Kaufman quedaron arrumbados por un tiempo. En algún momento pareció que Kauffman (que luego dirigiría entre otras Elegidos por la Gloria) sería el director pero tampoco fue así. Kauffman tuvo la idea de que los nazis, con la inclinación de Hitler hacia el ocultismo y su voracidad por el poder omnímodo, estuvieran involucrados y que la excusa argumental podía ser la búsqueda del Arca de la Alianza que le proporcionaría invulnerabilidad a su poseedor.
Pasados unos años George Lucas le propuso a Steven Spielberg participar del proyecto. Apenas se pusieron a conversar sobre las posibilidades fílmicas del personaje se entusiasmaron. Imaginaron aventuras, gags, personajes secundarios. Lo que ellos querían hacer era un gran homenaje, una puesta al día de los seriales de la década del 30 y del 40. Esos que se pasaban en los cines antes de las funciones continuadas y en las que cada capítulo terminaba con el héroe al borde de la muerte, a la que siempre lograba sortear al inicio del siguiente. Los modelos más evidentes eran Buck Rogers o Spy Smashers. Una tarde, George Lucas invitó a Spielberg a una sala privada para ver los 15 capítulos juntos de Don Winslow of The Navy, uno de esos seriales. La decepción de Spielberg fue inmensa. Nada de lo que vio le gustó. Le parecía obvio y aburrido. Pero no sólo por la diferencia de épocas sino porque la narrativa era demasiado previsible, un mundo chato. Contó que salió de la sala simulando una sonrisa mientras pensaba: “¿Cómo hago para bajarme de este proyecto?”.
En ese episodio, en esa pequeña anécdota, tal vez se cifre la magia del cine de Spielberg. Deudor de una tradición, perfecto alumno de todo el pasado, siempre lo procesó, lo pasó por sus obsesiones, su corazón y su mundo creativo, para producir algo totalmente diferente.
Si Lucas quería homenajear los seriales, Spielberg se quería dar el gusto de filmar una película de James Bond. Y ambos deseaban retomar el espírtu del cine de aventuras de los cincuenta. La conjunción de esos mundos resultó ser Indiana Jones.
El personaje le debe el nombre de pila al perro de Marcia Lucas, la esposa de George. Pero al principio, durante buena parte del desarrollo del proyecto, se llamaba Indiana Smith. Spielberg logró cambiarle el apellido.
El proyecto se puso en marcha decididamente en Hawai, en julio de 1977. George Lucas se había recluido ahí para no sufrir con el minuto a minuto del primer fin de semana de Star Wars en los cines. Y para no sufrir con las críticas. Tenía miedo que fuera un fracaso. Para distraerse invitó a su amigo Steven Spielberg. En esas charlas, reflotaron a este arqueólogo aventurero del que habían hablado alguna vez. Y se entusiasmaron.
Spielberg y Lucas unidos en un proyecto era la dupla soñada. Sin embargo, no conseguían que ningún estudio aceptara el proyecto. A simple vista parecía increíble que eso sucediera. Entre los dos habían hecho 4 de los 10 films más taquilleros de la historia hasta el momento. Lo que sucedía era que ambos -como todo Hollywood- sabían su valor. Se sentaron en las mesas de negociaciones con exigencias nunca antes vistas. El razonamiento podría resumirse así: si ellos eran los que hacían las películas que más recaudaban, querían ser reconocidos económicamente. No había negociaciones. Los estudios debían aceptar sus condiciones si querían tener a Indiana Jones (y a Lucas y a Spielberg). El objetivo era obtener el mejor trato que alguna vez se había hecho en Hollywood (se debe recordar que George Lucas venía de quedarse, sin ruido y casi sin que nadie lo notara, con los derechos de todo el merchandising y las secuelas de Star Wars).
Spielberg venía de 1941, un fracaso de crítica y de taquilla. Pero también lo antecedía la fama (mala para los estudios) de no cumplir con los planes de producción y de pasarse en exceso del presupuesto. Eran los tiempos en que Heaven’s Gate de Michael Cimino había alterado la lógica de la industria. Los proyectos faraónicos de los grandes jóvenes directores de los setenta naufragaban o al menos hacían penar demasiado a los ejecutivos. Así fue como el dúo obtuvo su trato excepcional con Paramount pero con condiciones de producción muy estrictas. El estudio exigía que no se excedieran en los días de rodaje ni en el presupuesto. La sanción era que perdieran gran parte de los beneficios que habían obtenido: pagos millonarios por adelantado, porcentaje enorme de los beneficios, parte del merchandising y derechos para las secuelas (Lucas tenía pensadas otras dos entregas: él siempre pensaba las películas como sagas). Para sorpresa de los directivos, ni Spielberg ni Lucas opusieron resistencia. Aceptaron de inmediato.
Los candidatos para interpretar a Indiana fueron varios. En algún momento parecía que Jeff Bridges se quedaría con el papel. Pero el elegido por George Lucas fue Tom Selleck. Spielberg aprobó esa decisión. Al actor estaba entusiasmado con el proyecto. Pero ya había firmado contrato para protagonizar Magnum, la serie televisiva en la que encarnaba a un detective en Hawaii. Los productores se esforzaron para ajustar los calendarios de rodaje para que Selleck pudiera participar. Pero aún así todavía quedaban 11 días en los que debía estar en Magnum y coincidían con Indiana Jones. Negociaron con el canal de televisión, pero sus directivos se mantuvieron firmes. No liberarían antes al actor. Y Selleck se quedó sin ser Indiana Jones (semanas antes del inicio del rodaje se declaró una huelga de guionistas televisivos que paralizó las producciones durante tres meses: el actor hubiera podido hacer la película).
George Lucas no quería a Harrison Ford. Estaba demasiado identificado con Star Wars y además había actuado en American Graffiti: iba a parecer que era el único actor al que podía recurrir. A Spielberg le parecía que era el indicado para el papel. Hoy nadie podría imaginar a Indiana sin la cara y las sonrisas llenas de sarcasmo de Harrison Ford. Cuando fue confirmado a poco del inicio del rodaje, Ford entrenó el uso del látigo, se preparó físicamente y desarrolló habilidades para algunas de las escenas de acción. Ford aprovechó que estaban urgidos y negoció condiciones favorables en un momento en que su carrera estaba en un momento clave. No había conseguido grandes roles después de Star Wars y se venía el estreno de El Imperio Contraataca. Esta era su oportunidad para mostrar otro perfil en un film con mucha visibilidad. Obtuvo un salario de siete cifras, porcentaje de las ganancias y hasta la posibilidad de intervenir en el guión en lo que se refería a su personaje.
Spielberg y Lucas decidieron contratar a Lawrence Kasdan para el guión. Poco antes, Kasdan se ganaba la vida como redactor publicitario. Con un guión suyo que terminó siendo la fallida Continental Divide, John Belushi había llamado la atención de la industria. En enero de 1978 Lucas, Spielberg y Kasdan se reunieron durante cinco días seguidos, en sesiones de 9 horas, para desarrollar la historia y al personaje. Esas largas conversaciones fueron grabadas, y se convirtieron en la fuente de consulta de Kasdan durante los seis meses que trabajó en la primera versión del guión.
La tarea de Kasdan no era sencilla. Debía resumir y articular cientos de ideas geniales pero contradictorias que se habían lanzado en esas reuniones intensas. Indiana tenía tantas características que era imposible plasmarlo en la pantalla. Pero cada uno tenía ideas precisas (y algo extravagantes que no pensaban ceder). De ese modo, Kasdan debió conjugar la persecución de una roca gigante, un mono haciendo el saludo nazi, Indiana vapuleado por una mujer en Nepal, y un submarino, entre otras ideas.
Kasdan, después de mucho trabajo, entregó el guión. Pero nadie lo leyó. Lucas le dijo que después lo hacía pero que primero necesitaba de manera urgente una revisión y reescritura del guión de El Imperio Contraataca. Spielberg embarcado en 1941 y de viaje por Japón tampoco le prestó mayor atención. Meses después Lawrence Kasdan recibió un llamado. Era George Lucas. “Leí el guión”, empezó. Kasdan se ilusionó pero la siguiente frase fue una trompada que lo noqueó. “Es demasiado largo y demasiado caro”. Y después agregó: “Cortalo. Sacale todo lo superficial. Sólo dejá lo esencial, el hueso de la historia y los personajes”: Kasdan dijo, mucho tiempo después, que ese consejo, esa orden, salvó el guión y su carrera: la historia ganó en músculo y en concisión.
El resto del elenco, por una cuestión presupuestaria, no contaba con grandes estrellas. Pero todavía falta mencionar otro de los elementos indispensables e inolvidables de la película: la (una vez más) increíble y gloriosa banda sonora de John Williams.
Como Spielberg no había abandonado su sueño de filmar una de James Bond, el personaje de Indiana, al principio, era un playboy. Lucas quería que fuera mujeriego, alcohólico y con problemas con el juego. El guionista los convenció de que hacerlo académico y aventurero a la vez le otorgaba suficiente complejidad. Insistió en que si se hacía hincapié en esos aspectos del personaje, la historia perdería intensidad y las aventuras se debilitarían. Les bastó con oscurecerlo con su ambición y la falta de límites para acceder a las reliquias arqueológicas.
La escena, tan efectiva, del enfrentamiento con el hombre armado con una espada en la que Indiana define el duelo con un sorpresivo disparo se improvisó en el set, fue un aporte de Harrison Ford. Originalmente era un enfrentamiento entre esa espada y el látigo de Indy. Pero la escena era muy compleja y Ford se había intoxicado como gran parte del equipo en los días previos. Muy probablemente, un gag con una muerte de por medio hoy no sería filmado. (Circulan en internet artículos que condenan la manera en que la saga se ríe de pueblos del Tercer Mundo, que insisten que están estereotipados: ni Indiana se salva de la pesquisa ideológica y bien pensante: en cualquier momento en las plataformas le agregaran disclaimers al inicio).
Estaban planeados 85 días de rodaje. O eso, al menos, fue lo que Spielberg y Lucas le hicieron creer al estudio. En un plan de rodaje que sólo conocían ellos dos habían estimado 73 días, tenían 12 de resguardo. Spielberg finalizó el rodaje en el día 72 y dentro del presupuesto, sin gastar un dólar de más. Sus condiciones contractuales permanecían intactas. Para conseguir eso fue fundamental Frank Marshall, un productor que Lucas le puso al lado para que nada se desmadrara. Filmaron en Europa, en Túnez y en otros lugares que ya habían sido utilizados en Star Wars. Rodando fuera de Estados Unidos redujeron mucho los costos.
A pesar de la presencia de George Lucas, de la dirección de Steven Spielberg, del protagónico de Harrison Ford y de la historia que prometía aventuras, ni los ejecutivos de los estudios ni los analistas esperaban que la película fuera un gran tanque en la taquilla. Las expectativas para la temporada veraniega (en el Hemisferio Norte) eran poco optimistas. Se esperaba una retracción en la recaudación comparándola con la temporada pasada. El gran blockbuster se esperaba que fuera Superman 2, seguida por La Loca Historia del Mundo de Mel Brooks.
Los Cazadores del Arca Perdida debutó en el primer lugar de la taquilla pero a la semana siguiente fue desplazada por el estreno del Hombre de Acero que batió un record histórico. Sin embargo, a la semana siguiente Indiana retomó la cima de la taquilla que no abandonó por dos meses. Se convirtió en la película más taquillera del año. George Lucas y Harrison Ford ya tenían su segunda franquicia.
Los cazadores del Arca Perdida no sólo dominó la taquilla. Recibió muchos elogios de la crítica especializada y fue reconocida en la temporada de premios con 9 nominaciones a los Oscars, de las que obtuvo 5 en rubros técnicos.
Indiana Jones es un personaje inolvidable que se dio a conocer en una película noble que dialogaba con la tradición pero que al mismo es atemporal. Una película gracias a la maestría de sus creadores y al estado de gracia en que se encontraban superó sus propias ambiciones. Tal como escribió en Infobae hace unas semanas Santiago García, “Spielberg aprovecha la ligereza del relato para poner en imágenes todo su talento y habilidad para la narración. Con mucha cinefilia y un diálogo permanente con el Hollywood clásico, la película es una declaración de amor por el cine popular. Recordaba a cada momento la época en la cual el cine era el mejor escape para olvidarse de los pesares cotidianos. Ojalá Hollywood entendiera nuevamente esto”.
Con los años vinieron otras tres entregas del arqueólogo aventurero. En estos días, coincidiendo con el 40 aniversario del estreno de Los Cazadores del Arca Perdida, comenzó el rodaje de la quinta entrega. Harrison Ford e Indiana Jones vuelven al ruedo con 75 años a cuestas. Es probable que yo no lo veremos escapar de rocas gigantes, o deslizarse por debajo de camiones y quedar colgando con su látigo del paragolpes, o caer de grandes alturas. A pesar de eso sabemos que Indiana no se detendrá.
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